La crónica verde La crónica verde

Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

También los sonidos se extinguen

El rebuzno nocturno de los burros, el cacareo de las gallinas escarbando en la calle, las patadas de las mulas en la cuadra, el cuerno del pastor convocando a las ovejas, las campanadas del Ángelus, el tentenublo para espantar la tormenta, la campanilla del viático, el toque a muerto, los gritos del vendedor ambulante, los del pregonero, las ruedas del carro sobre el empedrado, el rebaño entrando en la tenada, los gritos a los bueyes, el run-rún del trillo, el bieldo y el rastrillo en la era, el llenado de los sacos con las medias fanegas, el grito de un cerdo, los trallazos de los colchoneros vareando la lana, el chiflo del afilador, el machaqueo del herrero, el martilleo del cantero, la azuela tallando vigas, pisando uvas en el lagar, los cantares del obrero (¿ya nadie canta en el tajo?), el torneado de la madera, hilando en el telar, la molienda en el molino, batiendo la mantequilla, pelando pollos,…

Estos días los estoy pasando en Villamuñío, un pueblecito de León, y me doy cuenta de los muchos sonidos que conocí de niño y, como los linces o los quebrantahuesos, se han extinguido.

Ante tan irrecuperable ausencia se los he tratado de explicar a mis hijos y ha sido imposible.

Paseas por las eras, ahora repletas de grano acumulado en altos montones, y al paso de las cosechadoras y los tractores con aire acondicionado tratas de contarles cómo se cosechaba antes con la hoz o cómo se trillaba a lo largo de tediosas jornadas bajo un sol implacable. Les resulta tan complicado de entender como el misterio de la desaparición de los dinosaurios. De hecho, tras la explicación colocan mi infancia en los mismos tiempos que los del Tiranosaurio rex, y no les critico. Esos sonidos resultan imposibles de imaginar.

Sólo volviéndolos a escuchar podríamos rememorar ese mundo rural perdido, pero los muertos son mudos. Tan sólo nos queda su recuerdo, que en un esfuerzo nostálgico podríamos recuperar entre todos.

Ayúdame a completar la lista. ¿Cuáles son los sonidos de tu infancia que más echas ahora de menos?

14 comentarios

  1. ———- ¡HAZ EL AMOR Y NO LA FIESTA ———–http://www.hazelamorynolafiesta.com¡ENTÉRATE AHÍ DE CUÁLES SON LAS CORRIDAS DE LAS QUE DEBES DISFRUTAR!11.08.2008 – 04:15h – Dice ser HAZ EL AMOR Y NO LA FIETA – #86A favor En contra 0 (0 votos)

    11 agosto 2008 | 04:19

  2. Dice ser Fino

    Bucóloco y enternecedor el hilo de hoy, enhorabuena.

    11 agosto 2008 | 08:16

  3. Dice ser Toño

    Muchos de estos sonidos, efectivamente desaparecidos en nuestros pueblos, perduran aún en lugares geográficamente muy cercanos. Son los sonidos de la inaccesibilidad a los recursos o a los avances tecnológicos. Como bien recuerdas, eran nuestros hace muy poco tiempo. Estaría bien que no lo olvidáramos con tanta facilidad.

    11 agosto 2008 | 09:58

  4. Dice ser Lola

    Pues yo más que a los sonidos,siempre he vivido en ciudad, echo de menos los olores, el olor del pan recién hecho que salía del patio de la panadería que estaba cerca de mi casa, o el olor del aceite de oliva al freir mi madre las papas, y la tierra mojada, y el olor que quedaba después de una tormenta. Incluso creo que los sabores ya no son los mismos, no se si es la nostalgia o efectivamente con tanta química las cosas ya no saben igual.

    11 agosto 2008 | 10:45

  5. Dice ser Stefi

    Buenos días, siguiendo en la tónica que ha marcado Lola, echo de menos el olor a tierra mojada después de una tormenta de las buenas, y el olor de la comida de mi abuela, y su sabor. Supogo que algo tendrá que ver la diferencia de los productos que ella utilizaba con los que utilizo yo.

