Archivo de abril, 2016

Cómo hacer las ‘boxer braids’, las trenzas de moda de 2016

Si Chiara Ferragni dice que son el peinado más cool de 2016, ya puedes odiarlas a muerte que no te va a quedar otra que acostumbrarte a ellas. Lo sentimos, Hillary Swank, las trenzas que usaste en 2004 para Million Dollar Baby ya no son de tu exclusividad (ni de las que pasan por el ring).

He de confesar que, hasta escribir este post, no había probado a hacerme unas boxer braids. Me picó el gusanillo cuando la semana pasada se las vi a una chica en el gimnasio y tenían pinta de cómodas, de esas que te sujetan el pelo bien y no se te meten mechones en los ojos.

Con toda mi buena predisposición, me propuse adquirir las nociones necesarias de la boxer braids. ¡Youtube, voy a por ti! Finalmente me decidí por el vídeo protagonizado por la versión hipster de la princesa Jasmin, que parecía muy profesional y tenía muchas visitas, que es algo que como todos sabemos, le da calidad.

La chica empezaba diciendo que era la segunda vez que grababa el vídeo porque había una serie de ángulos, técnicas y movimientos que no quedaban claros en el primero y que de esta manera sería más comprensible. Aquí empezó el miedo. Yo solo quería hacerme un par de trenzas y aquello empezaba a parecer más difícil que memorizar los decimales del número pi.

Antes que nada deciros que las trenzas nunca NUNCA jamás os van a quedar como las de internet. Jamás. A no ser que tengáis cuatro kilos de pelo.

Con raíces, las trenzas quedan mucho más molonas. TUMBLR

Con raíces, las trenzas quedan mucho más molonas. TUMBLR

Para hacerlas, el primer paso es humedeceros un poco el pelo para que no os queden pelillos por fuera cuando las estéis haciendo. Después debéis dibujar con el peine la raya de división a la mitad de la cabeza desde la frente a la nuca. Uno de los lados lo recogéis y en el otro trabajáis la trenza desde arriba cogiendo un mechoncillo y dividiéndolo en tres.

Ahora comienza lo complicado. A diferencia de la trenza clásica, la trenza de boxeadora es invertida, lo que significa que el movimiento de vuestro pelo debe ser el contrario. Ahí está el quiz del peinado. Cuesta cogerle el truco pero una vez se lo tengas pillado verás que es igual de sencillo.

El último paso y más importante es pedirle a vuestra madre que os deshaga la chapuza de gurruño que os habéis hecho en el pelo y os la haga ella, ya que queda mucho mejor cuando no se la hace una a sí misma.

Por último deciros que este look es PERFECTO para los días de pelo sucio, es decir, aquellos en los que  nos da pereza/no hemos tenido tiempo de lavarnos el pelo y necesitamos disimularlo. No solo nos aguanta un día más sin lavar sino que la trenza queda mejor y más sujeta.

¿Te atreves a probar la tendencia en tu pelo?

Si quieres ser feliz ponte zapatillas

A mí el calzado me da la felicidad (o la infelicidad dependiendo del que sea). En mi cuadro clínico, además de hipotiroidismo, deberían reflejar que he desarrollado en estos últimos cinco años una ‘zapaína’ aguda, también conocida como la enfermedad que te hace desear cuanto zapato se te ponga por delante.

Si viendo esta foto se te acelera el pulso, posiblemente padezcas 'zapaína'. GTRES

Si viendo esta foto se acelera tu pulso, es posible que padezcas zapaína. TUMBLR

Mi amor por los zapatos ha sido heredado de mi madre, aunque de manera mucho más desmedida en mi caso. Si mi habitación empezó teniendo dos baldas abajo del todo del armario para guardarlos hace tiempo que se me han quedado cortas y los zapatos han empezado con la lenta conquista de mi habitación. Ahora cuentan con las dos baldas, dos cestos y alguna que otra caja desperdigada por el suelo. Acabaré sepultada en ellos. Lo sé.

Piensa un color, por muy raro que sea seguro que algún par encuentro que lo lleve.

Una película que desarrolla la ‘zapaína’ es Sexo en Nueva York, que quiere hacerte pensar que el culmen de la felicidad está en que te regalen unos ‘Manolos’ (aunque unos Louboutin también nos harían el apaño, no vamos a ponernos tiquismiquis). Solo hay que ver a Sarah Jessica Parker deshaciéndose como un helado en agosto delante de Mr Big estilo príncipe azul poniéndole un Manolo Blahnik en el pie para que, inmediatamente, ese pensamiento ente en tu cerebro: «Quiero que me regalen unos tacones».

Pero siendo sincera, en cuanto acaba la película me pregunto para qué quiero unos tacones. Por muy bonitos que nos queden, en realidad son una criatura del Averno que absorbe la vida por los pies. De hecho, los que tengo, viven muertos del asco en el zapatero porque no me los pongo más que para bbc porque sé que podré sentarme en la Iglesia.

TUMBLR

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Así que, sintiéndolo mucho por aquellos guionistas de Sexo en Nueva York que querían convertirme en un acólito mas de sus filas de adictas a los tacones, prefiero las zapatillas.

Y es que la cenicienta moderna, como Hilary Duff en la pelicula con el mismo nombre, ¡combina un vestido princesil con unas Converse! Menudo bombazo, fue el inicio de la revolución podológica. Primero las Converse, las Victoria, luego las Vans, las Superga, las New Balance y las Reebok en el 2016.

La cosa es tener en el armario (por lo menos) un par de la zapatilla de moda. Y, como en mi caso seguro que a más de una, me ha pasado que he recibido una caja de zapatos y solo podía pensar «que sean unas Nike».

Pero el amor por los zapatos afecta tanto a hombres como a mujeres (mención especial a mi pareja, única persona que no solo iguala sino supera mi colección de calzado). Aquí podría mencionar también a todos esos blogueros que he descubierto en Instagram que veneran a sus zapatillas como si de sus hijos se trataran o que incluso se piden un día en el trabajo para comprarse el nuevo modelo de alguna marca.

