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120 pulsaciones por minuto

Por Charo Alises (@viborillapicara)

#CineLGTBI

Película francesa de 2017 dirigida por Robin Campillo que se adentra en la organización parisina Act Up (Pórtate mal) réplica del grupo homónimo fundado en Nueva York en 1987. El objetivo de esta asociación era llamar la atención sobre la pandemia de sida y las personas que la padecían con la intención de obtener legislaciones favorables, promover la investigación científica y la asistencia a las personas enfermas así como la implementación de políticas públicas adecuadas para la erradicación de la enfermedad.

Ganadora del Premio del Jurado en el Festival de Cannes, 120 pulsaciones por minuto es una cinta emotiva y vibrante con una cuidada puesta en escena y un ritmo que rebosa intensidad.

En una entrevista concedida por Campillo a Cineuropa en 2017, comentó que se unió a Act Up en 1992. Vivió el sida y los años 80 como algo extremadamente violento. En aquella época no se hablaba de ello, había una especie de ley del silencio. Como mucha gente en ese momento, infectada o no, el director de la cinta se integró en el grupo porque estaba enfadado. Quería dejar de ser víctima. El objetivo de Robin Campillo era retratar en la película el momento en el que se rompió el silencio que se cernía sobre el sida .La cinta rinde homenaje a esta época, a todos estos pequeños actos minoritarios convertirtiéndolos en eventos históricos importantes para dar vida a una epopeya de las pequeñas cosas.

Una gran parte del guión está basada en los recuerdos del director. Lo que interesaba a Campillo era cómo la gente se unía al colectivo Act Up para dejar de estar sola y formar una fuerza política con la que identificarse. En este contexto el personaje principal se aparte del grupo al contraer la enfermedad. Según explica el cineasta, lo que pretendía era que el espectador tuviera la misma percepción que él tenía cuando entró en el grupo y no podía entender algunas cosas que sucedían.

La película plantea la cuestión de la vida y de la urgencia. El director quería que la cinta fuera como una metamorfosis y que el espectador no tuviera tiempo de ver cómo se pasa de una escena a otra. Las secuencias tenían que ser ecos de las escenas siguientes mientras la escena anterior permanecía creando así una especie de remanencia durante toda la película. Según comentaba Campillo, la película está filmada de una manera un poco cruda, con la idea de reflejar la prisa, la inmediatez que impone esa urgencia que generaba la enfermedad.

El film se desliza de un género a otro, de un estilo a otro. Tiene elementos de documental, ficción, amor y tragedia. El director quería plasmar esos cambios por su idea de que, en la vida real, nos pasamos a otro universo rápidamente. Según el cineasta, cuando estamos enfermos, la comida tiene otro sabor, hay diferentes estados de subconsciencia, y cosas que vemos todos los días, no las percibimos de la misma manera.

Robin Campillo opina que si Act Up tuvo este impacto, fue porque había gente que no tenía otra opción. Eran sus cuerpos los que hablaban, personas que sufrían, que no tenían todo el tiempo del mundo, que ya eran débiles, que ya se trataban, etc. Según apuntaba, esta situación te colocaba en una situación de emergencia proporcionándote fuerza, poder, energía. Fue una lucha política muy personal. Para él era como la diferencia entre defender una causa y estar en el frente de batalla. La lucha de una comunidad que se creó con la idea de superarse a sí misma.
 

De la formación de la identidad de género y sexual al debate político sobre los derechos trans

Por Nieves Gascón, (@nigasniluznina), la cuentista de nuestro refugio

 

Un día, el pequeño Dragan, cuando vivía todavía en Budapest, se puso un vestido de su hermana Tamara. La niña se rio tanto que estuvo a punto de hacerse pis en las bragas, y le decía insistentemente <¡Qué guapa, qué guapa estás!> . Cuando su padre se enteró, se puso furioso y castigó a su hijo. Le había advertido de que esos juegos eran perversos y de lo inadecuado de esa dudosa inclinación hacia la cual se había dejado arrastrar.

El país de los otros, Leila Slimani (P.303, 2021)

 

Comenzamos en esta ocasión con esta cita de un libro fascinante que nada tiene que ver con nuestra estantería LGTBIQ+, pero que nos abre la puerta para recomendar un precioso álbum ilustrado: La falda morada de Leo, de Irma Borges y Francesco Fragnani, publicado en 2022 por Nube Ocho y ganador de la VII Edición del Premio de Literatura Infantil Narrativa Equality, de la asociación italiana Woman to be.

Esta publicación de gran tamaño, cuadrada y tapa dura con grandes y coloridas ilustraciones, narra la historia de Leo, un niño al que le encanta de entre toda la ropa de su baúl de disfraces, una larga falda morada con la que puede ser cualquier personaje de fantasía. Tanto es así, que decide salir a la calle con la falda, pero tras el comentario de una señora, se da cuenta de que el uso de faldas se identifica sistemáticamente con las niñas.

Gracias a su padre y su madre, descubre que en otras sociedades y culturas, hay hombres que utilizan faldas de forma habitual. También descubre que en la historia hubo mujeres que transgredieron los usos y costumbres, sobre todo las estrictas normas del saber estar, utilizando pantalones. Leo se da cuenta de que puede transgredir con su estupenda falda morada y decide llevarla puesta para ir al colegio, consciente de que rompe con las normas de género.

Con este relato sencillo descubrimos a los niños, niñas y niñes, de a partir de cinco o seis años que existen normas sociales para la identidad de género y de lo que puede suceder cuando no nos ceñimos a ellas, pero también y lo más importante, conocen la libertad y el derecho de decidir sobre la propia imagen e identidad. Este derecho está por encima de los rumores, miradas, comentarios y usos de mira estrecha que no responden actualmente a nada más que al empeño del control social sobre nuestra sexualidad e imagen, cuestión absolutamente personal.

