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La moda de las deportivas horrorosas (que debería pasar muy rápido)

Chiara Ferragni es mi ídolo. No ya solo que me encante su estilo, sino que me parece un ejemplo estupendo a seguir que cualquier mujer puede ver como inspiración. Emprendedora, icono de estilo, dueña del imperio del ojo azul… Es tal mi admiración por ella que si me dieran la opción de cenar con cualquier persona viva o muerta, Chiara sería la tercera (mis abuelos y Caitlyn Moran ocupan los dos primeros puestos).

YEEZY, GUCCI

Y con todo lo que la admiro, una parte de mi alma se marchitó a la velocidad del rayo cuando la vi en unas fotos de Instagram con unas deportivas tamaño tráiler-de-carreras-Monster-Truck-de-Cepsa.

Pero lo peor es que no fue el único zapato dantesco (siempre había querido usar ese adjetivo en el blog. Me siento muy realizada como periodista) estilo Familia Addams si la conocida cuadrilla televisiva tuviera una línea de calzado. Otros estaban por llegar a su cuenta y a los de otras instagrammers que sigo con el mismo interés con el que veo Fariña.

INSTAGRAM DE LA FERRAGNI

No me gusta echar las culpas pero… Balenciaga, I BLAME YOU! La firma empezó a sacar estas zapatillas en la pasarela y, como es natural, terminó llegando a las calles.

¿Os parecen normales esas barcazas de yayo que se va a dar un paseo por el parque después de ver cómo avanza la obra del barrio? (Todo mi amor a los yayos y yayas que van cómodos pero ajenos a las tendencias)

Es que me pongo de mala uva, de verdad. Casi me parece ver a Steve Martin en Vuelve el padre de la novia, y la imagen, para esa pequeña amante de la moda que vive en mi ser, no es agradable.

Otras marcas también están dándolo todo sacando sus diseños más horrendos como el caso de Nike 97, Gucci o el modelo Yeezy de Adidas diseñado por Kanye West.

Lo mejor es que en las redes sociales encuentras comentarios de «Jo, son demasiado bonitas». Vale que para gustos los colores, de hecho puedes definirlas como «inmensas», «cómodas», «chillonas», «llamativas», «alternativas»… Pero ¿»bonitas»? Lo siento, pero por ahí no paso. Y podéis estar seguros de que por las zapatillas tampoco.

En defensa de las mallas deportivas

Hace tres años me metía con la ropa del gimnasio y lo incómoda que resulta por ser tan ajustada. No me juzguéis, hace tres años también pensaba que el helado de pistacho era una guarrada.

YOUTUBE

Lo pensaba, claro, antes de empezar a hacer ejercicio en serio, es decir, cuando me subía a la cinta, intentaba correr un poco hasta que se me quedaban los pulmones exprimidos y me iba a casa. No entendía qué necesidad había en ir constreñida como el envoltorio de la mortadela.

Cuando empecé a entrenar con pesas, a hacer zancadas cargada con mancuernas, subidas, bajadas y demás ejercicios que requerían que me moviera más, entendí la utilidad de las mallas. Resultaba que SÍ que eran cómodas.

Por mucho que te muevas, los yoga pants siguen ahí, no te fallan nunca. Son como unos padres, siempre van a estar apoyándote y por lo general, manteniéndote seca gracias al tejido (los leggins, no los padres). Y no podemos decir lo mismo si hablamos de los pantalones de chándal, por mucho que Honor Jones los defienda en su artículo del New York Times Por qué las mallas son malas para las mujeres.

Que para Jones el uso de los leggins se resuma en que «We’re wearing them because they’re sexy» (los llevamos porque son sexis) me parece una visión muy corta, ya que da por hecho que es la única intención que tenemos de ponernos esas prendas.

Y sí, obviamente las mallas son más favorecedoras que el pantalón de baloncesto de mi hermano con el que empecé a correr y que me hacía sentir un saco de patatas. No creo que haya ningún problema en que, al igual que gusta verte bien cuando sales con las amigas, te quieras ver bien entrenando apreciando tus gains o progresos (que a veces incluso te ayudan a seguir entrenando por el chute en vena, o a través del espejo de la sala de musculación, de motivación).

