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La relación con el sol a lo largo de mi vida

Mis primeros recuerdos de mi relación con el sol podría situarlos en mis cinco años de edad, cuando, poco antes de llegar a la playa, mi madre me embadurnaba de pies a cabeza en protector solar.

Lo hacía tan a conciencia que no me quedaba un centímetro sin cubrir por la pasta blanca. Con una madre enfermera y un padre químico era imposible no ser consciente de lo peligroso que es el sol. Pero no solo de pan vive el hombre y no solo de crema vive mi madre. Al llegar a casa tocaba ponerse after sun como si nos fuera la vida en ello.

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A los quince años fue cuando mi relación con el sol cambió completamente. No solo descubrí que el sol me ponía morena, sino que, de hecho, estar morena era algo cool y en los pasillos del colegio se había instaurado una especie de competición de a ver quién tenía la marca de los tirantes del bikini más marcada.

En esa época tomaba el sol como cuadraba. Normalmente estaba tan ocupada cotilleando con las amigas que no era ni consciente. Era un «aquí te pillo aquí te bronceo«. Luego había días en los que se quedaba exclusivamente para ‘morenear’, que era cuando, revista Bravo en mano, hacíamos los «vuelta y vuelta» hasta que para despegarnos de la toalla casi necesitábamos una espátula antiadherente.

A los 20 años me volví una sibarita. Tomar el sol era un hobby pero con cabeza. Cada día bajaba al jardín religiosamente (evitando ir de 12 a 16), pero no de cualquier manera. Tomar el sol era mi momento y no solo bajaba con la toalla, sino que la acompañaba de un cojín para las cervicales, una botella de agua, música, revistas y, la mayor parte de las veces, apuntes. Mis exámenes de junio, a lo largo de mis cuatro años de carrera, salieron de ese jardín.

A los 25 años, etapa en la que estoy ahora, el sol se ha convertido, no en un peligro, pero sí algo de lo que debo cuidarme. La crema factor 50 se ha convertido en mi básico antes de salir de casa y en mi indispensable en el bolso. Vale que si voy a la playa me tiro en la toalla, pero atrás ha quedado esa época en la que tomar el sol era el centro del verano.

No solo me he quitado la ansiedad que a veces llegaba a sentir porque se me iba el moreno, sino que estoy en una fase de mi vida en el que me da absolutamente igual estar o no estar bronceada. Creo que ahora mismo hay muchas cosas que prefiero hacer a cubierto antes que estar forzando a mis células a crear melanina constantemente para protegerme de una agresión como son los rayos de sol.

Bronceado pero sano

Aprovechando que nos faltan escasos días para el verano, que ya aprieta el calor y que este martes 13 de junio fue el Día Europeo de la Prevención del Cáncer de Piel, debemos tener en cuenta una serie de cosas si queremos tomar el sol con seguridad.

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Los consejos han sido sacados de de la nota de prensa del Hospital Vithas Nisa Pardo de Aravaca.

1. Protector solar antes de la exposición al sol y renovar, sobre todo después de cada baño (por mucho que diga que es resistente al agua, que más vale prevenir que curar). Ya sé que es un rollo tener que estar pendiente de la crema y que sin una madre detrás que nos lo recuerde se nos olvida la mayor parte de las veces, pero hay que hacerlo.

2. Nada de sesiones maratonianos al estilo «vuelta y vuelta» bajo el sol y sobre todo evitar la exposición solar entre las 12 y las 16 horas. Es decir, si quieres echarte la siesta, hazlo a la sombra pero nunca bajo el sol que es cuando más pega (y cuando más dañino es).

3. Adiós a las sesiones bronceadoras con lámparas de rayos UVA. No es obligatorio que siempre estés morena. Estas máquinas contribuyen a la aparición de cánceres cutáneos y aceleran el envejecimiento. Sales más morena, sí, pero con más posibilidades de padecer cáncer y más vieja.

4. No exponer a insolación directa a los niños menores de 3 años y ponerles siempre crema con un alto factor de protección. No olvidemos que la piel conserva la memoria de todas las radiaciones recibidas. Es por eso que cuanto más importante ha sido la dosis, mayor es el riesgo de la aparición de cánceres en la edad adulta.

5.  Salir a correr, montar en bici, irte de compras por Gran Vía… Podemos quemarnos realizando cualquier actividad al aire libre, así que échate crema antes de salir de casa.

6. Lo de que si está nublado/llueve/hay nieve etc el sol no pega, es falso.

7. Ropa protectora como gorras y gafas de sol con cristales homologados filtrarán los rayos UVA y UVB. A los niños, además, ponerles camisetas secas y opacas: una camiseta mojada deja pasar los rayos UV.