Porque ya es oficial: las zapatillas, al igual que consumir chocolate o reventar pompas del papel de embalar, nos producen felicidad. A ninguno nos ha pillado por sorpresa porque lo veníamos sospechando, lo han descubierto desarrollando el Primer Estudio sobre el Uso del Calzado Deportivo que ha realizado Sprinter usando una muestra de 3000 usuarios.

El 82% de los encuestados afirmaron que eran felices en zapatillas frente a un 2% que prefirió el calzado no deportivo. Las 60 personas que forman ese 2% se me escapa. ¿Hippies que van el día descalzos? ¿Abuelos que llevan chanclas con calcetines o que prefieren las cangrejeras?

La razón es, principalmente, la comodidad. Nos gusta ir a gusto, claro que sí. En mi caso, un calzado pasa la prueba cuando me permite correr sin descalabrarme para alcanzar el metro. Pero no solo queremos ir cómodos, queremos ir bien. Las zapatillas han pasado de ser algo que solo usábamos para las clases de gimnasia o para jugar al fútbol con los amigos a una prenda que se ha hecho un hueco en todas las firmas.

Sigue la moda, es combinable y es cómoda. Y si, después de leer esto no te han entrado ganas de hacerte con otras, es que formas parte de ese 2%.

Resiliencia. Capítulo 12: Jugando las cartas

Cuando dos personas se encuentran pueden pasar varias cosas: todo o nada.

Y después está esta historia.

Capítulo 1: Dos semanas antes de la colisión
Capítulo 2: Una semana antes de la colisión
Capítulo 3: Un día antes de la colisión
Capítulo 4: Seis horas antes de la colisión
Capítulo 5: Colisión
Capítulo 6: 30 segundos después de la colisión
Capítulo 7: No solo los aviones vuelan
Capítulo 8: Cuesta abajo y sin frenos
Capítulo 9: Todo contigo
Capítulo 10: Lo que te mereces
Capítulo 11: No deberían hacerte llorar

Capítulo 12: Jugando las cartas

Andrés explotó la que le pareció la milésima pompa de chicle que le ayudaba a mantener el hambre a raya y se giró por enésima vez en la noche. Aunque en la parte de atrás del coche seguían huérfanas las barritas de chocolate que había comprado para Mia, no había querido ni probarlas. Masticó el chicle con parsimonia. No le resultaba fácil coger el sueño por mucho que había reclinado el asiento del conductor. Que Mia tuviera el teléfono apagado tampoco había sido de mucha ayuda a la hora de tranquilizarle. Se encontraba en un estado de ansiedad por el que no había pasado nunca. La opresión en el pecho era tan intensa que le costaba respirar con normalidad. «Mia, ¿dónde estás?»

El reloj del coche marcaba las cinco y media de la mañana. No sabía cuánto faltaba para que amaneciera pero de un rato a esa parte la oscuridad le había parecido menos intensa. El chico se removió en su asiento incómodo. Solo quería que Mia llegara para disculparse y que todo volviera a estar bien. Se arrepentía de haber reaccionado así, pero ya no sabía como llamar la atención de su novia. Le daba la sensación de que la relación no le importaba nada, y aquello le carcomía por dentro.

Por fin vio aparecer a Mia. En vez de llamarla dejó que la chica se dirigiera a su casa para averiguar dónde vivía. Encendió el coche y siguió los pasos de su novia. Ella ni se había dado cuenta de que Andrés iba escoltándola por lo que, no fue hasta que se encontró frente al portal de su edificio, que el chico le dio las luces para saludarla. Mia dio un respingo y se le cayeron las llaves al suelo. A esa distancia a Andrés no se le escapó que la chica llevaba puesta una sudadera con la que no había salido de casa. Tras recoger el llavero Mia abrió la puerta de Andrés con cara de sorpresa. Estaba claro que no esperaba encontrarle allí.

-¿Qué haces aquí?

-Te dije que me quedaría hasta que llegaras para disculparme- El tono de Andrés era tranquilo-. No cogías mis llamadas ni leías mis mensajes. Me has tenido preocupado. Sube al coche por favor, caramelo.- Mia pareció dudar, pero, tras cerrar la puerta, rodeó el morro y se sentó al lado de Andrés.

-Estoy sin batería, pero lo que me quieras decir me lo puedes decir ahora.

-¿De quién es esa sudadera?-preguntó Andrés sin poder evitarlo. Un intenso aroma a colonia masculina emanaba de ella. Mia le puso mala cara.

-¿En serio esto es lo primero que me sueltas? Es de un amigo de la fiesta. Tenía frío y me la dejó. ¿Algún problema?-saltó la chica arisca.

-No, no, ninguno. Me alegro de que alguien haya evitado que te pusieras mala por ir tan desabrigada- el chico, viendo que Mia no se inmutaba continuó hablando-. Quería decirte que lo siento. Estuvo fuera de lugar y no volverá a pasar. Simplemente me pillaste en un mal momento, pero no quería pagarlo contigo. Es que no me esperaba que reaccionaras así con lo de la pintada en tu facultad. Únicamente quería hacerte sentir especial, Mia. En eso se basa ahora mi existencia. Solo quiero que conmigo sientas que estás dentro de una película.

Casi pudo notar cómo sus palabras conseguían el efecto deseado en Mia. La chica abrió los brazos y le envolvió en ellos. Andrés la rodeó con los suyos.

-Te quiero, caramelo.

-Yo también te quiero, chico de las coberturas- dijo Mia mientras hundía la cabeza en su pecho. Andrés la separó mirándola incrédulo.

-Es la primera vez que me lo dices- el chico la besó intensamente. Aquel era sin duda uno de los momentos más felices de su vida. Mia se separó esbozando una sonrisa.

-Alguna vez tenía que pasar, ¿no?- Al momento su gesto se tornó algo más serio- Aunque hay algo que te tengo que contar, no tiene la más mínima importancia, pero es mejor que lo sepas.

Andrés aguardó mientras notaba crecer un nudo en su estómago. No se le ocurría que podía querer contarle la chica.

