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«Empecé a trabajar de modelo porque me di cuenta de que en la pasarela faltaba gente en silla de ruedas»

«La sociedad en España hace que sientas que si estas en silla de ruedas vales un poco menos. Es la principal diferencia respecto a otros países. No te hacen sentir uno más, te sientes diferente» me dice Brinston Tchana.

Brinston Tchana. MARA MARIÑO

El modelo con discapacidad física de 20 años de Fuensalía, un pueblecito de Toledo, llamó mi atención nada más entrar al desfile de Iulia Barton en Milán. Es de esas personas que, inexplicablemente, saltan a la vista.

Ha venido para conocer lo que le espera, ya que es uno de los nuevos fichajes de la agencia italiana a la que le gusta contar, además de con tendencias, con la inclusividad en sus desfiles. Al manchego no le pilla de nuevas, lleva desde los 17 años modelando mientras se licencia en Medicina en Inglaterra, compatibilizándolo con su carrera de modelo y actor.

«No hay inclusividad en las grandes semanas de la moda. Me metí en esto porque me di cuenta de que en el mundo de la moda faltaba gente en silla de ruedas y no porque estemos en silla somos menos personas» me dice convencido.

«Hay gente preciosa en silla a la que también les gusta la moda y desfilar pero no tienen la oportunidad de hacerlo solo porque están en silla. Yo quería enseñar al mundo que los que estamos en silla podemos hacer prácticamente lo mismo que hacen los demás

España, es, desgraciadamente, uno de los sitios en los que menos puede desarrollarse profesionalmente: «Es uno de los países donde menos trabajo tengo. En cambio en Inglaterra, Milán o Estados Unidos estoy a tope de trabajo«.

«También trabajo de actor y en Inglaterra he salido en una serie y anuncios, pero en España pasa lo contrario. Raramente vas a ver actores en silla. Es lo que más me duele, que nuestro país no se involucre tanto como otros».

Al que también fue finalista de Mr Birminghan 2017 le encanta la moda: «Antes de mi accidente no me interesaba, pero después de mi accidente me centré más en los estudios y empecé a meterme en el mundo de la moda. Es completamente distinto. Me encanta viajar y conocer las diferentes tendencias, es algo que me hace sentir vivo«.

“Start where you are. Use what you have.Do what you Can” 💪🏾🍁🍂

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Me confiesa que los comienzos no fueron fáciles ya que «el día del desfile no era capaz de mirar a la gente, se me bajaba la cabeza. Los siguientes fueron mejor porque cogí confianza».

«Tenemos que seguir una velocidad concreta, como ir de paseo, ni con mucha ni con poca fuerza. También depende del tipo de silla que lleves, es algo que cuenta muchísimo, hay que llevar la silla adecuada para el desfile. Practicamos con ella, así como la cara, el giro delante de las cámaras, tener controladas las distancias con el público para no tocar a la gente… La práctica hace la maestría, cuanto más practicas mejor te sale«.

Una de las anécdotas que recuerda casi le cuesta un hueso roto: «Como no controlamos mucho las piernas, una de las veces se me metió un pie por dentro y se quedó atascado debajo de la rueda. Me quedé paralizado en mitad de la pasarela sin poder moverme mientras pensaba ‘¿Y ahora qué hago?’ Se me vino el mundo encima. Al final quité el pie aunque tuvieran que esperar mis compañeros. Era eso o seguir adelante y rompérmelo«.

Aunque ahora lo recuerda con humor reconoce que «me entró el bajón después de eso, pero parece ser que es algo que sucede a menudo. Al salir al final la gente me aplaudió y fue algo que me ayudo muchísimo».

«Al final, cuanto más partido le saques a la vida, mucho mejor» me dice el modelo cuyo sueño sería desfilar para Massimo Dutti o Armani. «Sería para mí llegar a la cima, después de eso podría morir feliz porque he hecho todo lo que quería».

«No hay nada imposible en esta vida» me repite. Y le doy la razón. Después de conocerle, me doy cuenta de que no necesitan piernas las personas que vuelan.

¿Mujeres objeto para realizar un sorteo?