Y de esta publicación pasemos a otra recomendación para adolescentes: Heartstopper, Dos chicos juntos, de Alice Hoseman, publicado por la Editorial Planeta en 2020, comic de Reino Unido y de estilo manga que inspira una serie recientemente estrenada en Netflix. Esta historia de amor romántico adolescente, está obteniendo un gran éxito. Lo realmente significativo es que nos relata una historia de amor entre dos chicos, y que cuenta con personajes no binarios, con los que se pueden identificar todos los chicos, chiques y chicas del mundo. A diferencia de otros argumentos de series norteamericanas de consumo adolescente, esta es más entretenida, adictiva y conmovedora, si me apuran. Marca también esta diferencia, en mi modesta opinión, que es inglesa y escrita por una mujer joven que conoce perfectamente la psicología adolescente. Aunque tengamos ya una serie, no se pierdan el cómic, manga no japonés pero original, en monocromático blanco y negro en su interior, con vistosos vuelos de hojas otoñales, de fácil lectura y muy dinámico en el transcurso de la trama. Además hay cuatro cómics publicados y de la serie sólo hay una primera parte (toca esperar a posibles y posteriores entregas).

Tras esta recomendación, pongámonos más formales y permítanme hacer una tercera sugerencia de lectura para más adultos, adultas y adultes: La batalla trans, de Raúl Solís, editado por Bellaterra en 2022. El verano nos permite mucho tiempo para leer e informarnos. En tono de reflexión necesitamos saber más y mejor sobre el consabido debate de los derechos trans puestos en jaque por el feminismo institucional.

En este sentido, el autor nos cuenta con todo lujo de detalles sobre el conflicto que surge en torno al proyecto de ley del Gobierno para la aprobación de una nueva norma que favorece y reconoce, en gran medida, derechos a las personas trans. Lo sorprendente es que en el ámbito autonómico, estos derechos se han visto anteriormente más reconocidos, que no en su totalidad, y no se generó ningún debate como el actual.

Este ensayo es un obra necesaria y un trabajo riguroso, que pone en jaque a figuras relevantes del feminismo institucional de nuestro escenario político, sobre todo cuestionando aquellos argumentos que las han posicionado de la mano de los líderes del partido más conservador y fascista en el Parlamento, de cuyo nombre no deseo mencionar en esta líneas, para no darle espacio ni relevancia.

Cabe decir que Raúl Solis es valiente y exhaustivo, argumenta cada una de sus reflexiones de forma contrastada y objetiva. No obstante hay algún detalle sobre el que pensar después de esta lectura, e incluso discrepar, pero en general resulta una información referencial para no perder el hilo del debate político en relación a los derechos humanos de las personas trans, más teniendo en cuenta como éstos se ven amenazados por intereses partidistas e institucionales, que nada tienen que ver con la demanda social y el sentir del feminismo más actual (equidistante del institucional). Recordemos que el feminismo se ha transformado desde el 8 de marzo de 2018, ha conectado con todos los grupos sociales y edades, hasta el punto de removernos culturalmente. Esto no es una amenaza, aunque así lo sientan quien lo utilice privativamente, sino supone una transformación más democrática e ideológicamente envolvente. Disfrutemos de este cambio y apoyemos a todas las mujeres, por supuesto a las mujeres trans, porque el activismo feminista ha sido y es la lucha por la igualdad de género, pero sobre todo supone el apoyo a las mujeres en situación de mayor desventaja legal, política, económica y social.

Y no se olviden de disfrutar leyendo en lo que escasamente nos queda de descanso estival.

¡Hasta pronto!

Amalia. Una gallina diferente.

Por Charo Alises (@viborillapicara)

 

Hoy recomendamos Amalia. Una gallina diferente, de Nieves Gascón y Amelia Morán.

Versionando un hermoso poema de León Felipe, lo cierto es que la cuna de la humanidad la mecen los cuentos. Muchos son los beneficios de las historias que escuchamos en nuestra infancia: estimulan la creatividad, ejercitan la memoria y aportan valores y enseñanzas que nos pueden servir a lo largo de toda nuestra vida. En bastantes ocasiones, siendo ya adulta, me he dado cuenta de la importancia de aplicar esos valores aprendidos de los cuentos a situaciones de la vida cotidiana.

Normalmente es Nieves quien se ocupa en el blog de acercarnos a relatos estupendos, pero hoy seré yo quien os hable de uno de esos cuentos maravillosos: Amalia. Una gallina diferente. La autora de esta singular y estimulante historia es nuestra querida Nieves Gascón y los bonitos dibujos que ilustran el relato son de Amelia Morán.

No quiero yo hacer spoiler del cuento, pero sí acercaros a la figura de esa peculiar gallina llamada Amalia, todo un personaje, como ya veréis. Según nos cuenta Nieves, Amalia es dorada, redonda, educada y americana. Nuestra querida gallina era ordenada y hacendosa. La verdad es que mola bastante esta plumífera tan bien descrita y dibujada, todo un pibón gallináceo, sin duda. Por si no fueran pocas las virtudes de nuestra protagonista, a Amalia la curiosidad le chorreaba por todos los poros de sus plumas (bueno, si es que las plumas tienen poros). Quería aprender muchas cosas y no se conformaba con ver pasar los días y dedicarse a chismorrear como sus compañeras de corral que se ve que eran pelín cotillas.

La sed de conocimiento de Amalia la llevó a estudiar sin parar pasando olímpicamente de sus compañeras de corral que la ponían verde porque era distinta. Tanto aprendió Amalia que muy lejos llegó, otra galaxia descubrió y hasta un Premio Nobel ganó.

Ya lo decía al principio, Amalia es una gallina genial y nos enseña que no pasa nada por ser diferente, que debemos buscar nuestro propio camino sin importar las críticas; que la curiosidad, el estudio y la constancia nos pueden llevar muy lejos en la vida… al espacio, incluso. Por lo menos eso he aprendido yo con las peripecias de la gran Amalia, mi gallina favorita.

Espero que os guste mucho el cuento para que en breve podamos organizar el club de fans de Amalia.

Termino dando las gracias a Nieves por contarnos la estimulante historia de esta fantástica gallina y a Amelia por dibujar tan bien a la singular plumífera.

Hoy recomendamos: (h)amor roto

 

La editorial Continta me tienes publica el séptimo volumen de la serie (h)amor. En (h)amor roto diez voces nos hablan sobre rupturas y estar rotas. Es un conjunto de escritos atravesados por la pena, el duelo y la (im)posibilidad de dejar(nos) ir, a la vez que una celebración de aquello que fue. A lo largo de estas páginas encontramos formas poéticas de desgarro, en paralelo a algunas claves para una mejor gestión de las emociones, el cuidado de una y de las otras y el deseo de permanecer desde otras formas y lugares.

