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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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El burrito Platero acaba en la trituradora de carne

Burro

Platero era pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no llevaba huesos. Pero Platero, la mascota querida de Juan Ramón Jiménez y de nuestras lecturas infantiles, está en crisis.

Como todos los burros, hace ya muchas décadas que han dejado de ser animales fundamentales en las labores de trabajo y transporte de media España para convertirse en algo inútil. Apenas atracciones de feria.

Las seis razas puras de asnos españoles, resultado de siglos de sabia selección de nuestros antepasados, están ahora más amenazadas que nunca. Burros catalanes, mallorquines, zamorano-leoneses, andaluces, majoreros y de Las Encartaciones, sobreviven gracias al entusiasmo desinteresado de un puñado de idealistas. Aunque cada vez resulta más difícil conservar esta rica biodiversidad productiva en una época donde todo lo que no sea rentable económicamente tiene los días contados.

Que se lo digan a Rafael Fuentes. Junto a su mujer Aurora montó en Granada un refugio para asnos de cuatro patas, pero los de dos patas le están haciendo la vida muy difícil. El pienso, cada vez más caro; y la gente, cada vez menos interesada. Hasta el punto de pensar en tirar la toalla, de llevar al matadero a sus 16 burritos “por no poder atenderlos”.

Otros se mantienen en la cría de los humildes equinos con más entusiasmo que futuro. Pero cada vez resulta más difícil. Puestos ahorrar, hemos arrinconado nuestros nobles sentimientos en el apartado de “gastos prescindibles”.

Hace años mantuve una agria pelea periodística contra un pueblo burgalés donde tenían a gala comerse los burros. Su cecina, decían, era exquisita, especialmente la de las crías jóvenes. Hoy en día es peor. Con esta crisis y tanto engaño al consumidor, ¿cuántos Plateros acabarán convertidos en comida para perros?

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La biodiversidad se nos escapa de las manos

Según el Convenio Internacional sobre la Diversidad Biológica, Biodiversidad hace referencia a la amplia variedad de seres vivos sobre la Tierra y los patrones naturales que la conforman. Es por tanto nuestra herencia, el resultado de miles de millones de años de evolución según procesos naturales, pero también de manejo creciente por el ser humano.Y como herencia supone igualmente el legado que dejaremos a las generaciones venideras, pasado y futuro capaz de garantizar la supervivencia, el bienestar, de los hijos de nuestros hijos.

El problema, el grave problema, es que estamos acabando con este legado a una terrible velocidad. Y aún peor. No tenemos ni idea de lo que estamos destruyendo. Baste como muestra dos recientes informaciones que han aparecido en el portal de noticias de ConSuma Naturalidad.

La primera hace referencia a la biodiversidad productiva y se llama Fuensanta. Es una “ternera probeta” de raza Murciano-Levantina obtenida por procedimientos de biotecnología reproductiva.Una raza autóctona tan amenazada de extinción que sólo quedan de ella 60 ejemplares en el mundo. Y que para venir al mundo ha necesitado una “madre de alquiler” de raza común, junto con óvulos y espermatozoides de la raza olvidada congelados en un laboratorio. Quién le iba a decir al ganadero murciano, al carretero que hace apenas 50 años transportaba yeso y piedra por la Huerta, que esas vacas de toda la vida iban a acabar como raro experimento genético.

La segunda noticia nos habla de lo que desconocemos, la biodiversidad silvestre más diminuta ¿Cuántas especies de insectos hay en 1 hectárea de selva tropical? Sólo en un bosque de Panamá acaban de detectar la impresionante cifra de 6.144 artrópodos diferentes, muchos de ellos únicos. Pero por contra, cada año son talados en el Planeta 20 millones de hectáreas de estos valiosos bosques.

Resulta evidente. La biodiversidad (productiva y silvestre) se nos escapa de entre las manos. Esa herencia evolutiva, el legado de nuestra historia biológica, la estamos destruyendo a toda velocidad como quien quema sin parar billetes de 500 euros.

Foto de la ternera Fuensanta: La Verdad.es

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Productos ecológicos: mucha calidad pero muy poca información

A muchos de nuestros emprendedores rurales les falla lo más importante. Hacen lo difícil, cuidar con mimo su producto, luchar contra viento y marea por sacar adelante un negocio familiar en época de crisis global pero también local, cuando un nuevo éxodo espanta a los pocos que aún seguían apostando por vivir en los pueblos; empeñados en cerrar los oídos a los cantos de sirena de las grandes ciudades y abrirlos tan sólo al canto de las alondras. Pero olvidan hacer lo fácil, saber vender bien sus productos, diferenciarlos de tanta oferta industrial, despersonalizada, ajena al paisaje y a la cultura del campo.

