Archivo de la categoría ‘Historia LGTBI’

Desfile de leyendas

 

Plankton Press publica en español Desfile de leyendas. Un siglo de Historia Queer a través de RuPaul Drag Race, de Tom Fitzgerald y Lorenzo Márquez.

Como advierten sus autores, este es un libro para leer con una sola mano… con la otra querrás buscar videos, canciones o más información en Google sobre los formidables personajes que desfilan por sus páginas.

Asistimos a los disturbios de Stonewall de la mano de la mítica Marsha P. Johnson, la reina que paseaba por Nueva York con flores en el pelo, y de Stormé DeLarverie, el drag king que patrullaba Greenwich Village en traje de chaqueta. Escuchamos a Crystal LaBeija, fundadora y madre de la formidable Casa de LaBeija, alzar la voz para reivindicar la belleza negra en el certamen de Miss Gay America. Nos colamos en los salones de Harlem donde nació el vogue, el baile que popularizó Madonna, y en los clubs del Londres de los 90 con Leigh Bowery y sus looks imposibles. Todo ello con la música de The Rocky Horror Picture Show de fondo.

Es la clase de historia que no te dieron en la escuela.

Sobre los autores: Tom Fitzgerald y Lorenzo Marquez son pareja desde hace un par de décadas. En 2006, dejaron sus respectivos trabajos para volcar todo su conocimiento de cine, música, moda y publicidad en una página web de vocación queer inicialmente centrada en la televisión y bautizada Project RunGay. Quince años después, la web Tom & Lorenzo, donde hacen crítica de televisión, cultura popular y moda, atrajo a una audiencia que hoy se mide en millones. Tom y Lorenzo colaboran con distintos medios como People, Forbes o The Huffington Post. En 2014 publicaron su primer libro Everyone Wants to Be Me or Do Me.

 

La importancia de reforzar la alianza estratégica entre lesbianas y gais en el seno del activismo LGTBIQ

Pablo Morterero (@pabloMorterero)

 

Históricamente, el homoerotismo de gais y lesbianas, su representación simbólica y su represión pública, no han ido de la mano. En las orientaciones disidentes del patriarcado heteronormativo, mujeres y hombres también ocupaban espacios diferentes y por ello las vivencias de dichas disidencias han evolucionado en planos igualmente diferentes.

Remontándonos tan solo cincuenta años, en la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social la mención al peligro de homosexualidad solo fue entendido política, policial y judicialmente en relación a los hombres que sentían atracción erótica y sexual hacia otros hombres, por lo que prácticamente solo los hombres homosexuales y las mujeres trans (entonces consideradas tan solo travestis) sufrieron sus efectos punitivos. Mientras, la represión de las mujeres que sentían atracción erótica y sexual hacia otras mujeres sufrieron una persecución igualmente terrible pero en los márgenes legales, con su ingresos en conventos y psiquiátricos.

En la Francia posterior al Mayo del 68, las mujeres lesbianas percibieron la misoginia del Frente Homosexual de Acción Revolucionaria y pronto formaron sus propias organizaciones no mixtas y se vincularon al movimiento feminista como lesbianas feministas.

Pero en la España de finales del franquismo, las mujeres lesbianas encontraron pronto acomodo en el seno del movimiento feminista, en el que se diluyeron como feministas lesbianas. Esto no evitó la existencia de lesbianas feministas agrupadas en el LSD madrileño, pero de forma muy minoritaria.

En países como España e Italia, como nos recuerda la activista lesbiana feminista Barbara Ramajo, se puede rastrear los discursos lesbofóbicos en la producción intelectual feminista. Porque las mujeres que sentía atracción erótica y sexual hacia otras mujeres fueron toleradas siempre que renunciaran a su papel político como lesbianas. Esta exigencia subyacente dentro del movimiento feminista no encontró demasiado obstáculos por parte de la gran mayoría de mujeres que sentían atracción erótica y sexual hacia otras mujeres, al punto que Ramajo afirma que “estábamos super cómodas dentro del armario del feminismo […] para las lesbianas feministas ha sido un espacio de habitabilidad tan sorprendente y tan maravilloso como han sido los bares de ambiente” pero, añade, “teniendo vidas lesbianas, que no conciencia lesbiana”.

Cuando las lesbianas del movimiento feminista se reivindicaban como sujeto político, como en Francia en 1981, se producían fracturas en el movimiento feminista.

En España, esa tolerancia a las vidas lesbianas (que no a las conciencias lesbianas) dentro del movimiento feminista, llevó a algunas lesbianas feministas a rechazar el tutelaje “maternalista”, organizarse primero en estructura no mixta, y posteriormente a tejer alianzas con el movimiento gai.

En este sentido, la Federación Estatal de Gais y Lesbianas (FEGL) fundada en 1992 por el lesbofeminista Comité Reivindicativo y Cultural de Lesbianas (Crecul), el Colectivo Gai de Madrid (COGAM) y la Agrupación Gay de Madrid (AGAMA), contemplaban en sus estatutos fundacionales dos presidencias, una para cada sexo, responsabilidades para las cuales fueron elegidas Elena de León Criado, presidenta de Crecul, y Miguel Ángel Sánchez Rodríguez, portavoz de COGAM.

Desde entonces, las mujeres lesbianas han tenido un protagonismo importante en el devenir de la Federación Estatal como lesbianas feministas, con Mili Hernández, Beatriz Gimeno, Boti García y Uge Sangil.

Esto ha producido un cierto abismo entre las lesbianas feministas por un lado y el movimiento feminista, por otro, especialmente en relación a las feministas lesbianas.