Pero lo que tienen las mallas es que son confortables. No son una cosa que hayan surgido ahora gracias al despegue espacial que parecen haber tenido los gimnasios, ya existían previamente, y sino que se lo pregunten a ciclistas, patinadores, levantadores de pesas o crossfiteros y a sus músculos perfectamente funcionales dentro de ellas. Lo único que ahora se han popularizado.

Son el nuevo negro porque van con todo lo que nos pongamos a hacer y van con todo tipo de cuerpo, por mucho que haya quienes digan que si te sales de ciertas tallas o de cierta fisionomía, no deberías pasar por las mallas.

En Internet encuentras un sinfín de imágenes y artículos bodyshaming animándote a romper con tu relación con los leggins de gimnasio si te marcan pliegues del cuerpo como los de la tripa, culo, cadera, espalda o incluso los genitales. Pero la realidad es que son cosas que no tienen por qué afectarte para nada.

Si una prenda te resulta cómoda y práctica, no tienes que dejar de utilizarla porque a otra persona no le parezca bien verte con eso puesto. El problema lo tiene el otro, no lo tienes tú.

Vikika: «Una mujer que haga pesas nunca va a parecer un hombre»

Cuando era pequeña quería ser princesa. Quería tener la cintura de Ariel, ser tan lista como Bella, el vestidazo de Aurora… Tanto yo como las chicas de mi generación, crecimos viendo que las mujeres ideales tenían ojos enormes, pestañas largas, boca sonrosada, una habilidad increíble para el canto y siluetas finas y delicadas. Era lo que había, lo que veíamos en el cine, lo que nos poníamos en el reproductor de VHS todas las tardes y las muñecas con las que jugábamos.

SWEETBUTVIKIKA

No tuvimos los referentes que pueden tener las niñas actualmente: princesas (porque siempre son princesas) fuertes, intrépidas y valientes que se meten en la aventura sin pestañear. Tienen el pelo rizado hasta el extremo, manejan el arco y sus brazos son algo más corpulentos para hacerse todo un mar remando.

Es decir, si ahora fuera niña o preadolescente, definitivamente cambiarían mis referentes hacia mujeres físicamente fuertes. Tendría la mira puesta en aquellas que han desafiado los cánones de belleza porque son independientes y no necesitan más aprobación que la propia.

Y, un ejemplo de quien podría ser ahora una princesa 2.0 (eh, Disney, ¿para cuándo una princesa con músculo?), que ha conseguido salvarse a sí misma sin necesidad de príncipes azules y se ha hecho un hueco en el mundo de la forma física es Verónica Costa, Vikika para las redes.

Tiene más de quinientos mil seguidores en las redes, mucho deporte a sus espaldas, y desde finales de 2017, un segundo libro en el mercado: #Quiérete (editorial Cúpula), un título que, según la influencer busca que nos demos cuenta de la importancia de «querernos y tratar de mejorar cada día sin fijarnos en los demás y menos en redes sociales».

«Reflejan una realidad que queda muy lejos de lo que realmente es. Sin darnos cuenta, vemos los perfiles de otras personas que aparentemente son perfectos, y nos exigimos lo mismo. Esto va haciendo mella y hace que nos queramos menos».

Es, sin duda, una de las primeras mujeres en darse a conocer en el mundo fitness 2.0 por sus rutinas de ejercicio y recetas saludables. Un éxito que está logrando que nos alejemos del estereotipo de la delgadez hacia uno más tonificado: «En las últimas décadas se ha buscado una mujer más delgada, pero, al final, gana lo más saludable. Un cuerpo hecho de comer poco como está es desnutrido y no es saludable. Cuando la sociedad toma consciencia de ello, se rebela. Asistimos a un cambio social en el que la salud prima por encima de todo. Eso es lo que creo que está triunfando en la red».

