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Polos de hielo ‘beauty’: una refrescante idea para cuidarte la piel de la cara

Entiendo que no a todas las personas les puede gustar tanto el ‘spa day‘ como a mí, que me he vuelto adicta a reservarme un ratito cada semana para cuidarme a fondo la piel y darle salida las doscientas mascarillas que acumulo en el baño.

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Ya que estamos con el calor sin parar de apretar y dándole mucha vida al congelador, hay una alternativa para quienes sientan pereza pero interiormente saben que su piel está pidiendo ayuda.

La idea no es mía, que ojalá, es de Blush, un centro médico de tratamiento de la piel que ha incorporado los polos como parte del entrenamiento para pieles Skinfit, cuyo objetivo es tonificar la piel y dejarla más brillante en una hora.

Lo mejor de la idea es que si el viaje a la clínica, que está en Estados Unidos, te pilla un poco a desmano, puedes marcarte un Juan Palomo (yo me lo guiso, yo me lo como) con la excepción de que los polos van directos a tu piel.

Hay varias recetas circulando, de hecho, la que proponen en Blush combina ácido hialurónico con sandía, pero como entiendo que no eres experta en sintetizar el ácido, la más sencilla es la de hacer una infusión de té verde, añadirle pastillas de vitamina E (entre 4 o 5) y dejar congelar.

Si por un casual no tienes el molde para hacer los polos, puedes echar la mezcla en cubiteras y, una vez congelado, frotar suavemente el cubito sobre la cara hasta que se funda totalmente.

Otras recetas que puedes probar son la de agua de pepino y cúrcuma que disminuye rojetes e hidrata, yogur griego y carbón activo (lo encuentras en herbolarios o centros de dietética) para una limpieza profunda o la mezcla de agua de rosas, menta fresca y agua de coco para purificar y dejar la piel elástica.

Lo bueno es que puedes dejarlos en el congelador e ir usándolos cada semana sin que se estropeen o pierdan propiedades.

Un pequeño paso para llegar del grifo al congelador, un gran paso para el cuidado de tu piel.

Maquillaje a prueba de sudor: cómo pintarte los días de calor

Hay una cosa que me fascina del verano y es cómo después de dedicarle varios minutos a un maquillaje perfecto, el calor te lo funde en el instante siguiente a pisar la calle.

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KYLIE COSMETICS

Cinco minutos es lo que tarda mi cara en perder la base, en derretirse la línea del eyeliner y en adquirir el brillo característico de ese iluminador natural en el que se convierte el sudor, que hace que refleje todos los brillos del astro rey.

Es por ello que, en verano, cambio un poco mi manera de maquillarme. La base queda guardada en el neceser hasta el otoño, al igual que los pintalabios de colores oscuros, y recupero aquellos de colores más cálidos.

A excepción del tapaojeras, que junto a la crema hidratante y a la protección solar, se ha convertido en uno de mis imprescindibles antes de salir de casa, el resto de mi maquillaje cambia por completo.

A la máscara de pestañas también le digo «Bella, ciao«. Aplicar un poco de vaselina después de elevar las pestañas con el rizador consigue mantenerlas con volumen y de manera más natural, evitando que se quede la máscara en los párpados (sí, me sudan hasta los párpados).

Los polvos de colorete están genial, pero como con el calor me sudan hasta las intenciones, en verano me limito a salir del paso con el pintalabios. Aplicas el exceso de la pintura de la boca con toquecitos a lo largo de los pómulos y listo.

El eyeliner es el único cosmético al que ni puedo ni quiero renunciar. La versión veraniega que utilizo para delinear el ojo es la resistente al agua o waterproof. Es cierto que después cuesta la vida quitárselo, pero al menos voy con unos ojos de gata dignos de Brigitte Bardot.

Pero si aun así a ti te da igual todo porque eres una #makeupaddict empedernida, y quieres seguir usando base, lo más recomendable es que prepares la piel con un primer o prebase, que acondiciona la piel y hace de barrera entre los poros y el maquillaje.

