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Un «like» a la celulitis de Demi Lovato

Si nosotras tenemos al típico seguidor de turno que hace un comentario hiriente de «en esa foto se te ve la celulitis/se te marca un pezón/has cogido peso», imaginad si multiplicáramos a esa persona por mil.

INSTAGRAM DEMI LOVATO

Las celebrities, esas con las que tanto nos gusta sentirnos identificadas en nuestras vidas, también se enfrentan a estos comentarios.

No hace falta cruzar el charco y llegar a Anne Hathaway y su publicación, cubriéndose las espaldas de los haters, de este viernes declarando que estaba ganando peso para un papel.

«A toda esa gente que va a intentar avergonzarme por mi peso en los próximos meses, no soy yo, sois vosotros».

Dulceida, Tania Llasera, Alexandra Pereira de Lovely Pepa o Laura Escanes son otras mujeres que han alzado la voz (vía internet, ya que es la que más parecemos atender ahora) para decir «¿Perdona? ¿Que vas a venir tú a hablar de mi cuerpo con esa cara cemento que me llevas?»

No así, obviamente (el contraataque es de mi cosecha) pero sí dejando claro que nadie está en la posición de juzgar el físico de otra persona porque una persona no debe ser valorada por su cuerpo (y porque no deberíamos sentirnos tan poco humildes como para hacerlo).

Este jueves (¿o miércoles? Me pierdo con las diferencias horarias) Demi Lovato hizo una poderosa declaración a través de sus historias de Instagram (la foto que os he puesto arriba):

«Estrías y grasa extra… Y aun así me quiero. Celulitis y aun así me quiero. No tengo thigh gap y aun así me quiero».

No ya solo que se animara a compartir públicamente con sus casi 67.000 seguidores lo que la sociedad le dice que es «incorrecto» en el cuerpo de una mujer desde que se levanta hasta que se acuesta, sino que terminó con este mensaje contundente que, si ya me caía bien, hace que quiera invitarla a mi casa a ponernos mascarillas mientras vemos una película de Marvel:

INSTAGRAM DEMI LOVATO

«El boomerang suavizó mis piernas. El caso es que tengo celulitis, justo como el otro 93% de mujeres. Lo que veis en Instagram no es siempre lo que parece. Aceptémonos a nosotros mismos. #Mequiero».

Querernos, aceptarnos, entender que el cuerpo es algo que cambia y respetarnos unos a otros en lugar de fomentar el odio y el sentirnos avergonzados parece algo tan poderoso como suena. Solo queda que los críticos capten el mensaje. Y, si no lo captan, que no cambie que nos queramos igualmente.

Maquillaje unisex para romper los estereotipos

Había un chico en mi colegio que tenía muchos granos (pocos afortunados se escapan del acné adolescente) y para disimularlos usaba base de maquillaje.

BOTHWAYS

Debe ser que la cogía de alguien con un tono de piel diferente al suyo porque, mientras que la mitad de su cara era blanca, la otra era rosa, y claro, el día que una de las chicas de la clase hizo la observación en alto, se hizo un silencio de esos que preceden a la tormenta.

Un chico llevaba maquillaje. Las burlas por parte de sus amigos no se hicieron esperar.

Sin embargo, tanto yo como muchas de mis compañeras lo veíamos como algo perfectamente normal. Nosotras éramos las primeras en usar los correctores para disimular granos, ojeras de estar con el Messenger hasta las mil y chupetones indiscretos en el cuello en las comidas familiares.

¡Lo raro nos parecería en todo caso que existiendo cosméticos que dejan la piel tan estupenda, ellos no se beneficiaran también!

Más adelante sugerí a mi hermano o a mi novio usar un poco de corrector para disimular granos inesperados ya que ambos trabajan de cara al público, y fue algo que repitieron en otras ocasiones.

No estamos hablando de maquillaje con purpurina o barras de labios (que hay hombres que se maquillan así y también van estupendos como es el caso de Manny Gutierrez) sino de cosméticos para el día a día que ayudan a disimular imperfecciones y a darnos un empujoncito si la ojera es, no ya ligeramente oscura sino color violeta.

