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A esos familiares que siempre tienen algo que decir sobre tu cuerpo

Navidad se encuentra a menos de unas semanas de distancia, y, por mucho que me gusten esas fechas, reunirse con la familia no es algo sencillo para todos.

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Las preguntas de «¿Y ya tienes novio?» o «¿Cuándo vas a tener hijos?» planean por encima del mantel a la misma velocidad que los langostinos desaparecen de la bandeja del centro de la mesa.

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Pero además de las cuestiones incendiarias, esas que nos gustaría lanzar lejos con un bate de beisbol, todos tenemos al tío/abuela/introduce a tu familiar aleatorio aquí que aprovecha el ambiente distendido de la celebración familiar para hacer notar cualquier mínima diferencia que los kilos de tu cuerpo hayan podido experimentar.

«Estás muy delgada» o «Estás muy gorda» son comentarios que en mi familia caen inevitablemente en este tipo de comidas.

Y por mucho que sea cierto, que alguien haya ganado unos kilos o que haya perdido otros tantos, la toxicidad del comentario se queda ahí, flotando junto al villancico navideño de José Feliciano.

Recibir este tipo de observaciones, no pedidas, es algo agotador para nuestra estima. Da igual que hayamos conseguido ese objetivo que nos parecía imposible cuando lo puso nuestra jefa, da lo mismo que por fin tengamos el preciado grado que nos ha costado tres años más de estudio que lo que hará notar el familiar de turno es que «Hay que ver cómo nos estamos poniendo«.

Yo soy partidaria de, a ese familiar que se limita a disparar sin pensar lo primero que considera sobre nuestro aspecto, pararle los pies.

Contestar con educación a esas observaciones, seguir evitando el enfrentamiento da pie a que la otra persona se siga considerando con el derecho de seguir juzgando una y otra vez como cuando compara los yogures del supermercado buscando el que tiene menos azúcar.

Así que estas fiestas, y ya que estamos, o al menos eso quiero pensar, más concienciados con el tema del aspecto físico, quiero proponer una campaña casera a nivel personal: basta de Bodyshaming familiar.

Por mucho que digan que los comentarios son por nuestro bien o porque esa persona se preocupa por nuestra salud, o incluso porque consideran que, al tener confianza, pueden ser sinceros al respecto, no dejan de ser observaciones que hacen daño.

La opción quizás más sencilla es la de, al oír el comentario, mirar a la persona y no responder, una manera de demostrar que lo que ha dicho ha sido escuchado pero ni lo compartes ni vas a darle más pie, lo que a lo mejor, con un poco de suerte, logra que esa persona capte tu opinión acerca de sus frases.

Piensa también en la relación que tienes con esa persona, si realmente es alguien con quien tengas una relación cercana, la mejor solución es hablar sobre el tema y sincerarte en cuanto a las emociones que ese tipo de comentarios te hacen sentir.

Comentar, por ejemplo, que prefieres que te pregunte por otras cosas relativas a tu bienestar emocional, algo tan sencillo como si eres feliz en ese momento.

Si por lo que sea, esa persona continúa, márcate un Demi Lovato en la vida real y pasa de la gente tóxica. También puedes optar por la opción que gobierna en Twitter y contestar a los haters con ironía.

Si nada funciona, mi sugerencia es poner Toxic de Britney Spears durante la cena en bucle y esperar a que entiendan la indirecta.

Tomes la decisión que tomes, plantéatelo como una manera de pelear un poco por ti, algo que conseguirá hacerte más fuerte reforzando tu autoestima (y disfrutar del turrón de almendras en paz).

¿Por qué criticamos a las mujeres que se someten a operaciones de cirugía estética?

Hay un tipo de body shaming que últimamente está en pleno apogeo. No hablo del acoso a las modelos XL como Tess Holliday o de aquel que se le hace a muchas madres con el tema de los kilos ganados durante el embarazo.

Ni siquiera hablo del bodyshaming que se le hace a Gigi Hadid por el peso que ha perdido por su enfermedad del tiroides o del que señala la celulitis o los pelos en cuanto a una mujer le da por enseñarlos (en redes sociales, claro).

FACEBOOK KYLIE COSMETICS

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Hablo del acoso que realizamos (me incluyo) cuando sabemos que alguien se ha operado. Quien esté libre de pensar “Sí, está muy guapa pero se ha puesto labios/tetas/culo/introducir implantes aquí” que tire la primera piedra.