Fijar el resultado final con polvos traslúcidos o fijadores de maquillaje en spray también conseguirás que dure más. ¿Y si todavía sigues sudando? Recurre al papel absorbente facial (sí, existe y funciona).

¿Cómo me maquillo si llevo gafas?

Soy miope. ¿Os había dicho que soy miope? No mucho, vaya, lo bastante como para necesitar las gafas cuando voy al cine o a clase, pero no lo suficiente como para plantearme ir con lentillas por la vida.

Pero, ¿sois capaces de subir la ceja tanto como yo?

Así que soy de gafas, y de gafas de pasta además (que ya que las llevo, pues que se vean bien). Y claro, si, como yo, perteneces al club de las dioptrías y tus gafas se han convertido en el básico de tus estilismos de cada día, habrás pasado por la duda existencial de «¿Y yo ahora cómo me maquillo? ¿Cuáles son los secretos de sacarme partido con los cosméticos si mi montura de pasta me tapa parte de la cara?»

  1. Si algo he aprendido de las brochas y de las gafas es que se llevan bien en muchas zonas y en otras no tanto, como por ejemplo, el puente de la nariz. Si ponemos mucho maquillaje en esa zona terminará por desaparecer o cuartearse, así que mejor déjalo sin pintar.
  2. Los ojos son la clave, úsalos sabiamente. Si por el cristal parecen más pequeños intenta agrandarlos jugando con las pestañas o el eyeliner. Pero si los cristales crean un efecto óptico haciéndolos parecer más grandes, dale protagonismo a los labios.
  3. Si tus gafas, como las mías, son de pasta, es una buena idea que controles qué zonas quedan tapadas (y por tanto con sombra) por la montura para compensarlas con maquillaje.
  4. Las cejas son siempre una buena idea ya que son el marco de las gafas. Rellénalas con un lápiz o con un poco de sombra y disfruta del efecto Kardashian. Si pones iluminador debajo del arco quedarán más marcadas.
  5. Iluminador, tu mejor amigo si eres una #gafotaestilosa. Úsalo para darle luz a las zonas que pueden quedar oscuras por la montura. Aplícalo no solo debajo de las cejas sino en el lateral del ojo siguiendo la cuenca.
  6. Un toquecito en el lacrimal tampoco está nunca de más. Glow, girl, glow!
  7. Si eres fan de las pestañas postizas, déjalas para cuando vayas sin gafas si no quieres estar todo el rato con la sensación de que chocan contra el cristal. Si tus pestañas son normales puedes untarlas tranquilamente en máscara. Mirada de muñeca de porcelana modo ON.
  8. ¿Colorete? Sí, gracias. Échalo sin miedo (pero tampoco te pases, que no estamos en 1980).
  9. Acuérdate de limpiar las gafas con desmaquillante para sacar los restos de cosméticos.
  10. Pero sobre todo siéntete igual de estupenda que cuando vas sin gafas.

Si sigues todos los pasos (y te pones tu sonrisa de «¡Que ya es viernes!») te quedará un resultado parecido al mío (y, ya de paso, puedes seguirme en Instagram y ver lo emocionante que es mi vida de periodista en Milán. Vale, es mentira, no es tan emocionante. Pero uso muchos emojis.)

Cómo luchar contra los dichosos puntos negros de la nariz

De todas las herencias que me han tocado de mi familia, la de los puntos negros en la nariz es de las peores. Viene de mi padre que a su vez lo recibió de su padre y así hasta remontarnos hasta mi tatarabuelo homo sapiens que seguramente también tenía la nariz con más huecos que un colador.

La beauty routine que seguí. MARA MARIÑO

Pero ya que hay tanto producto específico para tratar esa zona, decidí darles una oportunidad a los cosméticos y ver si podía deshacerme de ellos de una vez por todas. Para la Gran Guerra contra los Poros (nombre que algún día darán los historiadores a estos encuentros) me compré dos productos: las tiras de nariz, que se supone que te retiran el punto negro y una máscara minimizadora de poros que también quita impurezas y promete dejar el poro pequeñito para que no te lo vean desde la Estación Internacional cuando se asoman a comprobar si la Tierra sigue ahí.

