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Esas ‘instagramers’ con pelos

Miércoles, 10 de la mañana. Me deslizo por Instagram hasta que doy con una foto de una chica con pelos en las piernas. Me meto en su perfil y repaso sus publicaciones hasta que una de mis compañeras me llama la atención horrorizada.

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-Madre mía, ¿pero qué es eso?

Mi compañera, veinteañera, con un mini bolso de Vuitton con llavero de pompón rosa incluido y más adicta a Instagram que al café, mira mi móvil asustada, como si esa pelusilla de la foto fuera a saltar de la pantalla y a enzarzarse en un combate a vida o muerte contra su pompón.

Eso, querida, son pelos. Pelos como los que tienes tú o yo hasta que alguien te ha enseñado a verlos como algo incorrecto, lo que hace que siempre sientas que te los debes quitar del cuerpo.

Pero no es el caso de Morgan Mikenas. La instagramer amante del fitness (y del arte y música según su cuenta en la red social) decidió dejar de depilarse y vivir en armonía con su cuerpo y sus pelos, algo que aplauden sus casi 77.000 seguidores.

I am not afraid. I am not afraid of my truths, of who I really am. I am not afraid to be exposed. What you see is what you get. This is me. I will not take away part of myself to make YOU feel more comfortable. I 👈🏼👈🏼am comfortable!! I'm completely comfortable in my own skin. Don't fear what will become of you, depend on no one..Because once you let go of what someone else might think of you, you are free..🌼✨ Since moving to Vegas I have gone into public in shorts/tank tops/ bathing suit.. fully exposing my body hair. It was a pleasant surprise for me! People out here look at me like I am no different/look directly into my eyes and acknowledge me as an authentic human being.☺️🙏🏼💖 (And that's how it should be) Completely a full 360 from the Midwest. Out there, if I went into public exposed, a trail of whispers/ laughter/ judgment/ negativity would follow.. but the negativity has taught me how to be fearless and confident.. and that's all you need to beat the negativity:) And I'm sure I will encounter negativity out here sometime, because negativity is everywhere and unavoidable..but I'm feeling super lucky that I haven't had to deal with that yet!:) All Im hoping to do is to teach acceptance. Practice acceptance, not judgement.💝✨🌸#onelove #inspireothers #befree #bebold #beyourself #selfcare #spreadlove #fitness #confidence #namaste #loveandlight #gratitude #bodypositive #bodyhairdontcare #positivity #passion #iloveyou #weareone #summerready #acceptance #notjudgement #physique #healthylifestyle

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«No me asusta quién soy. Lo que ves es lo que hay. No voy a quitarme una parte de mí para que tú te sientas cómodo. Yo estoy completamente cómoda en mi propia piel. Una vez deja de preocuparte lo que otros puedan pensar, eres libre… Todo lo que espero es enseñar a la gente a aceptarse. Practicad la aceptación no el juicio.»

No es la única que se ha sumado al #bodyhairdontcare. Cada vez más hombres y mujeres en las redes sociales suben fotos de su vello corporal con orgullo.

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Pero el hecho de que sean las que tienen un considerable número de seguidores las que se animan a dar este paso, logran una visibilidad y un impacto que realmente ayuda a concienciar de que, a fin de cuentas, el vello corporal debe ser una elección personal y no una obligación externa impuesta.

Los caballeros las prefieren musculosas

Vivimos un cambio de era en los cánones estéticos de belleza. La mujer ideal de la época clásica era aquella de curvas generosas heredada de la Venus Prehistórica con unas caderas que hoy consideraríamos curvy. La delgadez vino con la posguerra, el siglo XX que empezó con las espigadas flappers y se ha mantenido hasta hoy pasando por el furor de las tetas (y su respectivo aumento de implantes de silicona) que llevan en auge las últimas tres décadas.

@JENSELTER Y @KAISAFIT

El éxito de las redes sociales con la exaltación de ciertas figuras (o influencers) han situado en el punto de mira y como nuevo sueño una vida basada en desayunar quinoa (o el cereal que esté de moda), llevar ropa de colores claros, hacer yoga y por supuesto, ejercicio. De ahí que los nuevos cuerpos a los que nos estamos acostumbrando ya no son rectos, tienen curvas, sí, pero no suaves, curvas de piedra esculpidas a base de peso y sudor. Os hablo de un prototipo de cuerpo como el de mujeres como Kaisa Keranen, Jen Selter, Idalis Velázquez o Patry Jordán y Vikika Costa si barremos para casa.

