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Resiliencia. Capítulo 10: Lo que te mereces

Cuando dos personas se encuentran pueden pasar varias cosas: todo o nada.

Y después está esta historia.

Capítulo 1: Dos semanas antes de la colisión
Capítulo 2: Una semana antes de la colisión
Capítulo 3: Un día antes de la colisión
Capítulo 4: Seis horas antes de la colisión
Capítulo 5: Colisión
Capítulo 6: 30 segundos después de la colisión
Capítulo 7: No solo los aviones vuelan
Capítulo 8: Cuesta abajo y sin frenos
Capítulo 9: Todo contigo

Capítulo 10: Lo que te mereces

– Espero que hayas dejado todo tal y cómo te pedí- Raúl salió de la habitación cuando oyó que Andrés entraba por la puerta.

-Tranquilo. Luces apagadas, chanclas y toallas recogidas y persiana metálica echada. Todo lo demás que llevé está a buen recaudo en la mochila.

-Más te vale. Mi jefe es un hijo de puta y como se entere de que le he dejado las llaves a alguien para echar un polvo, me veo de vuelta al paro.

-Ni te rayes, que no va a pasar- Andrés le dejó las llaves en la mano y le dio una palmada en el hombro-. Mil gracias tio, te debo una.-Se dirigió a su habitación.

-¡Dos si cuentas la moto!- Raúl le siguió a la habitación- ¿No vas a contarme qué tal ha ido?

-Eres una maruja. Ahora mismo solo quiero dormir. Mañana hablamos.

-¿Te ha dejado seco, eh cabrón? Mejor. Me alegro por ti.

Andrés espero a que su amigo volviera a encerrase en la habitación y se tumbó en la cama. Tenía demasiadas cosas en la cabeza después de la velada que habían pasado. Se le aceleró el pulso al recordar como Mia había dejado el bikini por el suelo y se había acercado a él con determinación. No sabía cómo pero habían acabado tumbados en una de las estrechas camillas que se usan para masajes. Mia no había dejado de mirarle a los ojos en cada momento, ni siquiera cuando se puso el condón y entró en ella. Casi parecía que la chica no había querido perderse ni un detalle. Recordó como habían empezado lento para que después Mia se subiera encima de él para deslizarse de arriba a abajo. Sus manos no se habían soltado ni un momento.

Por mucho que se revolvía en la cama no conseguía conciliar el sueño. Quería gritar a los cuatro vientos que se sentía feliz. De pronto se le ocurrió una idea estúpida de esas que solo surgen cuando se está borracho o enamorado. Buscó en su cajón unas latas de spray para maderas que se había llevado del almacén de Sanz Manualidades, para pintar unos estantes del salón, y, procurando no despertar a su compañero, dejó el piso silenciosamente.

Cuando a las doce seguía sin recibir noticias de Mia, Andrés empezó a dar vueltas por el almacén como un animal enjaulado. Odiaba no saber nada de su novia, era algo que le volvía loco. Le sorprendía como todo el amor que le despertaba la chica se convertía en algo amargo que le quemaba en la boca y le recorría cada centímetro del cuerpo. Esta vez ni su Facebook arrojaba una pista de dónde se encontraba. Mia llevaba horas sin poner nada. Se imaginaba que debía de seguir dormida ya que sino no se explicaba no haber sabido nada de ella. Sebas le distrajo con un pedido que tenía que mandar a Segovia, algo que, a lo máximo, le mantendría ocupado unos 30 minutos. Al poco tiempo de empezar a tramitar el envío, sintió vibrar el teléfono. «Mia» pensó automáticamente mientras se llevaba la mano al bolsillo. La chica le había mandado por Whatsapp una versión para piano de Nothing else matters, de Metallica. Sin pararse a escucharla, llamó. Al cuarto toque la chica contestó.

-¿Qué tal?-preguntó entre susurros.

-¿Qué haces? ¿Por qué hablas bajito? ¿Dónde estás?- Andrés se alarmó. ¿Por qué tenía que ser todo tan complicado con ella? ¿Tan difícil le resultaba tenerle al tanto?

-Estoy en las prácticas de televisión, no puedo hablar. ¿Te parece si hablamos luego?

-No, hablamos ahora.- Andrés se puso serio.- ¿Estás segura de que estás en clase? Porque yo creo que me estás mintiendo.

-Andrés, claro que estoy en clase. ¿Dónde iba a estar si no?