Para utilizar los parches (y cualquier tratamiento en general) tienes que tener la cara limpia, y en este caso, con la zona humedecida. Únicamente utilicé el de la nariz ya que ni en la frente ni en la barbilla (afortunadamente, gracias papá y mamá) tengo el problema de los poros abiertos.

El parche era de una textura parecida al papel. Se coloca sobre la punta de la nariz y las aletas y se deja actuar unos quince minutos aproximadamente, los cuales aproveché para documentar el momento y hacer los correspondientes stories para Instagram.

Sacarlo no es tan doloroso como hacerse la cera pero tira un poco. Sin embargo, una vez despegada, no hay mayor placer que ver (perdonadme por ser escatológica) los puntitos pegados al parche. Es un espectáculo extrañamente placentero. Los restos que puedan quedar se tienen que aclarar, nada de salir a la calle con manchurrones negros en la nariz.

A continuación me puse la máscara reductora de poros. Es una máscara de algodón que viene doblada, por lo que abrirla y colocarla, teniendo en cuenta que venía untada de un líquido, fue un poco lioso.

Una vez puesta, tocó esperar otros quince minutos y masajear el producto sobrante para que se absorbiera.

Al final, aunque no me desaparecieron todos los poros, sí que muchos de ellos quedaron limpios y, por tanto, no se veían tanto.

Respecto a la mascarilla reductora, la veo menos necesaria (o al menos si se usa sin limpiar los poros de la nariz previamente) ya que lo único que hace es hacer el poro más pequeño pero por dentro sigue sucio.

Si vosotras usáis otros trucos de belleza para eliminar los dichosos puntos, vuestras opiniones serán bienvenidas.

Cómo hacer la maleta y no terminar al borde de un ataque de nervios

Lo de llevar un año viviendo fuera de España hace que me haya convertido en una experta en viajar, sobre todo en lo que a maletas se refiere.

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Estos 365 días de vuelos me han enseñado que hay que seguir el principio del pragmatismo, es decir, que todo lo que vayamos a llevar sea práctico. Por muy aficionadas que somos muchas (yo la primera) a los “¿Y si llueve? ¿Y si viene una ola de calor a Noruega y todo el mundo va en chanclas menos yo?” tenemos que ceñirnos al espacio de la maleta (y con maleta me refiero a las de mano).

Lo primero es la ropa interior. Es la única cosa en la que no debemos ser tacaños. Mejor que sobre a que falte y no sabes muy bien cómo pero al final siempre la acabas usando toda. Y eso incluye bragas, calzoncillos y calcetines. No vaya a ser que se te olviden y termines al final lavando el mismo par todas las noches en el lavabo del baño.

A no ser que tengas por delante una estancia larga, no necesitarás más que dos pares de zapatos: unos con los que puedas andar con comodidad y otros algo más arreglados. Recuerda el truco de la modelo Joan Smalls: «Siempre llevo un par de tacones porque nunca se sabe si algo puede aparecer. Elijo siempre los de color negro o nude, ya que combinan con todo«.

Olvídate de llenar la maleta con dieciocho pares, no los vas a usar. En cuanto pases el primer día de viaje, para el que, viajes cómo viajes, vas a ponerte los más cómodos, no vas a querer pasarte a otros. Utiliza además el hueco en el que se meten los pies para meter cosas y así aprovechar el espacio (cualquier centímetro cuadrado extra viene como agua de mayo).

Prepara un neceser imprescindible para llevar a mano con un peine, un coletero, un cepillo de dientes, dentífrico y crema hidratante. Los añadidos como tapaojeras o perfume no son tan importantes como poder quitarte los restos de la tostada que te has tomado aprisa y corriendo en el aeropuerto. El maquillaje, muestras de gel y demás déjalo para la maleta (pero bien cerrado, que así evitarás sorpresas).

