Archivo de marzo, 2018

Moda festivalera 2018: el ‘boho chic’ aunque no vayas a Coachella

Podemos dividir las personas en dos grupos: las que por lo menos se gastan 429 dólares para ir los tres días al festival californiano (y esa es la entrada más barata, sin contar vuelos ni alojamientos) y las que no somos celebrities pero estamos con el ojo pegado a la pantalla cuando salen los estilismos de las invitadas más famosas.

GTRES

No, seguramente no vaya a pisar el festival del mundo de la moda por excelencia (a no ser que mi invitación imaginaria esté todavía de camino), pero la verdad es que no necesitamos salir acompañadas de una cuadrilla de ángeles de Victoria’s Secret para disfrutar del boho chic.

«Pero, ¿qué es el boho chic?» Se pregunta alguien que ha llegado por error a este artículo cuando en realidad quería enterarse de cómo va a estar el tiempo esta Semana Santa. El boho chic es una interpretación moderna de la ropa hippie: un estilo bohemio siempre muy relajado que recuerda a la naturaleza con sombreros, estampados de flores, sandalias, botas…

En definitiva, ropa que te imaginas para ir por el campo o estando de vacaciones pero con un giro «elegante»:

[Fotos de Bershka y forever 21]

Y de hecho, si ya le estás haciendo ojitos a los flecos y al ganchillo, estas son las influencers que hacen del bohemio su estilo de vida (y que te van a hacer fantasear con telas estampadas día y noche):

Adiós medias, minimalismo, fiebre por los logos y prendas lisas.

¿Por qué por ser mujer tengo que saber cuidar flores?

«Las mujeres sabéis cómo cuidar flores» me dijo mi jefe el otro día.

PIXABAY

Me había pedido que bajara a por un ramo y que lo utilizara para hacer fotos para las redes sociales de las marcas de accesorios que lleva en la agencia de relaciones públicas.

Nunca he sido de flores, siempre me han gustado, pero no me convence lo de comprar seres vivos cortados solo para admirarlos un día o dos por su belleza y después dejar que mueran en un vaso.

Me considero más práctica, por lo que siempre he hecho saber a mis parejas que si querían tener detalles conmigo preferiría chocolate o, en su defecto, y por no salir del mundo vegetal, aguacates.

La cosa es que no he tenido flores en mi vida, igual el típico ramo que nos regalan nuestros padres al cumplir los 18 años, pero poco más. Además, siempre era mi madre la que, con su buena mano, se hacía cargo de meter las flores en un recipiente adecuado.

Cuando me vi en la oficina con aquel ramo desmembrado sobre el set que estaba montando para fotografiar los accesorios, cogía y soltaba las flores como los relojes o gafas de sol del showroom.

Al terminar, dejé las flores de nuevo en un florero improvisado con agua. Mi jefe, cuando vio el ramo, me hizo saber que le parecía increíble que yo, como mujer, no supiera hacerme cargo de unas flores. Lo dejé correr.

Al día siguiente me volvió a repetir que cómo era posible que una mujer no supiera cuidar unas flores. Y yo, que no me callo ni debajo del agua (aunque ahora estoy aprendiendo a hacerlo) le dije que aquello me parecía bastante machista por lo estereotipado del asunto.

Esto era aún más extraño teniendo en cuenta que él es gay y por ello, en mi opinión, cabría esperar que tuviera tener la mente un poco más abierta y ver más allá de lo que se asocia a cada género.

Pero independientemente de su sexualidad, es como si yo dijera que él, por ser hombre, tiene que saber de motores cuando, a lo mejor, lo más cerca que ha estado de una varilla de aceite ha sido poniéndole un mensaje a su mecánico.

Hay mujeres que no saben cuidar flores. Hay mujeres que saben de motores. Hay hombres que no les gusta el fútbol y hay hombres que cuidan las flores divinamente (sino no existirían los jardineros).

Dejemos de ver el mundo en rosa y azul y veamos a las personas como lo que son: individuos únicos independientemente de si les ha tocado una «Y» o una «X» después de la primera letra.

Los estilismos con zapatillas Converse que harán que parezca que te las has comprado este año

Hay algo que todas tenemos en común. No, no es que usemos el mismo filtro de VSCO para editar las fotos (¡aunque casi!). Y eso que nos une son… las Converse.