Una aproximación plural al (h)amor y al desamor que cuestiona la economía de los afectos en tiempos de neoliberalismo y pone de relieve las múltiples intersecciones que se dan entre género, raza y clase social.

Puedes encontrarlo en librerías y en la web de Continta me tienes 

Lxs autorxs:

En este libro participan voces diversas del mundo del activismo y la cultura. Algunas autoras destacadas son:

Mafe Moscoso, investigadora y docente, trabaja e investiga los cruces entre etnografía, escritura y arte, desde una perspectiva antirracista y feminista.

Andrea Momoitio, periodista, lesbiana y feminista, es coordinadora de Pikara Magazine, y colaboradora de revistas como CTXT, el Salto, Público o Eldiario.es.

María Bastarós, gestora cultural, historiadora del arte, escritora y fanzinera, coautora del libro Herstory (Lumen).

Colaboran además Andrea Gumes, Laura Casielles, Laura Latorre, Fefa Vila, Meg John Baker, Juanpe Sánchez y Lidia García (Queer Cañí)

 

 

Una mujer fantástica

Por Charo Alises (@viborillapicara)

#cinelgtb

 

Película chilena dirigida por Sebastián Lelio (Gloria, El año del tigre, Disobedience) y protagonizada por Daniela Vega (La Visita), Luis Gnecco (Neruda), Aline Küppenheim (Allende en su laberinto) y Francisco Reyes (El Club). La cinta se estrenó el 7 de septiembre de 2017. Seleccionada para competir por el Oso de Oro en la edición número 67 del Festival Internacional de Cine de Berlín, obtuvo el premio al mejor guión en ese certamen. Fue elegida mejor película extranjera en la 90.ª edición de los Premios Óscar —la segunda estatuilla en la historia del cine chileno tras el cortometraje animado Historia de un oso— y ganó el Premio Ariel en la categoría de Mejor película iberoamericana y el Goya a la mejor película iberoamericana en la 32.ª edición de estos galardones.

Marina (Daniela Vega), aspira a convertirse en cantante mientras trabaja como camarera. Orlando (Francisco Reyes), es dueño de una imprenta. Ambos idean una vida juntos pero sus planes se quiebran cuando Orlando muere de forma repentina. Entonces Marina se ve obligada a enfrentarse a la transfobia de la familia de su novio y tendrá que luchar por afirmar su personalidad y ser reconocida como la mujer fantástica que es.

Sebastián Lelio comenzó a rodar Una mujer fantástica con el título de La mujer fantástica, pero en la fase final del montaje decidió cambiar el determinado por el indeterminado. Daniela es una de tantas mujeres fantásticas aunque Lelio la aísla para remarcar así su lucha y su soledad. Marina subraya su nombre porque con él se identifica a pesar de que en su carné de identidad aparezca un nombre que le resulta ajeno. El respeto al nombre con el que una persona trans se reconoce, es una cuestión de dignidad.

El rechazo de la familia de su pareja fallecida es retrato cruel de la transfobia social que tienen que soportar las personas trans aún en los momentos más duros de sus vidas. A pesar de que la ex esposa de su pareja no la quiere ver y los hijos la humillan y desprecian, Marina no renuncia al derecho de dar el último adiós a su novio. El hermano de Orlando en un intento de que Marina no aparezca por el entierro, le ofrece parte de las cenizas del difunto. La familia quiere mantener el funeral dentro de lo que consideran “normal”

Normal es, por supuesto, Marina, personaje bien elaborado por Lelio (hábil creador de roles femeninos como ya demostró en Gloria) e interpretado impecablemente por Daniela Vega. Vega es una mujer trans y su aparición en esta película cumple con una de las reivindicaciones más importantes de las personas trans en el cine: que los papeles de personajes trans se asignen a interpretes trans. Esto no significa que Daniela Vega obtuviese el papel solo por su identidad sexual ya que, como demuestra en la película, su construcción de Marina es sobresaliente.

Cuando se dijo que la película tenía aromas a Almodóvar, Lelio afirmó en San Sebastián:

Tomo la comparación como un halago, aunque mi referente siempre fue Belle de Jour de Buñuel. Probablemente haya un gran nivel canónico proveniente de Almodóvar de estas temáticas. Siendo muy honesto- y te lo dice alguien que hace poco volvió a ver Todo sobre mi madre bañado en lágrimas- entre las películas que me inspiraron Una mujer fantástica no estaban las de don Pedro. Pero los espectadores encuentran siempre pistas, huellas de las que los directores no éramos conscientes. Aunque con el protagonismo de una mujer transexual, más guiños asumidos al melodrama, cruzada por el thriller, en una película que es también una reflexión sobre el cine, entiendo la referencia almodorvariana. Yo pensaba más en Jean Moreau de Ascensor para el cadalso. Moreau ha sido una clara influencia en el personaje que encarna Daniela Vega.

Al decidir la transexualidad de la protagonista, yo, que vivía en Berlín, investigué en Chile cómo sería su día a día. Dos personas distintas nos dijeron de Daniela, literalmente, que era fantástica. Tras la primera charla, yo salí transformado. Me voló la cabeza. Supe que no haría el filme sin una actriz transexual y que Daniela sería nuestra asesora. Nos hicimos amigos por Skype. Poco a poco su presencia fue calando en el guión. A mitad de la escritura sentí el segundo clac: Daniela era Marina. Ella además trajo una pregunta:¿qué es una mujer?

Por su parte, Daniela Vega diría que viendo la película te vas a sumergir en el universo de una persona que está pasando por un proceso de luto y es ahí donde empieza su periplo, por la pena, por el dolor y por el prejuicio de la familia que la hace sentirse no muy bien. La película es una historia de amor separada por la muerte y la transexualidad de Marina es un aderezo que viene a dar un matiz un poco más dramático a la situación. Pero es una historia de amor. Por eso Marina y Orlando conectan con el resto de las personas, porque ser trans es un dato desde el prejuicio, pero esto es una historia de pérdida, una historia de amor y de muerte. El prejuicio viene de parte de los demás, es un problema de los otros, un problema de quien observa la acción. Nosotros buscamos preguntarnos más que nada ¿quién dijo que no se podían vivir ciertos cuerpos, habitar ciertos cuerpos?, ¿hasta dónde llega la empatía de la familia? La transexualidad de Marina no es un problema ni para ella ni para Orlando. Es un problema que vemos cuando el resto de la familia de Orlando la asedia por eso. Ser transexual es difícil porque en muchos países no existen leyes que definan exactamente como hacer una transición correcta, leyes que resguarden los derechos de la gente trans.

