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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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El pájaro más grande de Europa pierde vuelo: se está extinguiendo

Macho de avutarda en un campo de alfalfas. Foto: Wikipedia

Es tan grande y pesado que en realidad no podría volar. Pero vuela. Aunque le cuesta mucho hacerlo. Por eso lo hace tarde y lentamente. Es la ave tarda (Otis tarda) de la que hablaban los latinos. Es nuestra avutarda. Una joya de las estepas euroasíaticas. Pero va de cráneo. Pierde el vuelo, se está extinguiendo.

Y la culpa la tenemos nosotros, oh sorpresa. Porque estamos arrasando sus ecosistemas, esas secas llanuras sin árboles donde puede caminar sin estorbos, pero que hemos cuadriculado, reconvertido en regadío, llenado de insfraestructuras, envenenado con nuestros cultivos industriales.

El dato es terrible. En los últimos 15 años su población mundial se ha hundido un 35%, y eso que ya venía muy mermada después de décadas de extinciones locales.

No son alarmas infundadas o exageradas. La alerta procede del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid (MNCN-CSIC). Lo demuestra científicamente con estudio que acaba de ser publicado en la revista Bird Conservation International. La disminución, que supone perder más del 3% de la población cada año, se ha constatado en 9 de los 17 países en los que la especie está presente. En China y Rusia se han perdido ya el 89% y el 72% de todas las avutardas. Lee el resto de la entrada »

El boom del aceite de oliva desahucia a las últimas avutardas andaluzas

Dos machos de avutarda pelean en un llano cerealista español. Foto: SEO/BirdLife

Date un paseo por el campo andaluz y lo comprobarás. El mar de olivos cada día es más extenso, más industrial, más artificial, menos cultura y paisaje, más agronegocio. Porque el boom del consumo de aceite de oliva ha disparado el cultivo de olivos en España, su primer productor mundial, casi 1,4 millones de toneladas al año.

Esos «viejos olivos sedientos bajo el claro sol del día» que admiraron al poeta Antonio Machado, esos «olivares polvorientos del campo de Andalucía», ya ni son viejos (cuanto más jóvenes mayor producción de aceituna) ni polvorientos (son ahora cultivos intensivos de regadío). Son los tiempos, es verdad. Pero con su avance imparable retroceden silenciosos los animales que antes ocupaban esos campos de secano, como las avutardas y sus primos los sisones. Lee el resto de la entrada »

Este pájaro parecía mudo pero le canta a la Luna

Macho de hubara canaria cantando. Foto: Inmaculada Abril-Colón

La creíamos muda, incapaz de cantar. Algunos habían registrado su reclamo con mucha paciencia y sofisticados sistemas de grabación, pero prácticamente nadie la había escuchado en el campo, como se puede oír a la madrugadora alondra, el vocinglero alcaudón o la machacona abubilla. Y sin embargo, la rara y muy amenazada hubara canaria, Chlamydotis undulata fuertaventurae, canta. Pero lo hace sobre todo en noches de Luna llena, cuando el silencio permite llevar muy lejos sus quejidos amorosos. Lee el resto de la entrada »

Plantan once kilómetros de setos para recuperar el paisaje agrario de La Mancha

La mecanización del campo está provocando un empobrecimiento del paisaje del que las primeras víctimas son las aves. También ocurre este fenómeno en las zonas esteparias, donde a pesar de carecer de arbolado abundante, la pérdida de arbustos y pequeñas plantas aromáticas está afectando gravemente a las poblaciones salvajes de muchas especies protegidas.

Con la intención de restaurar el campo manchego, el proyecto europeo LIFE Estepas de La Mancha, promovido por la Fundación Global Nature y la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, ha plantado unas 60.000 plantas de 25 especies diferentes con el objetivo de recuperar los corredores ecológicos. Puestas en fila supondrían una franja arbustiva de once kilómetros de longitud. Lee el resto de la entrada »

Mortales tendidos eléctricos arrinconan a las avutardas

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Macho de avutarda muerto tras colisionar contra tendido eléctrico.

La avutarda es la más voluminosa de las especies de la avifauna ibérica y una de las aves voladoras más pesadas que se conocen. Avutarda, avetarda u otis tarda, como se la conoce en latín, en un curioso caso de conservación del nombre vernáculo latino-hispánico desde hace dos milenios recogido ya por los historiadores clásicos Estrabón y Plinio. Es último dice, según recoge Francisco Bernis en su diccionario ornitológico: «otidas… quas Hispania aves tardas appellat«. Así llamadas porque prefieren correr a volar cuando se las molesta, y sólo emprenden vuelo en el último momento.

La razón es clara. Siendo tan corpulentas, el inmenso gasto energético de levantar el vuelo les hace ser muy conservadoras (o vagas) en eso de surcar los aires. Por la misma razón no ascienden demasiado en altura. Sus vuelos son bajos, pesados pero poderosos.