Pero, ¿ayuda también que, por primera vez, las mujeres le estamos perdiendo miedo al músculo? «Más que perderle el miedo al músculo, se está perdiendo el desconocimiento a la hora de entrenar a las mujeres. Se sabe en parte gracias a la redes sociales, que una mujer que haga pesas nunca va a parecer un hombre, ni su músculo va a crecer como tal. Al contrario nos hace vernos más firmes, ágiles y fuertes«.

«Decir que una mujer por estar fuerte o musculosa parece un hombre, es como decir que un hombre que esté gordo o que tenga grasa extra parece una mujer. Es un sinsentido» dice la influencer, que también se ha tenido que enfrentar al lado oscuro de la red: «Claro que recibo críticas pero eso dice más de las personas que lo critican (su físico) que de mí«.

Una de sus recomendaciones es la de tratar de evitar la comparación con la forma física de quienes se dedican al fitness ya que según Costa puede que sea «una frustración o una inspiración dependiendo de la seguridad en uno mismo, o incluso de si tienes un buen o un mal día. Lo importante es ser conscientes de que podemos trabajar para ser una mejor versión de nosotros mismos y no como otra persona que no somos, ya sea una chica de portada de una revista o una influencer«.

"Me preguntaron por drogas… les hable de tu sonrisa."

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La atleta se considera también fanática de los cuidados estéticos: «Me gusta cuidar todos los aspectos de mi cuerpo, aunque reconozco que soy un poco perezosa para echarme el body milk a diario, así que lo hago tres veces por semana. Para la cara soy más rigurosa. Cada día me pongo mis cremas, exfolio mi cara y uso mascarilla hidratante antes de dormir».

Aunque sabe lo que es participar en una competición de fisioculturismo, no es algo que se plantee repetir por el momento: «Fue una buena experiencia, vi dónde estaban mis límites y ya tuve suficiente. La competición requiere, sobre todo en las últimas semanas, un esfuerzo sobrehumano que no puedo permitirme ya que tienes que dejar prácticamente todo porque tu nivel de cansancio es brutal».

En una publicación comentó que fue a raíz de prepararse para la competición que decidió operarse el pecho: «Siempre he tenido poco pecho y era algo que, aunque no era imprescindible, siempre había pensado que cuando pudiera permitírmelo lo haría, y así fue. Cuando quieres mejorar algo de tu cuerpo que solo se puede conseguir con cirugía, no tiene porque estar relacionado con falta de autoestima, simplemente el deseo de verte mejor».

#Quiérete cuenta con un espacio dedicado a la política de censura de Instagram de los pezones femeninos, algo que, a su parecer «tiene peso por un tema cultural y social. Tradicionalmente el pezón de la mujer se ha visto como algo sexual en cambio el del hombre no. Creo que es cuestión de tiempo que cambie.»

Por último, la pregunta del millón, ¿se considera feminista? «Ser feminista no es lo contrario de machista. Un feminista es aquel que apoya los derechos de la mujer sin censurar o menospreciar al hombre, por tanto sí, soy feminista y también humanista porque creo en los derechos de los seres humanos«.

Ivy Park de Beyoncé: mucho nombre y pocas nueces

Que a las famosas les gusta sacar su propia colección de ropa es algo que me lleva quedando claro un tiempo. Todos recordamos el ascenso (y caída) de la línea de Rihanna, Victoria Beckham, pero Jennifer López, Stella McCartney o las hermanas Olsen son otros ejemplos de celebrities mejor o peor avenidas.

NORDSTROM

Las novedades de la colección de la norteamericana para otoño invierno 2017 son como el caldo. Vale, sí, te hace el apaño en un día de invierno, pero mejor si lleva pasta, alguna verdurita o garbanzo, como que mejor, ¿no?

Si echamos un vistazo a la línea, lo mismo podría poner «Ivy Park» que «Under Armour», «Adidas» o «Nike». Que me perdone Beyoncé, a la que adoro con todas mis fuerzas, pero la colección me sabe a poco.

