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La gordofobia de Netflix

Por lo general suelo ser bastante fan de las producciones de Netflix, tanto de series como de películas, sin embargo, en el caso de la ficción que van a estrenar el 10 de agosto siento que quiero opinar al respecto.

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Insaciable es la típica serie adolescente que trata sobre el bullying así como lo trató en su día Por Trece Razones. La diferencia es que, por lo que se puede apreciar en el tráiler, esta va sobre el bullying relacionado con el cuerpo, lo que conocemos gracias a internet como bodyshaming.

La protagonista Fatty Patty, que vendría a ser Patty la Gordita, recibe insultos y humillaciones por parte de sus compañeros. Tras todo un verano «con la mandíbula cerrada» (se la rompen en una pelea) vuelve al instituto delgada (y también maquillada y con el pelo de peluquería) lista para vengarse de todas las personas que le hicieron daño.

Es la historia de Betty la Fea con la diferencia de que esta Betty no tiene que quitarse unas gafas, sino unos cuantos kilos, el cuento del patito feo que nos contaban de pequeños.

Cuando Patty adelgaza se convierte en una de las alumnas populares que triunfa entre sus compañeros (especialmente los de género masculino), por lo que el mensaje que lanza la serie es un poco conflictivo.

En primer lugar «no seas gorda», ser gorda es malo ya que las cosas malas le pasaban cuando era gorda. Solo siendo delgada recibe la aceptación de sus compañeros.

La aceptación de los demás no es importante. Vamos a ver, estamos hablando de gente que puede que tome la pizza con piña, ¿en serio nos importa su criterio? La aceptación que importa, y la que deberían tratar en la serie es la de una consigo misma, el trabajo que conlleva la autoestima es un trabajo mucho más exigente que con cualquier otra persona.

De hecho, si eres gorda, solo puedes ser eso, gorda. Ya que, como dice en una de las frases del tráiler: «Siendo la ex gorda puedo ser lo que quiera». Porque claro, por todos es sabido que cuando eres gordo no tienes tiempo para más cosas en la vida. Te pasas las 24 horas haciendo cosas de gordo. En cambio si adelgazas puedes ser lo que quieras. Según Netflix, para conseguir algo en la vida tienes que estar delgado.

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La serie juega con el mensaje de «si no comes, adelgazarás» ya que la protagonista solo adelgaza cuando tiene la mandíbula rota. Sin embargo hay muchas más cosas detrás de un sobrepeso. Pueden ser problemas de autoestima, de metabolismo… No solo que esa persona no pueda mantener la mano lejos de las patatas fritas de bolsa.

Cuando Patty está gorda la visten como el culo, y me vais a permitir la expresión pero es que la visten fatal. Es algo que me parece muy injusto porque no es otra cosa que fomentar el mensaje de «estás gorda, tápate que me asustas».

En cambio, en cuanto adelgaza, puede llevar escotes, prendas ceñidas, aberturas… Pues no, no estoy de acuerdo. Hay un montón de youtubers XL que se dejan la piel en romper con estos prejuicios, y si no creéis que con ciertos kilos se pueda vestir bien echadle un ojo a Dianina XL, Mimi XXL o Jennifer Usandizaga.

Y además, ¿es que una persona gorda no puede maquillarse u ondularse el pelo? ¿Por qué son cosas que solo hacen cuando la protagonista está delgada?

Cuando Patty solo tiene una cosa en mente: vengarse. Ninguna afición saludable (mentalmente hablando). Ni hacer escalada, ni apuntarse a piano o, ahora que está delgada, entrar por la puertecita del Imaginarium, solo quiere vengarse de la gente que le hizo sentir mal.

O sea, quiere hacer daño a la gente que un año antes le hizo daño. Qué sano todo, ¿verdad?

En definitiva, la serie promueve una serie de ideas que solo continúan estereotipos que se asocian al sobrepeso en vez de en tratar de abordar el tema con la profundidad y el tacto que realmente necesita. Así que Netflix, como la serie realmente se asemeje al tráiler, tenemos un problema.

Un «like» a la celulitis de Demi Lovato

Si nosotras tenemos al típico seguidor de turno que hace un comentario hiriente de «en esa foto se te ve la celulitis/se te marca un pezón/has cogido peso», imaginad si multiplicáramos a esa persona por mil.

INSTAGRAM DEMI LOVATO

Las celebrities, esas con las que tanto nos gusta sentirnos identificadas en nuestras vidas, también se enfrentan a estos comentarios.

No hace falta cruzar el charco y llegar a Anne Hathaway y su publicación, cubriéndose las espaldas de los haters, de este viernes declarando que estaba ganando peso para un papel.

«A toda esa gente que va a intentar avergonzarme por mi peso en los próximos meses, no soy yo, sois vosotros».