Una mujer fantástica, además reivindicar los derechos de las personas trans exponiendo las situaciones humillantes y discriminatorias que tienen que soportar en determinadas situaciones, es, sobre todo, un canto a la libertad personal, a la autonomía y a la determinación de luchar por una vida digna en la que los derechos fundamentales de las personas sean reconocidos por encima de cualquier consideración o prejuicio social.

Un poquito de amor, humor y reflexión: desvelando identidades no binarias

Por Nieves Gascón, (@nigasniluznina), la cuentista de nuestro refugio

 

Hace un par de meses que no escribo para vosotres, lectores y lectoras de 1decada10. Me parece mucho más tiempo, quizás porque en el mientras llegó 2022, en el continúa el vertiginoso contagio de Omicrón, que aunque nos pille vacunadas en este privilegiado lado del mundo, nos agota por la constante incertidumbre en la que vivimos desde hace dos años. Les echaba de menos y espero que no sea demasiado tarde para desear un 2022 más generoso de inversión en gasto social, sanitario y garantía estatal de derechos humanos para los colectivos LGTIB+.

No se me olvidará el final de 2021, en concreto el 27 de noviembre, día en el que perdimos a Almudena Grandes, a la que quisiera rendir un pequeño homenaje recordando a uno de sus personajes, un hombre homosexual y superviviente de la novela Las tres bodas de Manolita (2014, Editorial Tusquets): Francisco Román Carreño conocido como “La Palmera”, bailaor que entabla amistad con una chica vulnerable de barrio, a la que bajo su influencia, se transforma en una exótica bailaora. En el mundo de la farándula y los tablaos, antes, durante y después de la Guerra Civil Española (de 1936 a 1939), sus integrantes sobreviven en un contexto de violencia, permitiéndose pequeñas licencias de excentricidad, debido a que en este mundo del espectáculo con el que “coquetean” los fascistas, permite la supervivencia de personas de sexualidad y reputación “dudosa”, no exentas de riesgo de poder ser represaliadas, torturadas, abusadas o asesinadas en cualquier momento. También es un lugar donde se ocultan republicanos perseguidos o un ambiente propicio para el espionaje. Pero mejor lean esta fascinante novela y si me apuran, todas las que conforman estos Episodios de una Guerra Interminable de la grande Almudena Grandes. Se congeló el tiempo en el que nos dejaste. No podemos olvidar una obra tan brillante y trayectoria tan valiente, a la vez tan reparadora con nuestra memoria histórica.

 

También perdimos a Verónica Forqué, una de las mejores actrices de nuestra escena. En uno de sus últimos trabajos encarnó una mujer lesbiana en la película Salir del Ropero (2019), donde es la pareja de la también desaparecida Rosa María Sardá. Ambas hacen un tándem insuperable, tan tierno y romántico que llegan a lo más hondo de nuestros corazones mostrando que el amor no tiene edad, ni identidad sexual ni de género, y que es una enorme satisfacción el poder encontrarlo.

Sin más preámbulo y para recuperar pilas, paso a recomendar dos publicaciones estupendas para adolescentes en adelante: Del Otro Lado de – vivencias en cómic de mujeres trans de aquí y de allá, edición coordinada por nuestra compañera de blog Teresa Castro, y Paty Ortiz de Zárate, editado por las ONGs Mugen Gainetik y Gethiu, en octubre de 2021, y otra segunda recomendación: Más puta que las gallinas, y otras animaladas machista, de Luis Amavisca y Sonia Pulido, editado a finales de 2021 por NubeOcho, de la colección NubePimienta.

Centrémonos primero en Del Otro Lado de- vivencias en cómic de mujeres trans de aquí y de allá, segunda publicación tras Viñetas de tortas y bollos- Cómic lésbicos desde dos orillas, primer trabajo recopilatorio de relatos de diferentes artistas gráficas de España y Latinoamérica, que ya comentamos en este espacio tras su publicación en 2018. De entonces ahora, nos consta que Teresa Castro ha continuado trabajando sus tiras e historias con un sentido del humor inteligente, a modo de microrrelatos o escenas que ponen de manifiesto tanto el activismo por la defensa de los derechos de las mujeres lesbianas y colectivos LGTBI+, con una visión crítica y personal de nuestra sociedad, aún insoportablemente heteropatriarcal y de imposición de género binario propio de una concepción arcaica y negadora de una realidad diversa.

Esta segunda publicación se trata de una preciosa edición de diseño en tapa blanda, algo más rígida que la anterior, con estupendas portadas bilingües en castellano y euskera, sin contraportada, en la que disfrutamos de nuevo de relatos gráficos de diferentes artistas que nos describen la vivencia transexual, visión necesaria para poder conocer cada vivencia variada, concreta, y tan puesta en tela de juicio y debatida en el proceso de elaboración del proyecto de ley trans en España, e incluso atacada tanto por parte del colectivo feminista (el más institucional), como por las ideologías más conservadoras. En definitiva y una vez más, esta edición reúne a autoras españolas y latinoamericanas, en concreto a Teresa Castro, María José Manzano, Susanna Martín, Sydney Hilton, Amalia Darien, Estuarda Recinos, Catalina Parra, Elsa Ruiz, Sara Soler, y Xulia Vicente, cada una con su propio estilo e influencias, todas interesantes y sobre todo, con una forma de relatar muy especial.

No se pierdan este diseño de edición en el que la mitad del libro está en un sentido en castellano, y girándolo en sentido contrario, ciento ochenta grados, la otra mitad está en euskera.