-No lo sé, tu sabrás… Lo que no entiendo es que si de verdad estás en clase no me hayas dicho nada de mi sorpresa.

-¡De verdad que estoy en clase y no puedo hablar! Me estás poniendo en un compromiso. No sé de que sorpresa hablas.-Andrés se planteó que quizás la chica le estaba diciendo la verdad.

-Si realmente estás en clase me habrías dicho algo de la sorpresa que te he dejado en la puerta del edificio.-Andrés aguardó la respuesta de Mia mientras la chica guardaba silencio.

-No he visto nada. Me encontré con una compañera de camino y entramos por la cafetería- La chica bajó la voz-. Luego lo miro, te lo prometo.

-No. Si de verdad estás ahí quiero que me lo demuestres, porque esto de tu amiga me suena muy raro a excusa recién sacada de la manga.

-Joder, Andrés. Te estoy diciendo la verdad. La chica no había desayunado y se cogió un café. ¿Puedes dejar de rayarte tanto con todo?

-¡No! No puedo. Porque no paras de hacer cosas raras y no me cuentas nada. Así es imposible tener algo contigo. Si de verdad esto te importara, saldrías de esa clase e irías a ver lo que te estoy diciendo para dejarme tranquilo. Porque salirte un segundo y volver no te cuesta nada y para mi significa mucho. -Andrés pensó la sencillez de su lógica y Mia debió de pensar lo mismo porque la oyó resoplar al otro lado del teléfono.

-Está bien- La chica cedió al fin-. Voy a decir que voy al baño. Luego hablamos.

-Mia, espero que no tardes más de unos minutos porque no quiero pensar que en realidad estás en otro sitio.

-Te estoy diciendo la verdad, Andrés.-La chica sonaba dolida.- Hablamos.

Andrés colgó el teléfono. Sebas le llamó la atención recordándole el envío de Segovia, pero Andrés hizo oídos sordos. Se moría de ganas de que Mia descubriera su sorpresa. Le habría encantado estar ahí viendo la cara de la chica cuando saliera de la facultad y viera las tres palabras que le había escrito con spray en las puertas acristaladas. Había sido demasiado sencillo, aunque haberlo hecho en una zona que solo estaba habitada por estudiantes durante las horas del día había facilitado las cosas. Por fin su teléfono volvió a vibrar. Mia le había enviado una imagen. Andrés la abrió. Definitivamente la frase ganaba de día. Cada letra de «Todo contigo, Caramelo» ocupaba una de las transparentes puertas, por lo que se veía a ambos lados del edificio. Aunque la pintura no quedaba tan lucida en el cristal como en la madera de su salón, era lo más adecuado que había encontrado. Mia había acompañado la imagen con un pie de foto: «¿Sabías que la multa menos grave por pintar un grafiti es de casi 800 euros?». Andrés miró incrédulo el teléfono. No podía creerse que aquella niñata le hubiera puesto eso. La respuesta se le vino a la mente al instante.

-¿Sabías que eres una zorra?

Aunque al segundo de mandar el mensaje se había arrepentido y no había tardado en disculparse, se ganó el enfado de Mia. Nada más terminar la jornada cogió el coche para ir a buscar a la chica. Aparcó en el mismo lugar donde la había esperado por primera vez. De camino había comprado en una gasolinera un par de snacks de chocolate. Sabía que eran la debilidad de Mia y esperaba que ayudaran a la chica a olvidarse del mal trago. Por mucho que ella le había dicho que no quería verle, acabó bajando a donde se encontraba aparcado. Andrés la vio aparecer subida a unas sandalias de tacón y con un vestido demasiado ligero para una primavera en la que todavía apretaba el fresco.

-¿A dónde vas?- Preguntó sin saludarla.

-Tengo fiesta en casa de Fer. Nos ha invitado a los del grupo y no sé si luego saldremos de fiesta. ¿No tienes nada más que decirme?

-Ya me he disculpado cincuenta veces. Si no pillas una broma no es mi culpa. Y no entiendo por qué tienes que ir a esa fiesta precisamente hoy que nos ha pasado esto.

-Que me insultes no es una broma ¿sabes? A mi me ha sonado muy en serio. Y aunque lo hubiera sido no me gusta que me digas eso de ninguna forma.- La chica no había dicho nada del plan de la noche y Andrés no lo dejó pasar.

-¿De verdad vas a salir de fiesta estando mal con tu novio?

-Andrés, no estamos mal. Estamos hablándolo. No tiene más vueltas.