De hecho, la palabra para definirla sería «básica» (pensé en «insulsa» pero no quiero hacerme mal karma con la diva máxima). Es básica porque, aunque es una colección deportiva, no veo riesgo, ni diseño, ni nuevas tendencias. Veo camisetas, sudaderas, mallas anchas e incluso unas chanclas que son misteriosamente parecidas a las de la colección de Rihanna para esta temporada.

Antes de que digáis que estoy siendo demasiado dura, deciros que no pretendo que innove como Rei Kawakubo o Viktor & Rolf, pero que ya que se lanza a un ámbito de la moda como es la deportiva, ámbito que tiene bastante competencia, qué menos que atreverse un poco y aportar cosas nuevas.

NORDSTROM

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Por qué desaconsejo totalmente la nueva línea de maquillaje para el gimnasio de Primark

Miedo. Me da miedo en lo que nos estamos convirtiendo. Cuando pienso que estamos avanzando, que damos pequeños pasos en la dirección correcta hacía una sociedad menos superficial y más auténtica me encuentro que Primark (mi amado y fiel Primark) saca una línea de maquillaje especialmente pensada para realizar actividad física.

Si yo fuera el CEO de Primark se me caería la cara de vergüenza. PRIMARK

(Antes que nada, y dejando a un lado el tema de la beauty line deportiva, ¿en serio os fiaríais del maquillaje de la firma irlandesa? Yo soy la primera que compra desde los tangas hasta un abrigo en la tienda y sé la calidad de las prendas por lo que ni se me pasa por la cabeza comprarme nada de su línea de cosméticos.)

Para empezar, los polvos faciales (o mattifying face powder) se llaman NO SWEAT, nombre muy acertado porque claro…¡cómo vamos a sudar en el gimnasio! Es que, a quién se le ocurre semejante incongruencia. El sudor a este ritmo va a estar tan prohibido en los gimnasios como las camisetas que dejan al aire los pezones masculinos o entrena con la tripa al aire (algo que, por cierto, es una cuestión de higiene).

Luego tenemos el Lip Fix que es un labial con color de larga duración. Lo que significa que, durante tu entrenamiento, según vayas bebiendo agua para reponer fuerzas, te irás comiendo el labial poco a poco. Pero además la línea cuenta con máscara de pestañas a prueba de agua, delíneadores de ojos… y lo ÚNICO que me parece sensato, un labial de protección 50 para hacer deporte al aire libre.

Ps Workout se define como «una gama de cosméticos específica para hacer deporte, ligera, de larga duración y con un acabado natural para ojos, labios y piel del rostro» cuando lo realmente natural es hacer deporte sin ningún tipo de cosmético en la piel, ya que el maquillaje es algo que, como ya comenté en un post, obstruye los poros.

Esta línea me produce miedo, miedo porque ya ni en el gimnasio podemos sudar, mostrar rojeces o tener cara cansada (cuando realizar ejercicio nos activa la circulación y nos hace estar estupendas sin necesitar llevar nada en la cara); me produce preocupación porque es alucinante ver hasta qué punto están dispuestas a llegar las marcas para hacer negocio; me produce impotencia que pueda haber mujeres que viendo esta línea piensen que están haciendo algo malo por ir con la cara lavada y les de por comprarse algo de la línea.

«Lucir un cutis sin brillos y mantener el maquillaje intacto a la vez que hacemos deporte es ahora posible. ¡Porque a una #PrimarkGirl no se le resiste ningún entrenamiento!» dice la empresa en el comunicado de prensa.

Soy una #PrimarkGirl con ropa de Primark, zapatillas de Primark y botella de Primark y no, no se me resiste ningún entrenamiento pese a que vaya sin maquillaje, al igual que no se le va a resistir a otras mujeres.

El cutis brilla cuando entrenas, sí, pero porque tu cuerpo necesita refrigerarse y el sudor es la respuesta natural al rendimiento físico. Es posible que también te despeines, se te arrugue la ropa e incluso, si haces deporte fuera, te manches. Y te diré una cosa, en ese momento en el que estás dándolo todo, echando hasta el último aliento, luchando y poniendo todo tu empeño, estás más preciosa que en ningún otro momento del día.