Aquí hay dos cosas sobre las que me gustaría reflexionar. Para empezar, todos somos libres de hacer lo que queramos con nuestro cuerpo y por tanto de someterlo a las intervenciones que nos dé la gana (si nos da). Es una cuestión personal que no nos atañe ya que no es sobre nosotros mismos.

Quizás me dé un poco de miedo el hecho de que desde el florecimiento de las redes sociales, y en concreto de la comunicación a través de la imagen, ha aumentado el número de operaciones estéticas hasta llegar al punto de que pacientes jóvenes han pedido a cirujanos que emulen con el bisturí su imagen tras un filtro de Instagram, lo que significa que es probable que una relación negativa con la tecnología conduzca a las agujas.

Y puede que no lo comparta, que me dé miedo o que me preocupe el hecho de que las próximas generaciones se agranden cada vez más y más los labios o los ojos para parecerse a una imagen que no es real, pero ¿quién soy yo para decir nada?

Y cuando digo yo, digo tú o digo Antonia Dell’Atte, que es otra que debería tener un título profesional en hacer body shaming, ya que desde que empezó el programa de MasterChef Celebrity no ha parado de hacer comentarios peyorativos sobre las operaciones estéticas a las que podría haberse sometido Carmen Lomana.

Antes de abrir la boca o de pulsar una tecla debemos pensar en que las personas tienen sensibilidad. Lo que estamos haciendo es promover que los cuerpos sigan sujetos al escrutinio, que fue quizás una inseguridad el mismo motivo que llevó a la persona a retocarse en primer lugar, como el caso de los labios de Kylie Jenner.

Por supuesto que tenemos la libertad de escoger qué hacemos, pero, ¿no sería mejor empezar desde pequeños con la (alocada) idea de que todas las formas son maravillosas? ¿De que un labio fino es bonito? ¿De que el tabique es atractivo? ¿De que todos valemos la pena?

Quizás es el momento de cambiar el paradigma y empezar a valorar a una persona por lo que suelta por la boca en vez de la forma de esta, independientemente de cómo la haya conseguido.

La gordofobia de Netflix

Por lo general suelo ser bastante fan de las producciones de Netflix, tanto de series como de películas, sin embargo, en el caso de la ficción que van a estrenar el 10 de agosto siento que quiero opinar al respecto.

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Insaciable es la típica serie adolescente que trata sobre el bullying así como lo trató en su día Por Trece Razones. La diferencia es que, por lo que se puede apreciar en el tráiler, esta va sobre el bullying relacionado con el cuerpo, lo que conocemos gracias a internet como bodyshaming.

La protagonista Fatty Patty, que vendría a ser Patty la Gordita, recibe insultos y humillaciones por parte de sus compañeros. Tras todo un verano «con la mandíbula cerrada» (se la rompen en una pelea) vuelve al instituto delgada (y también maquillada y con el pelo de peluquería) lista para vengarse de todas las personas que le hicieron daño.

Es la historia de Betty la Fea con la diferencia de que esta Betty no tiene que quitarse unas gafas, sino unos cuantos kilos, el cuento del patito feo que nos contaban de pequeños.

Cuando Patty adelgaza se convierte en una de las alumnas populares que triunfa entre sus compañeros (especialmente los de género masculino), por lo que el mensaje que lanza la serie es un poco conflictivo.

En primer lugar «no seas gorda», ser gorda es malo ya que las cosas malas le pasaban cuando era gorda. Solo siendo delgada recibe la aceptación de sus compañeros.

La aceptación de los demás no es importante. Vamos a ver, estamos hablando de gente que puede que tome la pizza con piña, ¿en serio nos importa su criterio? La aceptación que importa, y la que deberían tratar en la serie es la de una consigo misma, el trabajo que conlleva la autoestima es un trabajo mucho más exigente que con cualquier otra persona.

De hecho, si eres gorda, solo puedes ser eso, gorda. Ya que, como dice en una de las frases del tráiler: «Siendo la ex gorda puedo ser lo que quiera». Porque claro, por todos es sabido que cuando eres gordo no tienes tiempo para más cosas en la vida. Te pasas las 24 horas haciendo cosas de gordo. En cambio si adelgazas puedes ser lo que quieras. Según Netflix, para conseguir algo en la vida tienes que estar delgado.

