Por Nayra Marrero (@nayramar)
- Fotografía de Oliver Miranda
– ¡¡Cuidado con ese!! Lleva calcetines de colores y menea mucho la mano al hablar… Tiene pinta de peligroso porque rompe la armonía gris de los vagones del metro.
– Hablando de armonía ¡¡Cuidado con ese!! Parece portar un instrumento de destrucción de la monotonía, tapando el ruido común con notas musicales.
– ¿Y qué me dices de ese? ¡¡Cuidado!! Tiene pinta de haber dormido en la calle. Tiene el cansancio pintado en la cara, huella inequívoca de su fondo malvado y ruin. ¿Y ese que dice que no tiene dinero para comer? ¡¡El hambre les lleva a la desesperación así que cuidado!! Yo solo quiero ver gente que no perjudique la estética general de mis andenes.
No sé si conocéis Momo, pero es una lectura ideal para el metro. Un libro juvenil en el que la protagonista se enfrenta a los hombres grises que quieren anular cualquier elemento disonante, cualquier señal de vida no anodina, cualquier color. Así imagino yo al señor de Metro de Madrid, apartado cautelarmente, que envió una circular en la que instaba a quienes vigilan el subterráneo a tener especial cuidado con homosexuales, músicos, mendigos, pedigüeños y vendedores.
Así que los revisores han de comprobar el billete en función de las pintas, porque según les indica la circular ‘parecer’ es ‘ser’, y viceversa.
Pero esa circular se equivoca. Y nos escandalizamos porque se señala a colectivos que ya fueron señalados una vez, criminalizados por la Ley de Vagos y Maleantes, encarcelados por peligrosos sociales, por romper la paz social del deber ser (y parecer) del Franquismo. Y en el siglo XXI, cuando algunos creen que los gais son ricos, glamurosos, otros creen que son propensos a colarse en el transporte público.
Y aunque una imagen parezca mejor que la otra, ambas son tristes, estigmatizantes, mentirosas, porque ni todos son iguales ni falta que les hace.
Y para mí es tan doloroso que se señale a una comunidad como a otra, que se persiga el ser, el parecer, y no el hecho de hacer algo prohibido. Porque no está mal que se meta en el mismo saco a homosexuales, músicos y mendigos, lo que está mal es que se meta a las personas en sacos.
Los controles en función de las pintas son ilegales, discriminatorios y además no son efectivos. Es peor el peso del prejuicio que criminaliza que lo que resuelve el que señala a un colectivo en función de sus estereotipos.
La ley de Seguridad Ciudadana que ahora mismo está en el Senado, a pesar de haber introducido el principio de no discriminación por ningún motivo, no introdujo garantías legales a los controles arbitrarios que sufren muchos colectivos. Y el ‘derecho a ser’ sin ser perseguido por ello no es exclusivo de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales, es una cuestión de Derechos Humanos y incluye el tránsito libre y despreocupado de otros con peor prensa: inmigrantes, gitanos, trabajadoras del sexo… Protestemos contra el señalamiento selectivo y suframos el cuestionamiento de nuestros billetes (o nuestros papeles) todos, en igualdad.