Es el sorteo de los grupos del torneo Next Gen Finals, una competición para que se batan los mejores jugadores de tenis menores de 21 años, esos que puede que lleguen a sustituir un día a Nadal en las portadas de los periódicos.

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A los organizadores del sorteo, ATP y Red Bull, no se les ocurre una manera mejor, para que los jugadores adivinaran en qué grupo les había tocado, que coger a ocho modelos y escondiendo las letras correspondientes a los grupos en sus cuerpos.

Si bien podía salir o A o B, el espectáculo de ver a las ocho mujeres contoneándose, quitándose ropa o haciendo que los jugadores se la quitaran era o increíblemente bochornoso o denigrante directamente.

Cuando ardió Troya (o Milán en este caso ya que fue donde tuvo lugar el evento), los organizadores salieron por la tangente diciendo que su única pretensión era incluir en el sorteo el ámbito de la moda que tanto caracteriza a la ciudad italiana.

Aunque cuando vemos en lo que resultó el espectáculo encontramos pocas referencias a la moda pero una exhibición que bien podría parecer salida de una despedida de soltero (y si no me creéis podéis verlo aquí).

Lo que no entiendo es cómo en un momento como en el que estamos, en el que desaparecen las azafatas de imagen de las carreras y las modelos de los podios, en el que se trata de suprimir la imagen de mujer florero, a los organizadores de un evento como es la ATP Next Gen se les ocurre que puede ser una buena idea que ocho chavales elijan a una modelo (en función de la que más les guste, por supuesto) que luego debe insinuarse, desnudarse o quedar a disposición del deportista para que este averigüe su categoría.

Cuando pienso en los valores que le deberíamos transmitir a las próximas generaciones se me pasan por la cabeza el respeto, el cuidado del medio ambiente, los animales, el ceder el asiento… pero no esto. En ningún caso la enfermiza idea de que la mujer es algo bonito a su servicio, de que es un objeto puesto al nivel de las bolas de un bombo para hacer un sorteo.

La colección cápsula de Moschino que nos hará vomitar arcoiris

Jeremy, Jeremy, Jeremy… Desde que llegaste en 2011 a Moschino te hemos visto hacer de todo: que si Bob Esponja, que si McDonald’s, Barbie

No hay icono de la cultura pop (o capitalista) que se escape de convertirse en una colección para la firma italiana con la ayuda del director creativo.

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La última colaboración cápsula ha sido inspirada en My Little Pony, lo que se traduce en una sucesión de prendas llenas de arcoiris, mariposas, estrellitas y ponys. Muchos ponys.

De hecho, al ver el vídeo promocional no acabo de estar muy segura de si estoy viendo un vídeo de Moschino o el anuncio de navidades de 1997 de los juguetes.

MOSCHINO

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La colección, cuyos ‘accesibles’ precios oscilan entre 200 y 600 euros, está compuesta de todo lo necesario para ir por la calle vestido como si una máquina de algodón de azúcar hubiera explotado.

Eso sí, todos los fanáticos que aún conservan los juguetes de los años 80, podrán experimentar una relación con los ponys y un desenfreno con la tarjeta de crédito, como nunca antes.

Celulitis sí, varices no

Este lunes tuve que entregar uno de los proyectos finales del master, un editorial de moda de la asignatura Shooting and Styling Womenswear que hice inspirado en la revista Paper.

MARA MARIÑO

Para el proyecto, el instituto nos facilitaría modelos de una agencia de imagen, maquilladores y peluqueros de una escuela milanesa y un fotógrafo profesional. Como soy una gran partidaria de convertir la moda en una industria abierta y variada se me ocurrió llamar a Dianina XL, la youtuber bodypositive y modelo de tallas grandes que entrevisté hace unos meses, para que modelara en mi proyecto. En cuanto me dijo que sí, mi profesor se mostró entusiasmado. No solo alabó mi decisión sino que afirmó que más a menudo se debería contar con modelos XL.

Para que os hagáis una idea, mi profesor, estilista de profesión, ha hecho editoriales para Vogue Italia como para enterrar un cementerio radiactivo. A montones. Más de una vez ha interrumpido las clases para responder a llamadas: «Occhei, allora facciamo così: veste alla modella con la gonna di Gucci e la maglietta di Zara«.