8. Secarse bien después de cada baño. Nada de secarse al sol presumiendo de tu nuevo bikini ya que el efecto lupa de las gotas de agua favorece las quemaduras solares y disminuye la eficacia de los protectores solares (sí, aunque sean resistentes al agua).

9. Beber agua a menudo. El sol deshidrata nuestro organismo. Vigilar especialmente a las personas mayores, cuya sensación de sed está atenuada, y a los niños, cuya necesidad de agua es importante y sus centros de termorregulación son todavía inmaduros.

10. Si ves que una peca o lunar ha cambiado de forma, tamaño o color, no lo «dejes estar» y consultar a un dermatólogo. Puede ponerse feo.

Si vas a la playa no te olvides del ‘facekini’ para protegerte la cara

¿Te suena el facekini? Eso es que todavía no has visto ninguno. Si lo hubieras hecho te habrían ingresado un tiempo por estrés postraumático.

Vale, puede que esté siendo un poco exagerada, en algo se me tiene que notar que soy madrileña. Pero justo cuando pensaba que no había nada en el mundo más raro y feo que los Crocs, llega el facekini y rompe todos mis esquemas.

#facekini photo by Peng Yangjun

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El facekini es un pasamontañas de nylon que, además de que nos sirve para cometer asesinatos y otros delitos sin ser identificados, nos permite evitar los rayos del sol en la cara pero respirar y ver con normalidad gracias a sus aperturas. ¿Que para qué?

Pues porque mientras en el resto del mundo se lleva estar siempre bronceado (ahí tenéis a Valentino que ha pasado de color ‘naranja valenciana’ a ‘chocolate a la taza’), en China, un tono oscuro de piel significa que trabajas al aire libre, lo que es sencillamente muy poco femenino, mientras que ser blanca como la leche (más o menos como tú y yo estamos 10 meses al año) es lo realmente elegante.

Desde 2004 esta prenda infecta se pasea por las playas Chinas impunemente. Aunque al principio el diseño asustaba a los niños (¿por qué sería?), su creador, Zhang Shifan, empezó a hacer diseños inspirados en la Ópera China, que, como veis, son mucho menos aterradores.

#facekini

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Puede que la crema solar de factor 50 no sea tan efectiva como el facekini, pero yo veo eso nadando a mi lado y me falta playa para alejarme.

Estamos llevando la preocupación por la belleza a extremos escalofriantes.

 

 

El pelo y el verano, el drama de todos los años

Tu melena. Esa mata orgullosa y resplandeciente que mimabas con cariño las gélidas noches invernales vigilando cada grado de la temperatura del secador como el mismisimo Heisenberg  haciendo la anfetamina. Era una maravilla de la naturaleza: fuerte, voluminoso y se desenredaba solo con mirarlo.

Pero llega el verano y esa melena leonina tras sesiones maratonianas de bronceado, chapuzones en el mar y el cloro de la piscina se convierte en los cuatro pelos ralos de Gollum. ¡Con lo que te había costado cuidarlo!

El verano es más nocivo para el pelo que los Lannister para la casa Stark. A partir del 21 de junio debe comenzar la batalla contra la deshidratación.

Según Yolanda Valencia, peluquera de Marco Aldany en Francos Rodríguez, la sal del mar y el sol «deshidratan el cabello. Al igual que protegemos la piel, debemos protegernos el pelo ya que podemos quemarnos el cuello cabelludo. Por su parte, la sal arrastra las proteínas del cabello al igual que el cloro, que es un producto químico. La deshidratación se nota en el aspecto, no está saludable, está opaco y sin brillo».

¿Que sería lo recomendable? «No mojarlo» afirma Valencia, aunque claro, a ver quién es la guapa que por mucho amor que le profese a su pelo aguanta sin darse un baño cuando hace 40 grados a la sombra. «Cuidarlo con tratamientos para que no se seque tanto como un baño de proteínas o productos solares para el pelo. Lavarlo con champú y acondicionador solar que arrastran los excesos de la piscina, la sal y la arena».

Mi gran duda es hasta qué punto nos perjudica lavarnos el pelo a diario, porque todas hemos vivido eso de salir de la ducha, tener el pelo seco a los 5 minutos y que se convierta en un gurruño de cabellos bañados en sudor cuando vuelves a casa. «Puedes lavar el pelo a diario pero con productos que no te perjudiquen, que sean suaves ya que el lavado es una agresión, es decir que no tengan fósforo ni sulfatos, que sean naturales» dice Valencia.

Y es que las que tenemos melena no sabemos ya cómo hacer para sobrevivir en verano sin cortárnosla de tajo. Mi última estrategia: hacerme un moño más grande que una hogaza de pan gallega, y llevarlo día y noche es un ataque contra la meleba, ya que como asegura Valencia «recogerse el pelo siempre es malo en general tanto de día como de noche. Durmiendo encima se enreda más. En todo caso se pueden utilizar pinzas y gomas específicas para que el pelo no se rompa». Algo me dice que mis pinzas del chino y mis coleteros del Primark no están incluidos en esta categoría.