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La serie juega con el mensaje de «si no comes, adelgazarás» ya que la protagonista solo adelgaza cuando tiene la mandíbula rota. Sin embargo hay muchas más cosas detrás de un sobrepeso. Pueden ser problemas de autoestima, de metabolismo… No solo que esa persona no pueda mantener la mano lejos de las patatas fritas de bolsa.

Cuando Patty está gorda la visten como el culo, y me vais a permitir la expresión pero es que la visten fatal. Es algo que me parece muy injusto porque no es otra cosa que fomentar el mensaje de «estás gorda, tápate que me asustas».

En cambio, en cuanto adelgaza, puede llevar escotes, prendas ceñidas, aberturas… Pues no, no estoy de acuerdo. Hay un montón de youtubers XL que se dejan la piel en romper con estos prejuicios, y si no creéis que con ciertos kilos se pueda vestir bien echadle un ojo a Dianina XL, Mimi XXL o Jennifer Usandizaga.

Y además, ¿es que una persona gorda no puede maquillarse u ondularse el pelo? ¿Por qué son cosas que solo hacen cuando la protagonista está delgada?

Cuando Patty solo tiene una cosa en mente: vengarse. Ninguna afición saludable (mentalmente hablando). Ni hacer escalada, ni apuntarse a piano o, ahora que está delgada, entrar por la puertecita del Imaginarium, solo quiere vengarse de la gente que le hizo sentir mal.

O sea, quiere hacer daño a la gente que un año antes le hizo daño. Qué sano todo, ¿verdad?

En definitiva, la serie promueve una serie de ideas que solo continúan estereotipos que se asocian al sobrepeso en vez de en tratar de abordar el tema con la profundidad y el tacto que realmente necesita. Así que Netflix, como la serie realmente se asemeje al tráiler, tenemos un problema.

Un «like» a la celulitis de Demi Lovato

Si nosotras tenemos al típico seguidor de turno que hace un comentario hiriente de «en esa foto se te ve la celulitis/se te marca un pezón/has cogido peso», imaginad si multiplicáramos a esa persona por mil.

INSTAGRAM DEMI LOVATO

Las celebrities, esas con las que tanto nos gusta sentirnos identificadas en nuestras vidas, también se enfrentan a estos comentarios.

No hace falta cruzar el charco y llegar a Anne Hathaway y su publicación, cubriéndose las espaldas de los haters, de este viernes declarando que estaba ganando peso para un papel.

«A toda esa gente que va a intentar avergonzarme por mi peso en los próximos meses, no soy yo, sois vosotros».

Dulceida, Tania Llasera, Alexandra Pereira de Lovely Pepa o Laura Escanes son otras mujeres que han alzado la voz (vía internet, ya que es la que más parecemos atender ahora) para decir «¿Perdona? ¿Que vas a venir tú a hablar de mi cuerpo con esa cara cemento que me llevas?»

No así, obviamente (el contraataque es de mi cosecha) pero sí dejando claro que nadie está en la posición de juzgar el físico de otra persona porque una persona no debe ser valorada por su cuerpo (y porque no deberíamos sentirnos tan poco humildes como para hacerlo).

Este jueves (¿o miércoles? Me pierdo con las diferencias horarias) Demi Lovato hizo una poderosa declaración a través de sus historias de Instagram (la foto que os he puesto arriba):

«Estrías y grasa extra… Y aun así me quiero. Celulitis y aun así me quiero. No tengo thigh gap y aun así me quiero».

No ya solo que se animara a compartir públicamente con sus casi 67.000 seguidores lo que la sociedad le dice que es «incorrecto» en el cuerpo de una mujer desde que se levanta hasta que se acuesta, sino que terminó con este mensaje contundente que, si ya me caía bien, hace que quiera invitarla a mi casa a ponernos mascarillas mientras vemos una película de Marvel:

INSTAGRAM DEMI LOVATO

«El boomerang suavizó mis piernas. El caso es que tengo celulitis, justo como el otro 93% de mujeres. Lo que veis en Instagram no es siempre lo que parece. Aceptémonos a nosotros mismos. #Mequiero».

Querernos, aceptarnos, entender que el cuerpo es algo que cambia y respetarnos unos a otros en lugar de fomentar el odio y el sentirnos avergonzados parece algo tan poderoso como suena. Solo queda que los críticos capten el mensaje. Y, si no lo captan, que no cambie que nos queramos igualmente.

En defensa de las mallas deportivas

Hace tres años me metía con la ropa del gimnasio y lo incómoda que resulta por ser tan ajustada. No me juzguéis, hace tres años también pensaba que el helado de pistacho era una guarrada.