Cabe señalar que desde los escenarios de fondo de Donosti en la primera página, hasta la última historia de imagen en un estilo más manga, cada uno de los relatos son absolutamente diferentes, sorprendentes, y nos hacen reflexionar explorando emocionalmente experiencias trans diferentes entre sí. Un gran trabajo y colaboraciones absolutamente brillantes.

Volviendo a nuestra segunda recomendación, Más puta que las gallinas, y otras animaladas machista, y después de La perra, la zorra y la loba, primer álbum ilustrado de la colección NubePimienta, tanto el escritor Luis Amavisca y la ilustradora Sonia Pulido realizan en esta ocasión, un repaso a dichos populares machistas que relacionan a las mujeres de forma peyorativa y sin sentido, con animales, atribuyéndoles cualidades y características absurdas, basadas en prejuicios y estereotipos.

El relato es una sucesión de escenas que en su desarrollo desmontan cada expresión o dicho, como Más puta que las gallinas, Más pintada que una mona, ¡Menuda loba!…, dándoles la vuelta desmontando este imaginario popular de atribuciones despectivas e insultantes hacia las mujeres, y en definitiva, manifestaciones de una cultura de violencia de género absolutamente asimilada e instalada en las relaciones sociales de forma reductiva, caduca, con perspectiva de género exclusivamente binario, patriarcal y represivo. El lenguaje es un claro reflejo de ideología y manifestación de las relaciones de poder.

Este álbum ilustrado combina una obra gráfica impresionante, cuidada, colorida, y que en relación al texto, se complementan en cada una de las ideas y audaces críticas a estas formas de definir el rol de las mujeres, guiadas por ideas estereotipadas que en definitiva sostienen un orden social de privilegios masculinos.

Espero que ambas publicaciones les hagan reflexionar y analizar la sociedad en la que vivimos y que a todas luces requiere y necesita un cambio absolutamente viable de relaciones de poder, un orden social mucho más justo y coherente con la realidad social, cada vez más visiblemente diversa.

Pero sobre todo lean y disfruten.

¡Hasta pronto!

 

 

 

Freddie Mercury: el amante de la vida que nació tres veces

Por Nieves Gascón, (@nigasniluznina), la cuentista de nuestro refugio

A comienzos de este mes de septiembre, se cumplieron setenta y cinco años del nacimiento de Freddie Mercury, en la isla africana de Zanzíbar y en el seno de una familia acomodada. Desde pequeño demostró tener talento y una de sus tías le apoyó para recibir clases de piano desde los siete años. Estuvo en un internado en la India donde formó su primer grupo de música a los doce años. Posteriormente vuelve a Zanzíbar y en 1965 debe dejar la isla tras un golpe de Estado, trasladándose junto a su familia a Londres, donde parten de cero e inician su vida en su recién adquirido estatus de refugiados y refugiadas.

Freddie estudió diseño y se une al grupo de música Smile en 1970, formación que ya integran Brian May y Roger Taylor, y al que posteriormente le cambia el nombre por el de Queen, que respondía al apodo por el que se le conocen en su entorno social, y por su sinigual estilo y elegantes maneras. Como anécdota podemos comentar que Mercury es quien dibuja y diseña el logo de Queen en 1972, inspirándose en los signos del Zodiaco de sus integrantes, e identificándose con la gran corona central de reina de esta imagen.

Esta historia es la que narra con cariño y de forma novelada e ilustrada, nuestra recomendación para este mes de septiembre: Freddie Mercury. Una biografía, de Alfonso Casas, editado por Random Comics en 2018. Se trata de un relato que conocemos pero que aporta la admiración y el cariño de una historia vital y artística a la par, muy bien construida, documentada y muy originalmente ilustrada. A caballo entre el estilo de la novela y el del cómic por la estética de sus ilustraciones, esta publicación con un marcado aire desenfadado, pero fiel a los diferentes acontecimientos de la vida del artista, nos acerca más al mito de Mercury, de quien descubrimos que nació tres veces: en el día de su nacimiento como Farrokh Bulsara, después cuando sus compañeros y compañeras de colegio le comienzan a llamar Freddie, y un tercer nacimiento cuando adopta su nombre y apellido artístico, Mércury, naciendo una leyenda del rock que llega hasta nuestros días, en los que indudablemente el cantante es un eje referencial de nuestra historia y cultura recientes.

La primera vez que vi a Queen fue siendo preadolescente, en el blanco y negro de una televisión roja de diseño futurista con antenas y botones laterales de regulación de la sintonía, cana, imagen y sonido, en una casa de campo familiar, y cuando en la emisión el programa de música Aplauso, de Televisión Española se visionó por primera vez en España el vídeo de la canción I want to break free (1984). Entonces no entendí que en gran parte, en el vídeo se hacía sátira de un popular culebrón de la televisión británica. Me fascinó la fuerza de Mecury entubado en una minifalda brillante de plástico negro, con picudos pechos cubiertos por un estrecho suéter rosa de punto, sin mangas, y su espeso bigote bajo una imponente melena cardada y coronada con un flequillo moldeado. Ese personaje de género no binario y ambiguo para aquella época, atrapado en tareas domésticas, empuñado una aspiradora, y bailando sobre zapatos de tacón alto, se movía por la pantalla con un increíble estilo y fuerza. Me encantó en lo que interpreté como la suma a una reivindicación de identidad de género y sexual, toda una declaración de libertad, la del deseo de salir de armarios herméticamente cerrados por el patriarcado y sus estrictas bipolaridades. Mercury caminando como una reina y mostrando sus largas y preciosas piernas, con ese increíble torrente de voz, me dejó totalmente enamorada. Lo que no supe hasta bastante después, es que el vídeo fue censurado por la MTV y no se emitió en los Estados Unidos, el “país de las libertades”, y que desde 1984 hasta bastante después, Queen fue vetado en las listas de grandes éxitos musicales en este país. Sin embargo, triunfaron en Europa y el resto del mundo, no podía ser de otra manera.