Esto lo debió de pensar una de las ex concursantes de Geordie Shore (no sé si veis ese tipo de realities terriblemente malos de los cuales soy un poco adicta), Marnie Simpson, que ha creado con su pareja la línea Bothways, que es, precisamente como indica su nombre, una selección de cosméticos para hombres y mujeres que se preocupan por su aspecto.

Dentro de su tienda podemos encontrar correctores, base o cepillo para marcar las cejas, que son algunos de sus productos unisex estrella (entiendo que el kit de contouring no tiene por qué irle a todo el mundo).

Para la celebrity inglesa «las mujeres no son las únicas que podemos llevar maquillaje. Si un hombre se maquilla no tiene por qué esconderlo como si fuera un secreto. Todos podemos disfrutar la sensación de lucir perfectos».

Aunque no es necesario ir a marcas exclusivas genderfree para que el maquillaje sea una cosa de todos, la idea es que con este tipo de iniciativas nos animemos a romper el estereotipo (#breakthestereotype) y podamos disfrutar todos de los cosméticos.

La contaminación y la cara, esas enemigas acérrimas

[Advertencia: 9 de cada 10 mujeres se lavan la cara después de leer este artículo.]

Que Milán es una de las ciudades con el aire más contaminado de Europa me consta (vaya si me consta). Salgo a la calle y ya tengo la sensación de estar llena de roña cuando llego a trabajar.

MARA MARIÑO, pero me puedes seguir en @meetingmara

Aunque es una paranoia mía, el otro día encontré un anuncio en el metro de una nueva crema anti contaminación. Fue cuando me quedó claro que no era para tomárselo a broma, y esto es lo que debéis saber al respecto.

Si tenéis poros del tamaño del cráter de la Luna (ese que se ve en las noches luminosas, ya sabes cuál digo), piel muy grasa o frágil, puede que sea debido a los factores externos y no a que tu piel sea así por sí misma. Obviamente si vives en una casita en medio de la foresta gallega, y también te pasa, es el momento de asumir que te ha tocado por genética.

Pero si vives en una gran ciudad lo más seguro es que tu entorno te afecte más de lo que piensas en lo que a tu cutis se refiere.

Hay por ahí flotando unas cosas llamadas radicales libres, que, aunque por su nombre suenan como algo guay (tipo freethenipple) son en realidad unos pequeños rufianes. Esos malandrines son responsables del envejecimiento, por lo que es importante que los mantengas lejos.

Además, ¿sabéis dónde terminan las partículas de suciedad que hay en el ambiente? Correcto, en tu piel. De hecho las hay que son tan pequeñas que entran en tu poro como Pedro por su casa e impiden que el oxígeno le llegue a tus células.

Por eso es TAN importante que al llegar a casa te laves bien la cara independientemente de si te has maquillado o no (que encima si llevas cosméticos, todavía con más motivo). La otra clave, además de la correcta limpieza y una buena exfoliación por semana, es la hidratación (que bebas agua, claro, pero me refería al cuidado de la piel con cosméticos hidratantes).

Existen, además, si este tema te quita el sueño, cosméticos que dicen proteger la piel de la contaminación ambiental funcionando como barrera. Si los has probado, por favor comparte tu experiencia en comentarios para saber si debemos hacernos con alguno as soon as possible.

Lo poco que mi padre me enseñó sobre la moda (y lo mucho que me ha servido)

(Suena Lennon de fondo mientras escribo. El beatle siempre será tan él)

Pijama, moño despeinado, los pies encima de la mesa del salón y las gafas de ver. Llega mi padre a casa y, viéndome de esa guisa, se acerca sonriéndome diciendo que estoy muy guapa. Él es así, de esos padres que, si por ellos fuera, nos mantendrían sin una pizca de maquillaje, tinte en el pelo, piercings o tatuajes, tal y como «salimos del cascarón».

