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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Los músicos de Bremen se van a Fuerteventura

Burrito cabra

Sira es una cabrita de costa, de esas que aún viven salvajes y asalvajadas en los cotarros de Fuerteventura, manejadas por los ganaderos como ya lo hacían los aborígenes canarios hace 2.000 años: en apañadas, lo más parecido a rodeos pero a pie, para recogerlas en corrales de piedra (gambuesas), marcarlas (golpes lo llaman) y volver a soltarlas.

Pero Sira tuvo mala suerte, o buena según se mire. Nació sin lengua, aunque es posible que se la arrancara un cuervo, quién sabe. El caso es que su madre la abandonó, pues el pobre animal era incapaz de mamar.

Luis y Sofía se la encontraron medio muerta. Y en lugar de dejársela como merienda a los buitres (guirres) decidieron adoptarla. Tienen sitio de sobra en su casa, un precioso centro dedicado al turismo rural entre las montañas de los Cuchillos de Vigán y las lavas del Malpaís Grande.

Luego llegó Lola, otra cabrita pero ésta de las de corral. Y hace unos meses se incorporó a tan curioso grupo Nene, un burrito de ocho meses, peludo y suave como Platero. Ningún problema. Es tal la armonía natural de ese sitio que cabritas y borrico han hecho piña. Tanto, tanto, que el asno ha terminado por creerse cabra.

No te puedes imaginar la escena cuando salen juntos, triscando felices por los caminos de Tenicosquey (Antigua). Lola enseñando a tragar a Sira, quien debe inclinar al máximo su cabeza para que el alimento caiga al estómago por gravedad, mientras Nene las imita como un caprínido más, saltando alborozado entre los olivos e incluso tratando de ponerse sobre dos patas para llegar a los brotes más jugosos.

Si juntamos a estos tres con el gallo, el perro bardino y alguno de los gatines remolones de la casa de huéspedes, ya tenemos asegurado un concierto exclusivo de los músicos de Bremen. Perdón, de los músicos de Tenicosquey.

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Rebuznos y mordiscos contra (o a favor) del lobo

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© Wikimedia Commons

Ayer por la noche #LoboMarley fue tendencia nacional (trending topic) en Twitter. Tal día como hoy, hace ahora dos años, caía abatido un lobo muy especial en el Parque Nacional de Picos de Europa. Los científicos lo llamaban Marley, pues su pelaje les recordaba al del famoso icono del reggae jamaicano Bob Marley. Llevaba un emisor GPS que les permitía espiar sus movimientos durante meses.

Pero su fama no le sirvió para nada. Lo peor del caso es que no lo mataron ni unos cazadores furtivos ni un ganadero encolerizado. Lo mató personal funcionario del propio Parque Nacional, como parte de la supuesta gestión medioambiental de la especie.

Sí, lo has oído bien. Fueron los propios guardas del parque, obedeciendo lógicamente las órdenes de sus superiores, quienes acabaron con su vida. Aquellos que siguen pensando que el mejor lobo es el lobo muerto. Y que con lobos no hay paraíso.

La terrible noticia os la ofrecí puntualmente en La Crónica Verde. Pero informar no era suficiente. De la indignación de muchos conservacionistas nació hace también dos años la asociación Lobo Marley. Un grupo de defensores del lobo empeñados en lograr que el lobo sea declarado especie protegida en toda España.

En Portugal el lobo está catalogado por la legislación como Especie en Peligro de Extinción, lo cual implica el máximo grado de protección legal en todo el Estado luso ¿Cómo es posible que en España no lo esté?

Pero aquí no lo protegemos. Todo lo contrario. Tratamos de extinguirlo. Sin ir más lejos,  la Junta de Castilla y León prepara una nueva matanza. Como publicó el pasado 8 de agosto en su Boletín Oficial y denunció Lobo Marley, ha aprobado un nuevo cupo de 140 lobos a abatir hasta febrero de 2015.

Sin estudios poblaciones serios y actuales, estos cupos son pura invención, fruto exclusivo de la presión ejercida por los ganaderos, que ni tan siquiera mantienen una lógica de descaste basada en la eliminación de los ejemplares más peligrosos o enfermos.

Imposible, dirán algunos. Contra el lobo sólo se puede luchar a escopetazo limpio.

Pues no. Los ganados se pueden proteger de una manera tan sencilla como ecológica: con rebuznos y a mordiscos.