Con dos pantalones y una falda apañarás casi cualquier circunstancia siempre y cuando lleves partes de arriba combinables con ambas. No metas algo que te hayas comprado recientemente ya que corres el riesgo de que no termine de convencerte. Prag-ma-tis-mo. Vete a lo seguro, a tus vaqueros favoritos, a lo que sabes que no te va a fallar. Ante la duda, el negro. Y la ropa que más abulte, llévala puesta (aunque parezcas una cebolla).

Y por último, como buena amante de la moda que eres (o de los suvenires), siempre procura llevar algo de espacio sobrante para lo que puedas comprar en el destino, algo que ambas sabemos que terminarás haciendo.

Trucos para cuidarse el pecho a cualquier edad

Tenemos jabones, mascarillas, cremas y tratamientos especialmente creados para el cuidado de la cara en la repisa de nuestro baño, pero en lo que a pecho se refiere andamos un poco perdidas.

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Y es que claro, como cuando vas por el pasillo del supermercado no hay ningún letrero que ponga «Crema para pechos», no te planteas que necesiten un cuidado especial. Tiempo al tiempo, que igual los de marketing lo ven una buena idea y lo acabamos teniendo.
Además de que la zona del escote cuente con una piel delicada, tiene que sujetar más peso que otras partes del cuerpo, lo que hace que a la larga puedan aparecer estrías.
Pero que no cunda el pánico, podemos cuidar el pecho desde ya con lo que tenemos por casa y cambiando algunos hábitos que hacen que nos juguemos la salud de la zona.
Para empezar despídete del topless, está genial que quieras evitar las marcas del bikini, pero si ya de por sí el sol es malo, en el pecho ni te cuento. Sin embargo, si tu bronceado es algo que te tomas tan en serio como el currículum de LinkedIn, al menos toma el sol con protección total.
El sol hace que la piel pierda agua y precisamente tenemos que procurar tener la zona bien hidratada, lo que incluye aplicar cremas específicas y exfoliarla al menos una vez a la semana para eliminar las impurezas de la piel. Además, darse duchas con agua fría en el pecho produce también efecto reafirmante.
Aunque lo recomendable sería ir sin sujetador para mantener la musculatura de la zona activa, si te resulta incómodo ir con las gemelas sueltas (no todas lo llevamos bien) elige el sujetador correctamente, lo que significa no solo comprarlo de tu talla sino elegirlo sin aros. Puedes empezar también a hacer ejercicios de pecho para desarrollar los músculos de la zona.
El pecho es como todo, con unos buenos hábitos de ejercicio y alimentación equilibrada, también podemos cuidarlo. Por último, no nos olvidemos que igualmente forma parte del cuidado explorarnos el pecho con regularidad (puedes aprender a hacerte la autoexploración en este vídeo) y estar pendiente de las pruebas correspondientes que te pida el médico.
La estética es importante, sí, pero la salud es lo primero.

Claves para usar (correctamente) el iluminador

Soy de las que piensa que la pasta nunca lleva el suficiente queso rayado ni la cara la suficiente cantidad de iluminador. De hecho estoy tan loca por los polvos iluminadores desde que los descubrí que me echaré como cinco veces el cosmético antes de salir de casa.

Yo cuando me aplico el iluminador y veo la vida color de rosa (brillante). STYLECRACKER

Pero vamos a empezar por el principio de los tiempos. El iluminador se ha hecho popula gracias a Kim Kardashian y su mundialmente célebre contouring, ya sabes, esa forma de maquillarse utilizando polvos de tonos claros y oscuros para «esculpir» los rasgos de la cara.

El contouring se aprovecha del efecto de la luz sobre esos puntos que disimulamos o resaltamos para dar sensación de caras más afiladas, narices más finas o pómulos dignos de Angelina Jolie.

Cuando no controlas los iluminadores pero brillas igualmente para cegar a tus ‘haters’.