Al menos para mí.

Mara viste y calza un traje de electroestimulación

Los que me conocéis sabéis que, para mí, el ejercicio y una alimentación equilibrada y saludable forman parte de la belleza. De hecho resaltan más la belleza natural que un corte de pelo o la última paleta de cualquier firma de maquillaje, ya que todo lo que nos hace sentir bien por dentro se nota por fuera.
Aunque el traje de electroestimulación no sea precisamente uno de los básicos del año sí que es tendencia dentro del mundo del fitness y así fue mi experiencia probando uno.
Ros comprobando que no hubiera ningún cable suelto.

Rosa, monitora de Electro-body Center en Ponzano 99.

Es por eso que cuando de una agencia de azafatas me preguntaron si tenía disponibilidad para la inauguración de un gimnasio confirmé sin pensarlo. Era un centro de electroestimulación, para los que no estáis familiarizados con el término, es un sistema de entrenamiento que consiste en activar los músculos con pulsaciones eléctricas gracias a unas placas que van dentro de un chaleco que son las que transmiten la señal. Lo sé, dicho así da un poco de miedito.

aab¿Y por qué no podemos activarlos de manera ‘normal’ como llevamos haciendo toda la vida? Pues poder, podemos. La diferencia es que con la electroestimulación trabajamos más la fibra muscular, por lo que es perfecto para aquellos que tienen menos tiempo. Con una sesión de 25 minutos a la semana complementándolo con la alimentación y algo de ejercicio se pueden lograr todo tipo de objetivos como pérdida de peso, reducción de grasa focalizada o tonificación en menos tiempo.

Yo era la primera que iba un poco asustada, no os voy a engañar. Porque, a fin de cuentas, en el gimnasio el esfuerzo lo decides tú eligiendo las mancuernas más o menos pesadas, pero si es un peso con el que no puedes trabajar, es tan fácil como soltarlas, mientras que aquí iba a ser otra persona la que controlara el nivel de trabajo de mis músculos.
Cuando llegué y vi que Rosa, la entrenadora de Electro-body Center, empezaba a rociarme la ropa que va debajo del traje con agua para que la señal de las placas no fuera directa al músculo (y es que mi madre siempre me ha infundido ese miedo atroz a la electricidad y al agua cada vez que me veía descalza en el baño con el secador funcionando), me vi por un instante más electrocutada que un árbol al que le cae un rayo.
Afortunadamente son solo miedos tipicos de probar cosas nuevas y desconocidas, ya que Rosa estuvo pendiente de mí en todo momento (y no hay riesgo de electrocución). Cuando encendió la máquina y empezó a explicarme los niveles a los que pondría las pulsaciones, empecé a sentir una suave vibración por el cuerpo. No eran pellizcos, calambres ni nada de lo que mi desatada imaginación había pensado. Cuando le dio mayor intensidad empecé a sentir con más fuerza la pulsación sobre mis músculos, una sensación curiosa pero para nada molesta.
Pero claro, no podía ser tan fácil. Y cuando quise darme cuenta estaba sudando en la elíptica y subiendo y bajando hasta 30 veces del step con aquel traje que, para lo ceñido que debe ir, es bastante más flexible de lo que parece.
Lo realmente extraño fue salir después totalmente relajada. Normalmente uno sale del gimnasio con las endorfinas, dopaminas y otras hormonas por las nubes, pero también con la sensación de haber sido atropellados por un tren de alta velocidad. En mi caso no, de hecho llegué tan descansada que hasta me planteé hacer más ejercicio después. Aunque como tampoco quería abusar esperé a ver cómo reaccionaba mi cuerpo al día siguiente.
Rosa insistió en que la llamara si tenía agujetas. Pues bien, tras despertarme como nueva, solo puedo pensar que o estoy yo muy en forma o necesito descargas de nivel de intensidad «tormenta eléctrica» para la próxima.