Rebuznos de burros vigilantes. Una experiencia muy positiva que, como ya os he contado en La Crónica Verde, está teniendo éxito en Galicia o la zamorana Sierra de La Culebra, y que ahora se pretende extender a Asturias, Cantabria y Castilla y León. Los asnos detectan al lobo antes que otros animales y rebuznan alertando al ganado de su presencia, con lo que los cánidos abandonan la idea de atacar y se van en busca de otras presas más sencillas.

A mordiscos. Recuperando la buena costumbre ganadera de vigilar los rebaños con perros mastines. Bien entrenados, los lobos ni se acercan. Sin vigilancia ni vallado es ponérselo demasiado fácil al depredador.

Lo último es matarlos, perseguirlos, aniquilarlos, extinguirlos. Son una joya natural, un aliado de los ecosistemas sanos. Puro paisaje.

Pero algunos políticos y ganaderos no lo ven así. Por eso rebuznan. Y nos dan mordiscos a quienes clamamos por su conservación.

No nos importa. Seguiremos aullando hasta que el lobo sea una especie protegida en toda España.

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La Gomera, año 2 del terrible incendio forestal

 

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El 4 de agosto de 2012 se desataba un pavoroso incendio forestal en La Gomera que afectó al 11% de su superficie y obligó al desalojo de la cuarta parte de toda la población. El fuego fue intencionado. Varios terroristas ambientales llevaban todo el año empeñados en destruir la isla colombina y a punto estuvieron de lograrlo.  Las llamas destrozaron 4.100 hectáreas de terreno, calcinando viviendas, cultivos y ganado. Por suerte (por milagro) no hubo que lamentar víctimas humanas. 

El Parque Nacional de Garajonay se llevó la peor parte. El 20% de la mayor y mejor conservada reserva de laurisilva de Canarias, del mundo, quedó carbonizado. Miles de árboles con más de 1.000 años de edad ardieron como teas. La flora y fauna más amenazada recibió un durísimo castigo del que tardará varios siglos en poder a recuperarse.

Hace poco he regresado a La Gomera. Acompañado de Jacinto Leralta, excelente guía del Parque y mejor amigo, he caminado por esos lugares para mí tan queridos que ahora mismo me resultan irreconocibles. Han pasado dos años y la naturaleza, poco a poco, con fatiga inmensa, empieza recuperarse, pero los efectos del fuego son todavía terribles.

En algunos sitios tienes la impresión de que haya caído sobre el monte una bomba atómica. La tierra aparece calcinada, doblada por el fuego. Los viejos árboles son negros esqueletos retorcidos de carbón. Al pisar, los pies se hunden en una capa esponjosa de cenizas y levantan nubes grisáceas, emitiendo leves sonidos de infinita fatiga. En algunas laderas la lluvia ha arrastrado la capa fértil de tierra, esa acumulada durante siglos por el bosque, dejando al descubierto una tierra descarnada, roja como la carne despellejada de un cadáver, pedregosa, sin vida.

Imposible aguantar las lágrimas. Caminamos despacio, en silencio, con miedo a marchitar con nuestro paso cualquier pequeño brote de esperanza. El sol es aquí más terrible y duro que nunca, implacable. ¡Cómo se echa de menos el color verde, el mar de nubes!

Es ahora cuando afrontas la evidencia de que La Gomera no es un territorio septentrional, sino una isla situada casi enfrente del desierto del Sáhara, bendecida por unos vientos alisios a los que debe la dulzura de su envidiable clima; humedad que se encargan los árboles de ordeñar pacientemente, hoja por hoja, rama por rama, logrando que las nieblas no pasen de largo, que el agua se quede en la isla y fertilice sus campos.

Llegamos a un pequeño arroyo. Sorpresa: tiene agua. La alegría nos dura poco. Junto a la orilla descubrimos un esqueleto calcinado. Le falta la cabeza y parte de las extremidades. Durante unos minutos, pocos e interminables, sufrimos un ataque de pánico. ¿Será de una persona? Mando rápidamente las fotos a un amigo forense. Falsa alarma. Nos confirma que no es humano. Seguramente un pobre burro. Unas decenas de metros más allá encontramos a su cría, igualmente calcinada.

Fuego, muerte, erosión, desesperación. Vuelven las lágrimas.

Pero no todo son malas noticias. Para empezar, queda mucho parque, mucha maravilla sin tocar, anclada en el tiempo y el verdor, esperando nuestra visita. Un 80 % no sufrió el incendio. Y La Gomera sigue siendo el mejor lugar del mundo para ir de vacaciones.

De la zona afectada no todo sufrió con la misma intensidad. En algunos lugares el fuego fue menos intenso. En ellos el monte se recupera a una velocidad sorprendente. Allí nos reencontramos con la esperanza. Por todos lados se ven rebrotes de fayas, acebiños, viñátigos, laureles, brezos. Muchos superan ya los dos metros de altura.