    11 agosto 2008 | 11:30

  6. Dice ser Robin

    Las esquilas y los balidos de las ovejas que pasaban frente a mi ventana en casa de mis abuelos todas las mañanas, y que me servían de despertador veraniego. A mi abuelo canturreando canciones de Manolo Escobar mientras íbamos juntos a coger moras. La guadaña cortando la hierba alta en primavera. Los perros aullando a coro por todo el pueblo al oír las campanas. Los cascos rápidos de «Sevillano», el macho que tiraba de la carreta de mi abuelo al volver a casa por las tardes. El tontuelillo cacareo de los pavos, que siempre nos respondían cuando les imitábamos. El pio-pio ensordecedor de las cajas llenas de pollitos que compraba mi abuela para criar, sobre todo cuando sacábamos a uno…

    11 agosto 2008 | 11:54

  7. Dice ser Crónica Verde

    Estoy con Lola. Muchos olores también se extinguen y, por caprichos de la Naturaleza, su recuerdo es el que más cerca se nos ha quedado del corazón.La higuera del patio de mi bisabuelo, el humo de la cocina económica, la naftalina de la ropa,…¿Será nostalgia?

    11 agosto 2008 | 15:45

  8. Dice ser yo

    El centro del olfato es el más profundo y se localiza dentro del sistema que gestiona la memoria y las emociones. Se explica así que consideremos su recuerdo como el más intenso.Yo echo de menos el sonido del afilador, olor del campo agostado y el sonido de la casa de mi abuelo que coleccionaba relojes. Era una sinfonía de tic, tac, tic, tac….

    11 agosto 2008 | 18:05

  9. Dice ser Paco

    La última vez que estuve en un entierro en un pequeño pueblo volví a escuchar el toque de muerto y es sobrecogedor, me trajo tantos recuerdos…

    11 agosto 2008 | 21:13

  10. Dice ser manzacosas

    Interesante fotografía, puede que de los años 50. Me parece que quienes amamos la naturaleza estamos procìciando, quizás sin darnos cuenta, una vuelta a nuestros ancestros. Al menos a mí me ocurre. Un saludo. Manzacosas

    14 agosto 2008 | 19:19

  11. Dice ser Crónica Verde

    Se me olvidó comentaros la fotografía. Es la familia de mi mujer, los últimos habitantes en abandonar el hermosísimo pueblo de Huidobro, en el norte Burgos. Venían de cosechar en el campo, con su pareja de vacas y esa alegría que todavía siguen manteniendo todos ellos. Ahí están la abuela Ramona y la superabuela Emilia, las matronas del «dream team» Andrés Martínez.Otro día os lo conataré, pero Emilia todavía sueña todos los días con su pueblo, escucha sus sonidos perdidos y recuerda aquellos olores únicos.

    15 agosto 2008 | 12:14

  12. Dice ser Andrés

    Son muchos sonidos y olores. Yo echo de menos escuchar la lechuza por la noche en «la cámara» como llamaban mis abuelos a la parte alta de la casa o como ahora reconocemos nosotros como buhardilla, en plena Sierra Mágina, en Jaén.Aquel sonido, era estremecedor. Era como si un fantasma nos estuviera susurrando en la oscuridad.Cada vez hay menos lechuzas, y menos «cámaras» en los pueblos.Al hilo de este tema, y un poco por la añoranza por aquellos tiempos en los que todavía las cosas eran auténticas, hace poco falleció mi abuelo y le dediqué unas líneas, reivindicando esa «otra memoria histórica» Espero que os guste:http://www.alfeizar.es/blog/?p=182

    29 agosto 2008 | 09:54

  13. Dice ser Crónica Verde

    Precioso relato Andrés, emocionante. Gracias por compartirlo con nosotros.

    29 agosto 2008 | 19:52

  14. Dice ser yolanda

    El articulo me parece maravilloso y muy evocador. Estoy totalmente de acuerdo con el y en esa linea estoy tratando de montar un pequeño museo etnografico en Madrid, mas que nada para enseñarle a los niños de donde sale el pan que comen, la ropa que llevan, etc. Es muy bonito de ver porque son todo piezas en miniatura. En fin, si alguien estuviese interesado en verlo yo estaría encantada de enseñarselo. Si os gustan los oficios antiguos y sois de los que pensais que tradición y progreso pueden ir juntos, animaos y venid a verlo. Gracias a todos.

    30 septiembre 2008 | 15:58

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