No es extraño que la investigación del Grupo “Igualdad y Género” de la Universidad de La Rioja, basada en entrevistas a 41 lesbianas entre 2014 y 2018, recogiese el reproche del lesbianismo feminista al detectarse que “la mayoría de lesbianas han defendido las reivindicaciones feministas, pero no siempre sus reivindicaciones han sido prioritarias para el movimiento feminista.”

Podríamos hipotetizar el por qué las feministas lesbianas han renunciado a ser sujetos políticos lésbicos en el seno del movimiento feminista a cambio de poder tener vidas lesbianas (¿tal vez debido a procesos de lesbofobia interiorizada?) pero ello escapa de nuestro objetivo.

En todo caso, sorprende ahora que en el seno del movimiento feminista, las feministas lesbianas se vean impelidas a reivindicarse como lesbianas, aunque de forma tan extemporánea como forzada.

Una muestra la tenemos en el artículo de Victoria Sendón de León, una de las lideresas feministas españolas y encarnación de la feminista lesbiana, titulado “Ser Lesbianas” y publicado en la web Tribuna Feminista. En el mismo, Sendón de León comienza con el siguiente párrafo:

Después de tantos años de militancia feminista sin haber reparado en la necesidad de reivindicar el lesbianismo dentro del Movimiento para darle la importancia que requiere, hoy se me ha metido entre ceja y ceja que es el momento de traerlo como presencia.

¿Acaso nos encontramos ante la reivindicación del sujeto político lésbico de una feminista lesbiana que ha podido tener una vida lesbiana dentro del movimiento feminista, pero que públicamente vivía en el armario lésbico?

No. Todo lo contrario. El su artículo Sendón de León trata de mantener el discurso transfóbico surgido en España durante la tramitación de la Ley Trans, atacando a Witing y Butler, para terminar de una forma realmente chusca, impropia del nivel académico e intelectual que se le presupone, al afirmar

…se me ocurre que las feministas deberíamos declararnos todas lesbianas, como mujeres que aman a las mujeres, y mataríamos varios pájaros de un tiro…

Lo único bueno de este artículo es que reconoce explícitamente algo que una parte del feminismo y muchas de las feministas lesbianas se han negado hasta ahora: que la teoría Queer es hija, deseada o no, del feminismo, y no una estrategia de gais y mujeres trans, en alianza perversa con el neoliberalismo, para ocupar el liderazgo del movimiento feminista, y borrar a las mujeres.

Si no es para reconocer la necesidad de un sujeto político lésbico en el seno del movimiento feminista, ¿cual es el objetivo de Seldón de León con este artículo?

En su feroz ataque a los hombres homosexuales y bisexuales, y a las mujeres trans, (tan feroz que ha terminado por orillar dialécticamente como enemigo al patriarcado) el feminismo transexcluyente se ha encontrado con un obstáculo que no había pensado: la alianza de las lesbianas feministas con los hombres gais y las mujeres trans.

Por eso, la parte del feminismo que articula el discurso transexcluyente, se ha visto en la necesidad de “exigir” a sus feministas lesbianas a que salgan del armario lésbico, pero no para que las feministas lesbianas se reivindiquen como sujetos políticos lésbicos y asuman un papel de lesbianas feministas, sino para intentar cuestionar primero, y quebrar después, la alianza histórica en España entre las lesbianas feministas con el movimiento homosexual masculino y el movimiento trans.

En la misma estrategia se encuentran las declaraciones de Amelia Valcárcel, otra de las lideresas del feminismo patrio, en la tristemente famosa Escuela Feminista de Gijón de 2022, cuando afirmó en relación a la Ley Trans:

«La T se está comiendo a la L, a la G y a todo lo que lleva alrededor y no creo que sea eso lo que se pretende»

Sorprende su preocupación por los gais, cuando un año antes consideraba que los homosexuales varones de Afganistán no estaba en peligro porque está normalizada como “en la Grecia clásica”, obviando datos objetivos de Amnistía Internacional que denunciaba que

En Afganistán, la población LGBTI siguió sufriendo violaciones graves de derechos humanos perpetradas por los talibanes, incluidas amenazas, ataques selectivos, agresiones sexuales, detenciones arbitrarias y otras. Muchas personas LGBTI seguían temiendo la vuelta de prácticas discriminatorias aplicadas por los talibanes en el pasado, entre las que figuraba históricamente la pena de muerte para las personas sospechosas de mantener relaciones homosexuales, y permanecían ocultas, temiendo por su vida.

Una opinión, la de Valcárcel, impregnada de un tufillo de violenta indiferencia patriarcal hacia los excluidos, que indignó a la mayor parte del activismo LGTBIQ.

Que el artículo de Sendón de León y las declaraciones de Valcárcel es parte de una estrategia más amplia, lo encontramos en el ataque que sufrió el pasado 26 de abril la sede de la asociación andaluza DeFrente LGTBI, una entidad mixta donde las mujeres lesbianas feministas tienen un protagonismo absoluto.

En ese ataque se empapeló la fachada con carteles anónimos, uno de los cuales decía:

Día de la Visibilidad Lésbica
¿Quiénes son los protagonistas en el movimiento LGBTQ+?
Los hombres.
Amiga, tu sitio no está aquí.
Está en el feminismo.

Esa misma mañana, aparecieron unos carteles similares en la Alameda de Hércules, entre ellos uno que afirmaba:

Día de la Visibilidad Lésbica
¿Que hace el movimiento LGTBQ+ por las lesbianas?
Invisibilizarlas.
Amiga, tu sitio no está aquí.
Está en el feminismo.

Un discurso que rezuma “maternalismo” y dirigismo (ni siquiera se les ocurrió cambar ese “tu sitio” por “nuestro sitio”) desde una heterosexualidad supremacista realmente carca.