Pero volviendo a mi editorial algún compañero me intentó hacer cambiar de idea y aceptar las modelos de la agencia, ya que haciendo la sesión con Diana no iba a poder utilizar la ropa que nos iban a dejar los showrooms (estamos hablando de prendas que oscilan entre la talla 34 y la 36). Pero yo, que soy Aries y además cabezota por parte de padre y de madre, estaba convencida de que con el armario de Diana, alguna cosa prestada de mi pareja y un poco de imaginación podía salir un editorial bestial.

Quise hacerlo inspirado en las pin-ups, ya que son mujeres muy femeninas con una actitud sexy, dos cualidades que encajaban a la perfección con la personalidad de Diana.

MARA MARIÑO

El día del examen fui a la escuela con mi proyecto feliz y convencida. En el aula nos recibían de manera individual el profesor y una de las coordinadoras del master. Cuando entré le habló a la chica para ponerla en antecedentes: «the curvy model one«. Ya era conocida por ser la que había elegido a una modelo de talla grande.

Acto seguido se puso a analizar el proyecto mirando las fotos con detalle: «Está bien pero deberías haber retocado digitalmente las piernas». Me quedé ojiplática, patidifusa, turulata y atónita. ¡Si él fue el primero que me dio luz verde con el proyecto! «No» increpé. «¿Cómo que no? No digo que quitaras la celulitis, sino que hubieras borrado las venas de las piernas». ¿Cómo? Un momento, un momento, ¿que la celulitis sí pero las estrías no? ¿Qué clase de broma es esta? Interrumpe la coordinadora «¿Tú estás satisfecha con el trabajo?» No solo estaba satisfecha sino que recalqué que la falta de edición estaba hecha totalmente a propósito porque no sentía que la modelo la necesitara para nada.

Además de que considero que Diana es una persona preciosa exterior e interiormente, es embajadora del bodypositive, de la aceptación personal, de la seguridad y la confianza nacidas de querernos tal cual somos. ¿Cómo iba a cambiarle una sola micra de su cuerpo? No solo me dio vergüenza que dijera que debería haber usado Photoshop sino también pena.

A ambos les hice saber que si, como yo, las revistas de moda usaran menos retoques fotográficos y viéramos más imágenes de mujeres con estrías y varices nos sentiríamos menos presionadas, para empezar, en la adolescencia y no tendríamos los problemas de autoestima que sufrimos toda nuestra vida. Si mi profesor, que es el que se dedica a hacer estos proyectos profesionalmente, empezara a contar con modelos de tallas grandes, que en Milán las hay, no solo estaría permitiendo que más personas pudieran acceder a un sector que hasta hoy vive bajo la tiranía de la báscula y la cinta métrica, sino que rompería una lanza por la normalización de todos esos supuestos «fallos» corporales que son naturales y que, en cambio, nos han enseñado a despreciar y a ver como algo contra lo que debemos luchar.

Pero claro, a dónde voy pensando así en el siglo XXI donde el único valor que parece importar es el del dinero. A las revistas de moda no les interesa un editorial protagonizado por una modelo con celulitis y varices, ya que haría que las lectoras no se compraran la crema reductora de la página siguiente.

Lo que no te cuentan de la Milan Fashion Week

Después de haber hecho de corresponsal en la semana de la moda milanesa, ya habréis visto en otro post que he decidido hacer una comparación entre esta y la «de casa», la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid.

Como ya os comenté, los desfiles en Milán no son como en Madrid. Vas a Ifema al amanecer y sales al anochecer después de una organizada sesión maratoniana de moda. Aquí no, aquí cada uno es de su padre y de su madre en una punta de la ciudad. Como no tienen un horario que deban cumplir a rajatabla para no descolocar el orden del día, lo mismo se retrasan 15 minutos que 45. Aún con todo, y dispuesta a dejarme llevar por la magia que llevaban todo el mes vendiéndome, quedé otro día con Dianina XL para ver juntas un desfile.

En la entrada nos hicimos las fotos de rigor que no pueden faltar como buenas bloggers que somos. «Sácame la frase de la cazadora» le pido mientras me giro para que se lea el «Feminist as fuck» (Feminista de cojones) que llevo pintado. En esto veo que un chaval me hace fotos también, algo relativamente normal en estos eventos que siempre sacan los streetstyles o estilo de la gente de a pie.