El ‘efecto verano’ en la tripa y las caderas

[Día 1 de septiembre a las cuatro de la tarde. Me relajo con mi mejor amiga en el borde de la piscina aprovechando para ponernos al día.]

-Qué asco de verano, no me gusta cómo tengo las piernas.

La miro con ese amor reverencial de abuela que tenemos por las amigas queridas, ese que hace que, estén como estén, las veamos siempre como las criaturas más perfectas del universo y no nos entre en la cabeza que no las llamen para un trabajo o que el chico de turno no las conteste los whatsapps.

-Tonterías- le digo-. Yo antes del verano tenía abdominales y ahora mira…

Nos reímos y enumeramos los extras del verano: su brownie de chocolate con helado de dulce de leche, mis incontables platos de pasta, las pizzas…

Y es que en verano, como en Navidades, Semana Santa o cualquier época del año un poco más especial, nos dedicamos a lo importante: a disfrutar. ¿Y qué mayor disfrute que dejar de lado lo que debemos seguir de manera más estricta durante el resto del año?

Si eres de los que lleva puesto el ‘efecto verano’, es decir, el efecto de las tapas, pinchos, salchipapas, cubatas en la terracita chill out, barbacoas, lomo-quesos, festivales, etc, es normal que el cuerpo haya perdido un poco de forma y que notes una flacidez veraniega en la tripa o en las caderas.

Volver a la rutina laboral puede ser la clave para encaminarnos hacia hábitos más saludables como sustituir los litros de cerveza por agua y volver a una alimentación equilibrada que no esté basada en fritos y rebozados como los platos del chiringuito (que no significa que te pases el día comiendo verde como las vacas).

Retomar la forma física es más fácil si hemos entrenado previamente, un poco como montar en bicicleta. El cuerpo, que es muy sabio, sabe que hace meses, estuvo en forma, solo tenemos que encontrar la manera de recordárselo.

Para ello debemos hacer ejercicio. No, no hay alternativa, hay que moverse. Si tu único ejercicio cardiovascular ha sido andar del aparcamiento a la orilla para plantar la toalla, empieza poco a poco. Puedes apuntarte a un gimnasio o empezar con algo tan sencillo como el running. Que no importa si solo corres hasta la esquina y vuelves a casa siempre y cuando mañana corras hasta la esquina y un pasito más allá y así progresivamente hasta que te hagas la San Silvestre.

La clave es y será siempre la paciencia y no agobiarse por cómo hemos vuelto. Que, en el fondo, la vida es demasiado corta como para renunciar también en verano a los pequeños placeres gastronómicos.

«Que nos quiten lo zampao» pensamos mientras hablamos de la clase de spinning que seguramente nos espera al día siguiente.

El maquillaje ideal para hacer deporte o ir al gimnasio

Basta que pongas en Google «maquillaje» para que el buscador te devuelva decenas de resultados.

«Maquillaje para una boda», «maquillaje para noche», «maquillaje para adolescentes», «para agrandar los ojos», «para personas con la piel blanca» y mi favorito… maquillaje para el gimnasio.

Aquí me podéis ver llevando mi maquillaje especial para hacer deporte: ninguno.

Aquí me podéis ver llevando mi maquillaje especial para hacer deporte: ninguno.

Esto coincidió con una publicación que vi en Instagram de una seguidora mía que quiso compartir unos tips de cómo ir al gimnasio maquillada. Porque según ella «ir al gimnasio no significa que dejes de ser femenina«.

En primer lugar me gustaría dejar claro que bajo mi punto de vista ligar el maquillaje con la feminidad es un error garrafal. Es como si dijéramos que un coche es un coche por tener asientos. Pues mira, no. No mezclemos churras con merinas.

La feminidad es algo que te viene de serie solo por ser mujer, puedes potenciarlo más o menos pero está en tu ADN. Maquillarte para hacer deporte es una elección en cambio.

Si ya de por sí soy poco partidaria del maquillaje, pienso que no hay nada mejor que sentirse bien con una misma sin necesidad de echarse nada, ni os cuento para ir al gimnasio.