Pero esta estrategia de cierto feminismo de utilizar a las feministas lesbianas como ariete contra las personas trans y los hombres homosexuales no es nueva, ni siquiera propia del movimiento feminista transexcluyente español. Debemos recordar que en diciembre de 2018, siete mujeres de medios de comunicación lésbicos, como las editoras de DIVA, Linta Riley y Carrie Lyell; Riese Bernard, jefa de redacción de AUTOESTRADDLE; la editora de CURVE, Merryn Johsn; Silke Bader, editora de CURVE y LOTL; la editora en jefe de la revista TAGG, Eboné F. Bell; y Florence Gagnon, fundadora de LEZ SPREAD THE WORD, se vieron obligadas a publicar una carta de condena de los ataques a las personas trans por parte de otros medios de comunicación que se presentaban como lésbicos:

“Condenamos enérgicamente a los escritores y editores que buscan fomentar la división y el odio dentro de la comunidad LGBTQI con contenido trans-misógino, y que creen que ‘lesbiana’ es una identidad que solo ellos deben definir. Condenamos a las empresas de medios de propiedad masculina que se benefician del tráfico generado por estas controversias. También condenamos enérgicamente la narrativa actual de algunas feministas, que pintan a las personas trans como agresoras y agresores, una que refuerza la transfobia y que debe ser desafiada para que el feminismo pueda avanzar. Estamos realmente preocupados por el mensaje que estas llamadas publicaciones lesbianas están enviando a las mujeres trans. Cuanto antes dejemos de centrarnos en lo que nos divide y, en cambio, nos centremos en nuestros puntos en común, seremos más fuertes para enfrentarnos a las otras injusticias que se nos imponen. No estaremos divididas».

Reforzar la alianza estrategia entre lesbianas y gais.

Lejos de ir a menos, considero que una parte del feminismo, cómoda con los postulados transexcluyentes, integrado por un número significativo de feministas lesbianas entre sus máximas responsables (pero que siguen en el armario lésbico), van a redoblar sus esfuerzo por sembrar la cizaña entre lesbianas y gais, fundamentalmente, como estrategia para debilitar la fortaleza mostrada hasta ahora por el activismo LGTBIQ en defensa de las personas trans, sus demandas históricas, y sus exigencias legales.

Por ello, defiendo que es fundamental que desde el activismo lésbico y gai sigamos reforzando nuestra alianza, no contra nadie, sino en defensa del sujeto político homosexual (gai y lésbico) que es compatible con el programa histórico del feminismo.

Pero esa alianza no debe sustentarse desde posiciones bien intencionadas, sino que requiere un debate honesto entre iguales, que analice las preocupaciones de ambos activismo que coinciden en muchos temas de la agenda LGTBIQ, pero que también incluye divergencias que deben abordarse antes que sirvan de caballo de troya del feminismo transexcluyente e incluso del movimiento ultraconservador.

Además, desde el activismo gai debemos, lejos de cualquier “paternalismo”, favorecer los liderazgos lésbicos, promover la reflexión feminista dentro de los distintos planos gais, e incorporar e interiorizar las demandas lésbicas como parte consustancial de nuestro proyecto emancipatorio.

En este sentido, coincido con Beatriz Gimeno, cuando afirmaba en 1999 que “los gays (sic) tienen que hacerse conscientes de que las lesbianas tenemos nuestros propios asuntos internos que debatir, nuestras propias reivindicaciones que hacer; todavía tenemos que plantearnos qué imagen es la que queremos ofrecer al exterior y cómo manejarla y en qué condiciones; tenemos que trabajar para superar la tan mentada invisibilidad, tenemos que aprender a movernos por los vericuetos administrativos que nos son generalmente tan hostiles; tenemos que discutir entre nosotras qué temas son prioritarios para nosotras y cuáles son secundarios. Pero sobre todo, para poder ser lesbianas en igualdad, tenemos que combatir las desigualdades que como mujeres, condicionan nuestra vida entera y que como lesbianas inciden especialmente sobre nosotras”.

Lo nuestro sí que es mundial

Redacción 1 de cada 10

 

Hoy recomendamos Lo nuestro sí que es mundial. Una introducción a la historia del movimiento LGTB en España, que ya va por su segunda edición. En este texto Ramón Martínez realiza un recorrido por la historia del movimiento LGTBIQ+.

En apenas cuatro décadas el «Movimiento LGTB» ha transformado España. Un país que en 1975 se declaraba mayoritariamente favorable a la eliminación de la homosexualidad a través de leyes represivas es hoy, gracias a la reivindicación política de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales, uno de los Estados que más derechos y libertades garantiza a las personas no heterosexuales, y que en 2013 defendía en un 88% que la diversidad sexual y de género debe ser reconocida e integrada en la sociedad.

¿Cómo ha sido posible esta transformación radical? Los partidos políticos de todas las ideologías no siempre se interesaron tanto por los derechos LGTB como ahora lo hacen –o fingen hacerlo–, y durante muchos años lesbianas, gais, transexuales y bisexuales tuvieron que organizarse para conseguir, primero, la eliminación de la legislación represiva y, después, el paulatino reconocimiento de derechos que llevó hasta la consecución del Matrimonio Igualitario. Pero queda mucho trabajo por hacer hasta la erradicación de la homofobia, transfobia y bifobia, y la mejor forma de comprender el presente y elaborar una reivindicación adecuada con vistas al futuro es conocer nuestro pasado: responder a la pregunta ¿de dónde venimos? puede ofrecer las claves necesarias para afrontar otras cuestiones como quiénes somos y hacia dónde nos dirigimos.

Este libro ofrece un análisis del desarrollo histórico del «Movimiento LGTB» en el Estado español a través de numerosa documentación y bibliografía y de los testimonios de sus protagonistas; y recupera la genealogía de la lucha social de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales en defensa de sus derechos como herramienta para seguir elaborando un discurso reivindicativo que, más allá de un WorldPride, pueda seguir diciendo con la voz bien alta que lo nuestro sí que es mundial.