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Lo pensaba, claro, antes de empezar a hacer ejercicio en serio, es decir, cuando me subía a la cinta, intentaba correr un poco hasta que se me quedaban los pulmones exprimidos y me iba a casa. No entendía qué necesidad había en ir constreñida como el envoltorio de la mortadela.

Cuando empecé a entrenar con pesas, a hacer zancadas cargada con mancuernas, subidas, bajadas y demás ejercicios que requerían que me moviera más, entendí la utilidad de las mallas. Resultaba que SÍ que eran cómodas.

Por mucho que te muevas, los yoga pants siguen ahí, no te fallan nunca. Son como unos padres, siempre van a estar apoyándote y por lo general, manteniéndote seca gracias al tejido (los leggins, no los padres). Y no podemos decir lo mismo si hablamos de los pantalones de chándal, por mucho que Honor Jones los defienda en su artículo del New York Times Por qué las mallas son malas para las mujeres.

Que para Jones el uso de los leggins se resuma en que «We’re wearing them because they’re sexy» (los llevamos porque son sexis) me parece una visión muy corta, ya que da por hecho que es la única intención que tenemos de ponernos esas prendas.

Y sí, obviamente las mallas son más favorecedoras que el pantalón de baloncesto de mi hermano con el que empecé a correr y que me hacía sentir un saco de patatas. No creo que haya ningún problema en que, al igual que gusta verte bien cuando sales con las amigas, te quieras ver bien entrenando apreciando tus gains o progresos (que a veces incluso te ayudan a seguir entrenando por el chute en vena, o a través del espejo de la sala de musculación, de motivación).

Pero lo que tienen las mallas es que son confortables. No son una cosa que hayan surgido ahora gracias al despegue espacial que parecen haber tenido los gimnasios, ya existían previamente, y sino que se lo pregunten a ciclistas, patinadores, levantadores de pesas o crossfiteros y a sus músculos perfectamente funcionales dentro de ellas. Lo único que ahora se han popularizado.

Son el nuevo negro porque van con todo lo que nos pongamos a hacer y van con todo tipo de cuerpo, por mucho que haya quienes digan que si te sales de ciertas tallas o de cierta fisionomía, no deberías pasar por las mallas.

En Internet encuentras un sinfín de imágenes y artículos bodyshaming animándote a romper con tu relación con los leggins de gimnasio si te marcan pliegues del cuerpo como los de la tripa, culo, cadera, espalda o incluso los genitales. Pero la realidad es que son cosas que no tienen por qué afectarte para nada.

Si una prenda te resulta cómoda y práctica, no tienes que dejar de utilizarla porque a otra persona no le parezca bien verte con eso puesto. El problema lo tiene el otro, no lo tienes tú.

El desnudo de Laura Escanes o por qué vamos de culo

Como diría un prefacio misal, el culo de Laura Escanes en su publicación de Instagram es justo y necesario.

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Justo porque es un culo original, sin trampa ni cartón, sin silicona ni retoques de Photoshop, es un culo auténtico, tal cual. Una retaguardia como la tuya o como la mía, con unas sombras aquí y otras allí.

Es un culo de una mujer que es más que culo, y que ojos azules, y que melena rubia corta. Es el culo sobre el que se sienta una escritora, algo a lo que no llegan muchos negándose a ver más allá.

Porque a veces parece que se nos olvida que, por mucho que haya un culo a la vista, somos más que la suma de las partes de nuestro cuerpo. Pero claro, la sinergia, como no es una etiqueta o un hashtag, no la comprendemos.

UN CULOOOOOOOOO

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El culo de Laura Escanes es, al mismo tiempo, un culo necesario que nos recuerda que puedes tener curvas por mucho que la pasarela o la publicidad se empeñen en conservarlas apartadas y a cubierto. Y sobre todo que no tienes que avergonzarte de ellas.

Es un culo fundamental que, solo con el pie de foto («UN CULOOOOOO»), ya nos está diciendo que nos tomamos los culos (y la desnudez en general) demasiado a pecho, como si fueran ofensiva personal, y, más de uno, como un ataque en contra de su dignidad.

Cuando la posadera recibe semejante avalancha de comentarios negativos, de odio visceral anónimo (y no tanto), de bodyshaming, queda claro que es la sociedad, y no ella, la que, al final, ha terminado con el trasero al aire.