-Después de leer uno de tus mensajes en casa de Fer, me vine abajo y me estuvo consolando. Yo estaba bastante afectada por lo que había pasado entre nosotros y él se mostró muy comprensivo conmigo.- Andrés notaba cómo la chica empezaba a irse por las ramas y presintió lo que se avecinaba a continuación.- Hubo un momento en el que nos quedamos muy cerca el uno del otro y…nos besamos.- Andrés contuvo el aliento. En ese momento el mundo para él había dejado de girar.-

-Fue una gilipollez- continuó Mia rápidamente viendo cómo se ensombrecía el gesto de su novio.- No tuvo ninguna importancia para mí, pero quería que lo supieras.

El nudo que se había formado en el estómago de Andrés se extendía ahora por todo su cuerpo junto a una agria sensación de odio que devoraba todo a su paso.

-Andrés, di algo.-Mia no parecía preocupada, como si para ella el tema no tuviera la más mínima importancia. Andrés, que hasta un minuto antes se encontraba masticando chicle rápidamente presa de los nervios, detuvo sus mordidas. Introdujo dos dedos en su boca y se sacó la bolita de goma húmeda. Los ojos de Mia le miraban como si le estuviera loco de atar. Aún no había visto nada.

Sin romper el contacto visual con su novia, alzó el brazo y pegó el chicle en la frente de la chica presionando con fuerza para que no se cayera. Mia, sin creerse lo que Andrés acababa de hacer se llevó la mano a la frente para quitárselo.

-Ni se te ocurra.-Siseó Andrés. Seguidamente cerró los seguros de las puertas de manera que Mia no pudiera salir del coche y haciendo caso omiso de las voces de la chica, arrancó el motor.

Después de media hora de viaje en silencio, Andrés detuvo el coche en una calle desangelada.

-Bájate del coche.-dijo sin mirar a Mia.

La chica sin mediar palabra, abrió la puerta y salió. Nada más bajarse, tiró el chicle que todavía llevaba pegado en la frente.

Andrés la vio mirando de un lado a otro buscando alguna indicación. El chico estaba tranquilo, tenía claro que Mia no tenía ni la más remota idea de dónde se encontraba y, si la chica quería volver a su casa, iba a tener que negociar con él. Por un momento los celos de imaginársela con otro, le abrasaron por dentro, pero no dejó que le dominaran, a fin de cuentas aquello había sido una niñería. Una niñería que le haría pagar cara. Tenía que actuar con sangre fría si no quería perderla.

Andrés arrancó el motor y pisó el acelerador hasta el fondo. Mia echó a correr detrás del coche que no tardó en dejarla atrás. Viendo como la silueta de la chica se hacía cada vez más pequeña en el retrovisor decidió dar un pequeño paseo. Con el móvil sin batería, sabía que Mia no podría orientarse y la parada de autobús más cercana estaba a veinte minutos largos a pie. Sí, seguramente estaría en el mismo sitio donde la habría dejado. Tras un rato dio la vuelta, pero la chica no se encontraba en el lugar donde debería.

Recorrió la calle hasta el final, pero Mia seguía sin aparecer. Manteniendo la calma empezó a circular por las calles paralelas. No podía haber ido muy lejos. Cuando la encontró, ella caminaba decidida a unas diez manzanas de donde la había dejado en un principio. Redujo la velocidad y bajó la ventanilla del copiloto.

-¿Quieres que te lleve a casa?- La chica apretó el paso sin dirigirle la mirada.- Que si quieres que te lleve a casa o prefieres seguir dando vueltas hasta que alguien poco recomendable se tope contigo- La chica pareció recular-. No seas cabezota y sube.

Mia se subió sin mirarle. Andrés sacó de la guantera un adaptador universal y lo enchufó en un puerto USB del coche.

-Enchufa el móvil y escríbele a tus padres, que estarán preocupados. Diles que vas a desayunar con tus amigos.

Mia no replicó y esperó a que el teléfono se iluminara. Tampoco es que la chica tuviera muchas más alternativas.

-Y ahora tú y yo vamos a hablar claro.-Andrés aparcó el coche donde un rato antes había hecho que la chica se bajara.- Eres una novia pésima, una niñata inmadura. Me río de tu relación con tu exnovio porque tú no sabes lo que es estar en una relación. Eres caprichosa, orgullosa y cabezona. Cuando necesito que me demuestres tus sentimientos nunca lo haces porque siempre pones tu puto culo por delante de todo. Esto que has hecho hoy solo demuestra la mierda de persona que eres-Andrés tomó aire.-. Pero aún así te quiero. Te quiero de una manera que no te puedes ni imaginar y estoy dispuesto a pasar por encima de todo este tiempo en el que te has portado conmigo como si fuera una puta basura. Estoy dispuesto a olvidarme de todo si me prometes cambiar. Pero tiene que ser un cambio real, tienes que demostrarme cada día que me quieres y hacer lo que yo te pida sin cuestionarme nunca nada. A cambio de eso, me tendrás a mí. Todo, solo tuyo y para siempre.

El chico terminó de hablar y miró a Mia. La chica miraba al suelo fijamente. Andrés la cogió de la barbilla y, alzando su cara, se enfrentó a sus ojos castaños. Los ojos de la chica amenazaban con lluvia de lágrimas.

-¿Qué me dices?

-Está bien- dijo ella tratando de aguantar el tipo-. Me esforzaré en demostrarte que te quiero.

Andrés asintió satisfecho.

-Lo primero de todo es que quiero que me la chupes.

Lo había soltado a bocajarro y la chica le miró incrédula.

-¿Cómo?

-Si me la chupas me vas a hacer sentir mejor, y es lo que necesito ahora mismo. Sentirme mejor después de la nochecita de mierda que me has hecho pasar, así que venga.- Andrés se bajó la bragueta.

Mia, con lágrimas en los ojos, se inclinó hacia la cintura del chico tratando de recordarse que todas las grandes historias de amor tenían algo de drama. Andrés mientras tanto se acomodó y dejó que Mia le relajara con la lengua. Puede que la chica no lo supiera todavía, pero, sin buscarlo, había dado con la clave para controlar a su rebelde novia, solo tenía que jugar bien sus cartas.