Todo esto y más detalles de su vida son descritos en nuestra publicación recomendada hasta empaparnos de las vivencias y personalidad de una estrella de rock que brilla desde la infancia y que siente un conflicto de identidad sexual que resuelve tras su divorcio y cuando comienza a tener relaciones con hombres. No obstante Mary Austin es la inspiración del tema Love of my life, con quien mantiene una relación de amistad el resto de sus días, e incluso y le acompaña cuando fallece en 1991 por el deterioro derivado del SIDA. No hace pública su enfermedad hasta un día antes de su fallecimiento, porque para entonces, era una maldición asociada a personas toxicómanas y homosexuales por su sobreentendida y etiquetada promiscuidad o estilo marginal de vida, según juzgaban sectores más conservadores que influyeron sobre la opinión pública abrumada por la falta de información y tratamiento efectivo para paliar los efectos de esta infección emergente que podemos incluso definir como la pandemia mortal de finales del siglo XX.

En el libro, Alfonso Casas nos muestra también el lado humano de Freddie Mercury, que fue un gran desconocido para los medios, que no le trataron muy bien en un momento dado. El autor hace una narración con cariño y fiel a la historia y acontecimientos de la misma. Resulta igualmente enternecedora la dedicatoria que hace de este trabajo a alguien muy especial. No pierdan cada detalle, cada reflexión y avance en la trama.

La descripción de una vida creativa, llena de talento y altibajos, soledad y el deseo de encontrar el amor, a lo que se añade un trato privilegiado del personaje por el autor, hacen de esta bibliografía novelada e ilustrada, un libro imprescindible para nuestra biblioteca de diversidad y género, además de una lectura muy recomendada para todas las personas que deseen conocer más y mejor a Freddie Mercury.

Les invitamos a leer esta publicación, recomendable a partir de los doce años, y a disfrutar de sus ilustraciones que construyen al personaje mítico de Freddie Mercury, describiendo con todo lujo de detalles sus distintos looks, su fuerza, elegancia y tesón, igualmente fiel con la descripción de los distintos personajes relacionados y con la reproducción de fotos clásicas tanto del grupo como del cantante que los y las más mayores recordamos, pero que el ilustrador reinterpreta y acerca a quienes las desconocen, de forma muy acertada.

Una vez más, en deseada soledad o junto a jóvenes de su entorno familiar, disfruten del préstamo, obsequio o la lectura de esta obra y dedíquenle tiempo a ver cada una de sus estupendas imágenes.

¡Hasta pronto!

 

Hoy recomendamos ‘Cuéntalo’, thriller legal de una nueva voz trans

Redacción 1 de cada 10 (@1decada10)

 

«Con este thriller legal he querido explorar temas de carácter social, y educar, en cierta forma, a una audiencia amplia que no está familiarizada con lo que significa ser trans. El sistema judicial no es suficiente; el poder importa demasiado, y eso es injusto para la gente que no dispone de recursos. Es una novela, pero los problemas que trato son reales».

—Robyn Gigl

 

El sello Motus, de Trini Vergara Ediciones, acaba de incorporar a su catálogo un thriller legal sobre temática trans. Cuéntalo es la primera entrega de una serie protagonizada por Erin McCabe, abogada transgénero que acepta un complejo caso: defender a una prostituta de 19 años, de raza negra, también trans, acusada de asesinar al hijo de un senador de Nueva Jersey. 

Robyn Gigl, su autora, es también abogada, con más de 40 años de carrera, y reconocida por la Unión Americana de Libertades Civiles de Nueva Jersey (ACLU-NJ) por su trabajo con la comunidad LGBTQIA, a la que pertenece. Gigl hizo su propia transición a los 50 años.

Desde una perspectiva femenina, Cuéntalo aborda la vulneración de los derechos de las personas trans, situación que se agrava cuando entran en juego prácticas racistas. Es lo que le ocurre a una de las protagonistas de la novela, Sharise Barnes, con la que su abogada defensora, Erin McCabe, empatiza desde el principio haciendo valer en todo momento tanto su identidad de género, como la de su representada ante la sinrazón de jueces y fiscales. Para ello llega a arriesgar su propia vida, e incluso, se sumerge en el barro de la política local corrupta.

Robyn Gigl, autora de esta novela, es una abogada y actvista trans que escribe esta impactante historia tras haber experimentado su propia transición. Sus vivencias le proporcionan autoridad a la hora de analizar los problemas de aceptación que sufren las personas trans. En este libro también aborda la vulneración de sus derechos, situación que se agrava cuando entran en juego prácticas racistas.

McCabe empatiza desde el principio con su representada y hace valer en todo momento su identidad de género ante la sinrazón de jueces y fiscales, llegando a arriesgar su propia vida, incluso, al sumergirse en el barro de la policía local corrupta. Gigl se sirve de su valentía y arrojo para cautivar al lector hasta la última página llevándole a un terreno al que nunca imaginó llegar.

Sobre Cuéntalo se ha dicho:

«Robyn Gigl nos ofrece un thriller legal tan adictivo como una droga, uno de esos libros que de “solo un capítulo más” te mantienen leyendo hasta altas horas de la noche. De actualidad y de ritmo rápido».

–Kevin O’Brien, autor bestseller de The New York Times

«En su primera novela, Robyn Gigl hace un trabajo notablemente eficaz al combinar un emocionante thriller con la historia personal de su protagonista: muestra lo bueno y lo malo que viene con la transición de género. Es uno de los mejores thrillers del año».

—Jay Roberts, Mystery Scene

 

Pequeños episodios de un gran relato: Mayo del cuarenta y cinco

Por Nieves Gascón, (@nigasniluznina), la cuentista de nuestro refugio

 

Se puede tener recuerdos de las cosas no vividas,

incluso a veces he tenido la sensación de haber vivido lo no vivido.

Boti García, p.17-2021

 

En esta ocasión y para este mes de julio, finalizando El Orgullo e iniciando el periodo estival, tenemos la satisfacción de recomendar un libro esencial para nuestra estantería de diversidad.

El pasado 29 de junio asistimos a la presentación en pleno corazón del madrileño barrio de Lavapiés, en el Teatro del Barrio, de Mayo del cuarenta y cinco, de la activista LGTBI, Directora General de Diversidad Sexual y Derechos LGTBI del Ministerio de Igualdad, y sobre todo escritora, Boti García Rodrigo, publicación reciente de la Editorial Dos Bigotes.

