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Tu padre: el nuevo icono de estilo según la tendencia ‘dad fashion’

Que tu padre se haya convertido en tendencia es quizás una de las noticias más inesperadas del año (y eso que estamos en el mismo momento en el que hemos conocido que Justin Bieber se ha prometido).

Dennis Quaid, el perfecto ejemplo de ‘dad fashion’. YOUTUBE

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¿Tu padre? ¿Moda? ¿El mismo que se hace un lío con las tiendas y conoce como «Bresca» a «Bershka»? ¿El que llama «alpargatas» a todos tus zapatos desde las chanclas hasta las zapatillas de deporte? Pero, ¿cómo ha pasado?

Se trata del último fenómeno dentro del street style, una corriente alternativa que busca sacar a la calle un lado irreverente de la moda y es donde entra tu padre (no que el buen hombre sea irreverente, sino por el estilo que se lleva).

Concretamente se trata de recuperar la ropa que él llevaba en los años 90, esa que conoces por las fotografías antiguas y que te hace exclamar «Pero madre mía, papá. ¡Menudo jersey!» Pues amiga, créeme, vas a querer localizar ese jersey (y muy pronto)

Para imitar el armario de tu padre de hace tres décadas, solo tienes que tener cinco prendas imprescindibles en el armario:

  • Chanclas de piscina retro: da igual que ya se haya acabado el verano, lo importante es mantener el espíritu de las vacaciones todo el tiempo que podamos. Si ves que ya hace fresco como para ir con los dedos al aire, haz como Kanye West llevando el calcetín por debajo.

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  • Camiseta cantosa molona tipo boy band: el logo es fundamental (independientemente de cuál sea). Ten en cuenta que cuanto más extraño y atípico sea el color, mejor. Ideal para sustituir a la clásica de Levi’s, esa que tienen 9 de cada 10 españoles.

 

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  • Chándal vintage: el mismo conjunto deportivo extremadamente ancho con el que tu padre iba a las excursiones familiares al campo de los fines de semana. Puedes darle el toque contemporáneo si subes el calcetín blanco (con rayas) por encima del tobillo.

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  • Monster sneakers: yo confiaba en que fueran una moda pasajera, pero no he tenido tanta suerte. Siendo realista, no se las puedes robar a tu padre (a no ser que uses la talla 46). Si decides unirte a la tendencia piensa que cuanto más grandes, monstruosas y pesadas, mejor.

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Lo poco que mi padre me enseñó sobre la moda (y lo mucho que me ha servido)

(Suena Lennon de fondo mientras escribo. El beatle siempre será tan él)

Pijama, moño despeinado, los pies encima de la mesa del salón y las gafas de ver. Llega mi padre a casa y, viéndome de esa guisa, se acerca sonriéndome diciendo que estoy muy guapa. Él es así, de esos padres que, si por ellos fuera, nos mantendrían sin una pizca de maquillaje, tinte en el pelo, piercings o tatuajes, tal y como «salimos del cascarón».

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Todo lo que mi padre me enseñó de la belleza es que la belleza no es algo importante. No digo que no la apreciara (¿quién no la aprecia? Tampoco os penséis que mi madre es un cardo borriquero ni mucho menos) pero me enseñó que es algo a lo que no hay que prestarle mucha atención.

No es que me lo dijera así, pero junto a mi madre se dedicaba a llenarme la habitación de libros y a leerme las historias de Juan Sin Miedo o El Quijote antes que de las princesas Disney. Lo hacía de manera sutil, yo creo que ni a propósito, enseñándome a apreciarme (a mí y a quienes me rodearan) por cómo soy por dentro y no por mi aspecto exterior.

Para él, lo más bonito es «esa cabecita que tengo sobre los hombros». Y sé que se refiere al los engranajes que giran por dentro echando humo, analizando todo lo que me rodea constantemente.

Mi padre es de esos hombres que no sabe que te has cortado el pelo, que estrenas algo nuevo, no aprecia que llevas un color nuevo en los labios a no ser que se lo digas. Simplemente no repara en ello, pero se da cuenta de muchas otras cosas, como de venir a darme las buenas noches a la cama aún con 25 años o de estar pendiente de si necesito que me acerque a algún lado.

Y ya no os hablo de su relación con las tendencias. Si su armario experimenta alguna nueva introducción es gracias a mi madre, ya que, si por él fuera, seguiría vistiendo la ropa que le compraba mi abuela en 1980. La ropa es, en su opinión, una cosa que sirve para cubrirse y poco más, exceptuando cuando va a trabajar, que es el único momento en el que se preocupa de llevar el traje impoluto y corbata y camisa a juego.

Sácale del trabajo y perderá toda esa atención que le presta a la vestimenta. Pero la seriedad con la que se toma su etiqueta laboral ha hecho que, inconscientemente, yo ahora siempre salga de casa para trabajar más pendiente de llevar la ropa limpia y cuidada que de si me he maquillado.