A ti también te dio un venazo en 2009 y te las compraste altas, bajas, negras, y hace poco caíste con las blancas (si lo sabré yo, que las estuve buscando meses). La cosa es que 10 años después puedes rescatar estas maravillosas zapatillas (si aún no se te sale el meñique por el lateral del uso que le has dado) y llevarlas en tus estilismos diarios sin que “huela a naftalina”.

Atenta a las siguientes ideas porque vas a querer salir a la calle solo para ponértelas otra vez:

Here‘s the story to how I got this Burberry trenchcoat: When I was in Highschool (12th grade 🇩🇪), I worked and saved up my money for months to be able to afford this piece. I always wanted a @burberry because they were the brand known for inventing the Trenchcoat. Also, I knew that I will no longer need to buy a new one, because it lasts for 10 years at least. So here I am, about 7 years later, still loving to wear this piece I worked so hard for as a teenager. Heritage & Quality. Again, this is not an Ad*. This story is suppose to show you 2 things. 1.: that it’s worth buying high end key pieces not just because of the looks, but also because of the quality and therefore money you safe over the years. 2: not everything you see on bloggers is gifted. I know what it‘s like to work for my stuff. ✌🏻 (📸 @senorkaya )

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Chucks and a dress. @Milliebobbybrown says yes. ✔️ 📷: @PBrownx

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• 90’s vibes😎💣 •

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Las Converse clásicas son como un arroz, con nada que le eches, ya va estar bueno, y si las utilizas combinadas dentro de estilismos que lleven accesorios o prendas de esta temporada, tendrás las zapatillas más que actualizadas.

Ponte a buscarlas en el armario porque es el momento de darles una segunda (y larga) vida.

¿Qué nos pondremos esta primavera? La pasarela ha hablado

Ya sí que sí, por fin podemos decir que es primavera y… Sorpresa, este año, el panteón de diseñadores de la industria de la moda también ha decidido sacar cosas que no tenemos en el armario para animarnos a consumir (pero tan TAN BONITAS).

Pero como somos muy apañadas (y un poco pobres también) y no tiramos una prenda a no ser que se caiga a cachos o que vaya sola a la caja de ropa que donas a la beneficencia, revisa con lupa el armario, el de tu madre y el de cualquier persona que se te ponga a tiro en busca de las siguientes tendencias:

-El PVC es un hecho, ya os lo comenté, y una de las maneras más casuales de llevarlo será en chubasquero transparente. Esto es muy fácil de versionar, ya que si guardas el del Parque de Atracciones (ese para no mojarte en las atracciones de agua), lo puedes reciclar con mucho estilo.

Marc Jacobs, Dior y Valentino

-Como es verano, no podían faltar los estampados coloridos, esos que nos encantan porque si se te cae un poco de mayonesa de la ensaladilla rusa nadie se da cuenta con tanta cosa dibujada. Los de 2018 serán especialmente recargados llegando casi al barroco nivel “jarrón de casa de tu abuela». No pasa nada. Te garantizo que ella tiene todavía en su casa una camisa hortera de los 70 que te hará salir del paso victoriosa:

Gucci, D&G, Versace

-Que no, que no nos queremos quitar las zapatillas de deporte ni para la boda de una prima. Como con el chándal con ninguna prenda. Es por eso que esta temporada continuamos sumidos en la nebulosa deportiva que hace que podamos aprovechar la ropa del gimnasio para salir a la calle y hacernos las suecas si nos preguntan que si vamos a correr. ¡Ja! Que se lo pregunten a las modelos de Dior si se atreven. Este año la moda se meterá especialmente en el mundo automovilístico como os adelanté hace unos días aquí.

Dior, Tommy Hilfiger y Valentino

-A ver, hacer una colección primaveral sin estampados de flores es como hacer una tiramisú sin mascarpone. ¡Las flores vuelven! (Ah, ¿pero alguna vez se van?) Lo cual es genial porque todos los años te compras algo floreado (y lo sabes, no mires para otro lado). Sácalo del armario, átalo a la cintura para que marque la silueta y ya puedes ir tanto en tacones como en chanclas con calcetines, como propone Marc Jacobs.

D&G, Gucci y Marc Jacobs

-Por último, como buenas millennials, nos conquistarán un año más los colores pastel, especialmente el lila, pero como no es un color que me apasione especialmente, os he elegido las fotos de las colecciones primavera/verano en color rosa. Que yo sé que es un color bonito, pero no hay manera de que lo vea conmigo. Veo algo lila y me bloqueo, me entra un tic en el ojo y empiezo a hablar en HTML.