‘Haters’ e ‘influencers’, cuando te odian sin conocerte

Lo que mejor recuerdo de mi primera semana como bloguera de moda de 20 Minutos no fue los temas que traté, si me costó mucho o poco habituarme a escribir casi cada día o si estaba tan pendiente de compartirlo en redes como estoy ahora.

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Lo que mejor recuerdo de mi primera semana como bloguera de moda de 20 Minutos fueron los insultos. Esos que cayeron a plomo, directamente sobre mi estima, artículo tras artículo.

Daba absolutamente igual de lo que escribiera, en todos se me tildaba de estúpida, mamarracha, de no tener ni idea de moda, de ser una malcriada, de vivir del cuento, de escritora de mierda, de insulsa, de patética, superficial… Esto sucedió solo en mi primera semana y únicamente por parte de haters anónimos, ni siquiera os hablo de personas que tuvieran algo personal contra mí (esos ya llegarían más adelante).

Personas de todas partes del mundo (especialmente de España y América del Sur) se centraban cada día en repetirme lo mala periodista de moda que era. Aquello me pasó una factura emocional que no esperaba. Recuerdo incluso hablar con quien me propuso para escribir el blog y decirle que no sentía que, ante los comentarios, estuviera cumpliendo las expectativas.

Y eso que os estoy hablando de mí, una tipa absolutamente normal y corriente que se pasa los domingos en pijama y hace la compra en el Lidl porque la cesta sale más barata. Que no soy una celebridad, vaya.

Si a mí, que no soy una figura conocida en el mundillo, me tocaba la fibra de esa manera y tenía tal cantidad de haters, ¿cómo le afectaría a las blogueras que tienen miles y millones de seguidores y por tanto sus detractores multiplican los míos?

Dulceida lo dejó claro en su vídeo de hace dos semanas «Más amor y menos hate» en el que habla del odio que hay en las redes sociales: «Tenemos que abrir mentes. Al final este acoso duele«, dice la influencer. «Hay gente de mi entorno que lo ha pasadao muy mal por comentarios que hace una persona sin pensar en ello. […] No me ha pasado a mí, pero sobre todo he visto casos de comentarios que se meten con los cuerpos. Muchas son mujeres que además tienen la edad de mi madre. Es lo que menos entiendo».

Confiesa también que le «daba vergüenza estar mal por esto, por lo que me dice gente que no conozco«.

Dianina XL, la youtuber a la que entrevisté en mayo (tenéis la entrevista aquí) y que modeló para uno de mis proyectos del máster acerca de bodypositive extragrande, es otra de las blogueras que viven en este acoso constante.

«No se lleva bien ver que alguien tiene éxito. Se lleva envidiarla y criticarla» me dice. «La gente no lo entiende. Eso de mejorar y esforzarse para cambiar lo que no les gusta de su vida lo llevan mal, mejor quedarse sentado criticando intentando arruinar la felicidad de los demás».

«Que esa gente haga su vida» afirma la bloguera XL. Dulceida reflexiona también que «Al igual que no os gusta que se metan con vuestros amigos, familiares o con vuestros hijos en el colegio, no lo hagais por redes sociales».

Yo voy más allá. Todos somos muy valientes desde una pantalla donde no le vemos la cara a la persona. Piensa si realmente se lo dirías a la cara y luego ponte en nuestro lugar. Piensa si te gustaría que cada vez que sales a la calle te dijera gente desconocida para ti que apestas, que tu trabajo es una porquería, que no vale ni para limpiarse el culo (comentarios verídicos)… Y eso cada día de tu vida año tras año.

¿Tú lo aguantarías? A los que vivimos de crear contenido públicamente no nos queda otra. Y lo hacemos sin ningún problema, no por nada se dice que lo que no te mata te hace más fuerte.

La diferencia que tenemos respecto a los haters es que no nos mueve el odio para hacer lo que hacemos, nos mueve algo mucho más grande, intenso y poderoso: la pasión.

Tatuajes para tapar las estrías

Leo un artículo (uno de tantos, claro. Es que llega un punto que ya a una no le extraña encontrarlos) acerca de un nuevo sistema para tapar las estrías: los tatuajes de relleno.

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Por un lado pienso en el uso positivo de esa práctica. Creo que todos hemos visto en alguna publicación de Facebook el típico enlace de «35 maravillosos tatuajes que cubren cicatrices de una masectomía«.