Que llegue el verano, no significa que debamos olvidarnos de cuidarlo hasta septiembre. «Es bueno hacerse tratamientos a lo largo de todo el año, para mantenerlo sano. Con exceso de sol con mayor motivo. Para ayudarlo contra los factores estivales tratamientos de proteínas hidratantes y reparadores, llevar una alimentación sana o tomar suplementos como levadura de cerveza, que es buenísima para el pelo, la piel y las uñas» dice Valencia.

Vamos, que después de leer el post ya no tienes excusa para descuidar la cabeza este verano.

Los productos para bebés que querrás utilizar de adulta

Hay dos cosas que, pese a haber pasado los dos años de edad, he seguido usando a lo largo de mi vida: los potitos de fruta y el aceite de Johson’s Baby.

Y justo cuando pensaba que lo mío era algo raro hasta el extremo (e incurable) descubro que hay productos para bebés, como la crema solar, cuyo uso es recomendable para los adultos.

La revista Marie Claire preguntó a la doctora, fundadora y directora del Capital Laser & Skin Care y profesora clínica del Departamento de Dermatología en el Centro Médico de la Universidad de Washington sobre las diferencias entre una crema solar para adultos y una para bebés.

Pues bien, según la doctora, los productos para bebés y personas con piel sensible «llevan zinc y en ocasiones titanio. Ingredientes que se quedan en la superficie sin que la piel llegue a absorberlos, por lo que son más seguros«.

Entonces, ¿cuál es la diferencia? «La ‘elegancia’ del producto. La versión adulta tiene partículas más pequeñas de zinc o titanio por lo que son más claras y no quedan blancas» lo cual explica por qué en la playa siempre vemos a niños que parecen untados en nata montada. No, no es que sus madres sean unas desaprensivas que no se la han extendido bien, sino que es una cuestión de partículas.

Y aquí me diréis, «Vale, sí… Todo esto suena muy bien, ¿pero qué pasa con el bolsillo?». Aunque a las que sois madres no os pilla de nuevas, os diré que el protector solar para bebés es más económico que el de adultos, algo que se debe a que «las cremas menos ‘pastosas’ son más difíciles de producir, por lo que son mucho más caras que las fórmulas para bebés».

O en otras palabras, cuanto más rápido se absorba y menos pegajosa te deje más cara te va a salir. Reflexionemos, sobre ello porque es una cuestión de prioridades. Quizás te compensa ese tono Casper si después vas a poder tomarte otra sangría en la playa.

Comparación de cremas solares. DIA

Comparación de cremas solares. DIA

Pero no solo es preferible usar la crema solar. Otros productos para bebés nos pueden servir en nuestro día a día. En el caso del aceite (ese que uso como hidratante), encima de para la piel, es perfecto para limpiar las brochas del maquillaje. Además, la crema que recomiendan para las rozaduras del pañal, puede utilizarse para las reacciones de la piel, e incluso de máscarilla facial.

Protector, aceite, cremas (y no olvidemos los deliciosos potitos)… Ya no necesitas ser madre para usar estos productos en casa.

 

Así es cómo afecta el siglo XXI a tu piel

Está de moda cuidarse por dentro y por fuera. El esplendor del deporte, de la comida sana, de los tratamientos de belleza o de los ‘superalimentos’ favorecen a que nos sintamos dentro de una especie de ‘Era de Bienestar’. Sin embargo nuestra piel está más amenazada que nunca ya que, debido al agujero de la capa de ozono, el sol nunca había sido tan dañino; se llevan bronceados imposibles (ya sean naturales o de cabina); maquillajes muy cargados o imitar a las famosas poniendo ‘morritos’ en las fotos.

Hombre mirándose en el espejo. GTRES

Hombre mirándose en el espejo. GTRES

Es decir, tenemos a nuestro alcance todas las herramientas para cuidarnos en un mundo en el que nos descuidamos. Y es que en el siglo XXI las amenazas para nuestra piel se han multiplicado, sin embargo, lo que sigue siendo más dañino es el mismo agente que hace años, el sol.

Según el Dr. Miguel Sánchez Viera, director del Instituto de Dermatología Integral, «lo que más daña a la piel, además del inexorable paso del tiempo, es el sol. Sin olvidarnos de que es el principal causante del cáncer de piel, es también es el causante más importante del envejecimiento prematuro, deshidratación, flacidez y de la aparición de arrugas y manchas».