-Pues para mi si las tiene. Si fueras una buena novia entenderías que ahora te necesito a mi lado- Andrés trató de convencerla de buenas acercándose a ella.-. Estás preciosa. ¿Por qué no dejas que te invite a cenar a un sitio especial y hacemos después las paces en el asiento de atrás del coche?

-No, ya he dicho que iba a ir. No voy a darle plantón a mis amigos por una tontería. De verdad, no te preocupes.

-No es una tontería. ¿Prefieres a tus amigos antes que a mí? Dice poco de tus sentimientos.

-Dice menos de ti que me hagas elegir.-La cabezonería de Mia sacó a Andrés de sus casillas.

-No me quieres una mierda. ¡No me puedo creer que vayas a dejarme tirado en un momento así!

-¡A mí no me eches la culpa de esto! Has sido tú el que me ha llamado «zorra».

-¡Era de broma! ¿Por qué eres tan imbécil?

-¡Dios! ¿Lo ves? ¡Otra vez me insultas! -Mia se alejó de él y bajando el tono se puso seria.- Yo no quiero esto Andrés. Así no. Así que espero que esta noche pienses en cómo me estás tratando- Echó un vistazo al móvil.-. Me marcho ya, no quiero llegar tarde a casa de Fer.

-Eso suponiendo que realmente vayas a esa supuesta fiesta con todos tus amigos y no me la estés liando.

-Ya basta, Andrés -La chica intentó darle un beso pero él apartó la cara. La rabia que tenía dentro amenazaba con desbordarle y liarse a puñetazos con todo lo que le rodeaba. Trató de contenerse pero no pudo evitar soltar una última granada.

-Ojalá cojas un sida, que es lo que te mereces.

Amor. MARA MARIÑO

Amor. MARA MARIÑO

Resiliencia. Capítulo 8: Cuesta abajo y sin frenos

Hace años me instaron a escribir esta historia. Aunque, cuando me lo dijeron, esa historia no era esta historia. Así que supongo que, aunque no he elegido que sea de esta manera, he elegido compartirla tal cual es ahora. No es una historia personal aunque algunas vivencias son propias. Si he decidido escribirla es porque, si a mi me sirve de terapia, quizás a ti te pueda servir de ayuda.

Resiliencia te puede haber pasado a ti, a tu madre, a tu compañera del trabajo, a tu prima pequeña, a tu mejor amiga. Puede sucederle a tu hija. Es la historia de superación del mayor trauma de una vida. El maltrato puede adoptar muchas formas, pero, sobre todo, puede adoptar muchas caras.

Mia tiene 20 años, compagina sus clases en la universidad con su nuevo trabajo de azafata de eventos mientras saca tiempo para ver a Hugo, su novio adicto al gimnasio. Andrés a sus 28 años parece que tiene la vida resuelta con un trabajo fijo en una empresa de repostería y una relación de más de cinco años. Acaban de encontrase y ninguno sabe lo que se les viene encima.

Capítulo 1: Dos semanas antes de la colisión
Capítulo 2: Una semana antes de la colisión
Capítulo 3: Un día antes de la colisión
Capítulo 4: Seis horas antes de la colisión
Capítulo 5: Colisión
Capítulo 6: 30 segundos después de la colisión
Capítulo 7: No solo los aviones vuelan

Capítulo 8: Cuesta abajo y sin frenos

Cuando al día siguiente Mia le comunicó que, oficialmente, había roto con su novio, Andrés alzó un puño tirando al suelo el bol de pasta que estaba compartiendo. Su compañero de piso se asustó por la reacción de su amigo.

-¿Qué pasa, macho?
-Ha dejado a su novio por mí -dijo ufano mientras recogía los macarrones que estaban desperdigados por la alfombra.
-Enhorabuena tío. Ya me la presentarás. -Su amigo le dio una palmada en el hombro y se unió a Andrés en la recogida de comida. Tras dejar el bol en la cocina Andrés sintió la necesidad de verla urgentemente.
-Raúl, ¿me prestas la moto? -Un ruido de llaves chocando contra la mesita baja del salón llegó hasta él.
-Ya sabes dónde está aparcada.

Según llegó a la facultad de Ciencias de la Información la dejó aparcada en la puerta. Apenas tenía una hora libre para comer y ya casi había pasado. Le quedaban unos minutos antes de que Sanz le llamara dándole por culo recordándole que tenía que entrar a las tres. Entró a la facultad y se dirigió a la ventana de información.
-Buenos días, ¿podría mandar un mensaje por megafonía? Es una emergencia familiar.