Entiendo que muchas mujeres hayan encontrado en la tinta una salida hermosa de algo horrible que han vivido. Puedo entender el efecto terapéutico de la aguja ya que muchas veces nos tatuamos con esa intención.

Yo misma llevo un diseño que es a la vez homenaje y duelo. Homenaje por llevar conmigo a dos de las personas que más he querido, duelo por haber podido derramar, mientras lo hacían, a partes iguales, lágrimas de dolor físico y de ese emocional, aún más lacerante, de echar de menos a quien no va a volver.

Puede ser incluso una forma de sobrellevar esas experiencias pensando en el trazado sobre lienzo en el que hemos convertido nuestro cuerpo. Y por eso, como creyente del tatuaje que va más allá de lo estético, no puedo ver con buenos ojos el tatuaje de relleno.

Bom final de domingo ✨🙏 #AgulhasMagicas

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No me malinterpretéis, no critico a aquellas que quieran hacerlo. Critico el hecho de que no se vea con normalidad algo que le pasa, en algún u otro momento, a la piel que poseemos.

Si desde pequeños nos enseñaran (tanto a hombres como a mujeres) que la piel cambia, se deforma, crece y decrece porque a fin de cuentas es un órgano más, veríamos de manera diferente esas rayas que nos dibujan.

Al igual que un río sobre un mapa topográfico, las líneas que nos atraviesan (por dónde y como sean) nos hacen únicos y especiales. Si tan traumática puede ser una estría para alguien que quiera tatuársela, ¿no sería mejor que hubiera aprendido a apreciarla?

No es que no sepamos de tatuajes, es que no sabemos de belleza.

Celulitis sí, varices no

Este lunes tuve que entregar uno de los proyectos finales del master, un editorial de moda de la asignatura Shooting and Styling Womenswear que hice inspirado en la revista Paper.

MARA MARIÑO

Para el proyecto, el instituto nos facilitaría modelos de una agencia de imagen, maquilladores y peluqueros de una escuela milanesa y un fotógrafo profesional. Como soy una gran partidaria de convertir la moda en una industria abierta y variada se me ocurrió llamar a Dianina XL, la youtuber bodypositive y modelo de tallas grandes que entrevisté hace unos meses, para que modelara en mi proyecto. En cuanto me dijo que sí, mi profesor se mostró entusiasmado. No solo alabó mi decisión sino que afirmó que más a menudo se debería contar con modelos XL.

Para que os hagáis una idea, mi profesor, estilista de profesión, ha hecho editoriales para Vogue Italia como para enterrar un cementerio radiactivo. A montones. Más de una vez ha interrumpido las clases para responder a llamadas: «Occhei, allora facciamo così: veste alla modella con la gonna di Gucci e la maglietta di Zara«.

Pero volviendo a mi editorial algún compañero me intentó hacer cambiar de idea y aceptar las modelos de la agencia, ya que haciendo la sesión con Diana no iba a poder utilizar la ropa que nos iban a dejar los showrooms (estamos hablando de prendas que oscilan entre la talla 34 y la 36). Pero yo, que soy Aries y además cabezota por parte de padre y de madre, estaba convencida de que con el armario de Diana, alguna cosa prestada de mi pareja y un poco de imaginación podía salir un editorial bestial.

Quise hacerlo inspirado en las pin-ups, ya que son mujeres muy femeninas con una actitud sexy, dos cualidades que encajaban a la perfección con la personalidad de Diana.

MARA MARIÑO

El día del examen fui a la escuela con mi proyecto feliz y convencida. En el aula nos recibían de manera individual el profesor y una de las coordinadoras del master. Cuando entré le habló a la chica para ponerla en antecedentes: «the curvy model one«. Ya era conocida por ser la que había elegido a una modelo de talla grande.

Acto seguido se puso a analizar el proyecto mirando las fotos con detalle: «Está bien pero deberías haber retocado digitalmente las piernas». Me quedé ojiplática, patidifusa, turulata y atónita. ¡Si él fue el primero que me dio luz verde con el proyecto! «No» increpé. «¿Cómo que no? No digo que quitaras la celulitis, sino que hubieras borrado las venas de las piernas». ¿Cómo? Un momento, un momento, ¿que la celulitis sí pero las estrías no? ¿Qué clase de broma es esta? Interrumpe la coordinadora «¿Tú estás satisfecha con el trabajo?» No solo estaba satisfecha sino que recalqué que la falta de edición estaba hecha totalmente a propósito porque no sentía que la modelo la necesitara para nada.