«El trabajo de Ramón Martínez traza con encomiable precisión una genealogía compleja de lo que es el movimiento. […] El inmenso valor de Lo nuestro sí que es mundial es entrar en los callejones sin salida, en los atajos y en los terrenos pedregosos, en los errores y en los triunfos, contar cómo se ha llegado hasta aquí y rescatar una historia casi olvidada, dando nombres, resucitando voces.» Alberto Mira

 

17 de mayo. Contra la LGTBIfobia y por la libre autodeterminación

Fundación 26 de diciembre

 

 

La Fundación 26 de diciembre comparte este texto hoy 17 de mayo, día internacional contra la homofobia, la transfobia y la bifobia.

 

A pesar de que ya en 1973 la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) retiró la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales, no fue hasta el 17 de mayo de 1990 que la Organización Mundial de la Salud (OMS) hizo lo propio. Por este reconocimiento se escoge esta fecha, el 17 de mayo, como el día internacional contra la violencia LGTBIfóbica. ¿Por qué es importante conmemorar este día? ¿Por qué hay un día internacional contra la violencia del colectivo, y en qué medida se relaciona aquel 17 de mayo con nuestro presente y con eso que llamamos autodeterminación?

Como bien sabemos existen muchos tipos de violencia, tipos que deben destaparse, identificarse y combatirse específicamente. Sin embargo, hay algo importante en el hecho de mirar la violencia en toda su complejidad, no como un acto aislado y concreto, sino como un conjunto de procesos que se dan dentro de una estructura social, o dentro de una cultura, podríamos decir. Los imaginarios culturales, los que dan un sentido narrativo y comprensible a nuestro entorno, a nuestra vida, son también los que sostienen la normatividad y los que generan estereotipos. Quizá es interesante preguntarse si los estereotipos (asociados en este caso a la orientación del deseo y a la identidad de género disidentes) son en realidad las piezas que, dentro del imaginario cultural, provocan la violencia, o legitiman al menos algún tipo de violencia. De la misma manera que habitar un estereotipo social ridículo y risible legitima la humillación pública sin consecuencias para quien agrede, ser consideradas personas enfermas conectaba nuestras identidades con los elementos culturales de la contagiosidad y la peligrosidad. Elementos que, como sabemos, tenían graves consecuencias políticas y se traducían en diferentes tipos de violencia. Violencias como el ostracismo, la marginación o el encarcelamiento, pero también el rechazo directo de entornos tan centrales como el laboral o el familiar, se sostienen detrás de la peligrosidad, que a su vez se sostiene por la contagiosidad y la desviación entendida como enfermedad. El tejido del imaginario es denso y frondoso, por eso a veces cuesta tanto identificar de dónde parte esa violencia concreta que hemos sufrido en un episodio de nuestra vida.

El anuncio de la OMS del reconocimiento de las orientaciones disidentes como partes de la diversidad y no como enfermedades, trastornos o “errores”, fue tremendamente importante por dos cuestiones. En primer lugar por lo que supuso para la vida particular y la dignidad de millones de personas, que contaban de pronto con el respaldo de un organismo institucional de esas características. Y en segundo lugar porque reconocimientos como éste interfieren directamente, además, en lo colectivo, ya que respaldan igualmente la modificación paulatina de los imaginarios culturales. Podemos decir hoy, cuando han pasado 33 años desde aquel anuncio, que en muchos contextos el imaginario de la enfermedad, la contagiosidad y la peligrosidad han quedado atrás, aunque de forma todavía muy desigual (y con intermitentes amenazas de reaparición).

Convivimos con varios imaginarios en disputa a nivel general, pero también dentro del colectivo se producen enormes desigualdades y sabemos muy bien que las siglas que componen lo LGTBI+ son muy distintas entre sí. Además, tampoco estamos ajenas a reproducir las discriminaciones sociales que se dan a nivel general, como el edadismo, el racismo o el capacitismo. Desde luego aquel anuncio de la OMS no fue absoluto ni determinante, es decir, no colocó un banderín desde el cual podemos claramente identificar el fin de la violencia, nada más lejos. Sin embargo sí sentó unas bases de soporte institucional que apoyarían el cambio en el imaginario, social y cultural, que ya se estaba produciendo en nuestro contexto desde hacía décadas. ¿De dónde viene esta lucha, esta disputa cultural por la dignidad de las disidencias de género y sexo, y cómo se relaciona con lo que hoy llamamos autodeterminación?

Desde finales de los años 60 y principios de los 70 del siglo XX, es decir, pocos años antes de que la APA retirase la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales y pocos después de las revueltas de Stonewall, comienzan a crearse agrupaciones por la emancipación homosexual. Desde el primer Gay Liberation Front estadounidense, los frentes de liberación gay comienzan a proliferar y a organizarse en distintos países de los continentes europeo y americano. Los frentes se componían por varones y mujeres, gays, lesbianas, bis, travestis y trans, que se oponían a la normatividad de género y sexo que los condenaba al margen y a la violencia. Una normatividad que se sostenía en el imaginario, entre otras cosas, por los discursos de la medicina y la psiquiatría que nos definía como enfermos. “Enfermos” en general, de toda índole, la literatura al respecto es muy amplia, desde psicóticas y agresivas con tendencias criminales hasta paranoides obsesivas, contagiosas por contacto o por proselitismo, siempre peligrosas. Respecto a estos discursos, los frentes de liberación organizaban protestas, textos de respuesta combativa y resistían en colectivo. Los frentes revolucionarios reivindicaban el gozo del deseo disidente, la alegría de ser quienes somos de verdad y públicamente, la feliz rebelión contra el patrón regulativo patriarcal y cishetero, que clasificaba como error y enfermedad peligrosa todo lo que se salía de su estrechez normativa.