Tanques alados, apenas tienen capacidad para maniobrar en el aire. Por eso vivean en páramos y zonas desarboladas, sin más obstáculos que el cierzo. Hasta que llegamos nosotros. Ahora todas esas planicies están cruzadas por infinidad de tendidos eléctricos de alta tensión, media o baja, pero todos ellos mortales cables invisibles de torreta en torreta con los que fatalmente chocan las pobres aves. Lee el resto de la entrada »

Entre gansos y avutardas por la resucitada laguna de La Nava

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Primer día de la ruta de las aves Bird Flyway. 1.700 kilómetros de norte a sur siguiendo a los ánsares escandinavos en su viaje hacia el sur de España.

Primera estación: la laguna de La Nava (Palencia). El antiguamente conocido como Mar de Campos fue una gran laguna esteparia de unas 2.500 hectáreas que en años lluviosos llegaba a doblar su superficie. Desecada en 1968 para acoger a los habitantes de los pueblos que iban a desaparecer bajo el embalse de Riaño (León), a partir de 1991 ha logrado recuperar parte de su esplendor perdido gracias al empeño de varias organizaciones conservacionistas. Es apenas un 15% de lo que fue, pero suficientes como para haberse convertido en uno de los humedales más importantes del norte español. Lee el resto de la entrada »

Preparados para cazar avutardas y buitres

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Estos días los machos de avutarda (como el de la foto) andan como locos buscando hembras. Aves polígamas, nuestras grandes pavas de la estepa son una joya ibérica, pues las 25.000 censadas en España suponen la mitad de toda la población mundial y el 80% de la europea.

Desde que en 1980 se prohibiera cazarlas su número apenas ha aumentado. La mecanización de la agricultura, el uso masivo de fertilizantes y pesticidas, junto con esos tendidos eléctricos contra los que chocan como moscas en un parabrisas no les dan respiro. Sin embargo, muchos cazadores reclaman ahora su caza como supuesto mejor sistema de protección. Para pasmo de los científicos, aseguran que eliminando a los machos viejos las hembras criarían más pollos.

Me río por no llorar. O por no gritarles bien alto: ¡Tarugos! Por desgracia, este tipo de tancretadas no son un caso aislado.

Otros amigos del rifle, esta vez en Asturias, proponen abrir la veda del oso en cuanto sus poblaciones sean mínimamente viables. Una comunidad donde han decidido matar todos los años cientos de cormoranes, criminalizados injustamente como los responsables del descenso de la pesca en unos ríos donde cada vez hay más pescadores y menos salmones.

Los lobos, ya se sabe, de protegidos nada. Tantos ingenieros y biólogos para que al final su gestión científica vuelva a apostar por el método del palurdo, a tiro limpio.

Sambenito del que ya no se libran ni los pobres buitres leonados, carroñeros, limpiadores de basura, pero últimamente señalados como feroces atacantes de indefensos corderitos. Una próxima normativa en Extremadura (la estrategia regional contra el veneno) autorizará a acabar con ellos si así lo decide la autoridad competente, a sabiendas de la imposibilidad de separar los ejemplares sanguinarios de los bonachones, de la falsedad de la mitad de las denuncias y de la inutilidad de tal eliminación.

¿Estamos locos, tontos o es año electoral?

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Guerra europea a las bolsas de plástico

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© Jorge París/ 20 Minutos

No es un encelado macho de avutarda haciendo la rueda. Es una bolsa de plástico.

No es una tortuga flotando entre las olas. Es una bolsa de plástico.

El planeta es un gran basurero donde este tipo de embalajes desechables supone un gravísimo problema medioambiental. Al margen de la contaminación paisajística, muchas especies animales los comen confundidos o quedan enredados en ellos con fatales consecuencias para sus vidas. Nuestra mierda es mortal para ellos.

Cada ciudadano europeo usa un promedio de 200 bolsas de plástico al año, de las que casi el 90% no se reutilizan por ser demasiado finas y son desechadas. El 8 % de todas ellas acaba en el mar.

Por eso, pero también por educación, sensibilidad y coherencia, Europa las ha declarado la guerra. Aunque es una guerra muy lenta. El último ataque lo han protagonizado recientemente los Veintiocho al acordar reducir drásticamente el uso de bolsas de plástico en los próximos años: en un 80% de aquí a 2025 o garantizando que no se distribuirán gratuitamente a partir de 2018. El objetivo es que en los próximos cinco años su uso anual por ciudadano baje de 198 a 90 bolsas.

Es un paso importante, pero no definitivo. El Comité de las Regiones había depositado sus esperanzas en una prohibición total de las bolsas de plástico gratuitas antes de 2020, el establecimiento de unos objetivos obligatorios para todos los Estados miembros en el ámbito de la UE y la introducción de gravámenes a todas las bolsas a fin de garantizar una reducción del 80 %.

Esta solución es menos ambiciosa, aunque mucho mejor que la que se había llegado a barajar inicialmente, cuando el nuevo comisario europeo se planteó retirar todo el paquete de medidas para reducir su uso.

