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Yves Saint Laurent nos quiere sumisas y violadas según su última campaña

Sé que las chicas del anuncio no están diciendo «Viólame». Es algo que no aparece escrito en ninguna parte. Pero quiero que vayamos mas allá y pensemos en la imagen de la mujer que se está transmitiendo.

Para empezar es una mujer sexualizada por la ropa que utiliza: tacones altos, medias de rejilla, lencería… Ves el anuncio y no piensas en la última colección de la marca, esa con cuellos altos y cazadoras de cuero, piensas en sexo.

En segundo lugar, las modelos del anuncio, aparecen colocadas en posturas sumisas. Transmiten debilidad, como si no tuvieran ningún tipo de fuerza ni voluntad. Están ahí. Simplemente estando, pero tiradas

Se ve una mujer frágil a disposición de cualquiera, algo que continúa con los estereotipos que son los que alimentan el ideal de una sociedad machista que considera a la mujer un objeto de consumo. Es esa creencia la que puede llevar a una violación o a cualquier otro tipo de abuso, por lo que, de una manera o de otra, la campaña en mi opinión, fomenta la violencia de género (recordemos que la violencia no es solo poner una mano encima).

Como consumidora no me gustaría comprarle a una marca que basa su publicidad en una imagen de desigualdad del tipo que sea. Como mujer, ver que transmitan esta idea de mi género, me resulta algo inaceptable.

Siendo sincera, y que quede entre nosotros ahora que Anthony Vaccarello no está leyendo, esta campaña no me parece otra cosa que la búsqueda constante de polémica. Al igual que en los 90 se sacaba por primera vez a una mujer vendiendo vaqueros sin bragas, en el 2015 fue una modelo que rozaba la anorexia y en 2017 toca la imagen de la mujer sometida. Ese es todo el objetivo de Yves Saint Laurent, dar de qué hablar. Y es que, si no hablan de ti, es como si no existieras. Aunque si este es el discurso que la marca quiere darnos, habrían hecho mejor guardando silencio.

#YSLretiretapubdegradante

 

«Una mujer que lleva un bikini no es ni más ni menos libre que una que va tapada con un ‘hijab'»

A raíz de que el Gobierno francés prohibiera la colección de H&M orientada a las mujeres musulmanas, me propusieron que escribiera un tema dando mi opinión al respecto, algo así como pedirle a un vegetariano de nacimiento que describa el sabor de la carne.

Dejando a un lado mi catolicismo no practicante abandonado a los 17 años, sentí que era un tema del que no podía opinar por varios motivos. En primer lugar por mi cultura, ya que soy occidental y he crecido en una familia española media en la que, cómo iba vestida, era algo que no tenía casi importancia más allá de que fuera limpia y aseada. En segundo lugar por mi (al igual que les sucederá a muchos) desconocimiento casi total del Islam. Lo poco que conozco se limita a lo que he leído en las noticias o a pequeñas conversaciones con amigos musulmanes, en otras palabras, casi nada. Y en tercer lugar porque quién narices soy yo para opinar de esto. Y ahí encontré mi opinión al respecto.

Mujer con hijab. ZALORA.COM

Mujer con hijab. ZALORA.COM

¿Quién soy yo o quién es el Gobierno francés para opinar sobre un tema que no nos incumbe porque no es «nuestro»? Y sí, utilizo el posesivo, porque la religión, al igual que la ideología política, son cosas que consideramos propias ya que representan una parte importante del maravilloso lienzo que nos compone como personas.

Pero empecemos por el principio. Para todos aquellos que, como yo, sois algo ajenos al Islam, explicaros que, en la religión musulmana es obligatorio que el hijab se empiece a utilizar cuando llega la primera menstruación, que es cuando se considera que se es mujer, me cuenta Fadoua Okrich.

La estudiante de 23 años de Historia del Arte me revela que, además de la cabeza y el pelo, el resto del cuerpo se debe cubrir llevando cosas largas que no sean apretadas ni transparentes: «El hijab se usa para que la mujer no provoque al hombre, que viene citado en surats (capítulos) del Corán (libro sagrado del Islam)».