Acompañada de compañeras y compañeros, amistades y familiares, Boti nos habló de los episodios que a su vez integra esta publicación, bibliografía novelada, que ella inicialmente no considera un libro, ya que lo describe como un recopilatorio de anécdotas, reflexiones, emociones y recuerdos de su infancia, hasta los doce años de edad. Cuarenta y cinco capítulos dividen este libro, estructurando en estas pequeñas partes una historia completa y relatada desde la perspectiva de una niña, y desde el recuerdo de una mujer adulta de las inolvidables vivencias infantiles.

El encuentro comenzó con una primera parte y presentación realizada desde el cariño y la admiración de sus editores, Alberto Rodríguez y Gonzalo Izquierdo. En una segunda parte la periodista Olga Rodríguez entrevistó a Boti García sentadas frente a una mesa, como si se tratara de un salón o sala de estar, con la gran imagen de portada del libro al fondo y la foto en sepia de la pequeña Boti. Nos trasladaron con su conversación a un viaje en el tiempo, a través de una entrañable historia infantil que comienza incluso antes de Mayo de 1945, con la descripción de la vida y encuentro de su padre, funcionario de correos, y su madre, de familia acomodada, desarrollándose la trama hasta finales de la década de los años cincuenta, momento previo a la adolescencia de la autora y en el contexto de una etapa reciente y e incluso aún no zanjada, por las injustas consecuencias y discursos de odio cuya influencia llegan hasta nuestros días.

Boti comentó que este proyecto lo inició en Barcelona y en una etapa de su vida que echaba de menos al Madrid de su infancia, ciudad de tranvías, de Casa de Fieras, de serenos, de los comentarios de sus tías, las meriendas de pan con chocolate, el chicle americano, las tardes en el Retiro con su madre, tía y primos en secreto y juegos compartidos, lecturas de TBOs, de novelas de Julio Verne y Emilio Salgari, entre otras, de cambio de colegio de monjas a otro, igualmente de monjas, de ejercicios espirituales, rezos incomprensibles y tradicionales roles de género condicionados por la moral dominante y propia de la sociedad de pensamiento único del Franquismo.

Boti relata en primera persona, y se describe pequeña, fuerte e inmersa en una educación nacional catolicista influenciada por la vidas y martirios de santos y santas, de miedo al pecado y a los tocamientos, a Satanás y la amenaza del Infierno donde iban a parar intelectuales y jóvenes equivocadas. Un estilo educativo que premiaba el sacrificado y esfuerzo cotidiano de sus compañeras reconocidas y premiadas por las monjas con lazos azules, y probablemente por la reproducción de estrictos de comportamientos propios y hasta sus últimas consecuencias, de la moral católica dominante y recalcitrante de entonces. Boti no se destacó en el colegio, pero fue bendecida con la inquietud, creatividad, la inteligencia y el sentido del humor, e incluso con la valentía de montar, a toda velocidad, en patín de tres ruedas y quemar soldados de papel. Contó con el amor, protección y alguna que otra incomprensión de un padre y una madre que la criaron como hija única, colmada de cuidados y juegos de infancia. Superó las fiebres tifoideas y aunque su madre no aprobara del todo que estudiara y leyera tanto en los rincones de la casa y con poca luz, fue lectora desde muy pequeña, anhelaba tener un perro, pero tuvo un grillo, y disfrutaba del juego simbólico, llegando a imaginar y desear ser un cura casado cuando jugaba con un altar que le regalaron, peculiar obsequio que para estos tiempos cuesta entender que sea para el disfrute infantil.

A través de la historia e infancia de Boti no puedo evitar reflexionar sobre cómo hemos cambiado y qué importante es apreciarlo, aunque aún en nuestros días niñas, niños y niñes siguen leyendo y disfrutando de novelas de aventuras, cómics, igualmente quieren tener perro y disfrutan del juego simbólico, según especialistas, esencial para su crecimiento personal.

También asistimos a través de la mirada infantil de Boti a lo ridículo que resultaba la organización por parte de las escuelas, de grupos de niñas para participar en actos públicos y que sin entender el sentido de todo aquello, aprendían a aclamar al Generalísimo, portando banderitas estadounidenses que agitaban con sus pequeñas manos durante el desfile y la famosa visita del presidente Eisenhower a Madrid en 1959, de la que participó y narra nuestra protagonista.

Con sentido del humor y la inocencia de quien explora y va conociendo el mundo que le rodea, el relato y sus cuarenta y cinco episodios nos trasladan a una época oscura de nuestra historia reciente, en blanco y negro, que aporta y suma a la reconstrucción de nuestra frágil memoria histórica y describe las vivencias de una niña inquieta y feliz.

Agradecemos a Boti García esta visión personal y necesaria para que esa época no quede en el olvido, y menos para quienes protagonizaron en ese contexto violaciones de derechos humanos, para entender y acercarnos a quienes siguen siendo víctimas de agresiones por la influencia de los discursos de odio del fascismo que heredamos. Recordar cómo éramos nos ayuda a conocer más y mejor quienes somos, e identificar la amenaza que supone no cerrar etapas a través del conocimiento de la verdad, el reconocimiento de la justicia y la reparación del daño sufrido por las víctimas.

Al final del encuentro el público asistente participamos preguntando a Boti un montón de cuestiones y contestó animada a todas las propuestas. De nuestra parte le pedimos un mensaje para niñas, niños y niñes y sus familias, y contestó haciendo una metáfora describiendo la transformación de las mariposas, sobre el paso de la infancia a la edad adulta. También nos trasmitió la importancia del cuidado y el cariño a nuestros peques, especialmente a quienes se sienten diferentes y por este motivo tienen que contar con todo nuestro cariño y la oportunidad de crecer en un ambiente de apoyo que les permita convertirse en mariposas y volar libres en nuestra sociedad diversa.

Fue un encuentro cálido, lleno de humor y cercano, como es Boti García, a pesar de la relevancia de su trayectoria y de su papel de liderazgo como activista LGBTI y ahora con su responsabilidad como representante de nuestros derechos en el actual gobierno.

Y una vez más esperamos que lean, compartan y disfruten durante este periodo estival de descanso, viajes, playa y lecturas, una combinación perfecta en soledad deseada o en gustosa compañía, no podría ser de otra manera.

¡Hasta pronto!