PIXABAY

Todo lo que mi padre me enseñó de la belleza es que la belleza no es algo importante. No digo que no la apreciara (¿quién no la aprecia? Tampoco os penséis que mi madre es un cardo borriquero ni mucho menos) pero me enseñó que es algo a lo que no hay que prestarle mucha atención.

No es que me lo dijera así, pero junto a mi madre se dedicaba a llenarme la habitación de libros y a leerme las historias de Juan Sin Miedo o El Quijote antes que de las princesas Disney. Lo hacía de manera sutil, yo creo que ni a propósito, enseñándome a apreciarme (a mí y a quienes me rodearan) por cómo soy por dentro y no por mi aspecto exterior.

Para él, lo más bonito es «esa cabecita que tengo sobre los hombros». Y sé que se refiere al los engranajes que giran por dentro echando humo, analizando todo lo que me rodea constantemente.

Mi padre es de esos hombres que no sabe que te has cortado el pelo, que estrenas algo nuevo, no aprecia que llevas un color nuevo en los labios a no ser que se lo digas. Simplemente no repara en ello, pero se da cuenta de muchas otras cosas, como de venir a darme las buenas noches a la cama aún con 25 años o de estar pendiente de si necesito que me acerque a algún lado.

Y ya no os hablo de su relación con las tendencias. Si su armario experimenta alguna nueva introducción es gracias a mi madre, ya que, si por él fuera, seguiría vistiendo la ropa que le compraba mi abuela en 1980. La ropa es, en su opinión, una cosa que sirve para cubrirse y poco más, exceptuando cuando va a trabajar, que es el único momento en el que se preocupa de llevar el traje impoluto y corbata y camisa a juego.

Sácale del trabajo y perderá toda esa atención que le presta a la vestimenta. Pero la seriedad con la que se toma su etiqueta laboral ha hecho que, inconscientemente, yo ahora siempre salga de casa para trabajar más pendiente de llevar la ropa limpia y cuidada que de si me he maquillado.

No le importa para nada lo que me ponga a no ser que lo considere incompatible con mi bienestar. Los comentarios que le oirás decir son desde «Abrígate, no cojas frío» hasta «Ten cuidado llevando tacones tan altos que luego se resienten las rodillas» pasando por «No te olvides de echarte crema» cuando veía mis maratones de adolescente de tostarme al sol. Siempre más preocupado por la salud que por la apariencia.

A sus 58 años, mi padre no sabe quién es Anna Wintour, Olivia Palermo o Alessandro Michele. Si le pides que te acerque los stilettos te preguntará si es algo que se come y no creo que sea consciente de si en «Bershka» la «h» va delante o detrás de la «k».

Pero no le hace falta, porque a sus 58 años sigue dejándome robarle las camisas, chaquetas y cazadoras impunemente de su armario para crear mis estilismos, sigue preocupándose por la salud de mis pies y sigue animándome a ser bella, pero no como mujer, sino como persona.

Y por ello (y por todo lo que no está aquí escrito) siempre voy a considerar que soy muy afortunada de que me tocara él como padre.

Feliz día,

Mado

Zonas del cuerpo en las que tatuarte (y que solo tú lo sepas)

Yo me caliento fácilmente, lo admito. Veo una foto en Instagram de un coulant de chocolate y ya se me despierta el mono de dulce. Y con los tatuajes soy ocho veces peor.

Tus ganas de tatuarte se activarán en 3… 2…1… PIXABAY

La cosa es que llevo ya tiempo detrás de mi tercer tatuaje y estoy en plena crisis de: «¿Y ahora dónde me lo hago?» No es que me haya quedado sin piel por el tamaño de los otros (que son de tamaño pequeño-medio) pero soy de esas a las que le gusta tener grabados discretos.

Entiendo que los hay que se tatúan en sitios que están siempre a la vista, es una cuestión personal de gustos, y yo vengo aquí a hablaros de los sitios recónditos que solo tú (y quien te vea sin ropa, claro) verás.