Chanel, Valentino, Versace

Ahora, pequeña padawan, después de esta lección de estilo express ya estás lista para salir a la calle con las tendencias de la temporada. Ve y corre libre (que para algo siguen estando de moda los estilismos con zapatillas de deporte).

La contaminación y la cara, esas enemigas acérrimas

[Advertencia: 9 de cada 10 mujeres se lavan la cara después de leer este artículo.]

Que Milán es una de las ciudades con el aire más contaminado de Europa me consta (vaya si me consta). Salgo a la calle y ya tengo la sensación de estar llena de roña cuando llego a trabajar.

MARA MARIÑO, pero me puedes seguir en @meetingmara

Aunque es una paranoia mía, el otro día encontré un anuncio en el metro de una nueva crema anti contaminación. Fue cuando me quedó claro que no era para tomárselo a broma, y esto es lo que debéis saber al respecto.

Si tenéis poros del tamaño del cráter de la Luna (ese que se ve en las noches luminosas, ya sabes cuál digo), piel muy grasa o frágil, puede que sea debido a los factores externos y no a que tu piel sea así por sí misma. Obviamente si vives en una casita en medio de la foresta gallega, y también te pasa, es el momento de asumir que te ha tocado por genética.

Pero si vives en una gran ciudad lo más seguro es que tu entorno te afecte más de lo que piensas en lo que a tu cutis se refiere.

Hay por ahí flotando unas cosas llamadas radicales libres, que, aunque por su nombre suenan como algo guay (tipo freethenipple) son en realidad unos pequeños rufianes. Esos malandrines son responsables del envejecimiento, por lo que es importante que los mantengas lejos.

Además, ¿sabéis dónde terminan las partículas de suciedad que hay en el ambiente? Correcto, en tu piel. De hecho las hay que son tan pequeñas que entran en tu poro como Pedro por su casa e impiden que el oxígeno le llegue a tus células.

Por eso es TAN importante que al llegar a casa te laves bien la cara independientemente de si te has maquillado o no (que encima si llevas cosméticos, todavía con más motivo). La otra clave, además de la correcta limpieza y una buena exfoliación por semana, es la hidratación (que bebas agua, claro, pero me refería al cuidado de la piel con cosméticos hidratantes).

Existen, además, si este tema te quita el sueño, cosméticos que dicen proteger la piel de la contaminación ambiental funcionando como barrera. Si los has probado, por favor comparte tu experiencia en comentarios para saber si debemos hacernos con alguno as soon as possible.

Lo poco que mi padre me enseñó sobre la moda (y lo mucho que me ha servido)

(Suena Lennon de fondo mientras escribo. El beatle siempre será tan él)

Pijama, moño despeinado, los pies encima de la mesa del salón y las gafas de ver. Llega mi padre a casa y, viéndome de esa guisa, se acerca sonriéndome diciendo que estoy muy guapa. Él es así, de esos padres que, si por ellos fuera, nos mantendrían sin una pizca de maquillaje, tinte en el pelo, piercings o tatuajes, tal y como «salimos del cascarón».

PIXABAY

Todo lo que mi padre me enseñó de la belleza es que la belleza no es algo importante. No digo que no la apreciara (¿quién no la aprecia? Tampoco os penséis que mi madre es un cardo borriquero ni mucho menos) pero me enseñó que es algo a lo que no hay que prestarle mucha atención.

No es que me lo dijera así, pero junto a mi madre se dedicaba a llenarme la habitación de libros y a leerme las historias de Juan Sin Miedo o El Quijote antes que de las princesas Disney. Lo hacía de manera sutil, yo creo que ni a propósito, enseñándome a apreciarme (a mí y a quienes me rodearan) por cómo soy por dentro y no por mi aspecto exterior.

Para él, lo más bonito es «esa cabecita que tengo sobre los hombros». Y sé que se refiere al los engranajes que giran por dentro echando humo, analizando todo lo que me rodea constantemente.

Mi padre es de esos hombres que no sabe que te has cortado el pelo, que estrenas algo nuevo, no aprecia que llevas un color nuevo en los labios a no ser que se lo digas. Simplemente no repara en ello, pero se da cuenta de muchas otras cosas, como de venir a darme las buenas noches a la cama aún con 25 años o de estar pendiente de si necesito que me acerque a algún lado.