Un hombre gordo y peludo también puede ser modelo de ropa interior

Imagínate una campaña de calzoncillos sin abdominales, sin las ‘uves’ debajo del ombligo, sin marcar músculos de ningún tipo; una campaña protagonizada por hombres del montón como los que te rodean en tu día a día: hombres como tus primos, tus hermanos, tus compañeros de trabajo o el carnicero del supermercado. Me refiero a aquellos que viven felices con su tripita de las cañas del fin de semana y un pecho peludo que es la envidia de todos los ‘wookies’. Esos hombres que no se sienten menos atractivos por no unirse a la moda de la depilación o por no vivir por y para el gimnasio. Porque, afortunadamente, para gustos los colores (y los hombres).

Lo fofisano también es sexy. DUDEOIR

Lo ‘fofisano’ también es sexy. DUDEOIR

Así presentaba la marca American Eagle #AerieMan, su nueva campaña de calzoncillos de ‘hombres reales’. Y sí, ya sé que los hombres que se cuidan, que se depilan o que tienen más músculos que todos los muñecos de Superman del mercado también son reales, pero con ‘reales’ la marca se refería a ‘comunes’, porque la realidad es que son más abundantes.

Este año, aprovechando que las modelos curvy han abierto un poco la puerta de la diversidad de tallas, decidieron hacer una campaña que promoviera la aceptación personal a través de modelos ‘alternativos’ y para ello eligió hombres con ‘cuerpos de padre’ (también llamados ‘fofisanos’ o cuerpo-de-Leo-DiCaprio) y vello corporal en una especie de celebración de aquellos hombres que se quieren tal y como son. Las fotos de la campaña, sin retocar, tenían como eslogan “El real tú es sexy”.

Devon. YOUTUBE

Devon, el surfero rastafari. YOUTUBE

Los hombres elegidos fueron Kelvinun blogger de moda apasionado por los sombreros y los baños de burbujas (nota mental: buscarle y convertirle en mi mejor amigo) que esperaba que sus fotos sin retocar fueran inspiradoras; Devon, que viene a encajar en el perfil del típico surfero ‘rastafari’ (pero con pelo largo en vez de rastas) cuyos calzoncillos llevaban estampados la hoja de marihuana; Doug, que es muy hipster porque en el vídeo hace yoga y no come carne (además de que creó una página de Facebook para que hombres ‘comunes’ se hicieran sesiones de fotos eróticas para sus parejas) y Matt, que, a diferencia de los otros tres, es un modelo profesional pero lleva gafas, es decir, aunque es guapo, es listo, nos viene a decir el vídeo (un cliché para nada superficial, dicho sea de paso. Si llevar gafas por ser miope me hace más lista no entiendo por qué estudié en la Complutense y no en Harvard).

Mujeres de todo el mundo, como mi madre sin ir más lejos, aplaudirían sin duda la idea de ver a hombres con cuerpos menos artificiosos ocupando la fachada de un edificio dentro de un cartel publicitario. Que una campaña de ropa interior masculina promoviera estos físicos (más delgado, menos delgado, más peludo o menos peludo) ayudaría a disminuir la presión a la que se encuentran sometidos los hombres sobre su imagen.

Si a eso le sumamos la cobertura mediática que tuvo de diarios de todo el mundo, la campaña iba a tener más éxito que las barritas de Kit-Kat.

Pero los calzoncillos de #AerieMan empezaron a oler raro cuando en la web de la marca, solo Matt (el modelo listo porque lleva gafas) aparecía llevando los calzoncillos, de los otros tres no se sabía nada.

Kelvin. YOUTUBE

Kelvin, adicto a los selfies. YOUTUBE

Si esperabas encontrarte un anuncio protagonizado por un ‘pecho-lobo’ de diez metros de altura a la salida de la estación de metro de Sol, te decepcionarás cuando en su lugar te esperen los calzoncillos de Calvin Klein puestos en Justin Bieber, ya que todo había sido una broma de la marca por el día de los Inocentes (el April Fools Day) que se celebra el 1 de abril.

Pues sí, así de ‘graciosos’ y ‘divertidos’ son los publicistas de American Eagle. Vale que las bromas anteriores habían sido unos vaqueros skinny que en realidad habían sido pintados con spray sobre la piel, o una línea de ropa para perros American Beagle Outfitters (que al final tuvo tanto éxito que la llevo a cabo).

Pero, ¿en qué momento, en plena reunión de publicistas, uno se levanta para decir: «Eh, eh, chavales. Dejad los móviles, ¡lo tengo! Atentos, ¿eh? Hombres gordos y peludos como modelos de calzoncillos» y los otros prorrumpen en aplausos?? Ya me lo estoy imaginando: «Oh, sí, tío, es BUENÍSIMO! La mejor inocentada de la historia, hagamos pensar a la gente que cualquiera puede ser modelo de ropa interior cuando en realidad no contrataríamos de modelo a ninguno de estos tíos ni aunque nos sacudiera una infección que nos convirtiera en zombies y fueran los únicos sin contagiar!»

Qué buena oportunidad de ganar una batalla en la guerra de la diversidad de las tallas han perdido. La aceptación personal no debería ser objeto de una campaña de broma.

Un anticelulítico llamado Deseo

Faltan dos meses para el verano, lo que significa que aún nos queda bombardeo de la ‘operación bikini’ para rato. Si a la vuelta de navidades vivimos el repunte de suscripciones a gimnasios, la vuelta de Semana Santa viene a ser la peña de los rezagados, esos que ya le están viendo las orejas al lobo y con un par de meses machacándose a correr y a comer ensalada ya se ven con el cuerpo de Beyoncé.

Harry Potter y el misterio de ¿por qué no funciona el anti celulítico?. TUMBLR

Harry Potter y el misterio de ¿por qué no funciona el anti celulítico? TUMBLR

Hay dos tipos de empresas que hacen negocio de esto: los gimnasios y las que venden cremas anticelulíticas.