Dulceida, Tania Llasera, Alexandra Pereira de Lovely Pepa o Laura Escanes son otras mujeres que han alzado la voz (vía internet, ya que es la que más parecemos atender ahora) para decir «¿Perdona? ¿Que vas a venir tú a hablar de mi cuerpo con esa cara cemento que me llevas?»

No así, obviamente (el contraataque es de mi cosecha) pero sí dejando claro que nadie está en la posición de juzgar el físico de otra persona porque una persona no debe ser valorada por su cuerpo (y porque no deberíamos sentirnos tan poco humildes como para hacerlo).

Este jueves (¿o miércoles? Me pierdo con las diferencias horarias) Demi Lovato hizo una poderosa declaración a través de sus historias de Instagram (la foto que os he puesto arriba):

«Estrías y grasa extra… Y aun así me quiero. Celulitis y aun así me quiero. No tengo thigh gap y aun así me quiero».

No ya solo que se animara a compartir públicamente con sus casi 67.000 seguidores lo que la sociedad le dice que es «incorrecto» en el cuerpo de una mujer desde que se levanta hasta que se acuesta, sino que terminó con este mensaje contundente que, si ya me caía bien, hace que quiera invitarla a mi casa a ponernos mascarillas mientras vemos una película de Marvel:

INSTAGRAM DEMI LOVATO

«El boomerang suavizó mis piernas. El caso es que tengo celulitis, justo como el otro 93% de mujeres. Lo que veis en Instagram no es siempre lo que parece. Aceptémonos a nosotros mismos. #Mequiero».

Querernos, aceptarnos, entender que el cuerpo es algo que cambia y respetarnos unos a otros en lugar de fomentar el odio y el sentirnos avergonzados parece algo tan poderoso como suena. Solo queda que los críticos capten el mensaje. Y, si no lo captan, que no cambie que nos queramos igualmente.

En defensa de las mallas deportivas

Hace tres años me metía con la ropa del gimnasio y lo incómoda que resulta por ser tan ajustada. No me juzguéis, hace tres años también pensaba que el helado de pistacho era una guarrada.

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Lo pensaba, claro, antes de empezar a hacer ejercicio en serio, es decir, cuando me subía a la cinta, intentaba correr un poco hasta que se me quedaban los pulmones exprimidos y me iba a casa. No entendía qué necesidad había en ir constreñida como el envoltorio de la mortadela.

Cuando empecé a entrenar con pesas, a hacer zancadas cargada con mancuernas, subidas, bajadas y demás ejercicios que requerían que me moviera más, entendí la utilidad de las mallas. Resultaba que SÍ que eran cómodas.

Por mucho que te muevas, los yoga pants siguen ahí, no te fallan nunca. Son como unos padres, siempre van a estar apoyándote y por lo general, manteniéndote seca gracias al tejido (los leggins, no los padres). Y no podemos decir lo mismo si hablamos de los pantalones de chándal, por mucho que Honor Jones los defienda en su artículo del New York Times Por qué las mallas son malas para las mujeres.

Que para Jones el uso de los leggins se resuma en que «We’re wearing them because they’re sexy» (los llevamos porque son sexis) me parece una visión muy corta, ya que da por hecho que es la única intención que tenemos de ponernos esas prendas.

Y sí, obviamente las mallas son más favorecedoras que el pantalón de baloncesto de mi hermano con el que empecé a correr y que me hacía sentir un saco de patatas. No creo que haya ningún problema en que, al igual que gusta verte bien cuando sales con las amigas, te quieras ver bien entrenando apreciando tus gains o progresos (que a veces incluso te ayudan a seguir entrenando por el chute en vena, o a través del espejo de la sala de musculación, de motivación).

Pero lo que tienen las mallas es que son confortables. No son una cosa que hayan surgido ahora gracias al despegue espacial que parecen haber tenido los gimnasios, ya existían previamente, y sino que se lo pregunten a ciclistas, patinadores, levantadores de pesas o crossfiteros y a sus músculos perfectamente funcionales dentro de ellas. Lo único que ahora se han popularizado.

Son el nuevo negro porque van con todo lo que nos pongamos a hacer y van con todo tipo de cuerpo, por mucho que haya quienes digan que si te sales de ciertas tallas o de cierta fisionomía, no deberías pasar por las mallas.

En Internet encuentras un sinfín de imágenes y artículos bodyshaming animándote a romper con tu relación con los leggins de gimnasio si te marcan pliegues del cuerpo como los de la tripa, culo, cadera, espalda o incluso los genitales. Pero la realidad es que son cosas que no tienen por qué afectarte para nada.