Cuando en la historia de los activismos hablamos de “los años revolucionarios” hacemos referencia a la lucha de aquellos frentes, que plantaron cara a discursos normativos, como el de la psiquiatría, y que comenzaron a romper definitivamente los imaginarios para crear otros nuevos, más justos y más libres. Comenzaba un camino, el de quitarse de encima a la institución médica y psiquiátrica de nuestros deseos e identidades disidentes. Es decir, comenzaba a organizarse ese colectivo que hoy conocemos como LGTBI+ y que se enunciaba por derecho propio, sin tutelas, sin autorizaciones institucionales ni diagnósticos psiquiátricos, fuera de los agravios de los discursos médicos y jurídicos. Comenzaba un lugar, en ese sentido, de autodeterminación.

50 años después del anuncio de la APA, y 33 años después del anuncio de la OMS, la despatologización de las identidades trans* es una continuación de esas luchas emancipadoras. La continuación de una lucha por el derecho propio a la enunciación, por quitarnos de encima a las instituciones (médicas, psiquiátricas, jurídicas) que pretenden clasificar a los cuerpos disidentes y, en última instancia, autorizar la existencia de determinadas identidades. La autodeterminación tiene una genealogía de liberación extensa, una historia y una memoria. La autodeterminación, que hoy se asocia a las existencias trans* despatologizadas, encuentra su base en aquellos años revolucionarios, cuando comenzaron a escribirse las líneas que hoy continuamos. Las líneas que dicen que sobre nuestros cuerpos, identidades y deseos no hay más autoridad que nosotras, nosotres y nosotros. Celebremos el día contra la LGTBIfobia con memoria, con un diálogo entre generaciones que nos haga comprender la importancia de continuar. Porque el fantasma de la peligrosidad tiene unos brazos extensos, la despatologización es un ejercicio contra la violencia. La libre autodeterminación de género y sexo es un derecho fundamental. Feliz y combativo 17 de mayo, a todas, todes y todos.

 

Fundación 26 de diciembre.

Tár

Por Charo Alises (@viborillapicara)

#CineLGTBI

Película estadounidense dirigida en 2022 por Todd Field. La prestigiosa directora de orquesta Lydia Tár, está en proceso de alcanzar el zénit de su carrera pero la noticia del suicidio de una antigua miembro de su orquesta empañará su vida familiar y profesional.

La cinta deja entrever aspectos turbios en la vida de la directora. Aunque se intuyen matices oscuros en su relación con la becaria que se ha suicidado, la acción transcurre por otros caminos: las dudas con su asistente, la atracción que siente por su violonchelista o el empeño por desprenderse del subdirector

Tár es una radiografía del poder. En concreto, del ejercicio abusivo del poder. Se puede leer como una reflexión sobre la cultura de la cancelación , ya que nos plantea la cuestión de hasta qué punto se puede separar la obra de la artista para valorar sus creaciones con independencia de su catadura moral. Otro tema que se vislumbra en la cinta es si la maldad de la directora se puede atisbar en su arte.

Con Tár, Field nos adentra en la ritualidad de un mundo desconocido. El director ofrece toda una escala de grises en un mundo polarizado entre el blanco y el negro sin gamas intermedias. Lydia Tár es un personaje complejo y completamente humano que, si bien tiene buenas intenciones con su hija , su equipo o algunos colegas, también utiliza su poder para alimentar su ego y sus fantasías. Tar nos hace cuestionarnos cómo utilizamos el poder cuando lo detentamos. La manipulación y la obsesión presentes en la cinta ya estuvieron presentes en los dos trabajos anteriores del director: » Juegos secretos» y «En la habitación«.

En la primera secuencia del film, la protagonista se somete a una exhaustiva entrevista. En la conversación, Tár ya da muestras de su carácter dominante al mencionar cómo controla el tiempo cuando está dirigiendo una orquesta. Estamos asistiendo a su presentación ante el público. La cámara, de una forma meticulosa, lenta y profunda , se adentra en las respuestas de Tár. A partir de ahí Cate Banchet se erige como solista para llevar el peso de toda película.

La actriz contó que para preparar su personaje tuvo que tomar clases de alemán y de dirección de orquesta. La cuestión del idioma la solventó con la ayuda de su amiga, la cantante de ópera Franziska Roth, que le ayudó a saber cómo hablar en alemán a una orquesta, en concreto el vocabulario técnico. Roth le enseñó a comunicarse en alemán de una manera musical. Respecto a su personaje, Blanchet afirmó que el hecho de que en la historia, el poder lo detente una mujer hace que el público no vea a Tár y sus acciones desde una posición cómoda. Para Cate Blanchet dirigir una de las mejores orquestas de Alemania fue una experiencia increible que nunca pensó vivir,

La directora de orquesta más conocida del mundo, Marin Alsop, reveló sentirse «ofendida» por su contraparte ficticia más conocida: Lydia Tár. «Tener la oportunidad de interpretar a una mujer en ese papel y convertirla en una abusadora para mí fue desgarrador. Creo que todas las mujeres y todas las feministas deberían estar molestas por ese tipo de representación porque no se trata realmente de mujeres directoras, ¿verdad? Se trata de mujeres como líderes en nuestra sociedad. Me ofendieron como mujer, me ofendieron como directora, me ofendieron como lesbiana»

Las locas en el archivo

Redacción 1 de cada 10

 

Geoffroy Huard y Javier Fernández Galeano dirigen Las locas en el archivo, un trabajo sobre la disidencia sexual bajo el franquismo.