Debemos partir de la base universal de que al gimnasio se va a hacer ejercicio. Me parece importante remarcarlo ya que luego me encuentro a mujeres más arregladas para hacer deporte que yo asistiendo de invitada a una boda.

El maquillaje no es higiénico por la sencilla razón de que ir al gimnasio significa sudar (a no ser de las que va en la cinta dando un paseo). Al sudar nuestros poros se abren y lo que hace el maquillaje es obstruirlos. Traducción: cutis sucio. La piel necesita respirar.

Solo he ido una vez maquillada porque me tocó ir directa después de un trabajo de azafata y recuerdo que acabé la clase como un oso panda, con los ojos totalmente emborronados.

Que aunque para mí el maquillaje perfecto para el gimnasio sean una cara lavada y las ganas, cada una es libre de ejercitarse como quiera. Pero vamos, bastante nos exigimos a nosotras mismas normalmente como para no poder desconectar ni haciendo deporte.

Y os diré algo más, cuando voy con mis pelos de loca, empapada de sudor y oliendo a ‘choto’ no me siento menos femenina, me siento todo lo contrario: fuerte, poderosa y capaz de tumbar cualquier cosa que se me ponga por delante.

Fitsters, el relevo de los hipsters

Si habías conseguido dejarte la barba por fin después de que tu novia te insistiera durante meses, si ya habías aprendido a montar en bicicleta vestida con tu falda vintage o controlabas cada rincón del Starbucks para que tu frapuccino saliera fotografiado en el encuadre perfecto, formas parte del pasado.

Nada es para siempre, y el (largo) reinado de los hipsters parece haber llegado a su fin. El relevo lo componen las fitsters. Compuesto de fit (estar en forma) y hipster define la nueva tendencia de estilo de vida que arrasa entre las mujeres jóvenes entre 20 y 35 años.

Ni barbas ni bicis. Las fitsters sustituyen el frapuccino por un zumo de frutas natural. No necesitan la bicicleta para ir a los sitios porque pueden ir corriendo en sus sneakers. La ropa de deporte ya no es solo para el gimnasio, sino que queda igual de bien en un conjunto para salir por la noche.

Las fitsters no hacen ejercicio para adelgazar o para compensar los excesos, la principal diferencia es que hacen ejercicio POR PLACER (sí, esa gente existe).  No quieren estar delgadas, quieren estar fuertes, por lo que las pesas son sus grandes aliadas. No todas, no os vayáis a pensar que tienen el brazo de un campeón de culturismo, pero sí aquellas que permiten moldear el cuerpo convirtiéndolo en una máquina tonificada que lo mismo te transmite la elegancia del cisne en el asana de Saludo al sol que te desfonda un saco de un puñetazo.

Desde musculación hasta yoga, desde boxeo hasta ballet, la fitster lo prueba todo y repite. Y al salir del gimnasio ataca un plato a rebosar de pollo y verduras. Por lo general (aunque también hay excepciones) huyen de los alimentos procesados, los fritos y el azúcar. Llevar una alimentación saludable a partir de productos naturales forma parte de su rutina, además de que se interesa por las propiedades nutricionales de lo que ingiere. Detox, antioxidante o diurético son algunas de las propiedades favoritas que buscan en ellos.

Podrás reconocer una fitster en una tienda porque suele rondar por los percheros de ropa de deporte. En rebajas no quiere la cazadora amarilla de Zara, sino que prefieren algo de Stella McCartney para Adidas o el body de la nueva colección de Beyoncé Ivy Park. La verás con algo de ropa deportiva las 24 horas. Si no es un top de Nike serán las zapatillas. No es que vayan a ir al gimnasio después de clase o de la oficina, es que van ASÍ VESTIDAS.

Además de los hábitos saludables, lo que define a la fitster es que comparte en las redes sociales su estilo de vida: desde los ejercicios más acrobáticos al último bizcocho de harina de avena, bayas de goji, chía y aguacate que se ha preparado para desayunar y que, más que un desayuno, parece una obra de arte contemporánea. Por lo general, siguen a personas con sus mismos gustos, lo que hace que formen una familia digital ultra especializada en ejercicio y en nutrición. De hecho, la mayoría de ellas tienen más interés en conocer el nuevo ejercicio que ha subido Vikika a Instagram que en comentar el conjunto de Sara Carbonero.

