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Si quieres ser feliz ponte zapatillas

A mí el calzado me da la felicidad (o la infelicidad dependiendo del que sea). En mi cuadro clínico, además de hipotiroidismo, deberían reflejar que he desarrollado en estos últimos cinco años una ‘zapaína’ aguda, también conocida como la enfermedad que te hace desear cuanto zapato se te ponga por delante.

Si viendo esta foto se te acelera el pulso, posiblemente padezcas 'zapaína'. GTRES

Si viendo esta foto se acelera tu pulso, es posible que padezcas zapaína. TUMBLR

Mi amor por los zapatos ha sido heredado de mi madre, aunque de manera mucho más desmedida en mi caso. Si mi habitación empezó teniendo dos baldas abajo del todo del armario para guardarlos hace tiempo que se me han quedado cortas y los zapatos han empezado con la lenta conquista de mi habitación. Ahora cuentan con las dos baldas, dos cestos y alguna que otra caja desperdigada por el suelo. Acabaré sepultada en ellos. Lo sé.

Piensa un color, por muy raro que sea seguro que algún par encuentro que lo lleve.

Una película que desarrolla la ‘zapaína’ es Sexo en Nueva York, que quiere hacerte pensar que el culmen de la felicidad está en que te regalen unos ‘Manolos’ (aunque unos Louboutin también nos harían el apaño, no vamos a ponernos tiquismiquis). Solo hay que ver a Sarah Jessica Parker deshaciéndose como un helado en agosto delante de Mr Big estilo príncipe azul poniéndole un Manolo Blahnik en el pie para que, inmediatamente, ese pensamiento ente en tu cerebro: «Quiero que me regalen unos tacones».

Pero siendo sincera, en cuanto acaba la película me pregunto para qué quiero unos tacones. Por muy bonitos que nos queden, en realidad son una criatura del Averno que absorbe la vida por los pies. De hecho, los que tengo, viven muertos del asco en el zapatero porque no me los pongo más que para bbc porque sé que podré sentarme en la Iglesia.

TUMBLR

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Así que, sintiéndolo mucho por aquellos guionistas de Sexo en Nueva York que querían convertirme en un acólito mas de sus filas de adictas a los tacones, prefiero las zapatillas.

Y es que la cenicienta moderna, como Hilary Duff en la pelicula con el mismo nombre, ¡combina un vestido princesil con unas Converse! Menudo bombazo, fue el inicio de la revolución podológica. Primero las Converse, las Victoria, luego las Vans, las Superga, las New Balance y las Reebok en el 2016.

La cosa es tener en el armario (por lo menos) un par de la zapatilla de moda. Y, como en mi caso seguro que a más de una, me ha pasado que he recibido una caja de zapatos y solo podía pensar «que sean unas Nike».

Pero el amor por los zapatos afecta tanto a hombres como a mujeres (mención especial a mi pareja, única persona que no solo iguala sino supera mi colección de calzado). Aquí podría mencionar también a todos esos blogueros que he descubierto en Instagram que veneran a sus zapatillas como si de sus hijos se trataran o que incluso se piden un día en el trabajo para comprarse el nuevo modelo de alguna marca.

Porque ya es oficial: las zapatillas, al igual que consumir chocolate o reventar pompas del papel de embalar, nos producen felicidad. A ninguno nos ha pillado por sorpresa porque lo veníamos sospechando, lo han descubierto desarrollando el Primer Estudio sobre el Uso del Calzado Deportivo que ha realizado Sprinter usando una muestra de 3000 usuarios.

El 82% de los encuestados afirmaron que eran felices en zapatillas frente a un 2% que prefirió el calzado no deportivo. Las 60 personas que forman ese 2% se me escapa. ¿Hippies que van el día descalzos? ¿Abuelos que llevan chanclas con calcetines o que prefieren las cangrejeras?

La razón es, principalmente, la comodidad. Nos gusta ir a gusto, claro que sí. En mi caso, un calzado pasa la prueba cuando me permite correr sin descalabrarme para alcanzar el metro. Pero no solo queremos ir cómodos, queremos ir bien. Las zapatillas han pasado de ser algo que solo usábamos para las clases de gimnasia o para jugar al fútbol con los amigos a una prenda que se ha hecho un hueco en todas las firmas.

Sigue la moda, es combinable y es cómoda. Y si, después de leer esto no te han entrado ganas de hacerte con otras, es que formas parte de ese 2%.