Este libro reúne aportaciones que han abordado la compleja tarea de rastrear y visibilizar las experiencias de la disidencia sexual en España desde la guerra civil hasta la transición democrática. Basado en una serie de archivos que muestran tanto las violencias institucionales como el coraje, las formas de expresarse y las dinámicas sociales de las «locas».

Con este último término se quiere poner el acento en cómo las personas perseguidas se autopercibieron y crearon marcos culturales propios. Lectura imprescindible para aquellas personas que se especialicen o que se adentren por primera vez en esta página crucial de la historia del colectivo LGBTI+. Se replantea aquí el papel de la violencia estatal como eje
articulador de esa historia, y se recuperan historias invisibilizadas de alegría, placer y resistencia.

 

Anne Lister, el caballero Jack

Por Charo Alises (@viborillapicara)

#Mujereslesbianas

 

Amo y solo amo al sexo más hermoso y , así, siendo amada por ellas, mi corazón se rebela contra cualquier otro amor que no sea el suyo

 

Anne Lister nació en 1791 en Halifax ( Reino Unido). Heredera de una gran fortuna, intrépida, viajera, aventurera, fue la primera persona en ascender al Vignemale, la gran montaña del pirineo francés en 1838.

Lister fue una mujer independiente que puso todo su empeño en reformar la finca familiar de Shibden Hall ( Hallifax) y revitalizar las minas de carbón propiedad de su familia.
Considerada la primera lesbiana de la historia moderna, Anne reconocía que tenía una rareza, pero como creía que esa singularidad había sido creada por Dios , no veía ningún conflicto entre su diferencia y sus convicciones cristianas.

Anne fue una adelantada a su tiempo: planteó una forma de matrimonio homosexual (se casó con la heredera Ann Walker, aunque sin reconocimiento legal), reflexionó sobre su propia identidad, vestía con ropas que, en su época, se consideraban solo para hombres y no tenía inconveniente en exhibir sus relaciones con mujeres de la alta sociedad, presumiendo de su poder de seducción (en Halifax la apodaron Caballero Jack).

A Lister no le gustaba que la tocasen cuando mantenía relaciones sexuales porque decía que eso la hacía demasiado mujer. Si hubiese vivido en 1950 habría sido una auténtica stone-butch.

Lister, plasmó sus vivencias personales en unos diarios que constituyen un testimonio en primera persona de la vida de una mujer lesbiana a principios del siglo XIX. Constituidos originalmente en 26 volúmenes y 4.000.000 millones de palabras, y escritos en 1/6 en un código propio elaborado por ella misma (con elementos del alfabeto griego antiguo y símbolos algebraicos, código descifrado a principios del siglo XX), los diarios de Anne Lister perduran hasta nuestros días. El motivo por el que Anne codificó sus diarios es que contenían descripciones de sus relaciones sexuales.

Cuando Anne Lister y después su pareja Ann Walker fallecieron, los diarios se quedaron en Shibden Hall y allí los descubrió John Lister, descendiente de la autora y estudioso de la historia y la cultura local.

Los diarios de Anne Lister no solo se centran en su vida privada, también proporcionan una detallada información sobre los acontecimientos políticos, sociales y económicos de la época. Por este motivo, en 2011 fueron incluidos en el registro del Programa Memoria del Mundo de la UNESCO. Hoy se encuentran digitalizados en el West Yorkshire Archive Service.

De sus diarios, Anne diría:
Le debo mucho a este diario. Aliviando mi mente en papel siento como si en cierto grado me deshiciera de ella; parece hecho para un amigo que lo escucha con paciencia, lo observa con lealtad, y al nunca olvidarse de nada, está preparado para comparar el pasado y el presente, y así animar y edificar el futuro.  

(c) Calderdale Metropolitan Borough Council; Supplied by The Public Catalogue Foundation

La chica danesa

Por Charo Alises (@viborillapicara)

#CineLGTBI

 

Basada en la novela homónima de David Ebeshoff, La chica danesa (The Danish Girl), es una película británica-estadounidense dirigida en 2015 por Tom Hopper (Los miserables, El discurso del rey) y protagonizada por Eddy Redmayne, Alicia Vikander, Amber Heard y Matthias Schoenaerts. La cinta cuenta la histora real de Lili Elbe, pintora danesa que fue la primera mujer trans en someterse a una cirugía de reasignación.

Corría el año 1929 cuando un día la pintora danesa Gerda Wegener (Alicia Vikander, ganadora de un Óscar a la mejor actriz de reparto por su interpretación) le pide a su marido, el también pintor Einer Weigene (Eddie Redmayne) que pose para ella ya que su modelo habitual no había llegado esa tarde. El acto de posar como figura femenina hace que Einar descubra su identidad sexual que había reprimido durante años y gracias a esa experiencia se reafirma como Lili. En Paris, los retratos que Gerda hace de Lili llaman la atención de los marchantes. La película refleja el periplo que recorre la pintora danesa para vivir plenamente conforme a su identidad , camino que le llevará a someterse a una cirugía de resignación que mermará su salud hasta causarle la muerte.

El director utiliza un tono contenido para contar la historia de Lili. Los recursos narrativos consiguen transmitir la sensación de desasosiego de la pintora trans como el hecho de que Lili pueda ser retratada y sin embargo, no sea capaz de reconocerse ante un espejo. A lo largo de la película observamos ,a través de pequeños detallas, como la mirada de Lili se dirige hacia las mujeres pero no con deseo sino con la admiración al identificarse con quienes observa. La interpretación de Redmayne, que obtuvo una nominación al Óscar por este papel, nos permite sentir como Lili va asumiendo su identidad. En este camino la artista tendrá el apoyo de Greta, que la acompañará a diferentes médicos para tratar de encontrar repuesta a una realidad aún muy desconocida en la época en la que transcurre la acción. En el periplo médico de Lili encontramos diferentes perspectivas sobre la transexualidad; como, por ejemplo, el terrible diagnóstico de perversión o el absurdo tratamiento de radiación para curar el mal que acecha a Einar.

