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Lo más visto en el 2015: un arcoíris de noticias LGBTI

Violeta Assiego (@vissibles)

Foto: upslon / Flickr

Foto: upslon / Flickr

Desde el domingo hemos mantenido un silencio buscado e intencionado. El suicidio de Alan, la pasada Nochebuena, nos ha dejado prácticamente sin palabras. Desde el 25, hemos comprobado que el joven de 17 años contaba con el apoyo incondicional de su madre, algo que no siempre sucede y que en ocasiones es parte del motivo que lleva a algunas personas a no querer vivir en el mundo que les rechaza con crueldad. Y a pesar de que nuestra bandera arcoíris la conforman 6 colores, somos muchos los que a estos sumamos el negro, precisamente por todxs aquellxs que mueren víctimas del odio y la intolerancia social. De ahí que nuestro arcoíris del 2015 esté formado por siete textos, los más vistos este año en nuestro blog: Lee el resto de la entrada »

¿Qué pasaría si los gays actuarán en la vida real como en las apps de contactos?

Love

La publicidad es lo que tiene. Nos seduce y atrapa con un mensaje que parece hecho a nuestra medida, y encima nos reafirma en quienes queremos o creemos ser. Y todo esto haciéndonos sentir que somos libres para elegir.

Hay campañas que son completamente despreciables por la identificación a la que nos quieren llevar. Sin ir más lejos, todas aquellas que reman en contra de la igualdad entre hombres y mujeres y, que a su manera, contribuyen a esa idea de superioridad y dominio sin la cuál se evitaría en gran medida la violencia de género. Un reflejo perfecto de ese tipo de publicidad sexista es Invictus, de Paco Rabanne (que como comprenderán, desde aquí, no la vamos a linkear).

Otras campañas buscan nuestra identificación con personas e historias que se mueven entre lo divertido, lo socarrón o lo vulgar. La diferencia está en cómo se sienta de tocada la moral (de moralina) del espectador lo que ve. Algo así sucede con la publicidad de una red de contactos para hombres gays –Jack´d– que ha decidido poner a sus usuarios delante de un espejo. En un formato,que lleva a ridiculizar a sus propios clientes, trata de decirles que deben ‘reconducir’ la manera en que entran en contacto unos con otros cuando buscan tener una relación. Todo un ejercicio de outing para decir, sin miramientos ni moralinas, que el servicio que ofrecen será mucho mejor si sus propios clientes se tratan con el mismo respeto con el que se comportan seguramente se comportan en su vida no virtual. Lee el resto de la entrada »

Maricón, travesti y un vaso de cristal roto en la cabeza

Saray. Foto de ATA

Por Enrique Anarte, estudiante de Relaciones Internacionales y aprendiz de periodista

Si algo nos ha enseñado la crisis es a aprender a mirar más allá de las burbujas en las que, de manera más o menos consciente, flotamos. Y no hablo de la burbuja inmobiliaria. Hablo de las burbujas desde las cuales muchos de los que crecemos y vivimos en entornos privilegiados (en un sentido u otro) somos incapaces de ver lo que ocurre más allá, en la realidad que traspasa el filtro brillante de la burbuja, que todo lo colorea en tonos más agradables (y cómodos) para la vista humana. Ciegos al sufrimiento humano, este desaparece al no ser nombrado.

Algo similar ocurre cuando nos sedentarizamos en entornos progresistas. Tendemos, quizás por optimismo, quizás por comodidad, a asumir el progreso lineal de las mentalidades al igual que asumimos el progreso material de las sociedades. Así, inmersos en círculos activistas poco permeables integrados por una ciudadanía en su mayoría «educada» y «concienciada»,  acabamos olvidando la realidad que hay más allá, fuera de las burbujas de quienes, a partir de su implicación en diversas causas sociales, han abanderado la igualdad y la libertad de todas las personas como estandarte de cada una de sus causas.

Saray pidiendo en la calle

La realidad, no obstante, acostumbra a golpear con jarros de agua fría. Y uno ha de sentirse agradecido por tener un hogar en el que digerir el shock, en el que calentar su cuerpo mojado. Saray B. S., ciudadana, transexual, sevillana sin techo, no ha tenido tanta suerte. El pasado domingo 22 de marzo fue agredida en un céntrico bar de la capital hispalense. Todo empezó con el ya tristemente clásico «maricón y travesti». De poco le valió pedir respeto o amenazar con llamar a la policía: uno de los dos acosadores le rompió un vaso en la cabeza. Afortunadamente, sobrevivió, aunque sufrió numerosas heridas y tuvo que ser atendida en el hospital.