Murieron los gigantes vegetales, pero sólo en apariencia, pues son seres eternos capaces de renacer de sus raíces una y mil veces. Ya lo hicieron antes y lo volverán a hacer las veces que haga falta, no les importa.

El problema es el ritmo. Lo hacen a la velocidad del bosque, una escala muy distinta de la humana. Por eso ninguno de nosotros veremos concluida esa resurrección.

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La centenaria tumba del burrito Platero está en peligro

Fuentepiña

Ocurrió en un abril luminoso hace ahora exactamente un siglo:

«A mediodía, Platero estaba muerto. La barriguilla de algodón se le había hinchado como el mundo, y sus patas, rígidas y descoloridas, se elevaban al cielo».

La desolación de Juan Ramón Jiménez ante la desaparición de su fiel mascota fue total. Lo enterró, como se entierra a un ser querido. En el corazón de su paisaje más íntimo. En Fuentepiña, bajo un gigantesco pino «redondo y paternal» que todavía hoy da sombra a un lugar único. La solitaria casa de campo, a cuatro kilómetros de su Moguer natal (Huelva), donde el escritor pasó melancólicas temporadas de descanso e inspiración.PlateroMoguer

Hace casi 20 años visité ese lugar tan especial. Fue uno de los momentos más intensos de mi vida. El colosal pino, la recoleta villa, las encinas, alcornoques, palmitos y jaguarzos, las aves canoras, la primavera florida, esa soledad inmensa: todo recordaba al poeta.

Desgraciadamente, tan mágico hábitat está hoy amenazado. La finca, abandonada. La villa, arruinada; tapiadas sus ventanas en el penúltimo intento por expulsar de allí a los okupas. El entorno natural destruido ante el avance imparable del monocultivo de la fresa y la expansión urbanística del cercano polígono industrial. Ruina y ocaso.

Hoy todos celebramos con alegría los 100 años de Platero y yo. Que no es, como piensan algunos, un cuento para niños. Es la primera gran obra ecologista de nuestra literatura. Tenemos el libro, eterno, pero hemos olvidado el alma de su paisaje creador.

Un siglo después, repito la consulta que bajo el gran pino de Fuentepiña hizo Juan Ramón a la tumba de Platero. ¿Habremos desahuciado el espíritu de tan mágico rincón?

«Y, cual contestando a mi pregunta, una leve mariposa blanca, que antes no había visto, revolaba insistentemente, igual que un alma, de lirio en lirio».

Fotos: Casa de Fuentepiña (Ayuntamiento de Moguer) y Estatua de Platero en Casa Museo J.R.J. de Moguer. Obra de León Ortega (Wikimedia Commons)

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Rebuznos que salvan lobos y ovejas

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El proyecto europeo Wolf pretende fomentar el uso de burras para proteger al ganado de los lobos. «WOLF: Wild Life & Farmers» (Vida Salvaje & Mundo Rural) es un proyecto de cooperación interterritorial y trasnacional donde once Grupos de Acción Local (GAL) españoles de Asturias, Castilla y León y Galicia, más GALs de Estonia, Portugal y Rumanía, tratan de llevar a cabo una labor de concertación medioambiental, económica y social entre agentes y colectivos implicados en la problemática sobre la coexistencia entre la vida salvaje (oso y lobo) y la agroganadería.

¿Burras contra lobos? Efectivamente. Ya os he contado en La Crónica Verde cómo estos equinos protegen el ganado como si fuera de su familia. Con sus grandes orejas detectan al lobo antes que una vaca o una oveja y rebuznan alertando de su presencia. Incluso si las cosas se ponen feas y el ataque es inminente, sus coces tienen un contundente efecto disuasorio. Ante una defensa enconada del rebaño los lobos, que no son nada tontos, deciden buscarse unas presas peor protegidas.

Esta práctica, conocida desde hace miles de años por los ganaderos de Namibia (allí contra leopardos), ya se ha implantado con éxito en los Alpes suizos, en Estados Unidos e incluso en Galicia. Ahora se pretende desarrollar en Castilla y León, nada menos que con burras de la raza zamorano-leonesa. Su empleo reducirá los ataques de los lobos hambrientos al ganado y de los ganaderos cabreados a los lobos. También ayudará a la conservación de una raza autóctona en peligro como es la zamorano-leonesa.