Aunque preferible, me aclara que no es obligatorio su uso. Viene a ser un pecado, pero no está reñido con la fe, por lo que son libres de decidir si quieren llevarlo o no. Y aquí, para los católicos más acérrimos, os propongo un ejercicio de introspección: ¿Cuántos dejáis de comer carne los viernes? Bien, seguimos.

«Llevar el hijab es una obligación secundaria, yo lo llevo porque no quiero cometer pecado y porque me gusta como queda estéticamente», dice Fadoua. En su caso se limita a llevar el velo porque «las jóvenes tampoco queremos salir de la moda que se lleva». No solo le gusta como le queda puesto sino que «creo que me favorece más que llevar el pelo suelto«.

Pese a todo, la idea de H&M le parece muy buena porque «nos cuesta encontrar ropa adecuada y que encuentres una tienda de marca con ropa así te resuelve muchos problemas».

Si, como la estudiante, muchas mujeres musulmanas se encuentran en la misma situación, ¿cuál es el motivo del Gobierno para prohibirla? Que les parece represivo para las mujeres musulmanas. Pero para Fadoua, «el hijab no representa en ningún momento la represión de la mujer aunque muchos piensen que es un símbolo de ello o de menosprecio, al contrario, es una elección que forma parte de la libertad de cada persona. En mi caso no conozco ninguna mujer que lo lleve porque se lo impongan, siempre es por su propia iniciativa».

La sencillez del razonamiento es pasmosa. Y es que, por mucho que el Gobierno francés sienta que está rompiendo una lanza por la libertad de las mujeres musulmanas, ellas van a seguir siendo libres de ponerse lo que les venga en gana. Nunca han tenido una línea especial en H&M y aunque no vayan a tenerla, no les hace falta.

El Gobierno francés de esta manera está imponiendo algo que ha decidido sin tener en cuenta la opinión de ellas (que yo sepa no se han parado a preguntar a ninguna). ¿Cómo nos sentaría en España que nos vetaran los suministros en bares, tiendas y restaurantes de jamón serrano porque un nuevo Gobierno, formado por budistas, ha decidido que es mejor para nuestra salud dejar de tomarlo? ¿Nos sentiríamos libres o reprimidos por el poder?

Para Fadoua esto es, en cierto modo, «la represión de los países occidentales hacia las mujeres musulmanas para que lleven lo mismo que ellos. Siempre se ha pensado que lo occidental es lo correcto y que es la moda que todo el mundo debe seguir, pero cada uno tiene sus tradiciones, su cultura y su forma de ser». Y yo no podría estar más de acuerdo.

«La ropa forma parte de la libertad de cada persona, es una forma de ser y cada uno tiene la libertad de ser como quiera». Para mí, ampliando su declaración, es una manera de expresar no solo lo que somos sino cómo nos sentimos. Si es algo tan personal, ¿por qué la política tiene que meterse en esto? «Posiblemente por ignorancia, porque no tienen suficiente información» opina Fadoua. «Antes de opinar sobre algo que no conocen al menos tendrían que informarse».

El momento en el que la libertad de la mujer se convirtió en algo directamente relacionado con el nudismo se me escapa, y así lo debato con Fadoua: «La que lleva un bikini no es ni más ni menos libre que una mujer tapada con hijab» me dice. No puedo evitar que me venga a la mente la foto que hace una semana Kim Kardashian subió desnuda a su Instagram titulada «Liberada».

#liberated

A photo posted by Kim Kardashian West (@kimkardashian) on

Y es que no creo que la libertad resida en la cantidad de personas que vean tu cuerpo desnudo, ya sean 65,6 millones o una sola, siempre y cuando seas tú la que decida quién quieres que lo vea. Ahí es donde, para mí, se encuentra. Y en que elijas libremente lo que te pones por encima de él, por supuesto.