La crema anticelulítica es esa criatura mitológica que toda mujer ha usado esperando que se obrara el milagro de que, de la noche a la mañana, la piel de naranja desapareciera de sus muslos o nalgas.

¿Ves que haya desaparecido? Yo tampoco.

Hace años me dio el venazo de las cremas anticelulíticas, porque sí, me salió casi al tiempo al que entraba por primera vez en una discoteca, a los 18 años. «¿Que tú te quejas de celulitis?? Pero si estás delgada». Cierto, pero la celulitis, al igual que la ropa cuando eres el pequeño de varios hermanos, se hereda. En mi caso la herencia vino acompañada de la dismenorrea (pero eso es para un post aparte).

La cosa es que por aquel entonces quise probar suerte. Usé uno que supuestamente era «buenísimo» (y también algo caro) el Rafa Nadal de los anticelulíticos, te quitaba la piel de naranja y encima te dejaba la piel más brillante, así, de un raquetazo.

Pues ni se llevó la celulitis ni se llevó nada más que mis ganas de vivir, eso sí, el pringue que se me quedaba en los muslos y en las manos después de echármelo me hacía sentir igual que cuando mojas los jamoncitos de pollo asados en la salsa.

Y eso por no hablar del olor, porque ¿quién elige el olor de esas cremas? He olido cuatro o cinco y todas huelen igual. A desesperanza.

Pero no desfallecí. «Mara, no decaigas. Si Britney sobrevivió al 2003 tú puedes vencer a la celulitis» pobre e inocente de mí a los 18. Qué fácil parecía todo.

Un usb de 20 Minutos a quien encuentre celulitis. GTRES

Un pendrive de 20minutos a quien encuentre celulitis. GTRES

Como buena creyente de los anticelulíticos le eché la culpa a la crema, no a que cada dos por tres estuviera con las amigas en el Vips bebiendo los batidos de Oreo como si fueran agua. Así que probé con los de marca blanca (los anticelulíticos, no los batidos de Oreo). Fue en aquella época en la que decían que todo lo de marca blanca era infinitamente mejor que las cosas de marca, ¿os acordáis?

Anticelulítico, vamos a llevarnos bien. Joder, ¡si hasta me compré un peine de esos de madera para que la crema penetrara bien en la pierna! Porque encima esa es otra, que necesitas el peine, el rodillo, la paleta… Acabas con un set de herramientas que casi parece que en vez de echarte crema vas a pintar Las lanzas de Velázquez en la parte de atrás de una fábrica de coches.

Pero nada, no había manera. Yo veía que por mucho que frotara la crema con el peine, no se iba ni dándole con el secador. Vamos que para mí que ni chutándome el anticelulítico en vena habría llegado a mi grasa focalizada.

Así que pasé. Tiré el peine (al que se le cayeron la mitad de las cerdas de madera) y guardé el bote de anticelulítico, que aún le queda la mitad, en un cajón (si alguien lo quiere que me mande una carta a la redacción de 20 Minutos, promoción limitada a 1 unidad).

Me di cuenta de que, en realidad, esa manía de querer quitarme la celulitis era una tontería. ¡Si estábamos bien! Llevábamos tanto tiempo juntas que hasta le había cogido cariño.

No fue hasta este año que, sin buscarlo, empezó a desaparecer. Me di cuenta a los pocos meses de hacer spinning hablándolo con una amiga.

-Tía desde que hago spinning tengo menos ‘celu’.

-Ay tía, ¡yo también!

La bicicleta estática: la pesadilla de los lípidos, la Terminator de la grasa, el terror de los líquidos retenidos.

No sé si fue solo cosa de la bici, si cambiar mi alimentación ayudó (rompí con las grasas totalmente) o si fue porque empecé a beber los dos litros de agua que recomiendan las famosas, las modelos, las madres, las abuelas, los doctores y Manuel Torreiglesias en Saber Vivir, la cosa es que fueron alguno de esos, y no las cremas, los mejores anticelulíticos.

 

Así es cómo afecta el siglo XXI a tu piel

Está de moda cuidarse por dentro y por fuera. El esplendor del deporte, de la comida sana, de los tratamientos de belleza o de los ‘superalimentos’ favorecen a que nos sintamos dentro de una especie de ‘Era de Bienestar’. Sin embargo nuestra piel está más amenazada que nunca ya que, debido al agujero de la capa de ozono, el sol nunca había sido tan dañino; se llevan bronceados imposibles (ya sean naturales o de cabina); maquillajes muy cargados o imitar a las famosas poniendo ‘morritos’ en las fotos.

Hombre mirándose en el espejo. GTRES

Hombre mirándose en el espejo. GTRES

Es decir, tenemos a nuestro alcance todas las herramientas para cuidarnos en un mundo en el que nos descuidamos. Y es que en el siglo XXI las amenazas para nuestra piel se han multiplicado, sin embargo, lo que sigue siendo más dañino es el mismo agente que hace años, el sol.

Según el Dr. Miguel Sánchez Viera, director del Instituto de Dermatología Integral, «lo que más daña a la piel, además del inexorable paso del tiempo, es el sol. Sin olvidarnos de que es el principal causante del cáncer de piel, es también es el causante más importante del envejecimiento prematuro, deshidratación, flacidez y de la aparición de arrugas y manchas».

Pero no es el único culpable, ya que en palabras del doctor la falta de higiene y cuidados también perjudican al mayor órgano de nuestro cuerpo: «A lo largo de día se van acumulando sobre la piel distintos microorganismos de tipo bacteriano y levaduras, además de restos de grasa cutánea, contaminantes ambientales -especialmente en las ciudades-, así como productos cosméticos y maquillajes».

Y es que la contaminación también tiene efectos en nuestra piel: «Afecta de forma muy negativa. Los ambientes con polución tienen muchas partículas en suspensión que se posan en la piel obstruyendo los poros, por lo que recibe menos oxígeno. Esto hace que la piel se vuelva menos elástica, se deshidrate más fácilmente, se torne apagada y sea más proclive a sufrir reacciones alérgicas. Por otra parte, la contaminación incrementa la producción de radicales libres, los principales causantes del envejecimiento prematuro de la piel».