Esta iniciativa, surgida del propio sector rural, choca frontalmente con la actitud oficial de una región empeñada en exterminar al lobo. Sin ir más lejos, hoy mismo el presidente de la Asociación Lobo Marley, Luis Miguel Domínguez, presentó ante la Fiscalía de Ávila una denuncia contra la Diputación Provincial (presidente y 23 diputados) por haber aprobado en un pleno la declaración oficial de la provincia como «zona libre de lobos«, y haber solicitado a la Junta de Castilla y León la eliminación de los apenas 30 ejemplares existentes. Una más que probable prevaricación, pues la especie está protegida por la Unión Europea al sur del río Duero.

Esos políticos sí que rebuznan, y no las eficientes burras zamoranas.

Foto: Wikimedia Commons

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El burrito Platero acaba en la trituradora de carne

Burro

Platero era pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no llevaba huesos. Pero Platero, la mascota querida de Juan Ramón Jiménez y de nuestras lecturas infantiles, está en crisis.

Como todos los burros, hace ya muchas décadas que han dejado de ser animales fundamentales en las labores de trabajo y transporte de media España para convertirse en algo inútil. Apenas atracciones de feria.

Las seis razas puras de asnos españoles, resultado de siglos de sabia selección de nuestros antepasados, están ahora más amenazadas que nunca. Burros catalanes, mallorquines, zamorano-leoneses, andaluces, majoreros y de Las Encartaciones, sobreviven gracias al entusiasmo desinteresado de un puñado de idealistas. Aunque cada vez resulta más difícil conservar esta rica biodiversidad productiva en una época donde todo lo que no sea rentable económicamente tiene los días contados.

Que se lo digan a Rafael Fuentes. Junto a su mujer Aurora montó en Granada un refugio para asnos de cuatro patas, pero los de dos patas le están haciendo la vida muy difícil. El pienso, cada vez más caro; y la gente, cada vez menos interesada. Hasta el punto de pensar en tirar la toalla, de llevar al matadero a sus 16 burritos “por no poder atenderlos”.

Otros se mantienen en la cría de los humildes equinos con más entusiasmo que futuro. Pero cada vez resulta más difícil. Puestos ahorrar, hemos arrinconado nuestros nobles sentimientos en el apartado de “gastos prescindibles”.

Hace años mantuve una agria pelea periodística contra un pueblo burgalés donde tenían a gala comerse los burros. Su cecina, decían, era exquisita, especialmente la de las crías jóvenes. Hoy en día es peor. Con esta crisis y tanto engaño al consumidor, ¿cuántos Plateros acabarán convertidos en comida para perros?

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Milagro de Navidad

Hasta hace no mucho tiempo, la llegada del 31 de diciembre era motivo de honda preocupación para las gentes humildes. Como me recuerda mi suegro Leo, hombre sabio de la tradición oral leonesa,

“San Silvestre, con tu amo cabestre [acabas]. A comer en casa del amo, y a cenar en casa del diablo”.

Ante mi cara rara me lo explica paciente: “Los obreros del campo antes se ajustaban para el año, y el último día se quedaban sin trabajo”.

Por suerte los tiempos han cambiado. Y en estas fechas lo suyo es contar bellas noticias que nos recuerden el amor y la fraternidad supuestamente propios de la Navidad.

Así lo han entendido en el tabloide británico Daily Mail, donde el pasado viernes se dedicó una página completa al milagro de Lady, una burrita que tras haber estado a punto de convertirse en salami ha terminado de estrella mediática teatral. El animal había sido encontrado abandonado en una carretera del sur de Gales, desnutrido y lleno de parásitos. Se había escapado de un barco alemán que le iba a llevar directamente al matadero y de allí a una fábrica de embutidos.

Salvada de una muerte segura, fue trasladada a la Island Farm Donkey Sanctuary en Wallingford, Oxfordshire, donde fue limpiada, desinfectada y bien alimentada. Y ahora es toda una celebridad.

Su primera actuación fue en una comedia navideña organizada por una parroquia de Oxford. Y lo hizo tan bien que ya cuentan en marzo con ella para la representación de la ópera Carmen, nada menos que en la Royal Opera House londinense.

Todos están encantados con la burrita porque, a pesar de lo mucho que la hemos maltratado, no guarda rencor a nadie. Sigue comportándose dócil, delicada y amable con niños y adultos. ¿Habríamos hecho nosotros lo mismo en su lugar? Por supuesto que no. El odio y la maldad son propiedad exclusiva de la humanidad.

La “equino star” de Belén: Lady con Ruth Coyle, Rohan Clark y Andy Moore, en la fotografía de su actuación en Oxford publicada por el Daily Mail.