Y ya no os hablo de su relación con las tendencias. Si su armario experimenta alguna nueva introducción es gracias a mi madre, ya que, si por él fuera, seguiría vistiendo la ropa que le compraba mi abuela en 1980. La ropa es, en su opinión, una cosa que sirve para cubrirse y poco más, exceptuando cuando va a trabajar, que es el único momento en el que se preocupa de llevar el traje impoluto y corbata y camisa a juego.

Sácale del trabajo y perderá toda esa atención que le presta a la vestimenta. Pero la seriedad con la que se toma su etiqueta laboral ha hecho que, inconscientemente, yo ahora siempre salga de casa para trabajar más pendiente de llevar la ropa limpia y cuidada que de si me he maquillado.

No le importa para nada lo que me ponga a no ser que lo considere incompatible con mi bienestar. Los comentarios que le oirás decir son desde «Abrígate, no cojas frío» hasta «Ten cuidado llevando tacones tan altos que luego se resienten las rodillas» pasando por «No te olvides de echarte crema» cuando veía mis maratones de adolescente de tostarme al sol. Siempre más preocupado por la salud que por la apariencia.

A sus 58 años, mi padre no sabe quién es Anna Wintour, Olivia Palermo o Alessandro Michele. Si le pides que te acerque los stilettos te preguntará si es algo que se come y no creo que sea consciente de si en «Bershka» la «h» va delante o detrás de la «k».

Pero no le hace falta, porque a sus 58 años sigue dejándome robarle las camisas, chaquetas y cazadoras impunemente de su armario para crear mis estilismos, sigue preocupándose por la salud de mis pies y sigue animándome a ser bella, pero no como mujer, sino como persona.

Y por ello (y por todo lo que no está aquí escrito) siempre voy a considerar que soy muy afortunada de que me tocara él como padre.

Feliz día,

Mado

Zonas del cuerpo en las que tatuarte (y que solo tú lo sepas)

Yo me caliento fácilmente, lo admito. Veo una foto en Instagram de un coulant de chocolate y ya se me despierta el mono de dulce. Y con los tatuajes soy ocho veces peor.

Tus ganas de tatuarte se activarán en 3… 2…1… PIXABAY

La cosa es que llevo ya tiempo detrás de mi tercer tatuaje y estoy en plena crisis de: «¿Y ahora dónde me lo hago?» No es que me haya quedado sin piel por el tamaño de los otros (que son de tamaño pequeño-medio) pero soy de esas a las que le gusta tener grabados discretos.

Entiendo que los hay que se tatúan en sitios que están siempre a la vista, es una cuestión personal de gustos, y yo vengo aquí a hablaros de los sitios recónditos que solo tú (y quien te vea sin ropa, claro) verás.

Lo de tatuarme «a escondidas» vino, no os voy a engañar, porque no quería que mis padres se enteraran. Luego con el tiempo, y con todos los años que trabajé de azafata, lo convertí en un requisito imprescindible a la hora de pasar por las agujas.

Mi sitio favorito es, sin duda, la piel encima de las costillas. Es muy doloroso pero es una zona que suele estar tapada (a no ser que vayáis a la oficina en crop top, claro. Espera, ¿vas a la oficina en crop top?). Te permite jugar con el tamaño y no es una zona que cambie mucho con la edad.

Otros sitios que también considero son las zonas internas del brazo, en concreto la de la muñeca, ya que es fácilmente tapable con un reloj, y la parte de dentro del bíceps. De hecho mi prima tiene un avioncito de papel tatuado ahí y solo se ve cuando sube el brazo en verano a llevarse las gangas de las perchas de las rebajas de agosto.

Aunque los muslos y parte de atrás de la pierna (la de debajo del culete, vaya) son también emplazamientos que solemos llevar cubiertos, podemos tatuarnos teniendo en cuenta que se pueden ver sometidas a cambios por las modificaciones que pueda tener nuestro peso (a mí se me van todas las curvas ahí, por ejemplo).

Este problema no sucede si, en cambio, nos tatuamos en el lateral del pie, otra zona muy secreta, aunque con poco margen de espacio si queremos algo de mayor tamaño.

¿Qué más sitios se os ocurren para haceros un tatuaje de extranjis? ¿Sois de llevarlos a la vista o preferís la discreción?