Esto no significa que tengas que salir de casa con escafandra (algo que igual debemos empezar a hacer en unos años) porque lo podemos mitigar con una buena limpieza facial ya que «si no limpiamos, hidratamos y nutrimos el rostro por lo menos una vez al día el envejecimiento prematuro está servido, ya que el nivel de protección de la capa hidrolipídica y protectora de la piel es limitado».

A diferencia de lo que podamos pensar, estar expuestos al brillo de aparatos electrónicos «no tiene por qué afectar a la salud de nuestra piel. El potencial problema lo tienes nuestros ojos que no están preparados para pasar horas mirando una pantalla» dice el doctor Sánchez Viera.

Hola, arrugas de expresión. TUMBLR

Hola, arrugas de expresión. TUMBLR

Quizás las pantallas no nos afectan con el brillo, pero sí con lo que vemos en ellas como las famosas duck faces (posar poniendo morritos) en el Instagram de la celebrity de turno. La repetición de ciertos gestos a la hora de posar pasa factura a nuestra piel: «Cualquier gesto repetido favorece la aparición de arrugas. De hecho, las arrugas gestuales son las que primero aparecen en nuestro rostro, pudiendo aparecer incluso a los 20 años» declara el doctor. Moraleja: deja de poner caras raras y procura salir en las fotos lo más natural que puedas.

Otro agente que amenaza el cutis es el estrés, la epidemia del siglo XXI. Podemos saber si estamos sometidos a él por la aparición de granitos y puntos negros, algo que según el doctor Sánchez Viera «se debe a que el estrés hace que el cerebro segregue grandes cantidades de una hormona llamada corticotropina, que hace que las glándulas sebáceas puedan llegar a producir hasta un 60% más de grasa de lo normal«.

No se queda solo ahí, sino que también «el flujo sanguíneo se ralentiza lo que provoca deshidratación y flacidez. El motivo es que el cerebro manda una orden a determinados nutrientes naturalmente presentes en nuestra piel para que se trasladen a los músculos por si tienen que actuar de una forma rápida en respuesta a la situación de estrés. La piel también se vuelve más sensible a las agresiones externas ya que la capa protectora natural se vuelve más débil y frágil».

Pero que no cunda el pánico, puede que nuestra piel esté muy amenazada pero nunca habíamos tenido tantas ayudas a la hora de cuidarla: «Para que la piel se vea afectada lo menos posible tanto por el paso del tiempo como por agentes externos es fundamental recurrir a productos cosméticos que la ayuden a tener unos niveles de hidratación y nutrición adecuados. Si queremos que además se vea libre de manchas es básico recurrir a fotoprotectores con índices altos (superiores a 30) o a cremas que los lleven incorporados».

No basta con echársela, «para que estos productos puedan penetrar más fácilmente en capas más profundas de nuestra piel es necesaria que se haga una exfoliación periódica para eliminar células muertas y grasa alojada en los poros. Si la exfoliación se hace en casa recomendamos utilizar productos de scrub una vez a la semana. Si es un peeling profesional en el que se utilizan principios activos como el ácido glicólico, alfa-hidroxiácidos o tricloroacético pueden ser suficientes con una o dos veces al mes«.

Debemos concienciarnos de que la piel necesita cuidados, además de que, según el doctor «se podría empezar por algo tan sencillo como llevar una alimentación sana y equilibrada en la que primen frutas, verduras, pescado y carnes magras y no abusar del sol. Sólo 10 minutos al día de exposición sol son suficientes para poder metabolizar la vitamina D necesaria para ayudarnos a fijar el calcio y tener unos huesos más fuertes y sanos. Todo el tiempo que se está de más al sol y, sobre todo, sin fotoprotección solo va a contribuir a que nuestra piel envejezca más rápido».

Alimentación sana, un sol justo y necesario, «una adecuada higiene (que incluye desmaquillarse antes de irse a dormir) y el uso de productos cosméticos que ayuden a mantener la piel hidratada, elástica y nutrida» parecen ser las claves para que «el paso del tiempo se vea reflejado más tarde en nuestra piel».

Resiliencia. Capítulo 11: No deberían hacerte llorar

Cuando dos personas se encuentran pueden pasar varias cosas: todo o nada.

Y después está esta historia.

Capítulo 1: Dos semanas antes de la colisión
Capítulo 2: Una semana antes de la colisión
Capítulo 3: Un día antes de la colisión
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Capítulo 5: Colisión
Capítulo 6: 30 segundos después de la colisión
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Capítulo 8: Cuesta abajo y sin frenos
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Capítulo 10: Lo que te mereces

Capítulo 11: No deberían hacerte llorar

Las palabras de Andrés todavía resonaban en su cabeza cuando llegó a la casa de Fer. «Ojalá cojas un sida». «Ojalá cojas un sida». Habían formado un eco que se repetía en bucle sin parar. Se paró frente al portal enrejado. Más de diez años de amistad y seguía sin saberse bien la puerta del piso de su amigo. En comparación al modesto telefonillo de su casa, el de la urbanización de Fer tenía más edificios que un cuartel. Mia apoyó la frente contra el portal suspirando con impotencia.

No se sentía a gusto. Algo estaba fallando y podía notarlo interiormente. Aquello no iba bien y no sabía si alguna vez lo iría. Sus ganas de fiesta nunca habían sido menores. Cuando decidió que lo mejor sería volver a casa, algunos de sus amigos aparecieron por la esquina con botellas y un considerable pedo encima. Incluso con alcohol en vena sabían dónde marcar.

El griterío y la música se oían desde el bajo, y, teniendo en cuenta que el piso de su amigo era el octavo, aquello hablaba bastante bien de la fiesta. Fer les abrió con la misma tranquilidad que lo hubiera hecho si estuviera preparando uno de sus exámenes de ingeniería y no siendo el anfitrión de una fiesta de más de cincuenta personas. Aunque no llevaba ni cinco minutos, Inés ya le había acercado un vaso de sangría y se había llevado su bolso a una de las habitaciones.