 

 

Soy Luisa, la monstrua

Juan Andrés Teno (@jateno_)

Soy Luisa la Monstrua, vieja, fea y pobre; aunque hace muchos años fui un niño guapo que jugaba, feliz, saltando la espuma del mar. Tuve una madre con manos impregnadas en jabón que me abrazaba y me llenaba de besos y un padre que me incrustó la plancha ardiendo en la cara cuando me sorprendió vistiendo las enaguas de mi hermana. Alcancé la madurez con el golpe y supe quien era buscando la causa de las quemaduras.

Un día de primavera robé los ahorros de mi casita marinera y me planté radiante en una Barcelona que creía me daría la oportunidad de ser lo que siempre fui y nunca me dejaron ser. Aunque cantaba y baila como la que más, mi deformidad facial me vomitó directamente a la noche del barrio chino, a los abrazos de veinticinco pesetas y al sexo no deseado de hombres oscuros.

Mi dinero de puta de calle me procuró las primeras hormonas y, años más tarde, muchos años más tarde, una operación clandestina que me robó cualquier placer en la cama, pero que me devolvió la dignidad plena de mujer que nunca deberían haberme negado.

Pasé por la cárcel, como muchas otras, no por vender mi cuerpo, sino por ser un peligro social en un país que estaba enfermo. Lloré mucho hasta ser una mujer reconocida por todas y cuando lo tuve en mis manos supe que seguiría sufriendo por no ser hombre y perder privilegios.

Un 26 de junio, en año 77 del siglo pasado, me lancé a Las Ramblas con mi pancartita de puta feliz, soñando con un país más amable para quienes apenas salíamos a pasear al sol y derretíamos nuestro futuro en sábanas usadas de miserables pensiones.

Esa España de libertad, que me metió en las venas un chico rubio del FAGC, llegó, pero lo hizo demasiado tarde para mi. Es cierto que puede adoptar con orgullo el nombre mi madre en mis papeles oficiales. Sí, ya era Luisa, aunque nunca dejé de ser La Monstrua. 

Fui joven y alegre y tuve un novio alto y fuerte, un toro azul que me bebía la vida en cada mirada. Besaba mis cicatrices con pasión y en sus brazos era una diosa inmaculada y pura. En sólo tres años el sida me lo robó lleno de llagas y terriblemente delgado. A él le dediqué todos mis ahorros en un entierro maldito al que no quiso acompañarme nadie. Con mis lágrimas aboné una tumba de margaritas que nunca pude olvidar.

Me lancé de nuevo a la calle y seguí amando mentiras y mojando camas que no eran la mía, soñando siempre con aquel hombre joven que seguía susurrándome versos al oído. Crecieron cicatrices en mi espalda y el sudor y el olor a tabaco de hombres ajenos me envolvían día y noche mientras devoraba todos los libros que caían en mis manos, libros que me llevaban a otros lugares y otros destinos donde poder ser feliz.

Se hizo una luz catódica en nuestro camino. A mis compañeras de calle las entrevistaban periodistas sedientas de otra Veneno en el chino barcelonés, pero mi cara quemada y las inyecciones baratas de silicona clandestina me hacían imposible reivindicar ante una cámara, aunque fuese la que más había leído, la que más sabia: seguía siendo Luisa la Monstrua.

Una mañana de invierno tuve que llorar a mi madre muerta en la puerta de la iglesia, primero, y tras la verja del cementerio, después, porque mi padre me negó la entrada y me zarandeó entre insultos y amenazas policiales. Dos años después, fui yo, sola, la que le limpió los últimos humores y la que lo amortajé con el triste y raído traje de su boda. Acaricié sus nervadas manos no queriendo olvidar las tardes de otoño en las me enseñó a pescar mientras acariciaba mis rizados cabellos. Supe que tenía que perdonarle para poder seguir viviendo.

Me llegó la vejez y la acepté plácidamente, pero seguía trabajando con mi cuerpo, ya agrietado por los años, frio, casi inerte, siempre suspirando por aquel novio joven que me envolvió en sonrisas durante tres veranos. Mi esfuerzo era intentar ahorrar para que cuando mis huesos se quebrasen pudiera comer, aunque fuera una vez al día. Sólo tenía a mis queridas amigas de la calle, con quienes compartía el chocolate caliente en el que mojábamos nuestras lágrimas y regábamos con carcajadas estruendosas antes de volver a las esquinas.

Hace unos meses escuché en la radio que nos llaman mutantes, que abusamos de los niños, que lo nuestro sólo es un deseo, que no es real. Ese no es el feminismo que he leído y la sororidad que he practicado en las calles. Me levanto, me miro al espejo y las cicatrices me recuerdan lo mucho que me ha costado llegar y que no puedo claudicar. Mi dolor no pueden heredarlo las que vienen detrás, ni los golpes, ni las zonas oscuras… Nunca, nunca renunciaré, aquel chico del FAGC me lo inoculó y mi activismo durará siempre.

Tengo la alacena de mi pequeño piso del Raval llena de lentejas y arroz. Vivo en cuarentena constante y no es la pandemia lo que me preocupa sino que no haya nadie que me cierre los ojos cuando todo acabe. He tenido la triste suerte de cumplir demasiados años y ver morir, una a una, a todas mis amigas del Chino. A todas las maquillé dentro de su ataúd, todas volaron guapas y lloradas. Pero para mí no habrá lágrimas.

La semana pasada salí por última vez de la casa y una chica que se ofreció a llevar mis bolsas hasta la casa me dijo “señora”. En 95 años era la primera vez que lo oía: “señora”, “señora”, “señora”.

Hace dos días que no puedo levantarme a hervir arroz, el único alimento que ingiero desde el martes. Sólo tengo fuerzas para manejar este lapicero que brinca desbocado entre reglones.

Las persianas están bajadas y no sé si es de día o de noche.

Tengo sueño, mucho sueño.

A veces creo que veo amanecer desde la casita de mi infancia.

Siento que el sol y la brisa acarician mi rostro.

Oigo que me llama mi madre.

Huelo sus manos.

Tengo sueño

Soy tu hija, mamá ¿dónde estás?

JUAN ANDRÉS TENO

Periodista y activista LGTBI especializado en Diversidad Familiar

Cuenta en Twitter: @jateno_ 

Blog: https://familiasdecolores.wordpress.com/