P.d.: Os dejo la foto en la que mejor se ve el tattoo más grande que tengo. Como podéis apreciar solo se descubre si llevo una prenda con el corte de la axila bajo y si tengo el brazo en alto, ya que generalmente me lo tapa toda la ropa que tengo. (Sí, mi pose es muy forzada, pero era verano, estaba en la playa y había que posturear)

«Empecé a trabajar de modelo porque me di cuenta de que en la pasarela faltaba gente en silla de ruedas»

«La sociedad en España hace que sientas que si estas en silla de ruedas vales un poco menos. Es la principal diferencia respecto a otros países. No te hacen sentir uno más, te sientes diferente» me dice Brinston Tchana.

Brinston Tchana. MARA MARIÑO

El modelo con discapacidad física de 20 años de Fuensalía, un pueblecito de Toledo, llamó mi atención nada más entrar al desfile de Iulia Barton en Milán. Es de esas personas que, inexplicablemente, saltan a la vista.

Ha venido para conocer lo que le espera, ya que es uno de los nuevos fichajes de la agencia italiana a la que le gusta contar, además de con tendencias, con la inclusividad en sus desfiles. Al manchego no le pilla de nuevas, lleva desde los 17 años modelando mientras se licencia en Medicina en Inglaterra, compatibilizándolo con su carrera de modelo y actor.

«No hay inclusividad en las grandes semanas de la moda. Me metí en esto porque me di cuenta de que en el mundo de la moda faltaba gente en silla de ruedas y no porque estemos en silla somos menos personas» me dice convencido.

«Hay gente preciosa en silla a la que también les gusta la moda y desfilar pero no tienen la oportunidad de hacerlo solo porque están en silla. Yo quería enseñar al mundo que los que estamos en silla podemos hacer prácticamente lo mismo que hacen los demás

España, es, desgraciadamente, uno de los sitios en los que menos puede desarrollarse profesionalmente: «Es uno de los países donde menos trabajo tengo. En cambio en Inglaterra, Milán o Estados Unidos estoy a tope de trabajo«.

«También trabajo de actor y en Inglaterra he salido en una serie y anuncios, pero en España pasa lo contrario. Raramente vas a ver actores en silla. Es lo que más me duele, que nuestro país no se involucre tanto como otros».

Al que también fue finalista de Mr Birminghan 2017 le encanta la moda: «Antes de mi accidente no me interesaba, pero después de mi accidente me centré más en los estudios y empecé a meterme en el mundo de la moda. Es completamente distinto. Me encanta viajar y conocer las diferentes tendencias, es algo que me hace sentir vivo«.

“Start where you are. Use what you have.Do what you Can” 💪🏾🍁🍂

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Me confiesa que los comienzos no fueron fáciles ya que «el día del desfile no era capaz de mirar a la gente, se me bajaba la cabeza. Los siguientes fueron mejor porque cogí confianza».

«Tenemos que seguir una velocidad concreta, como ir de paseo, ni con mucha ni con poca fuerza. También depende del tipo de silla que lleves, es algo que cuenta muchísimo, hay que llevar la silla adecuada para el desfile. Practicamos con ella, así como la cara, el giro delante de las cámaras, tener controladas las distancias con el público para no tocar a la gente… La práctica hace la maestría, cuanto más practicas mejor te sale«.

Una de las anécdotas que recuerda casi le cuesta un hueso roto: «Como no controlamos mucho las piernas, una de las veces se me metió un pie por dentro y se quedó atascado debajo de la rueda. Me quedé paralizado en mitad de la pasarela sin poder moverme mientras pensaba ‘¿Y ahora qué hago?’ Se me vino el mundo encima. Al final quité el pie aunque tuvieran que esperar mis compañeros. Era eso o seguir adelante y rompérmelo«.

Aunque ahora lo recuerda con humor reconoce que «me entró el bajón después de eso, pero parece ser que es algo que sucede a menudo. Al salir al final la gente me aplaudió y fue algo que me ayudo muchísimo».

«Al final, cuanto más partido le saques a la vida, mucho mejor» me dice el modelo cuyo sueño sería desfilar para Massimo Dutti o Armani. «Sería para mí llegar a la cima, después de eso podría morir feliz porque he hecho todo lo que quería».

«No hay nada imposible en esta vida» me repite. Y le doy la razón. Después de conocerle, me doy cuenta de que no necesitan piernas las personas que vuelan.

Las normas de vestimenta que deberíamos recuperar de nuestros abuelos

Me encanta que vivamos en la comodidad constante en lo que a prendas se refiere. Lo de ir una vez a la redacción de 20 Minutos con ropa del gimnasio (quería ir a entrenar después) y que nadie me dijera nada, fue una auténtica maravilla.