Además de que considero que Diana es una persona preciosa exterior e interiormente, es embajadora del bodypositive, de la aceptación personal, de la seguridad y la confianza nacidas de querernos tal cual somos. ¿Cómo iba a cambiarle una sola micra de su cuerpo? No solo me dio vergüenza que dijera que debería haber usado Photoshop sino también pena.

A ambos les hice saber que si, como yo, las revistas de moda usaran menos retoques fotográficos y viéramos más imágenes de mujeres con estrías y varices nos sentiríamos menos presionadas, para empezar, en la adolescencia y no tendríamos los problemas de autoestima que sufrimos toda nuestra vida. Si mi profesor, que es el que se dedica a hacer estos proyectos profesionalmente, empezara a contar con modelos de tallas grandes, que en Milán las hay, no solo estaría permitiendo que más personas pudieran acceder a un sector que hasta hoy vive bajo la tiranía de la báscula y la cinta métrica, sino que rompería una lanza por la normalización de todos esos supuestos «fallos» corporales que son naturales y que, en cambio, nos han enseñado a despreciar y a ver como algo contra lo que debemos luchar.

Pero claro, a dónde voy pensando así en el siglo XXI donde el único valor que parece importar es el del dinero. A las revistas de moda no les interesa un editorial protagonizado por una modelo con celulitis y varices, ya que haría que las lectoras no se compraran la crema reductora de la página siguiente.

Dolce & Gabbana y las escandalosas zapatillas ‘bodyshaming’

Amo la firma italiana. Me encanta que una marca profundice en la cultura de un país, en este caso el suyo propio, y la proyecte internacionalmente colección a colección. Dolce & Gabbana, formada por la ex pareja Stefano Dolce y Domenico Gabbana son una firma de referencia mundial cuando se habla del mercado italiano (por mucho que entre sus compatriotas no sean tan estimados).

«Soy delgada y guapa», la declaración en las nuevas zapatillas de D&G. INSTAGRAM

Cualquiera podría pensar que el hecho de que hayan sido la marca elegida por Madonna o Kylie Minogue les permite poder tomarse ciertas licencias en el plano artístico. No olvidemos que estamos hablando también de los primeros en lanzar una colección de hiyabs para el mercado árabe, algo que fue conflictivo el año pasado poniendo de relieve cuál es la postura de los diseñadores si crean una línea que precisamente constriñe a la mujer. Os lo diré en bajito, que mi IP es milanesa y no quiero desatar la furia de ambos titanes: vender.

Sí, vender. «Poderoso caballero es Don Dinero», decía Quevedo antes de que tan siquiera existiera la industria de la moda, pero es algo que han querido hacer desde Coco Chanel, liberando a la mujer del corsé, hasta Dolce & Gabbana poniéndole un velo que la cubriera.

Pero como hay muchas formas de vender, no todas pueden parecernos igual de apropiadas. Y parece que el denominador común de estos dos últimos años es el escándalo. El hilo del tanga a la vista de Versace, campañas protagonizadas por modelos sumisas de Yves Saint Laurent y, el nuevo grito en el cielo 2.0: las zapatillas «Soy delgada y guapa» de D&G.

Resulta curioso que hace un mes, en la Semana de la Moda de Milán, la marca presentara su colección con un desfile protagonizado por modelos de diversas edades, alturas y tallas, algo que podría parecer novedoso y de una apertura de miras nunca vista en la pasarela y, un mes después, vuelva a 1940 con este mensaje.

Lo más irónico de todo el asunto es que ya son varios los medios que se han hecho eco de la burrada lo poco apropiado que puede resultar este mensaje en unas zapatillas teniendo en cuenta la de movimientos bodypositive que animan a las personas a aceptarse independientemente de sus tallas.

De esta manera, Stefano Gabbana, que prácticamente vive en las redes sociales, se ha dedicado a compartir en su Instagram todos los artículos en referencia a las zapatillas y a meterse con aquellos que los han escrito afirmando que «con esa estúpida información solo estáis haciendo a nuestra marca más fuerte y famosa«.

Famosa sí, desde luego, pero ¿es esta la fama que quieren? Quiero pensar que no estará tan orgulloso como se muestra en su Instagram teniendo en cuenta que, después de que empezara a insultar y a llamar «gordos» a los que comentaban la fotografía de su zapatilla, esta ha desaparecido misteriosamente.