Parece que la Ley integral para la no discriminación por motivos de identidad de género y reconocimiento de los derechos de las personas transexuales de Andalucía, en vigor desde julio del año pasado, no ha sido suficiente para evitar situaciones como esta. Es triste que sea la realidad, con toda su crueldad, quien tenga que venir a demostrarnos que no es suficiente. Estábamos tranquilos desde nuestros círculos educados y progresistas, pensábamos que el odio y la intolerancia habían pasado a ser historia. Craso error. Pero claro, no seremos nosotros quien lo pague.

Suele ocurrir con las personas sin techo que no tienen nombre. Una persona sin techo no participa en los debates televisivos, y si aparece en los telediarios suele ser representada de la manera más estereotipada posible. Algo parecido suele ocurrirle a las personas que desafían la norma binaria y biologicista. Sí, por fortuna conocemos nombres, pero atrévanse a preguntar más allá de sus burbujas, atrévanse a encuestar. Descubrirán que el nombre se torna anécdota, que el desconocimiento ahonda en el ruido ininteligible y que, en medio de todo ese ruido, donde no hay nombres, reina el silencio.

Nos queda el agridulce consuelo de la democracia y sus conquistas. No seré el primero ni el último que se sorprenda al recordar cómo el progreso, esa nueva religión a la que adoramos mientras cargan las fotografías que nuestros contactos suben a las redes sociales, ha ido desacelerándose desde que la igualdad se hizo ley allá por 2005. ¿O el igualitarismo? Sí, según unos investigadores norteamericanos somos el país más tolerante con la homosexualidad, ¿pero es que vamos a quedarnos ahí? Parece que desde entonces se haya vuelto tedioso oír hablar de derechos, derechos humanos. Parece como si ser feminista, o ser queer, o reivindicar la causa LGTBI, sea ser cansino. ¿Alguno de ustedes ha tenido esa sensación? Porque yo sí. Voy a explicarles por qué: It’s the economy, stupid, y ahí subsumimos todas las causas, al inextricable vaivén del «progreso» económico. Aplazamos y aplazamos, al más puro estilo leninista.

Mientras aplazamos, la realidad de desigualdad se impone a ritmos cada vez más alarmantes. ¿Cuántos debates han escuchado ustedes en este año electoral sobre la situación de las personas transexuales y transgénero? ¿Y cuántos sobre la de las personas sin techo? No entiendo de significantes vacíos, pero a mi alrededor escucho palabras vacías de significado: democracia, populismo, derechos, ciudadanía, pueblo, libertades, crecimiento… Sin embargo, nadie me habla de quienes han quedado fuera: porque la igualdad, no lo olvidemos, también tiene sus normas y sus criterios de normalidad. Y, por desgracia, sigue sin llegarnos a todos por igual.

Perdonen que insista, pero, como decía una canción, soy demasiado joven para ser tomado en serio, y demasiado viejo para creerme toda esta hipocresía.

*La primera foto es de la Asociación de Transexuales de Andalucía; la segunda, de M.C.

Davide Martini: adolescencia, homosexualidad y literatura

Por Enrique Anarte, estudiante de Relaciones Internacionales y aprendiz de periodista.

Presentación en Madrid de 49 goles espectaculares

Presentación en Madrid de 49 goles espectaculares

 

Davide Martini nació en 1981 en Benevento, una pequeña ciudad del Mezzogiorno a algo más de una hora en coche de Nápoles. Afincado a día de hoy en Madrid, sus andaduras le llevaron, tras acabar la carrera de Medicina y Cirugía, por el camino de la cooperación internacional, primero en Ammán (Jordania) y luego en París.

49 goles espectaculares, el libro con el que en 2006 daba el salto a la primera división literaria, llega ahora de España, esta vez de la mano de la joven editorial Dos Bigotes. Casi nueve años después de aquello, «la manera de ver la novela ha cambiado porque he cambiado yo», nos cuenta Davide. Tenía 25 años cuando empezó a escribirlo. Lee el resto de la entrada »