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Pero por otro lado me da un poco de urticaria interior pensar que ya nos da absolutamente igual lo que cogemos de la percha por la mañana. Vale que la mayoría de nosotros vamos con el ojo pegado, pero ¿ya esta? ¿No hay vida más allá de los vaqueros y zapatillas de todos los días?

No pido volver a la camisa almidonada y a que los hombres no salgan de casa sin sombrero (que ojalá porque me encantan los complementos masculinos) pero, ¿qué tal un punto medio?

Parece que desde que usamos zapatillas de cordones las 24 horas del día, y no solo para hacer deporte, han desaparecido el resto de zapatos de la vista y de la memoria. Especialmente en el de ellos. Creo que quitando alguna boda y graduaciones, no he visto a mis amigos con zapatos.

Nuestras abuelas no tenían ni la mitad del armario que tenemos nosotras, eran más ecológicas, se comían mucho menos la cabeza y las prendas eran buenas, de esas que todavía tendrás alguna colgada (si las has tratado con cuidado).

Me encantaría que volviera no solo esa calidad por las prendas en vez de las fibras, sino esa conciencia colectiva de no gastar en cada temporada un pastizal. No hablo de volver a lo de tener un vestido en todo el año, pero encontrar un punto medio que no le pese al planeta.

Lo que antes era elegancia, el largo de una falda, un color oscuro o un maquillaje discreto para no empañar la belleza natural, ha evolucionado ahora a cosas extrañas que difícilmente puedo considerar elegantes (no, por mucho que todas mis coetáneas opten por el hialuránico me negaré a ver esas bocas de pato como algo fino, ni a las pestañazas postizas de muñeca de porcelana una cosa bonita).

El “saber estar” adecuando las prendas a las circunstancias es algo que también hemos perdido, Incluso puedo recordar un compañero diseñador de mi escuela que acudió en chandal negro y gorra a su propia graduación.

Echo de menos (y eso que no lo he vivido) el concepto de “vestirse de domingo”, ese que me cuentan mis padres de cuando eran pequeños, la idea de arreglarte una jornada a la semana porque era un día especial.

Extraño, también, el joyero de mi abuela (seguro que recordáis bien el de las vuestras). Ese que de pequeña veía casi con devoción, como si guardara un tesoro en sus cajones. El mismo del que ahora, guardo solo algunas piezas que tanto me recuerdan a ella.

No dejo de pensar que, en un futuro, mis nietas no recibirán más que esas mismas piezas, porque mi bisutería de tiendas low cost (el sueldo de los millennials no da para más de momento) estará machacada, destrozada, o con el baño dorado desaparecido por el paso del tiempo.

Pero igual es que soy solo una melancólica de la vestimenta, y, (¿por qué no admitirlo de paso?) una que echa de menos a sus abuelos.

¿Lista para pasarte al plástico? Tu armario sí

Admitámoslo, tú también viviste la fiebre de los paraguas transparentes. Hasta Berto Romero lo sacó en Me lo tiro, su videoclip de 2011 para Buenafuente.

ZARA

Ahora, 7 años más tarde, el furor por el vinilo ha vuelto. No sé si para quedarse, que más que posiblemente no, ya que las modas nos duran lo mismo que una tableta de chocolate abierta en la despensa, pero al menos para que la disfrutemos esta temporada.

Lo de experimentar con plástico no es nuevo, ya en los 60 los diseñadores hacían sus pinitos, pero es algo que ha vuelto a los escaparates y que, por mucho que intentemos resistirnos, nos encanta.

El vinilo mola porque en primer lugar es barato. Ninguna tienda te lo va a cobrar a precio de bitcoin, no como ciertos bordados (ejem, ejem). Nos gusta porque va con todo y por tanto te lo puedes poner en cualquier momento y lugar. Da lo mismo que vayas a clase que a comprar naranjas al supermercado porque te has quedado sin fruta, apaña en todos los ambientes.

La parte mala, sí queridos, parecía maravillosa pero es una tendencia con luces y sombras, es que genera en nuestra piel un efecto invernadero digno de la atmósfera terrestre. Atentos porque os hablé de ello aquí (del sudor por el plástico, no de la atfósfera del planeta)

MANGO

BERSHKA

STRADIVARIUS/FOREVER 21

Obviamente como la tendencia no es muy factible para llevar en prendas cercanas a la piel (por mucho que le hagan agujeros para ventilar) es ideal para complementos. ¿Te apuntas al plástico?