No deben confundirse con personas obsesionadas por el gimnasio ni con unas ‘posturetas’ de las redes sociales. Son fitsters y les gusta la vida que llevan, lo sé porque soy una de ellas.

Cuando la faja se convirtió en tendencia

En mi tierna inocencia pensaba que el gimnasio era el único lugar del mundo ajeno a modas y tendencias (algo que sería lo lógico si tenemos en cuenta su función). No podría estar más equivocada.

Solo tengo que echarle un ojo a esas combinaciones de mallas fluorescentes con zapatillas idénticas, y casi manicura y maquillaje a juego, para darme cuenta de mi error. El gimnasio tiene su propio código estilístico y, de un tiempo a esta parte, después de los crop tops para entrenar, han llegado las prendas a la cintura.

Fajas discretas. WHATAWAIST

Fajas discretas. WHATAWAIST

En todo gimnasio hay tres prendas de este estilo: el cinturón de peso, fácilmente reconocible ya que se encuentra en toda figura de macho musculado (los reconocerás porque son los que más gritan para demostrar todo el peso que se están metiendo), que también lo llevan muchas mujeres para no dañarse la zona lumbar, la faja moldeadora de sujeción y los corsés deportivos.

Waist trainers es el nombre que reciben los productos que engloban estos dos últimos casos y que están orientados hacia un público femenino. Básicamente se encargan de modelar nuestro cuerpo para conseguir la preciada cintura de avispa (que a este ritmo se va a convertir en el nuevo escote).

Según Carolina Subira, dependienta de la tienda de fitness Fitness Store (c/Bravo Murillo), el objetivo de estas fajas es el de proteger la zona media que es donde van las sobrecargas. La sujeción es con velcros por lo que se adaptan a cualquier tipo de cuerpo y son las varillas internas las que mantienen la forma: «Son prácticas tanto para hacer deporte como para los que tienen problemas de espalda por lo que la puedes llevar para hacer ejercicio o en tu día a día». La faja moldeadora «no protege para levantar peso, es únicamente para modelar la cintura y mejorar la postura», en otras palabras, es genial para hacer deporte y mantenerte recta si tiendes a encorvarte normalmente (y ya de paso para presumir de cintura de princesa Disney).

Fajas Ann Chery

Fajas Ann Chery

Por último, los corsés son el complemento deportivo que se hicieron famosas a raíz de una publicación en Instagram de…¿adivináis quién? Correcto, Kim Kardashian. Según Ann Chery, una empresa especializada en la venta de estos corsés (o ‘Sport Waist Trainers‘ según ellos), aumentan la actividad termal de la zona de la cintura y maximiza los resultados de las sesiones de gimnasio. Vamos, que no solo vas a sufrir las sesiones de spinning en la más mortal anaerobia sino que vas a acabar con la cintura más mojada que la frente de un guiri comiendo chiles rellenos.

La broma de estos corsés milagrosos (que de 50 dólares no bajan) puede salir caro en salud a sus usuarias. Rebecca Harrington, periodista de New York Magazine quiso hacer el experimento de llevar uno de los corsés deportivos de Whatawaist, cuyos vendedores prometen  una reducción de entre dos o tres tallas solo por llevarla. Tras dejarse 153.23$ en un producto que debía llevar casi las 24 horas, tras cinco días viendo que no le permitía respirar, acabó dejando de usarla.

Como demostró el médico francés Ludovic O’ Followel en 1908, el uso de corsés a largo plazo puede provocar problemas respiratorios, desplazamiento de órganos, deformación muscular o torácica o alteración de funciones digestivas entre otras. Vale que no son los mismos que hace cien años, pero… siendo sincera, ¿merece la pena sufrir tanto por una cintura de Jessica Rabbit?