Mia trató de echarle las ganas que no tenía a la velada y se sentó junto a Judith que se encontraba hablando de su cumpleaños con las otras chicas. Al instante la quemazón de la culpabilidad le atenazó por dentro. Volvió a disculparse con su amiga, pero Judith estaba demasiado bebida como para enterarse de nada por lo que se limitó a abrazar a Mia y a decirle cuánto la quería. La chica le devolvió el abrazo y empezó a sentirse un poco más ella misma. Al poco ya estaba en el centro del salón con Inés y Judith moviéndose al ritmo de Unstoppable de Afrojack. Cuando el móvil le empezó a vibrar insistentemente se apartó de la improvisada pista sabiendo que sería Andrés.

Una serie de mensajes del chico reventaron aquella pequeña burbuja de felicidad que había creado con sus amigas.

«Todavía no me creo que te hayas ido dejándome así, no sé quién te crees que eres»

«¿Piensas que alguien te puede querer una décima parte de lo que te quiero yo?»

«No te das cuenta de que lo que siento yo por ti no lo va a sentir nunca nadie»

Con un nudo en el estómago la chica se guardó el móvil y salió a la terraza. El aire fresco le sentó peor de lo que esperaba. Si buscaba consuelo le transmitió una amarga soledad.

-Siempre que pones esa cara suele ser porque, poco antes, has mirado el móvil.

Una voz grave la sacó de su ensimismamiento. Fer se acercó a ella con su vaso de sangría y se lo ofreció.

-Debe ser que solo te dan por ahí malas noticias-dijo el chico mientras se apoyaba a su lado en la barandilla. Viendo que Mia no contestaba, siguió hablando -. Te voy a decir una cosa, Mia. No te la voy a decir a malas ni porque te esté intentando lavar la cabeza, sino porque soy tu amigo, pero desde que estás con ese chico pareces distinta. Todos te notamos diferente-. Fer parecía no encontrar palabras para expresarlo con delicadeza- Te notamos más triste.

-Supongo que no puedo pretender que todo sea perfecto, ¿no?-replicó ella con amargura.

-En eso te equivocas. Lleváis poco tiempo. Este debería ser el mejor momento, en el que todo son citas, primeras veces, sorpresas, detalles… O al menos así debería serlo.

-Eres tan inocente. Así no es el mundo real Fer, las grandes historias de amor nunca tienen todo a favor, siempre hay un poco de drama. Quien bien te quiere te hará llorar.

-Y una mierda. No creo que tú merezcas eso. Si yo estuviera contigo haría que cada día fuera una gigantesca demostración de amor.

Fer lo dijo de pasada pero a Mia no se le escapó lo que pasaba por la cabeza del chico. Un año antes, en una fiesta parecida a aquella, Fer se le había declarado, pero ella le había rechazado. Por aquel entonces, no había noche que Fer no acabara liado con alguna chica. Aprovechaba que estaba en casi todas las discotecas de Madrid de relaciones públicas para engrosar agenda. Mia, en cierto modo lo entendía, a los dieciocho entrar gratis a los mejores reservados era lo más parecido al cielo, y si a eso le sumabas que Fer era uno de los chicos más guapos de su colegio, las calabazas no las veía ni en pintura. Fue por eso por lo que Mia no cupo en su asombro cuando Fer le dijo de tener algo serio. Le quería mucho, pero la forma de ser de su amigo le ‘repateaba’.

-Me estoy quedando fría. ¿Tienes una chaqueta?

Fer la condujo a su cuarto y se puso a tirar por el aire sudaderas hasta que dio con una que pudiera servirle a la chica. Tras ponérsela, Mia curioseó por la habitación de su amigo. Todos los pósters de mujeres medio desnudas de la FHM habían desaparecido de las paredes. Lo único que tenía ahora era una foto que ocupaba todo el cabecero de su cama del viaje que hicieron de fin de curso.

Mia se sentó en la cama. Estaba llena de libros y apuntes llenos de fórmulas. Estaba claro que en un año Fer había cambiado. No solo físicamente, que un par de centímetros de altura también había ganado, sino mentalmente. El chico que antaño era el depredador de las fiestas, estaba ahora sin interés por integrarse en la suya propia habiéndose quedado a estudiar el examen que tenía esa semana hasta que llegaron los primeros invitados.

El móvil de Mia volvió a vibrar.

«¿Cuántas pollas has comido ya?»

La chica leyó el mensaje mientras sentía arcadas. Apagó el móvil rápidamente y se le humedecieron los ojos. Intentó que Fer no la viera, pero el chico ya se encontraba escrutándola. Se sentó a su lado y la rodeó la espalda con el brazo.

-Nadie debería hacerte llorar nunca. Nadie, ¿me oyes? Y menos a quién consideras parte de una «gran historia de amor». No deberías estar con nadie que te haga daño. Mereces ser feliz.

Mia se abrazó al chico tratando de no perder el control de unas emociones que amenazaban con desbordarse por sus ojos. Fer se puso a acariciarle la cabeza mientras le repetía en voz baja al oído que merecía ser feliz. Mia se incorporó retirando con la sudadera unas lágrimas que le empañaban la vista antes de llorarlas. Fer se encontraba a unos centímetros de ella, tan cerca que la chica casi podía contar las rayas verde botella que cruzaban los ojos azules de su amigo. Jamás le había sentido tan cercano a ella. No físicamente sino que, por una vez, sentía que estaba viendo la verdadera cara de Fer. Y le gustaba. «A la mierda» pensó Mia mientras se acercaba más a él. Fer tomó aquello como una invitación y cogió la cara de la chica entre sus manos mientras la besaba cuidadosamente. Mia exploró los labios de Fer y al poco se separó.

-Creo que deberíamos volver- dijo mientras se ponía en pie. La chica sintió que no se refería solamente a la fiesta, sino a la realidad, esa realidad en la que ella estaba con Andrés y Fer solo era su amigo.

-Sí, no quiero que alguien apoye los vasos en la mesa de madera de ébano porque no encuentra los posavasos- añadió Fer para quitarle hierro al asunto.

Salieron en la habitación riéndose como tantas otras veces mientras un nuevo mensaje llegaba al móvil apagado de Mia.

