El próximo miércoles 22 tiene lugar un coloquio sobre Cristianismo y Diversidad sexual, una cuestión controvertida sobre la que hoy nos escribe una de las organizadoras del evento, Violeta Lanza (@LanzaVioleta) que es estudiante universitaria y directora de Bo.

- Detalle del cartel del coloquio diseñado por Tomás Rodríguez Rivero
Si a mis 16 años alguien me hubiera dicho que Dios renegaría de mí por ser homosexual, o me pediría que no me casara ni tuviera hijos para no desvirtuar el significado de la familia, me habría costado tanto creerlo que quizá me habría echado a reír. O le habría quitado importancia, como hacemos cuando alguien nos plantea algo que nos parece absurdo.
Años después -estudiando Lógica en clase de Filosofía– aprendí que absurda es toda conclusión de un argumento que no se sigue de las premisas de éste. En este sentido, la conclusión de que Dios consideraba los actos de amor entre dos personas del mismo sexo como algo intrínsecamente desordenado me resultaba absurda a todas luces. Porque no podía deducirse de las premisas de la experiencia cristiana que yo siempre había vivido: amarás a Dios con todo tu corazón, toda tu alma y toda tu mente y amarás al prójimo como a ti mismo. Incluso si en mi adolescencia me consideraba ya más agnóstica que creyente, no podía concebir que ningún cristiano realmente pudiera creer aquello.
A fecha de abril de 2015, tengo 20 años y he podido desarrollar mi afectividad sin culpabilidades y con la naturalidad que le corresponde. Sigo creyendo, cada vez con mayor convicción, que dicha conclusión es absurda. Y sin embargo ya no me hace reír, ni le quito importancia. Porque en este tiempo he sido testigo de muchas vidas que han sido destrozadas por ella. Lo más doloroso ha sido, quizá, ser consciente de que esas vidas no necesariamente han «acabado» en forma de suicidios ni crímenes de odio. Han «acabado« en forma del silencio y el vacío que vive quien, día tras día, se levanta de la cama y acomete una rutina que no es sino mentira y ahogo. Quien vive cada paso, cada beso -o ausencia de besos–, como un infierno que no remite. Quien se ha sometido a unas expectativas que, si eran demandadas por alguien, desde luego no por Dios.
Dios. Ése que, si existe, sin duda no se siente enfadado, sino triste y decepcionado ante una Iglesia católica que muchas veces no ha sabido entenderle y así ha dañado a tantos, alejándose, al hacerlo, de su propio cometido. Porque ha sido la Iglesia –no todos los creyentes ni mucho menos, sino parte de su jerarquía– quien ha añadido a las dos premisas esenciales otras que sonilegítimas. Ha entendido que el amor de Dios está sometido a un llamado «orden» o «ley natural» que, si de algún sitio ha salido, desde luego no del mensaje original de Jesús. Una ley «natural» que impone una consecuencia inevitable: si bien las personas homosexuales son tan dignas como cualquier persona, están llamadas a la castidad, y a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición.
Quien esté familiarizado con la teología cristiana sabe que el sacrificio de Jesús en la cruz es uno de los elementos más sagrados y maravillosos del credo. Por ello es una aberración utilizarlo de manera ilegítima para invitar -imponer- a una persona a vivir una vida sin amor, o con un amor adulterado. Esta conclusión no sólo es absurda sino, sobre todo, contradictoria a lo que Dios pueda querer para ninguna persona. Una conclusión que es fruto no tanto de la maldad como de los prejuicios. Y que no sólo conduce a muchos cristianos a rechazar la homosexualidad, sino que además conduce a muchas personas homosexuales a rechazar el cristianismo.
La reivindicación más eficaz de los derechos LGBT, no sólo en el contexto del cristianismo sino de manera general, no pasa por atacar la maldad ajena sino precisamente los prejuicios, para favorecer la comprensión mutua, la tolerancia y la aceptación de uno mismo. Éste ha sido nuestro objetivo al organizar, este próximo miércoles 22 de abril a las 19:00h, la mesa redonda Cristianismo y Diversidad sexual en el Salón de Grados de la Facultad de Filosofía y Letras (A) de la Universidad Complutense de Madrid, en el marco de la Semana Complutense de las Letras. Organizada por The Bo Review en colaboración con Arcópoli, en ella intervendrán Juan José Tamayo (teólogo y director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III de Madrid), Manuel Ródenas (abogado y activista ) y Violeta Assiego (abogada, investigadora social, co-editora de este blog y activista en favor de los derechos humanos en diversas organizaciones).
Esperamos poder contar con tu presencia en este acto que, ojalá, contribuirá a un diálogo abierto y tolerante entre personas LGBT y heterosexuales, cristianas y no cristianas, con vistas a construir poco a poco un mundo mejor para todos. Personalmente creo, y así lo vivo en mi profunda amistad con muchas personas religiosas, que si bien muchas veces las decisiones fundamentales dentro de la Iglesia las toman quienes no miran hacia adelante, en ella siempre hay (aunque a veces cueste creerlo) voluntad de avanzar hacia lo que más nos acerque a ese Dios. A día de hoy este avance parece más plausible que nunca y está en nuestra mano contribuir a ello.

- Cartel del coloquio Cristianismo y Diversidad sexual