Cuando Mia llegó a la ventana de información, su cara era de sorpresa hasta que vio a Andrés. El chico supo al instante que ella le seguiría la corriente.
-Mia, es tu abuelo. Tenemos que irnos. -La chica, manteniendo el semblante serio, cogió uno de los cascos de moto que Andrés llevaba enganchado del brazo y se dirigió a la puerta.
Cuando salieron ella siguió andando hacia el aparcamiento. Andrés la seguía de cerca. No entendía a qué venía tanta prisa. Mia ya sabía de sobra que todo había sido para sacarla de clase.
-¿Qué cojones ha sido eso? -dijo ella sentándose en el borde de la acera, lo bastante alejada para que no les viera el bedel.
-He leído tu mensaje, quería que me contaras como ha sido. -dijo él tranquilo. Le lanzó una sonrisa mientras ella seguía taciturna.
-¿Me has sacado de clase para decirte algo que podría haberte contado más tarde? -Andrés alucinó. ¡O sea que estaba enfadada por haberle hecho salir! No se lo podía creer. Él había ido con toda la ilusión del mundo a verla y lo único que recibía por su parte era un jarro de agua fría.
-Bueno, yo entro ahora a trabajar… Entonces no podríamos habernos visto hasta más tarde. -dijo él tratando de justificarse.
-No es excusa, no puedes hacer esto. No puedes llegar y sacarme de clase como si nada. Esto es mi futuro ¿sabes? Tú el tuyo ya lo tienes, pero yo aún estoy construyendo el mío… -Andrés explotó sin dejarle acabar la frase.
-No me puedo creer que seas tan desagradecida. He hecho esto porque me moría por verte. Y sí, soy tan pasional que quería que me contaras en persona cómo has hecho para volver a ser libre. Fíjate si me interesas, Mia… ¿Por qué tienes que ser tan racional? Simplemente me he dejado llevar por mis sentimientos. -Notó cómo sus palabras empezaban a calar en ella hasta que al final la chica se puso en pie y se acercó a él.
-Tienes razón. Ha sido un gesto bonito. No me lo tengas en cuenta, es solo que no estoy acostumbrada a tanta… espontaneidad.
-Claro, claro, tu ex no estaba tan zumbado por ti, ¿no? ¿Es eso? -dijo él alzando la voz. Seguía molesto por el recibimiento frío de la chica.
-No Andrés, no es eso. No quiero hablar de Hugo. Ya no estamos juntos y eso es lo que importa.
-¿Le has dicho que le dejabas por mí? -preguntó cortándola otra vez mientras le clavaba la mirada. Ella la retiró y supo que no le iba a gustar la respuesta.
-Le he dicho la verdad, que no funcionaba y que no podía estar con alguien que no me hacía “mariposas” en la tripa.
-O sea que no sabe nada de que ha sido por mí -atajó.
-No le he dejado por ti, Andrés. Hemos roto porque no funcionaba.
-¿Y qué vas a hacer ahora? -demandó él.
-Pues no lo sé… creo que deberíamos tomarnos un tiempo de recuperación. Ya sabes… Los dos hemos estado emparejados mucho tiempo y no creo que empezar de repente sea una buena idea. Necesitamos salir, conocer gente, airear las sábanas antes de que volvamos a meter a alguien en ellas. -Andrés la miró incrédulo.
-¿Cómo que un tiempo? ¿Quieres ver a otra gente? Yo he dejado a mi novia por ti. -Las dudas de la chica le exasperaban. Había movido cielo y tierra para estar con ella y ahora se le iba de las manos.
-Yo nunca te dije que fuéramos a empezar nada. Estamos conociéndonos y pasar de cero a cien es una locura.

Andrés se alejó dolido. No podía creer que aquello estuviera sucediendo. De pronto sintió rabia. Tenía ganas de coger aquella moto que ni siquiera era suya y escapar de todo. Pero no podía. Fuera a dónde fuera sabía que sus pensamientos seguirían atados a ella de una manera o de otra. Notó como unos brazos le rodeaban la cintura y como una cabeza morena se acomodaba en su pecho.

-Andrés…di algo -pidió Mia en un susurro.

El chico le quitó los brazos y aún sujetándolos la cogió de ambas manos. Levantaría las cartas. Era o en ese momento o nunca.