Lili se convierte en una exploradora de su propio cuerpo. Es consciente de que solo ella puede afirmar su identidad y recibe el apoyo de Greta y de un médico investigador que le proporciona confianza y afecto.

Al final Lili resplandece tras la plena aceptación de su identidad y observa a las mujeres no con la admiración del principio, sino con la mirada de quien se sabe igual a ellas. Porque la pintora ya se reconoce como una mujer plena. Lili representa la angustia de saberse perdida y, a la vez, la valentía de asumirse a sin limitaciones.

En cuanto a los aspectos estilísticos de la película, el film tiene una factura visual notable. Hopper se aleja de amarillismos visuales y construye un diseño pictórico muy cuidado. Filma la cinta como si se tratase de un cuadro, enfatizando la profundidad de campo y buscando la tridimensionalidad. Con planos impecables, el director incluye en la historia cuestiones como la culpa y la moral.

Eddie Redmayne declaró sobre su papel, que se equivocó al dar vida a una mujer trans. En una entrevista para The Sunday Times Redmayne dijo: Hice la película con las mejores intenciones, pero creo que fue un error. El actor aseguró que su interpretación en el filme pudo ayudar a que la historia de Lili llegara al gran público pero señaló que su posición como hombre cisgénero y heterosexual fue clave para que pudiese interpretar el papel en lugar que se eligiese a una persona trans para dar vida a la pintora danesa. Al respecto, afirmó: La mayor discusión sobre las frustraciones en el casting vienen de que mucha gente no tiene un sitio en la mesa. Debe haber un equilibrio. Si no, vamos a seguir manteniendo estos debates. 

Tom de Finlandia

Por Charo Alises (@viborillapicara)

#CineLGTBI

 

Tom de Finlandia es un biopic del artista homoerótico finlandés Touko Laaksonen. La película, dirigida por Dome Krukoski (El gruñón, La casa de las mariposas negras) está protagonizada por Peeka Streng (Me Rosvolat). Completan el reparto Jakob Oftebro (El último rey, Cuando despierta la bestia), Jessica Grabowsky (8-pallo), Werner Daehn (La vida de los otros, Enemigo a las puertas), Jimmy Shaw (las series El tiempo entre costuras y El Ministerio del Tiempo) y Lauri Tilkanen (Bad Family, El último cowboy) Escrita por Aleksi Bardy, la cinta se estrenó el 27 de enero de 2017 en el Festival de Cine de Gotemburgo y fue seleccionada por Finlandia para competir en la edición número noventa de los Oscars aunque finalmente no fue nominada.

Touko Laaksonen vuelve a su hogar después de una traumática experiencia como combatiente en la Segunda Guerra Mundial. En esa época la homosexualidad estaba proscrita en Finlandia así que el artista se refugia en sus dibujos homoeróticos de hombres musculosos vestidos de cuero que firma bajo el seudónimo de Tom de Finlandia. Su obra terminaría siendo el emblema que avivaría la llama de una revolución homosexual.

Película ejecutada con suavidad, acentúa la sexualidad de los dibujos del artista a través de planos de detalle centrados en el roce del lápiz sobre el papel al dibujar. La homosexualidad plasmada por Tom de Finlandia se acerca a la pornografía recreando un homoerotismo muy masculinizado. Krukoski muestra con delicadeza y cuidado la belleza erótica de las láminas del protagonista a través de las que éste empodera su deseo. Sin embargo, el director omite gran parte de la carnalidad de los dibujos de Laaksone. Si bien muestra las chaquetas de los personajes que traza Tom en el papel, Krukoski esconde los sexos de gran tamaño seña de identidad del autor. Muestra el director de la película, fornidos hombres embutidos en cuero negro pero nunca los enseña desnudos.

Este biopic se aleja de los convencionalismos del género. Comienza con una escena de cruissing militar que se asemeja a una película de espionaje donde el secreto es la homosexualidad de los personajes. Tom desata en el frente su deseo hacia otros hombres. La escena de la confrontación policial y el posterior encuentro con el paracaidista ruso marcaran la fijación erótica del artista con la autoridad y su iconografía. Al Vilppunen, diseñadora de vestuario, crea uniformes hechos a la medida de las fantasías del dibujante.

Tom de Finlandia utilizó su arte para expresar todo lo que sentía y no podía visibilizar por la represión social y legal que le rodeaba y que en el film se acentúa gracias a una fotografía impregnada de oscuridad que nos sumerge en el asfixiante mundo marginal de las disidencias sexuales. La película muestra las vidas que el artista inspiró, la moda que impuso y la estética que consiguió poner en marcha.

El retrato que Krukoski hace de los dibujos de Tom de Finlandia es atractivo, cauteloso , agradable y lo suficientemente descriptivo para mostrar la obra carnosa del artista. Es innegable la influencia del dibujante en una generación de hombres homosexuales que vieron en sus fornidos personajes y sus vestimentas de cuero negro una ventana abierta al erotismo que les estaba vedado. La película muestra como el arte ha sido un vehículo para el empoderamiento de las personas LGTBI cuando se han visto relegadas a los sótanos de la Historia.

 

Patricia Highsmith, maestra de la intriga

Por Charo Alises (@viborillapicara)

#Mujereslesbianas

 

Considerada la gran revolucionaria del thriller psicológico, Patricia Highsmith nació el 19 de enero de 1921 en Ford Worth, Texas. Algunas obras de esta maestra de la novela de intriga fueron adaptadas al cine con gran éxito.