«Lo siento, perdóname por favor. Soy un gilipollas. Te quiero. Te esperaré toda la noche aquí para disculparme si es necesario»

Ciudad por la noche. GTRES

Ciudad por la noche. GTRES

«Una mujer que lleva un bikini no es ni más ni menos libre que una que va tapada con un ‘hijab'»

A raíz de que el Gobierno francés prohibiera la colección de H&M orientada a las mujeres musulmanas, me propusieron que escribiera un tema dando mi opinión al respecto, algo así como pedirle a un vegetariano de nacimiento que describa el sabor de la carne.

Dejando a un lado mi catolicismo no practicante abandonado a los 17 años, sentí que era un tema del que no podía opinar por varios motivos. En primer lugar por mi cultura, ya que soy occidental y he crecido en una familia española media en la que, cómo iba vestida, era algo que no tenía casi importancia más allá de que fuera limpia y aseada. En segundo lugar por mi (al igual que les sucederá a muchos) desconocimiento casi total del Islam. Lo poco que conozco se limita a lo que he leído en las noticias o a pequeñas conversaciones con amigos musulmanes, en otras palabras, casi nada. Y en tercer lugar porque quién narices soy yo para opinar de esto. Y ahí encontré mi opinión al respecto.

Mujer con hijab. ZALORA.COM

Mujer con hijab. ZALORA.COM

¿Quién soy yo o quién es el Gobierno francés para opinar sobre un tema que no nos incumbe porque no es «nuestro»? Y sí, utilizo el posesivo, porque la religión, al igual que la ideología política, son cosas que consideramos propias ya que representan una parte importante del maravilloso lienzo que nos compone como personas.

Pero empecemos por el principio. Para todos aquellos que, como yo, sois algo ajenos al Islam, explicaros que, en la religión musulmana es obligatorio que el hijab se empiece a utilizar cuando llega la primera menstruación, que es cuando se considera que se es mujer, me cuenta Fadoua Okrich.

La estudiante de 23 años de Historia del Arte me revela que, además de la cabeza y el pelo, el resto del cuerpo se debe cubrir llevando cosas largas que no sean apretadas ni transparentes: «El hijab se usa para que la mujer no provoque al hombre, que viene citado en surats (capítulos) del Corán (libro sagrado del Islam)».

Aunque preferible, me aclara que no es obligatorio su uso. Viene a ser un pecado, pero no está reñido con la fe, por lo que son libres de decidir si quieren llevarlo o no. Y aquí, para los católicos más acérrimos, os propongo un ejercicio de introspección: ¿Cuántos dejáis de comer carne los viernes? Bien, seguimos.

«Llevar el hijab es una obligación secundaria, yo lo llevo porque no quiero cometer pecado y porque me gusta como queda estéticamente», dice Fadoua. En su caso se limita a llevar el velo porque «las jóvenes tampoco queremos salir de la moda que se lleva». No solo le gusta como le queda puesto sino que «creo que me favorece más que llevar el pelo suelto«.

Pese a todo, la idea de H&M le parece muy buena porque «nos cuesta encontrar ropa adecuada y que encuentres una tienda de marca con ropa así te resuelve muchos problemas».

Si, como la estudiante, muchas mujeres musulmanas se encuentran en la misma situación, ¿cuál es el motivo del Gobierno para prohibirla? Que les parece represivo para las mujeres musulmanas. Pero para Fadoua, «el hijab no representa en ningún momento la represión de la mujer aunque muchos piensen que es un símbolo de ello o de menosprecio, al contrario, es una elección que forma parte de la libertad de cada persona. En mi caso no conozco ninguna mujer que lo lleve porque se lo impongan, siempre es por su propia iniciativa».

La sencillez del razonamiento es pasmosa. Y es que, por mucho que el Gobierno francés sienta que está rompiendo una lanza por la libertad de las mujeres musulmanas, ellas van a seguir siendo libres de ponerse lo que les venga en gana. Nunca han tenido una línea especial en H&M y aunque no vayan a tenerla, no les hace falta.

El Gobierno francés de esta manera está imponiendo algo que ha decidido sin tener en cuenta la opinión de ellas (que yo sepa no se han parado a preguntar a ninguna). ¿Cómo nos sentaría en España que nos vetaran los suministros en bares, tiendas y restaurantes de jamón serrano porque un nuevo Gobierno, formado por budistas, ha decidido que es mejor para nuestra salud dejar de tomarlo? ¿Nos sentiríamos libres o reprimidos por el poder?

Para Fadoua esto es, en cierto modo, «la represión de los países occidentales hacia las mujeres musulmanas para que lleven lo mismo que ellos. Siempre se ha pensado que lo occidental es lo correcto y que es la moda que todo el mundo debe seguir, pero cada uno tiene sus tradiciones, su cultura y su forma de ser». Y yo no podría estar más de acuerdo.

«La ropa forma parte de la libertad de cada persona, es una forma de ser y cada uno tiene la libertad de ser como quiera». Para mí, ampliando su declaración, es una manera de expresar no solo lo que somos sino cómo nos sentimos. Si es algo tan personal, ¿por qué la política tiene que meterse en esto? «Posiblemente por ignorancia, porque no tienen suficiente información» opina Fadoua. «Antes de opinar sobre algo que no conocen al menos tendrían que informarse».

El momento en el que la libertad de la mujer se convirtió en algo directamente relacionado con el nudismo se me escapa, y así lo debato con Fadoua: «La que lleva un bikini no es ni más ni menos libre que una mujer tapada con hijab» me dice. No puedo evitar que me venga a la mente la foto que hace una semana Kim Kardashian subió desnuda a su Instagram titulada «Liberada».

#liberated

A photo posted by Kim Kardashian West (@kimkardashian) on

Y es que no creo que la libertad resida en la cantidad de personas que vean tu cuerpo desnudo, ya sean 65,6 millones o una sola, siempre y cuando seas tú la que decida quién quieres que lo vea. Ahí es donde, para mí, se encuentra. Y en que elijas libremente lo que te pones por encima de él, por supuesto.