Lo de tatuarme «a escondidas» vino, no os voy a engañar, porque no quería que mis padres se enteraran. Luego con el tiempo, y con todos los años que trabajé de azafata, lo convertí en un requisito imprescindible a la hora de pasar por las agujas.

Mi sitio favorito es, sin duda, la piel encima de las costillas. Es muy doloroso pero es una zona que suele estar tapada (a no ser que vayáis a la oficina en crop top, claro. Espera, ¿vas a la oficina en crop top?). Te permite jugar con el tamaño y no es una zona que cambie mucho con la edad.

Otros sitios que también considero son las zonas internas del brazo, en concreto la de la muñeca, ya que es fácilmente tapable con un reloj, y la parte de dentro del bíceps. De hecho mi prima tiene un avioncito de papel tatuado ahí y solo se ve cuando sube el brazo en verano a llevarse las gangas de las perchas de las rebajas de agosto.

Aunque los muslos y parte de atrás de la pierna (la de debajo del culete, vaya) son también emplazamientos que solemos llevar cubiertos, podemos tatuarnos teniendo en cuenta que se pueden ver sometidas a cambios por las modificaciones que pueda tener nuestro peso (a mí se me van todas las curvas ahí, por ejemplo).

Este problema no sucede si, en cambio, nos tatuamos en el lateral del pie, otra zona muy secreta, aunque con poco margen de espacio si queremos algo de mayor tamaño.

¿Qué más sitios se os ocurren para haceros un tatuaje de extranjis? ¿Sois de llevarlos a la vista o preferís la discreción?

P.d.: Os dejo la foto en la que mejor se ve el tattoo más grande que tengo. Como podéis apreciar solo se descubre si llevo una prenda con el corte de la axila bajo y si tengo el brazo en alto, ya que generalmente me lo tapa toda la ropa que tengo. (Sí, mi pose es muy forzada, pero era verano, estaba en la playa y había que posturear)

Los pantalones de cuando vuelva a estar delgada

Hace tres años aproximadamente mi cuerpo experimentó un cambio de cintura para abajo. Gané más volumen en lo que viene a ser la zona del culo y las piernas lo que hizo que, muy a mi pesar, tuviera que romper mi relación con todos mis pantalones de la talla 36.

GTRES

El cambio fue devastador, no ya por las medidas sino por el hecho de que me quede con el armario cojeando y tenía pantalones que había llegado a amar más que a la mayoría de mis ex novios.

Tomé la decisión de comprarme pantalones nuevos (lo de salir a la calle en bragas no lo contemplaba) y volví a tener una buena provisión de vaqueros de tallas 38 y 40.

Sin embargo, los anteriores, los dejé, seguro que como muchas «para cuando volviera a estar delgada».

No digo que en este momento de mi vida esté gorda, que para nada, tengo una constitución normal, pero sí que me los dejaba para cuando «adelgazara».

Tener en mi armario esos vaqueros, en una especie de banquillo a la espera de que mi cuerpo decidiera de repente cambiar, fue algo que, como me di cuenta, no llevaba a ningún lado.

Opté por darle los pantalones a mi madre (coincide que en cuanto yo gané volumen ella lo perdió) y conseguir así que alguien pudiera aprovecharlos.

Estoy feliz con mi peso y con mi talla y totalmente enamorada de mis pantalones actuales. Al final, tener unas prendas «a la espera» me producía la sensación de que no estaba satisfecha con mi cuerpo y no estaba disfrutando de mi forma física actual con plenitud, algo que me apresuré a cambiar.

Ahora, tanto mi madre como yo, disfrutamos de pantalones de nuestra talla porque realmente nos gusta tener ropa que favorezca al cuerpo que tenemos, independientemente de cómo estemos.

Así que si, como yo, también tienes cosas en el armario «esperando a que adelgaces», dales una segunda vida y deja de esperar. Es mejor que te compres algo ya que te quede de maravilla y que te haga sentir genial a que estés aguardando algo que no sabes si va a llegar.

Disfruta tu cuerpo y empieza a hacerlo desde ya.

P.d.: En esta foto llevo unos pantalones de la talla 40. Creo que mi cara lo dice todo.