Pero no es el único culpable, ya que en palabras del doctor la falta de higiene y cuidados también perjudican al mayor órgano de nuestro cuerpo: «A lo largo de día se van acumulando sobre la piel distintos microorganismos de tipo bacteriano y levaduras, además de restos de grasa cutánea, contaminantes ambientales -especialmente en las ciudades-, así como productos cosméticos y maquillajes».

Y es que la contaminación también tiene efectos en nuestra piel: «Afecta de forma muy negativa. Los ambientes con polución tienen muchas partículas en suspensión que se posan en la piel obstruyendo los poros, por lo que recibe menos oxígeno. Esto hace que la piel se vuelva menos elástica, se deshidrate más fácilmente, se torne apagada y sea más proclive a sufrir reacciones alérgicas. Por otra parte, la contaminación incrementa la producción de radicales libres, los principales causantes del envejecimiento prematuro de la piel».

Esto no significa que tengas que salir de casa con escafandra (algo que igual debemos empezar a hacer en unos años) porque lo podemos mitigar con una buena limpieza facial ya que «si no limpiamos, hidratamos y nutrimos el rostro por lo menos una vez al día el envejecimiento prematuro está servido, ya que el nivel de protección de la capa hidrolipídica y protectora de la piel es limitado».

A diferencia de lo que podamos pensar, estar expuestos al brillo de aparatos electrónicos «no tiene por qué afectar a la salud de nuestra piel. El potencial problema lo tienes nuestros ojos que no están preparados para pasar horas mirando una pantalla» dice el doctor Sánchez Viera.

Hola, arrugas de expresión. TUMBLR

Hola, arrugas de expresión. TUMBLR

Quizás las pantallas no nos afectan con el brillo, pero sí con lo que vemos en ellas como las famosas duck faces (posar poniendo morritos) en el Instagram de la celebrity de turno. La repetición de ciertos gestos a la hora de posar pasa factura a nuestra piel: «Cualquier gesto repetido favorece la aparición de arrugas. De hecho, las arrugas gestuales son las que primero aparecen en nuestro rostro, pudiendo aparecer incluso a los 20 años» declara el doctor. Moraleja: deja de poner caras raras y procura salir en las fotos lo más natural que puedas.

Otro agente que amenaza el cutis es el estrés, la epidemia del siglo XXI. Podemos saber si estamos sometidos a él por la aparición de granitos y puntos negros, algo que según el doctor Sánchez Viera «se debe a que el estrés hace que el cerebro segregue grandes cantidades de una hormona llamada corticotropina, que hace que las glándulas sebáceas puedan llegar a producir hasta un 60% más de grasa de lo normal«.

No se queda solo ahí, sino que también «el flujo sanguíneo se ralentiza lo que provoca deshidratación y flacidez. El motivo es que el cerebro manda una orden a determinados nutrientes naturalmente presentes en nuestra piel para que se trasladen a los músculos por si tienen que actuar de una forma rápida en respuesta a la situación de estrés. La piel también se vuelve más sensible a las agresiones externas ya que la capa protectora natural se vuelve más débil y frágil».

Pero que no cunda el pánico, puede que nuestra piel esté muy amenazada pero nunca habíamos tenido tantas ayudas a la hora de cuidarla: «Para que la piel se vea afectada lo menos posible tanto por el paso del tiempo como por agentes externos es fundamental recurrir a productos cosméticos que la ayuden a tener unos niveles de hidratación y nutrición adecuados. Si queremos que además se vea libre de manchas es básico recurrir a fotoprotectores con índices altos (superiores a 30) o a cremas que los lleven incorporados».

No basta con echársela, «para que estos productos puedan penetrar más fácilmente en capas más profundas de nuestra piel es necesaria que se haga una exfoliación periódica para eliminar células muertas y grasa alojada en los poros. Si la exfoliación se hace en casa recomendamos utilizar productos de scrub una vez a la semana. Si es un peeling profesional en el que se utilizan principios activos como el ácido glicólico, alfa-hidroxiácidos o tricloroacético pueden ser suficientes con una o dos veces al mes«.

Debemos concienciarnos de que la piel necesita cuidados, además de que, según el doctor «se podría empezar por algo tan sencillo como llevar una alimentación sana y equilibrada en la que primen frutas, verduras, pescado y carnes magras y no abusar del sol. Sólo 10 minutos al día de exposición sol son suficientes para poder metabolizar la vitamina D necesaria para ayudarnos a fijar el calcio y tener unos huesos más fuertes y sanos. Todo el tiempo que se está de más al sol y, sobre todo, sin fotoprotección solo va a contribuir a que nuestra piel envejezca más rápido».

Alimentación sana, un sol justo y necesario, «una adecuada higiene (que incluye desmaquillarse antes de irse a dormir) y el uso de productos cosméticos que ayuden a mantener la piel hidratada, elástica y nutrida» parecen ser las claves para que «el paso del tiempo se vea reflejado más tarde en nuestra piel».