Lo que está claro es que con estas medidas adoptadas se reconoce que las consecuencias medioambientales, sociales y económicas de tener que deshacerse cada año de 100.000 millones de toneladas de bolsas de plástico en Europa son ilógicas e inaceptables.

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Culitos limpios, cópula (de avutarda) segura

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Una avutarda hembra examina la cloaca exhibida por el macho © Franz Kovacs / CSIC

La avutarda (Otis tarda) es un pájaro sorprendente. Tan voluminoso y pesado (hasta 18 kilos), que parece mentira que pueda volar. De ahí le viene lo de “ave tarda”. Prefiere caminar a emprender su casi imposible vuelo.

Con pinta de grandes pavos salvajes, desde niño los buscaba en las parameras castellanas, admirado de sus espectaculares paradas nupciales o “ruedas”, esas curiosas reuniones de sexo en grupo donde los machos elaboran una peculiar danza circular para atraerse el mayor número posible de hembras, en plan fiesta adolescente.

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Aceitera común (‘Berberomeloe majalis’). © WikiCommons

Espiándolas con el telescopio, nunca imaginé sus últimos secretos recientemente desvelados por científicos del Museo de Ciencias Naturales-CSIC.

Resulta que los barbones ingieren veneno a propósito en un extraño comportamiento entre automedicación y droga sexual. Cuando llega la primavera se hartan a comer dos especies de insectos muy tóxicos, la aceitera (Berberomeloe majalis y Physomeloe corallifer), cuyos componentes químicos tienen capacidad para matar a un ser humano. Pero no a ellos. Sólo los más fuertes logran consumirlos en gran número sin daño aparente y con una doble finalidad: eliminar sus parásitos intestinales y aparentar mayor fuerza y salud frente a las hembras. Animales polígamos, cuanto más puedan atiborrarse con estos indigestos coleópteros, más y mejor ligarán.

Por eso las Julietas de avutarda lo primero que miran a los Romeos es su culo, que los mozos exhiben frente a ellas con orgullo de machos alfa. Uno por uno analizan el blanco plumaje que rodea a la cloaca para garantizar que la zona por la que entrarán en contacto durante la cópula esté libre de parásitos o de síntomas de su presencia como la suciedad producida por una diarrea.

Por eso el macho asume el riesgo de ingerir un producto muy venenoso. Para mostrar a las hembras que es resistente a su toxicidad y que dicha resistencia puede transmitirla a su descendencia. Culitos limpios, cópula feliz.

Artículo científico al que hago referencia: Carolina Bravo, Luis Miguel Bautista, Mario García-Paris, Guillermo Blanco y Juan Carlos Alonso (2014). Males of a strongly polygynous species consume more poisonous food than femalesPLOS ONE. Doi: 10.1371/journal.pone.0111057

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Atención a la lluvia primaveral de pollos y otros animales

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Me llama mi amiga Fernanda. Fue a visitar una fabulosa encina monumental de Toledo y al acercarse a su tronco se dio un buen susto. Bajo el árbol, dos grandes bolas de algodón se hinchaban y bufaban amenazantes. Entre el blanco inmaculado resaltaban dos pares de ojos amarillos que la miraban igualmente asustados. Eran dos pollos de búho real (Bubo bubo). Se habían caído del nido, precariamente instalado en una vieja plataforma de corneja, en lo más alto de la gigantesca y solitaria encina manchega.

¿Qué podía hacer? Desde luego no cogerlos, fue mi apresurado consejo telefónico. Tampoco llamar a Medio Ambiente, como hizo el año pasado cuando se encontró otro de estos pollos en situación parecida. Llevarlos a casa o a un centro de recuperación tiene poco futuro. Lo mejor es dejar que la naturaleza siga su curso. Muchas parejas de búho real crían en el suelo y su prole prospera sin problemas. Como las avutardas, las perdices o las ortegas y sisones.

Éstas y otras especies tienen pollos que casi podríamos llamar nidífugos; en cuanto son medianamente grandes saltan del nido y empiezan a moverse por la zona. No los vemos, pero los padres están siempre muy cerca. Les cuidan y alimentan sin problemas allá por donde éstos vayan.

Así que mi amiga hizo lo mejor. Agarró una escalera y dejó las dos bolas de plumón en la cruz de la gran encina, pollos que se mantenían engrifados como habitual método de defensa pues les hace parecer más grandes y peligrosos de lo que en realidad son. Y ahí siguen hoy, hermosos y seguros.

En estos días de espléndida primavera, en nuestras salidas al campo nos podremos encontrar crías de animales aparentemente desvalidas. Incluso corzos, como ya os he contado en otra ocasión. Cogiéndolas no les hacemos ningún favor. Todo lo contrario. Lo mejor es no tocarlas. La madre naturaleza es sabia y nosotros pelín torpes.

En la foto, los búhos una vez subidos de nuevo a la encina.  © Fernanda Serrano

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