Tenemos que hablar de la confesión de Laura Escanes

Madre mía el revuelo que se ha organizado con los stories de Laura Escanes en los que habla de su tratamiento labial con ácido hialurónico. Vamos, que la echas en el siglo XVII en las Tierras Altas de Escocia, declarando que es jacobita en medio de un batallón inglés y no se lía tan parda.

Laura Escanes (no sé si simpatizaba con la causa jacobita) en su último vídeo. YOUTUBE

La cosa es que la modelo/creadora de contenido/escritora/etc (en serio Laura, tienes más trabajos que una mujer renacentista) subió unos stories, que para los que no entendáis el término, y para mi madre, que la buena mujer lee muchas veces mis artículos sin saber de qué diantres hablo, son fotos o vídeos con una duración de 24 horas que luego desaparecen.

En esos stories Laura hablaba de sus labios, sobre todo del de arriba, que es el que ha recibido un repaso de ácido hialurónico, algo que deben de regalar con los cereales, ya que últimamente parece que no hay una mujer con labios naturales.

Estoy empezando a asumir que llegará un día en el que iré yo sola por la calle de Milán, como Will Smith en Soy Leyenda, rodeada de cientos de mujeres con la boca voluptuosa que se girarán al ver mis labios finos como el papel.

Los stories de la discordia. INSTAGRAM

Antes que nada, Escanes empieza diciendo que es su caso, que no recomienda que la imitemos ya que cada persona es un mundo. Esto se agradece, porque aunque se debería dar por sentado, puede haber alguien que lea esto y ya dé por hecho que nos está animando a que nos unamos al club del ácido hialurónico (por mucho que le gustaría a las clínicas de estética).

«Siempre he tenido el labio de abajo muy gordito en comparación con el labio superior y no es que tuviera complejo… Ahora los tengo igualados y en mi opinión muy naturales» dice Escanes.

Aunque a mi parecer, que se ponga, se rellene o se quite la ropa para una foto es lo de menos, me quedo con el final de su mensaje: «Os lo he contado porque creo que escondiéndolo hago que sea un tema tabú cuando no debería serlo… Me lo preguntabais pero yo me quedaba callada e intentaba no contestar. Pero ya está, sin miedo».

Esta reflexión es la que realmente agradezco de todo este asunto. Sabemos que las famosas se hacen retoques continuamente (Nicole Kidman no ha obtenido esa cara por arte de magia) pero creo que es importante que lo admitan sin ningún tipo de reparo.

En primer lugar porque no es nada de lo que deban avergonzarse. Yo misma me pongo el esmalte de las uñas dejando los laterales sin pintar para que parezcan más largas. Todas podemos hacer lo que nos dé la real gana sobre nuestros cuerpos, que para eso los tenemos.

Pero, el hecho de poder decirlo hace que podamos tratar del tema con normalidad y abandonemos el secretismo alrededor de los temas de jeringuilla y quirófano. Así somos conscientes de lo que hay detrás, (aunque lo que haya detrás sea artificial, claro).

En defensa de las mallas deportivas

Hace tres años me metía con la ropa del gimnasio y lo incómoda que resulta por ser tan ajustada. No me juzguéis, hace tres años también pensaba que el helado de pistacho era una guarrada.

YOUTUBE

Lo pensaba, claro, antes de empezar a hacer ejercicio en serio, es decir, cuando me subía a la cinta, intentaba correr un poco hasta que se me quedaban los pulmones exprimidos y me iba a casa. No entendía qué necesidad había en ir constreñida como el envoltorio de la mortadela.

Cuando empecé a entrenar con pesas, a hacer zancadas cargada con mancuernas, subidas, bajadas y demás ejercicios que requerían que me moviera más, entendí la utilidad de las mallas. Resultaba que SÍ que eran cómodas.