Pero, ¿cómo controlar esta compleja técnica que parece solo reservada a los expertos en maquillaje y que en las manos equivocadas puede convertirnos en una participante de la Gala Drag Queen de Canarias?

El iluminador no se puede poner al tuntún como si aquello fuera las colonias de muestra del aeropuerto, no. Debe aplicarse (toma nota) en la parte más alta de tu pómulo, debajo del arco de las cejas, en el hueso de la nariz, en el arco del labio superior y en la frente.

Supuestamente, si eres de esas que tiene un neceser de pinceles que visto desde fuera parece el cinturón de herramientas de un fontanero, deberías usar la brocha que tiene forma de abanico. Pero si eres una persona que tiene dos pinceles contados, puedes usar una brocha gruesa deformándola ligeramente con la mano para que las cerdas adquieran esa forma o puedes aplicarlo directamente con los dedos a lo freestyle.

Otro truquito si quieres lucir escotazo es poner un poco de iluminador en la parte superior de tus clavículas. Eso sí, procura no llevar vestido de tirantes si no quieres que termine con las típicas manchas de maquillaje.

Lo que no puedes hacer con el iluminador bajo ningún concepto es usarlo para disimular granos, heriditas, ojeras o cualquier cosa que quieras tapar, ya que precisamente lo que va a hacer el cosmético es resaltarlo (mejor usa un corrector).

Cómo cuidar la piel durante el invierno

Si la garganta te la estás cuidando bastante con bufandas, así como el resfriado con antigripales, no puedes dejar que tu piel caiga en el olvido. Y es que es un órgano que se resiente mucho durante esta época, tanto que es normal que la sientas tirante y seca (eso si eres afortunada y no termina saliéndote un eczema).

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«¿Pero cómo es posible? Si precisamente en invierno hay más humedad» te preguntarás indignada. No es ya el frío en sí, sino el hecho de tener la calefacción puesta en casa, que hace que la piel se seque rápidamente.

Para evitar que la piel sufra podemos hacer unos pequeños cambios en la rutina que ayudarán a cuidarla empezando por poner un humidificador en casa. Aunque si no te compensa hacerte con uno a estas alturas (que Papá Noel está al caer) puedes llevar otras cosas a cabo.

En primer lugar, está muy bien que guardes el bikini hasta el año que viene, pero no hagas lo mismo con la crema solar. Aunque seas del norte y vivas sin ver el sol, los rayos llegan igualmente, por lo que nada de salir de casa sin protección.

Cara, manos, cuello… Todo lo que vayas a llevar a la vista deberías untarlo bien en crema por lo menos 15 minutos antes de salir de casa.

De hecho, la piel de las manos, al ser una de las zonas más delicadas del cuerpo, es también una parte que se resiente especialmente. Procura llevar guantes fuera de casa y, una vez te los quites, untar las manos en crema hidratante.

F A V ❄️ C O A T #rovaniemi

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Evita todos los cosméticos que lleven alcohol ya que lo único que harán será secar aún más tu piel. Es decir, saca la lupa del bolso y échale un ojo a tónicos y desmaquillantes antes de comprarlos. Apuesta por los que lleven una base de aceite.

Los baños infinitos pueden parecernos la mejor de las ideas de la temporada (sobre todo si van de la mano con música suave y buena compañía), pero evita dártelos a menudo ya que el calor intenso del agua lo único que hace es cargarse sin piedad las barreras lipídicas de la piel.

Ya sabes, a partir de ahora las duchas mejor templadas y mejor deja el calor para las infusiones o el chocolate caliente.

Despídete de las vacaciones pero no del bronceado

Todos aquellos que, a diferencia de mí, no le tengáis hecha la guerra al sol o que sencillamente no hayáis veraneado en Asturias, seguramente os preocuparéis de cómo mantener ese bronceado que os ha costado sudor (y espero que protección solar) a raudales.

@meetingmara

Ya lo dice el refranero español «No hay bronceado que cien años dure» y, en ocasiones, ni treinta días nos aguanta.