-Mia, lo que he visto en ti no lo he visto nunca. He quitado de mi vida todo lo que me impedía estar contigo y solo quiero tenerte, aunque sea sin frenos y cuesta abajo y nos demos una hostia. Si eres tú quien se la pega conmigo, dolerá menos el golpe. Pero si no estás dispuesta a aprovechar esta oportunidad, me voy, porque no quiero perder el tiempo. Ya no soy un niñato de veinte años. Soy un hombre que tiene claro lo que quiere y es a ti, pero si no puedo tenerte te dejaré en paz y seguiré con mi vida.

Pensó en las conversaciones de la feria de manualidades, en su abrazo de despedida, en aquella escapada tan loca a Barcelona que le había sabido a días aunque se hubieran tratado de horas y supo que por la cabeza de la chica estaba pasando lo mismo.

-Está bien – dijo ella al fin-. Veamos a dónde va esto.

Andrés la abrazó contra sí. Mia respondió de buena gana hasta que notó que algo vibraba contra su cadera.

-¿Tanto te alegras? -dijo ella mirándole descaradamente la entrepierna.
-Joder, ¡es Sanz! -Andrés descolgó el teléfono. -Sí, sí, estaba yendo para allá pero ha habido un accidente en la M-30… han tenido que atender a una epiléptica –dijo mientras le guiñaba un ojo a Mia -. Perfecto, ahora te veo. –Tras colgar miró con pena a la chica- Me voy, caramelo. ¿Tú qué vas a hacer?
-Ahora que ya he salido iré a casa o algo. No es plan de que vuelva a entrar.
-Vale, ¿hablamos luego? -dijo mientras bajaba la moto a la carretera.
-Sí. Luego nos vemos. -Mia se giró para marcharse pero Andrés la detuvo.
-¿No vas a darme un beso?- dijo el chico- Ahora ya no tienes excusa.
-¿Aquí? ¿En un parking de motos?- Andres bufó internamente. Otra vez la lógica Mia que nunca se dejaba llevar por el momento.
-Sí, aquí. ¿Qué tiene de malo?
-Pues… que es un primer beso.-titubeó Mia como si aquello lo explicara todo.
-Lo especial de un primer beso no es el sitio sino con quién te lo des.

Cuando más larga se le hacía la tarde era a partir de las cinco, cuando ya no tenía nada más que hacer. Pero aquel día no podía de parar de dar vueltas por el almacén subiendo y bajando cajas simplemente cambiándolas de sitio. Estaba extasiado, pletórico, se sentía ligero y efervescente, como si por dentro tuviera las burbujas de todo un stock de Coca-Colas. Rememoraba una y otra vez el beso con Mia. Había empezado con un roce casi hasta tímido y por poco tienen que separarles con agua hirviendo de las ganas que acabaron poniéndole al beso. Lo volcaron todo: los días de espera, la tensión creciente, la química más que evidente de cada roce y mirada… Y tenía ganas de más. Aquello le había sabido a tan poco que, mentalmente, ya se estaba organizando para ir a verla en cuanto saliera del trabajo.

-¿Qué haces en tres horas, caramelo? -El chico escribía el whatsapp cuando se percató de la imagen de perfil de la chica. Mia todavía tenía la foto con su ex novio. Andrés sintió sus entrañas hervir de rabia.
-¿Se puede saber por qué todavía tienes esa foto? Porque es como si dijeras que aún estáis juntos y te recuerdo que estás conmigo.

El chico se mordió las uñas tratando de tranquilizarse. Mia seguía sin aparecer en línea y su preocupación iba en aumento. No tenía ni idea de cuándo había visto el teléfono por última vez al tener oculta la hora de conexión más reciente.

-Caramelo, necesito que te pongas la hora de conexión. No me gusta sentirme así de intranquilo.

No había manera. Andrés trató de contener su imaginación que ya iba kilómetros por delante de él. ¿Y si había vuelto con su ex? ¿Y si estaban juntos en ese momento? La duda le estaba matando por dentro.

-Mia, ¿qué haces? ¿Dónde estás?

Era el cuarto mensaje y no quería escribirle más. Se puso a buscar a la chica en las redes sociales y la encontró en Facebook donde también salía con su ex novio en la foto de perfil. Andrés mandó la solicitud de amistad e inmediatamente volvió a escribirle al Whatsapp.

-¿En Facebook también? No me jodas Mia…

Viendo que la chica seguía sin contestar, tiró con rabia el teléfono. Si ella esperaba que toda la relación fuera así, lo tenía claro.

Caída de una montaña rusa. PUBLICDOMAINPICTURES.NET

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