Por mucho que te muevas, los yoga pants siguen ahí, no te fallan nunca. Son como unos padres, siempre van a estar apoyándote y por lo general, manteniéndote seca gracias al tejido (los leggins, no los padres). Y no podemos decir lo mismo si hablamos de los pantalones de chándal, por mucho que Honor Jones los defienda en su artículo del New York Times Por qué las mallas son malas para las mujeres.

Que para Jones el uso de los leggins se resuma en que «We’re wearing them because they’re sexy» (los llevamos porque son sexis) me parece una visión muy corta, ya que da por hecho que es la única intención que tenemos de ponernos esas prendas.

Y sí, obviamente las mallas son más favorecedoras que el pantalón de baloncesto de mi hermano con el que empecé a correr y que me hacía sentir un saco de patatas. No creo que haya ningún problema en que, al igual que gusta verte bien cuando sales con las amigas, te quieras ver bien entrenando apreciando tus gains o progresos (que a veces incluso te ayudan a seguir entrenando por el chute en vena, o a través del espejo de la sala de musculación, de motivación).

Pero lo que tienen las mallas es que son confortables. No son una cosa que hayan surgido ahora gracias al despegue espacial que parecen haber tenido los gimnasios, ya existían previamente, y sino que se lo pregunten a ciclistas, patinadores, levantadores de pesas o crossfiteros y a sus músculos perfectamente funcionales dentro de ellas. Lo único que ahora se han popularizado.

Son el nuevo negro porque van con todo lo que nos pongamos a hacer y van con todo tipo de cuerpo, por mucho que haya quienes digan que si te sales de ciertas tallas o de cierta fisionomía, no deberías pasar por las mallas.

En Internet encuentras un sinfín de imágenes y artículos bodyshaming animándote a romper con tu relación con los leggins de gimnasio si te marcan pliegues del cuerpo como los de la tripa, culo, cadera, espalda o incluso los genitales. Pero la realidad es que son cosas que no tienen por qué afectarte para nada.

Si una prenda te resulta cómoda y práctica, no tienes que dejar de utilizarla porque a otra persona no le parezca bien verte con eso puesto. El problema lo tiene el otro, no lo tienes tú.

Cómo luchar contra los dichosos puntos negros de la nariz

De todas las herencias que me han tocado de mi familia, la de los puntos negros en la nariz es de las peores. Viene de mi padre que a su vez lo recibió de su padre y así hasta remontarnos hasta mi tatarabuelo homo sapiens que seguramente también tenía la nariz con más huecos que un colador.

La beauty routine que seguí. MARA MARIÑO

Pero ya que hay tanto producto específico para tratar esa zona, decidí darles una oportunidad a los cosméticos y ver si podía deshacerme de ellos de una vez por todas. Para la Gran Guerra contra los Poros (nombre que algún día darán los historiadores a estos encuentros) me compré dos productos: las tiras de nariz, que se supone que te retiran el punto negro y una máscara minimizadora de poros que también quita impurezas y promete dejar el poro pequeñito para que no te lo vean desde la Estación Internacional cuando se asoman a comprobar si la Tierra sigue ahí.

Para utilizar los parches (y cualquier tratamiento en general) tienes que tener la cara limpia, y en este caso, con la zona humedecida. Únicamente utilicé el de la nariz ya que ni en la frente ni en la barbilla (afortunadamente, gracias papá y mamá) tengo el problema de los poros abiertos.

El parche era de una textura parecida al papel. Se coloca sobre la punta de la nariz y las aletas y se deja actuar unos quince minutos aproximadamente, los cuales aproveché para documentar el momento y hacer los correspondientes stories para Instagram.

Sacarlo no es tan doloroso como hacerse la cera pero tira un poco. Sin embargo, una vez despegada, no hay mayor placer que ver (perdonadme por ser escatológica) los puntitos pegados al parche. Es un espectáculo extrañamente placentero. Los restos que puedan quedar se tienen que aclarar, nada de salir a la calle con manchurrones negros en la nariz.

A continuación me puse la máscara reductora de poros. Es una máscara de algodón que viene doblada, por lo que abrirla y colocarla, teniendo en cuenta que venía untada de un líquido, fue un poco lioso.