Para que su desaparición llegue lo más tarde posible hay dos cosas que puedes hacer: envasarte al vacío y que te hagan un hueco en la nevera en la que tienen metido a Walt Disney o mantener la piel lo más hidratada posible.

Con el tiempo, la capa más superficial de la piel se cambia, pero al menos evitarás los típicos «Jo, me he ‘pelao'» en los que empiezas a descamar y de tanta piel que te vas quitando te preocupas de acabar llegando al hueso.

La hidratación debe ser interna y externa, por lo que no solo beber agua sino todo tipo de cremas hidratantes serán piezas más clave en el proceso que la destrucción de la Estrella de la Muerte para La Resistencia.

Otra cosa que puedes hacer si no eres muy fan de beber agua (a no ser que sea en forma de hielo y con sangría de por medio) es añadir a tu dieta alimentos que la contengan o ricos en carotenoides para que se estimulen la producción de melanina en lo poco más que puedas estar bajo la exposición solar.

Al menos siempre nos quedará ese bronceado en el recuerdo…y en las fotos de Instagram.

Por qué deberías usar el aceite de oliva como cosmético

(Después de cambiar el champú por vinagre me paso al otro aliño de la ensalada)

La vida fuera de casa es dura, pero es aún más dura cuando estas en una de las ciudades más caras de Europa (gracias Milán) y no quieres dejar a tus padres en la miseria. Es por eso que compro con mentalidad de trinchera: lo básico e imprescindible para vivir sana. Adiós esmaltes, cera depilatoria, cremas, mascarillas, tónicos, y otros caprichos cosméticos con los que vivía en Madrid.

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Vivir fuera de casa hace que desarrolles un sexto sentido: el del apaño. Encuentras soluciones a tus problemas cotidianos utilizando cosas alternativas con un poco de imaginación (y locura) que no te habías planteado antes.

La primera vez que se me ocurrió utilizar aceite de oliva fue cuando me puse máscara de pestañas y caí en que iba a necesitar algo más que agua y jabón (mi desmaquillante habitual) para sacarla. Fue entonces cuando vi lo que tenía en casa y pensé en el aceite. Me eché una gotita en el pulgar y lo froté contra el índice pasando las pestañas por medio. Funcionó de maravilla. Vale que hay que hacerlo con cuidado porque como vayas con prisa corres el riesgo de quedarte ciega (o al menos de que te escueza un poco el ojo como te entre aceite), pero me dejó las pestañas incluso más limpias que el desmaquillante que usaba en casa.

Otro uso alternativo fue el de complemento para la depilación. Con unas gotitas sobre la piel, la cuchilla se deslizaba mejor que cuando uso jabón, además de que al terminar las piernas quedan hidratadas, no como de la otra forma que puedes notar la piel un poco tirante al terminar.

Por último, no podía faltar el aceite y el pelo. Como os comentaba, la mascarilla ha sido otra de las cosas de las que me despedí al venir aquí. Una compañera de clase me recomendó hacer mascarilla de aguacate, pero, francamente, al precio que está aquí la fruta (y lo que me gusta esa en particular) me parecía un desperdicio. Pero oye, el aguacate son grasas buenas, como las del aceite de oliva virgen, así que ¿por qué no sustituir una por la otra? No digo que zambulláis la cabeza en aceite, pero unas dos o tres cucharadas por el cuello capilar, tras un masaje con las yemas de los dedos y 30 minutos de reposo, nos deja el pelo, tras lavarlo con agua y jabón, como cuando usamos la mascarilla una vez por semana.

En definitiva, que no solo he dejado de depender de varios productos que antes eran básicos (y por tanto mi cesta de la compra sale mejor) sino que además estoy minimizando la exposición a cosméticos químicos y utilizando remedios más naturales, algo de lo que soy 100% partidaria. De hecho, tengo ya claro que incluso cuando vuelva a hacer la compra «normal» el desmaquillante y la mascarilla no entrarán en mi cesta más.