Si una prenda te resulta cómoda y práctica, no tienes que dejar de utilizarla porque a otra persona no le parezca bien verte con eso puesto. El problema lo tiene el otro, no lo tienes tú.

El desnudo de Laura Escanes o por qué vamos de culo

Como diría un prefacio misal, el culo de Laura Escanes en su publicación de Instagram es justo y necesario.

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Justo porque es un culo original, sin trampa ni cartón, sin silicona ni retoques de Photoshop, es un culo auténtico, tal cual. Una retaguardia como la tuya o como la mía, con unas sombras aquí y otras allí.

Es un culo de una mujer que es más que culo, y que ojos azules, y que melena rubia corta. Es el culo sobre el que se sienta una escritora, algo a lo que no llegan muchos negándose a ver más allá.

Porque a veces parece que se nos olvida que, por mucho que haya un culo a la vista, somos más que la suma de las partes de nuestro cuerpo. Pero claro, la sinergia, como no es una etiqueta o un hashtag, no la comprendemos.

UN CULOOOOOOOOO

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El culo de Laura Escanes es, al mismo tiempo, un culo necesario que nos recuerda que puedes tener curvas por mucho que la pasarela o la publicidad se empeñen en conservarlas apartadas y a cubierto. Y sobre todo que no tienes que avergonzarte de ellas.

Es un culo fundamental que, solo con el pie de foto («UN CULOOOOOO»), ya nos está diciendo que nos tomamos los culos (y la desnudez en general) demasiado a pecho, como si fueran ofensiva personal, y, más de uno, como un ataque en contra de su dignidad.

Cuando la posadera recibe semejante avalancha de comentarios negativos, de odio visceral anónimo (y no tanto), de bodyshaming, queda claro que es la sociedad, y no ella, la que, al final, ha terminado con el trasero al aire.

Dolce & Gabbana y las escandalosas zapatillas ‘bodyshaming’

Amo la firma italiana. Me encanta que una marca profundice en la cultura de un país, en este caso el suyo propio, y la proyecte internacionalmente colección a colección. Dolce & Gabbana, formada por la ex pareja Stefano Dolce y Domenico Gabbana son una firma de referencia mundial cuando se habla del mercado italiano (por mucho que entre sus compatriotas no sean tan estimados).

«Soy delgada y guapa», la declaración en las nuevas zapatillas de D&G. INSTAGRAM

Cualquiera podría pensar que el hecho de que hayan sido la marca elegida por Madonna o Kylie Minogue les permite poder tomarse ciertas licencias en el plano artístico. No olvidemos que estamos hablando también de los primeros en lanzar una colección de hiyabs para el mercado árabe, algo que fue conflictivo el año pasado poniendo de relieve cuál es la postura de los diseñadores si crean una línea que precisamente constriñe a la mujer. Os lo diré en bajito, que mi IP es milanesa y no quiero desatar la furia de ambos titanes: vender.

Sí, vender. «Poderoso caballero es Don Dinero», decía Quevedo antes de que tan siquiera existiera la industria de la moda, pero es algo que han querido hacer desde Coco Chanel, liberando a la mujer del corsé, hasta Dolce & Gabbana poniéndole un velo que la cubriera.

Pero como hay muchas formas de vender, no todas pueden parecernos igual de apropiadas. Y parece que el denominador común de estos dos últimos años es el escándalo. El hilo del tanga a la vista de Versace, campañas protagonizadas por modelos sumisas de Yves Saint Laurent y, el nuevo grito en el cielo 2.0: las zapatillas «Soy delgada y guapa» de D&G.

Resulta curioso que hace un mes, en la Semana de la Moda de Milán, la marca presentara su colección con un desfile protagonizado por modelos de diversas edades, alturas y tallas, algo que podría parecer novedoso y de una apertura de miras nunca vista en la pasarela y, un mes después, vuelva a 1940 con este mensaje.

Lo más irónico de todo el asunto es que ya son varios los medios que se han hecho eco de la burrada lo poco apropiado que puede resultar este mensaje en unas zapatillas teniendo en cuenta la de movimientos bodypositive que animan a las personas a aceptarse independientemente de sus tallas.

De esta manera, Stefano Gabbana, que prácticamente vive en las redes sociales, se ha dedicado a compartir en su Instagram todos los artículos en referencia a las zapatillas y a meterse con aquellos que los han escrito afirmando que «con esa estúpida información solo estáis haciendo a nuestra marca más fuerte y famosa«.

Famosa sí, desde luego, pero ¿es esta la fama que quieren? Quiero pensar que no estará tan orgulloso como se muestra en su Instagram teniendo en cuenta que, después de que empezara a insultar y a llamar «gordos» a los que comentaban la fotografía de su zapatilla, esta ha desaparecido misteriosamente.