Una vez puesta, tocó esperar otros quince minutos y masajear el producto sobrante para que se absorbiera.

Al final, aunque no me desaparecieron todos los poros, sí que muchos de ellos quedaron limpios y, por tanto, no se veían tanto.

Respecto a la mascarilla reductora, la veo menos necesaria (o al menos si se usa sin limpiar los poros de la nariz previamente) ya que lo único que hace es hacer el poro más pequeño pero por dentro sigue sucio.

Si vosotras usáis otros trucos de belleza para eliminar los dichosos puntos, vuestras opiniones serán bienvenidas.

«Diseño pensando en qué me hubiera gustado ponerme en la época en la que me sentía fatal conmigo misma»

Cuando Jennifer Usandizaga se descargó Instagram no pensó que sería el primer paso de un camino que le llevaría tener su propio e-commerce. «Mara, es sábado, no empieces con tecnicismos y habla en castellano». El e-commerce o comercio electrónico es un método de compraventa a través de Internet.

ATTITUDESHOP

Lo que tiene de especial Attitude shop, el espacio de Usandizaga, es que imperan dos cosas: un amplio abanico de tallas que va desde la S a la 3XL y un ‘buenrollismo’ legible en cada una de las prendas.  Y es que la base siempre ha sido el bodypositive, del que hacía gala la fundadora desde sus comienzos.

«Cuando me abrí Instagram empecé a subir contenido para mujeres con problemas de autoestima de cómo sacarse partido sin importar un número en una etiquetaAttitude ha estado en mi cabeza desde pequeña. Me encantaba la moda pero al tener tantos problemas para vestir en mi adolescencia, descarté la idea de estudiar algo relacionado y me alejé de ese pensamiento. Volvió a nacer con mi perfil de Instagram».

«Tenía muy claro que quería crear una marca inclusiva donde nadie tuviera problemas con su talla y se sintiera importante. Es por eso que en Julio de 2017 decidí crear Attitude shop una empresa que apostaba por la diversidad, con mismos precios para todas las tallas y sin barreras.»

Sin tallas, sin exclusividad… Unos pasos agigantados que por mucho que den emprendedores, es algo que tiene que llegar al sector de la vestimenta en opinión de la empresaria: «Aún queda mucho que hacer en la industria de la moda y la inclusión de las tallas grandes. El día que vea en una tienda todas las tallas en un mismo perchero sin carteles se habrá avanzado un poco».

«Attitude», «Seguridad», «Divina» o «All My Curves Are Beautiful» son algunos de los lemas que rezan las camisetas, algo que diseña pensando en «qué me hubiera gustado ponerme a mí en la época en la que me sentía fatal conmigo misma. Un diseño que al ponérmelo diga: Hasta aquí. Decido ser feliz y comerme el mundo siempre» afirma Usandizaga.

La idea de Jennifer Usandizaga, de trabajar en la seguridad desde fuera para que cale el mensaje por dentro, responde a los problemas de autoestima que podemos tener con nosotros mismos: «Somos nuestros peores enemigos. Nunca nadie pensará tan mal de ti, como tú. Y ese mismo poder de destrucción, lo tenemos de construcción. Y adquirirlo no es tan difícil como pensamos. Pero nos da miedo, porque la confianza en uno mismo es poder y a veces el poder, nos aterra».

La emprendedora, que sabe bien lo que es exponerse en una red social, tiene muy claro como lidiar con los haters: «La gente no tiene problemas en soltar veneno sobre el trabajo ajeno y quedarse tan tranquilo en el sofá mientras sigue viendo la televisión. Según ellos, es a lo que te expones».

«Para mí, es la forma cómoda de quejarse de cuánto mejor harían los demás aquello que te critican, pero les da pereza hacerlo. A estas alturas he comprendido que cuanto más te justifiques, expliques tu trabajo o rebatas con educación ese veneno, más los alimentas. Así que sí, a lo mejor un día te toca la moral pero luego pienso en todo lo que hago, lo que peleo y en lo que creo, que el resto me da exactamente igual