Patricia no fue una hija querida, su madre intentó abortar bebiendo aguarrás durante su embarazo. La tormentosa relación que mantuvieron marcaría a la escritora toda su vida. Tanto es así, que la inspiró para escribir Terrapin, novela en la que una hija apuñala a su madre.

Sus padres se divorciaron diez días antes de que ella naciera por eso, no conoció a su padre hasta los doce años.

En 1924 la madre de la escritora contrajo matrimonio con Stanley Highsmith, del que Patricia tomó el apellido. En 1927 se marcharon los tres a vivir a Nueva York. Su infancia transcurrió en el ambiente bohemio del barrio de Greenwich Village por donde se movían sus padres, que trabajaban como diseñadores gráficos.

A Highsmith la cuidó su abuela , quien descubrió que Patricia era una niña muy inteligente y precoz que con nueve años, ya leía libros sobre psicoanálisis de su biblioteca. Lectora voraz, le interesaban temas relacionados con la culpa, la mentira y el crimen, que serían los argumentos centrales en su obra.

Con ocho años descubrió el libro de Karl Menninger La mente humana y quedó fascinada por los casos que describía de pacientes atormentados por enfermedades mentales. Los análisis de este autor sobre las conductas anormales influyeron en su construcción de los personajes literarios.

Se graduó en 1942 en el Barnard College, donde estudió literatura inglesa, latín y griego. Antes de publicar sus primeros cuentos, Highsmith trabajó para editoriales de cómics. Empezó​ en la editorial Ned Pines escribiendo dos historias de cómics al día por 55 dólares a la semana. Después se convirtió en una autora independiente. Esta situación le permitió encontrar tiempo para trabajar en sus propias historias cortas. Es en esa época cuando descubre su homosexualidad y necesita ir a terapia para aceptar su orientación sexual.
Con 22 años comenzó a escribir su primera novela The click of the shutting, que nunca se publicó. Su primer cuento vio la luz en la revista Harper´s Bazaar, por entonces la escritora tenía 24 años. ​ En 1945, tras una breve estancia en México de cinco meses, aparecen los cuentos En la Plaza, escrito en Taxco, estado de Guerrero, y El coche. En 1950 publica su primera novela, Extraños en un tren, que la haría famosa cuando  Alfred Hitchcock la adaptó al cine.

En 1952 escribe El precio de la sal, bajo el pseudónimo de Claire Morgan. Esta novela cuenta la historia de amor entre dos mujeres con un final feliz insólito para la época ya que hasta ese momento los personajes homosexuales que aparecían en la literatura solían tener un final trágico. Tres décadas después reimprimió esta obra con el título de Carol desvelando ser su autora. En el epílogo explica por qué mantuvo el anonimato cuando la novela se publicó por primera vez y finalizaba así:

Me alegra pensar que este libro le dio a miles de personas solitarias y asustadas algo en que apoyarse.

Estados Unidos no acogió bien sus historias pesimistas que excluían el sentimentalismo, ni sus análisis éticos. Tampoco gustaban sus ideas políticas de carácter  comunista que chocaban con el estilo de vida americano. Por esta razón, ​ abandonó su país y se trasladó para siempre a Europa en 1963.

Su biografía, Beautiful Shadow, cuenta que, debido a los problemas de la escritora con el alcohol, tuvo una vida personal complicada. Sus relaciones duraban poco, incluso la que mantuvo con la también novelista Marijane Meaker. La tacharon de misántropa y prefería la compañía de sus gatos y caracoles. Dijo una vez:
Mi imaginación funciona mucho mejor cuando no tengo que hablar con la gente

Cuando apareció su obra Litlle tales of Misogyny, la llamaron misógina y con la publicación de Tales of Natural and Unnatural Catastrophes, se la marcó el calificativo de antiamericana. Su fama morbosa hizo que sus obras no fueran muy comerciales. Escribió más de 30 libros entre novelas, ocho colecciones de cuentos, ensayos y otros textos, y dejó bastante material inédito.

Su visión de la realidad es pesimista y sombría, también su percepción de los seres humanos. Destaca de forma particular como creadora de personajes torturados , ambiguos y turbios que explotan la hipocresía para medrar.

Graham Greene, amigo de la escritora, dijo sobre ella:
Uno no cesa de releerla. Ha creado un mundo original, cerrado, irracional, opresivo, donde no penetramos sino con un sentimiento personal de peligro y casi a pesar nuestro, pues tenemos enfrente un placer mezclado con escalofrío.

El personaje que más se identifica con la obra de Highsmith es, sin duda, Tom Ripley. Mentiroso, estafador, un asesino, que vive instalado en una maraña de crímenes. Dese la publicación en 1955 de la primera novela, El talento de mister Ripley (adaptada al cine en dos ocasiones), hasta la última, Ripley en peligro, aparecida en 1991, el personaje que construye la autora no resulta detestable, a pesar de su comportamiento.

Atea desde su adolescencia, se consideraba de izquierdas; aunque a veces disfrutaba escandalizando a sus conocidos haciendo comentarios racistas o antisemitas. No obstante, apoyó públicamente a Amnistía Internacional y expresó su simpatía hacia la lucha del pueblo palestino.

El 1 de enero de 1947, Patricia anotó como Brindis de año nuevo:
Brindo por todos los demonios, por las lujurias, pasiones, avaricias, envidias, odios, extraños deseos, enemigos reales e irreales, por el ejército de recuerdos contra el que lucho: que no me den descanso.

Patricia Highsmith falleció en Locarno el cuatro de febrero de 1995. Este año se conmemora el centenario del nacimiento de esta escritora rotunda, descarnada, inquietante.