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Dolce & Gabbana, cuando el orgullo te sale por la culata

China es un gigante dormido. Cuando despierte, el mundo temblará.

Napoleón Bonaparte

Escurrir el bulto es un arte. Requiere años de experiencia y en mi caso, tener un hermano pequeño me ha ido ayudando a perfeccionar la táctica, ya que dos conspiran mejor que uno y tener cómplices siempre ayuda a esconder el crimen. Aunque el crimen, en nuestro caso, fuera habernos acabado de una sentada un paquete de galletas que mi madre había traído a casa apenas unas horas antes.

GTRES

En Dolce & Gabbana pensaron que, como mi hermano y yo, la unión hace la fuerza e intentaron aliarse para salir del paso. Aunque claro, una cosa es deshacerte de la caja de galletas y otra irse de rositas después de ofender a un país entero. Son problemas ligeramente diferentes.

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Después de subir unos vídeos promocionales ofensivos por su trasfondo rancio, racista y sexista, muy marca de la casa italiana si conoces un poco al director creativo, Stefano Gabbana, el propio diseñador salió en defensa de su estrategia por Instagram.

Stefano Gabbana en Instagram es como una barra libre en una boda, sabes que se va a liar en algún momento. El milanés empezó a contestar mensajes privados, y lejos de retractarse, con la humildad propia de quien la ha cagado, intencionadamente o no, respondía ofendiendo y lanzando insultos.

Entre los vídeos y los mensajes peyorativos («China es un país de mierda» escribía Stefano) bastante que el único desenlace ha sido un show cancelado.

En vez de dar un paso al frente, agachar la cabeza y pedir perdón, han compartido dos fotos, una de ellas con faltas de ortografía, en la cuenta de Instagram a modo de comunicado oficial moderno, para decir que, toda el infortunio se debía a que ambas cuentas habían sido hackeadas.

Asumir la responsabilidad no está de moda por mucho que hayas ofendido a miles de personas. Equivocarse es de humanos, pero es de sabios aceptarlo y corregirlo, algo que la marca ha evitado a toda costa, enredando aún más la situación con excusas poco creíbles.

En la orden del día de la firma no se encuentra disculparse bajo ningún concepto, que aún en su último ejemplo de desprecio se han limitado a decir que lo sucedido ha sido una «desgracia para las personas involucradas en el show» pero dándoles las gracias.

No es así como se hacen las cosas. Si algo aprendes rápidamente cuando te mueves en el sector de la comunicación, es que cualquier oportunidad es buena para hacer las cosas bien, aunque parezca imposible.

Yéndose del país así, con ese orgullo de haber hecho las cosas mal y sentirse todavía llenos de razón, muestra un desprecio por la cultura del país y por los habitantes de este, a mi parecer, casi tan ofensivo como los insultos previos.

Atribuirle la responsabilidad a un hacker, especialmente cuando es una excusa prácticamente indemostrable y una manera de encontrar algo que «explique» todo, es una solución rápida. Pero por mucho que sepan de agujas, no puedes coser una herida utilizando tiritas.

Pirata informático o no, el mal está hecho, China, lógicamente, dolida, y Dolce & Gabbana en silencio, dejando que el tiempo enfríe la situación.

Quizás deberían aplicarse una frase que se me viene a la cabeza que dice que «es mejor perder tu orgullo por la persona que amas, que perder a la persona que amas por orgullo».

Inclusividad en la moda: ¿Y ahora hacia dónde tirar?

Parece que de un tiempo a esta parte todas las marcas se han ido apuntando, cada una en la medida de sus posibilidades, a la inclusividad: desde los cuerpos reales de Dove y el desarrollo de otras campañas publicitarias hasta la inclusión de modelos en las presentaciones de nuevas colecciones que supusieran un paso hacia un sector más representativo.

RIVER ISLAND

La moda quiere representar también las diferentes etnias, tallas o características físicas (recordemos la cruzada para dar a conocer el vitiligo que Winnie Harlow ha logrado con su carrera como modelo).

Fue Asos fue la primera firma en contar con una modelo en silla de ruedas. Esta semana Primark anunciaba que habían elegido a una modelo, a la que le faltaba parte del brazo, como maniquí para dar a conocer su nueva colección casi al tiempo que modelaba para River Island una niña de ocho años a la que le habían amputado ambas piernas, poco después de su nacimiento.

Cada vez que se cuenta con una persona que se escape de lo que son los cánones estéticos clásicos que regían con rigidez la industria, tenemos un motivo para celebrar. Que se muestren alternativas de cuerpos dentro de las campañas de vestimenta no significa otra cosa que mostrar la realidad (de hecho en este momento acaba de subir al metro un señor que solo tiene un brazo).

Sin embargo, como hablaba ayer con una amiga mía, estaría bien también que la inclusividad no se quedara solo en la cara de la marca sino que llegara al esqueleto, a los patrones.

Pero estaría todavía mejor que, teniendo en cuenta los efectos de la industria de la moda rápida de consumo inmediato, la fast fashion, se tomaran otras medidas.

Es cierto que las marcas de ropa han encontrado en la inclusividad un «caballo de batalla» para la responsabilidad social.  Sin embargo, y ya que cada empresa puede ayudar de la manera que considere (o incluso no ayudar en absoluto), ahora que ya están los valores de las diferentes bellezas empezando a integrarse, dar un paso en otra dirección, una que no suena tan curiosa como una modelo con una discapacidad física pero que no podemos dejar de lado: la sostenibilidad.

Creo yo, aunque esto es solo una idea, que es el momento de empezar a pensar en la moda con cabeza, en procurar evitar los daños al medio ambiente y a los seres humanos que puedan generar tintes hechos en un país tercermundista, en confiar en tejidos reciclados, en pensar en estrategias que eviten que todavía haya un porcentaje de las prendas que vemos en las tienda que no llegue a venderse.

La normalización y conquista de diferentes cánones estéticos es algo fantástico siempre y cuando el ser humano siga teniendo un planeta en el que poder disfrutarlo.