No le importa para nada lo que me ponga a no ser que lo considere incompatible con mi bienestar. Los comentarios que le oirás decir son desde «Abrígate, no cojas frío» hasta «Ten cuidado llevando tacones tan altos que luego se resienten las rodillas» pasando por «No te olvides de echarte crema» cuando veía mis maratones de adolescente de tostarme al sol. Siempre más preocupado por la salud que por la apariencia.

A sus 58 años, mi padre no sabe quién es Anna Wintour, Olivia Palermo o Alessandro Michele. Si le pides que te acerque los stilettos te preguntará si es algo que se come y no creo que sea consciente de si en «Bershka» la «h» va delante o detrás de la «k».

Pero no le hace falta, porque a sus 58 años sigue dejándome robarle las camisas, chaquetas y cazadoras impunemente de su armario para crear mis estilismos, sigue preocupándose por la salud de mis pies y sigue animándome a ser bella, pero no como mujer, sino como persona.

Y por ello (y por todo lo que no está aquí escrito) siempre voy a considerar que soy muy afortunada de que me tocara él como padre.

Feliz día,

Mado

Si tienes un hombre en tu vida tienes dos armarios

¿Sabes el aspecto que tiene una tienda de ropa después de una jornada de rebajas? Pues comparado a mi habitación eso es el orden más absoluto. De hecho si mi familia fuera un reality show estaría nominada cada semana por mis problemas de orden. En realidad no es que sea desordenada, es que mi concepto de orden es más creativo que el del resto de las personas.

Cuando me pongo a ordenar la ropa más que episodios de una serie, podrían hacer varias temporadas. Temporada 1×01 El calcetín desaparecido, temporada 1×02 El calcetín sigue sin aparecer…Temporada 8×01 Ya empezamos a vislumbrar el suelo. ¡Ostras!, ¿de dónde ha salido este calcetín?

Tengo un sistema infalible: los montones de ropa. El montón de ropa del gimnasio, el montón de ropa interior, el montón de ropa sucia… Pero algo que siempre se repite es el montón de ropa que no me pertenece. Son prendas que expropio de mi hermano y de mis padres que, cuando las devuelvo, suelen alegrarse más que México cuando detiene al Chapo, porque, una vez han traspasado el umbral de mi habitación (que es algo así como la puerta a otras dimensiones que abre el Teseracto) las daban por perdidas.

Uso ropa de todo el mundo. Grande, pequeña, de hombre, de mujer y de hace 40 años. Uno de los armarios más saqueados es el de mi hermano, que tiene más paciencia que un santo cuando ve que le desaparecen camisetas o sudaderas que se quiere poner y aparecen misteriosamente en mi cuarto oliendo a colonia y desodorante de flores. Pero es que su ropa MOLA. Hay tantas cosas de hombre que podemos incluir en nuestros conjuntos del día a día sin perder un ápice de estilo…

¿Cuáles son esas prendas benditas que puedes incorporar y de las que ya puede despedirse tu familia? En primer lugar, la camisa de cuadros. La camisa de cuadros es un animal salvaje que habita en todos los armarios de todo varón entre los 8 y los 80 años. Puedes llevarla puesta cerrada (si te tapa el culo) con unas medias, abierta con unos vaqueros y camiseta blanca o anudada a la cintura si te queda exageradamente grande o increíblemente pequeña.

Otra prenda que deberías convertir en propia son las sudaderas y los jerséis gigantes. Hasta hace poco, solo usaba las sudaderas de mi hermano para el gimnasio, pero con el lampshading como tendencia, cuanto más largo y ancho mejor para llevar a la calle. El problema suele ser el estampado, ya que, en el caso de mi padre, sus jerséis más que jerséis bonitos son jerséis-de-padre, es decir, jerséis de colores muy extraños con dibujos o de tejidos raros que no sabes si realmente es una prenda o un exceso de stock de estampado de sofá que, como sobraba, convirtieron en jersey.

Para todas aquellas cuyos novios tienen la misma pierna que ellas, deberían hacerse con uno de sus vaqueros. En serio, la mayoría de las mujeres no somos conscientes de lo bien que nos sientan unos vaqueros masculinos. Fijaos si son favorecedores que muchas tiendas cuentan ya con esta anchura: el pantalón boyfriend.

Y por último ( y sin duda, mis favoritas) las CAMISETAS de chico. Además de que los dibujos y estampados de Batman, Sons of Anarchy, Rolling Stones y demás son también de nuestro agrado (sí, queridísimas tiendas, los grupos de rock, películas de acción y series protagonizadas por hombres en moto también nos gustan a nosotras), nos queda bien el rollo ancho. Así que recuerda: si tienes un hombre en tu vida tienes dos armarios.

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