La cosa es que el chico se me acerca y me pregunta que si entiendo italiano. Cuando le digo que sí me dice que le ha gustado mi culo y que si lo puede tocar (esto es 100% real, sino preguntadle a Diana). Parece ser que el lema de mi cazadora, ese que viene a decir implícitamente que no deseo ser cosificada, es demasiado sutil para su entendimiento. Como mis padres me han dado una buena educación contuve las ganas de reventarle la cabeza con un bate rodeado de alambres y tras decirle que no, nos fuimos flipando.

Al ir al mostrador de prensa para que nos dijeran dónde teníamos que sentarnos, la mujer encargada de las listas sacó un post-it, sí, un post-it, y tras partirlo en trocitos escribió «ST». Me recomendó que no lo perdiera ya que me lo iban a pedir en la entrada. ¡¡¡Un cacho post it!!! ¡Que estamos hablando de la Milán Fashion Week! O sea, hello? Are you kidding me? Puro glamour.

«St» que significa «Standing» traducido a español como «de pie apiñadas pegadas a la pared como sardinillas en lata«. Pero como buenas españolas tiramos de picaresca y en cuanto vimos un par de sitios plantamos el culo bien plantado. La clave en estos sitios es aparentar que realmente ese es el puesto que debes ocupar y nadie te dice nada. Aunque traté de repetir la maniobra en el desfile de la tarde fracasé, ya que la que llevaba las listas venía cada dos por tres a recriminarme. Y mira que nos cambiamos de sitio varias veces pero nada, la tía parecía saber dónde encontrarme.

Otro de los momentos «simpáticos» fue el desfile de Simonetta Ravizza. Como era un día milanés helador, aproveché para llevar el cuello de pelo de mi madre. De camino al desfile, como de costumbre, fui informándome sobre la marca: una firma de lujo de pieles. «A tope» pensé, ya que no había mejor ocasión para lucir la bufanda peluda.

La cosa es que al llegar y salir del metro me encontré un pequeño grupo con pancartas y mochilas ‘perruoflauta style‘. Cuando vi que llevaban peluches manchados de rojo empecé a caer en que igual ir a un desfile peletero con un cuello que imitaba pelo no era la mejor de las ideas. Confirmé mis sospechas cuando empezaron a gritarme cosas como «Che schifo» o «Puzza di merda». Yo contesté que era un cuello sintético pero no me hicieron ni caso. Ya me veía o manchada de pintura o llegando a las manos con alguno.

La cosa es que escribí a mi madre contándole lo que suscitaba su pelo de imitación. «No hija, si es que ese es auténtico». Ah, pues que bien oye. Espero que lo hayas disfrutado porque a este ritmo vuelvo a casa sin él, pensaba viendo como el pabellón donde iba a tener lugar el desfile estaba rodeado de Carabinieri. Al final les invitaron a salir y volvieron a soltarme alguna perlita acompañada de gestos poco amigables.

Carabinieri a la entrada del desfile de Simonetta Ravizza y activistas.

Pese a que tenía entradas para otros desfiles consideré que ya había profundizado en la semana de la moda milanesa lo suficiente. Y es que durante esos días la ciudad enloquece. Los medios de transporte, que ya van llenos, se convierten en imposibles. La gente aprovecha para sacar sus pintas más estrafalarias. Y con estrafalarias me refiero a realmente estrafalarias. Me viene a la mente un chico que iba vestido todo de naranja y su complemento era una pecera rectangular naranja con peces naranjas nadando dentro. No puedes ir a tal o cual discoteca porque X diseñador la ha reservado para una fiesta privada, los asistentes a los desfiles se convierten en almas histéricas que te empujan y te estrenan, el gimnasio se llena de modelos haciéndose selfies en los bancos en los que normalmente entrenas con las pesas… Y sobre todo el desorden a la hora de sentar a los asistentes, el caos cuando empieza el desfile y hay gente que se te pone delante porque no hay nadie que controle la acomodación, la desorganización, el mal trato a la prensa o las maneras de muchos relaciones públicas son solo algunas diferencias que, como invitada a ambas pasarelas, encontré respecto a la nuestra.