Un ejemplo ilustra esta carencia. Acabo de comprar carne ecológica. Es la única garantía que tengo de comer una carne sin tantos antibióticos como nos meten a diario de tapadillo en los filetes.

Mi primera sorpresa fue su origen. En Fuerteventura, donde vivo, no existen ganaderos ecológicos, pero ésta que compré viene de la isla de El Hierro, al otro extremo del archipiélago. Nada que ver con productos de kilómetro cero, pero como la que se vende aquí normalmente viene de Argentina o Brasil, algo hemos ganado.

La segunda sorpresa llegó de la mano del etiquetado y resultó mucho peor. Al considerable precio de 16 euros el kilo, tan sólo indicaba “lomo ecológico”. Como comprador me quedé en blanco. ¿Era vaca o cerdo? ¿Lomo alto o bajo? Pero como consumidor sensibilizado las preguntas fueron muchas más: ¿De qué raza es el animal? ¿Qué come habitualmente? ¿Dónde come? ¿Cómo vive y quienes le cuidan? Toda esa información inexistente me habría ayudado a pagar sin dolor esos 16 euros por lo que en Canarias llamaríamos una humilde “carne de componer”. Pero me quedé sin saber por qué era más cara y mejor que la que suelo comprar en el supermercado a 8 euros el kilo.

En pleno siglo XXI, en la sociedad de la información, todos estos datos son tan importantes como fáciles de comunicar al consumidor. Un folleto explicativo habría bastado. O mejor aún. Una sencilla página web, un blog gratuito y un código QR impreso en la etiqueta sería suficiente. Y necesario.

Porque en tiempos tan difíciles como los actuales toca reinventarse o morir. No hay más alternativas.

La Fundación Félix Rodríguez de la Fuente ha puesto en marcha el proyecto ConSuma Naturalidad. Échale un vistazo. Seguro que ayuda a productores y consumidores a poner en valor nuestra excepcional biodiversidad productiva.

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La crisis taurina obliga a dedicar los toros a producción de carne

Asegura una reciente información de la Agencia EFE que la crisis taurina lleva al matadero a la ganadería de lidia. La noticia, redactada por Aitor Méndez, explica que el número de festejos taurinos se ha reducido en España en torno a un 40 % desde 2007. Como mal menor, ante una sobreoferta en la cabaña de toros de lidia, los ganaderos han optado por enviar directamente al matadero a los animales para obtener algún ingreso con la venta de su carne.

¿Os parece terrible? A mí en absoluto.

Para empezar, los toros (salvo los sementales), lidiados o no, siempre han acabado en la carnicería. La diferencia es que ahora, en vez de matarlos públicamente y con sadismo, lo harán en mataderos donde la muerte es más rápida y menos dolorosa.

Además, y como ya os he contado en La Crónica Verde, el toro no es una especie en peligro de extinción. Ni siquiera tiene consideración de raza autóctona. Tampoco acabar con los toros supondrá acabar con la dehesa mediterránea. Sólo un 5% de este extraordinario ecosistema está dedicado al toro de lidia y hay muchas ganaderías taurinas instaladas fuera de las dehesas.

Es cierto que la crisis está afectando gravemente a estos ganaderos. A todos los ganaderos. La diferencia es que los dedicados al toro se beneficiaban de unas subvenciones estatales (más de 600 millones de euros al año) dedicadas a tan lamentable espectáculo que ahora se han visto reducidas. También se beneficiaban de unas programaciones festivas de los municipios cada vez menos frecuentes ante el escaso interés de la gente.

Si tan enamorados del toro son estos ganaderos, les propongo una interesante salida comercial para mantener al toro. Dediquen sus ganados a la producción de carne de calidad, ecológica, sin medicamentos ni mejorantes extraños, alimentada con pastos naturales. Y comercialícenla como ya se hace con la Retinta, la Avileña, la Xata Roxa, la Monchina o la Tudanca. Den una alegría a los cocineros y otra aún más grande a los antitaurinos. Ya saben que no hay mal que por bien no venga.

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