No hablo de que a todas les guste, por supuesto, pero sí es cierto que por primera vez se ha desarrollado una nueva fascinación hacia el músculo en el cuerpo femenino, algo que históricamente estaba relacionado con el masculino. Ahora muchas mujeres queremos estar rocosas, y no por gustar a alguien, queremos estarlo por nosotras.

Que la práctica regular de ejercicio produce un sinfín de beneficios lo doy por descontado, a lo que voy es a la creación de masa muscular, al ponerse cachas hablando claro. No es ya sentirse bien, ayudar a la piel, a la circulación, a tu bienestar, es, y aquí hablo en mi caso, sentirte fuerte porque físicamente eres fuerte, lo que hace que, por norma general, te sientas más segura.

¿Sabéis lo que es ir de viaje sola con una maleta enorme y poder subirla, bajarla, correr, parar, moverte… es decir, hacer absolutamente de todo sin tener que pedir ayuda? ¿Echar a correr porque ves llegar el metro o el bus y, por muy lejos que esté, alcanzarlo? Y ya ni os hablo del subidón de ponerte un vaquero y llenarlo, pero llenarlo bien, sin que te haga arrugas raras en el culo o en otras zonas donde antes no tenías figura (porque puedes ser fitness pero no quita que seas coqueta).

Es una pescadilla psicológica que se muerde la cola: cuando desarrollas músculo eres físicamente más fuerte, y cuando te lo ves, psicológicamente también te sientes más fuerte. Y creedme, todavía no se ha dado el caso de ninguna mujer que se haya convertido en un hombre entrenando de esta manera, que sé que es el miedo de muchas  (y aquí tenéis la prueba):

El cuerpo de una mujer con el estómago tan duro como una tabla de cortar jamón o con un bíceps el doble de grande que el tuyo, no es algo a lo que estemos acostumbrados, pero es una forma física más. Ya seamos altas, bajas, gordas, delgadas o musculosas todas tenemos derecho de estar aquí y debemos ser aceptadas y respetadas.

Se acabó desfilar en bikini para Miss USA Adolescente

Y ya van 33 años en los que se celebra Miss Teen USA, una versión adolescente organizado por Miss Universo de Miss USA, que elige a la mujer más bella de los Estados Unidos.

El certamen, que acoge a chicas ente los 15 y 19 años, por primera vez desde 1983 ha comunicado un cambio eliminando el desfile en bikini de las concursantes.

Miss Teen USA. YOUTUBE

Desfile de bikini en la edición de Miss Teen USA 2015. YOUTUBE

Según la web de Miss Universe «en una sociedad que prioriza cada vez más el feminismo y la igualdad, mirar mujeres desfilando en un escenario en bikini puede parecer anticuado».

Hombre, llamadme loca, pero bajo mi punto de vista lo realmente anticuado es que en el año 2016 se sigan juzgando a mujeres por su apariencia haciéndolas desfilar, ya sea en bañador o con un vestido de fiesta.

«El certamen no incluirá la parte de baño. En vez de eso, las 51 mujeres serán juzgadas en una competición de llevar ropa de deporte». Es decir, el desfile de ropa de baño se verá sustituido por otro desfile en tops deportivos y mallas.

Aunque precisamente decían que el hecho de desfilar en bikini era para mostrar tono físico de las competidoras «llevar ropa de deporte explota menos a las mujeres y se centra más en la importancia del fitness en las jóvenes concursantes». Esto es como cuando vas al Burger King o al Mcdonald´s y pides una hamburguesa. Pueden cambiarle el packaging, los carteles publicitarios o incluso hacer nuevos anuncios que te seguirás comiendo la misma mierda de siempre.

Ganadora 2015 Lousiana. YOUTUBE

Ganadora de 2015, Lousiana. YOUTUBE

En el momento en el que el lema de un certamen es «Confidently beautiful» (que viene a significar algo así como ‘hermosa con confianza’) y es un desfile de minifaldas, tacones, pieles bronceadas, sonrisas blanqueadas y maquillaje… ¿dónde está la confianza real en una misma? Ah, sí, desaparecida bajo tanto artificio.

Escucho preguntas a las cinco finalistas del tipo «¿Qué es lo mejor de haber participado en este concurso? ¿Qué es lo que más te gusta de tu estado?» y no siento que el hecho de cambiar el desfile de ropa de baño vaya a cambiar el certamen.

Lo peor no es que tú o yo nos indignemos. Lo peor es que al otro lado del charco hay niñas soñando con cumplir los 15 años para poder participar en esto.

Propongo una cosa: cambiemos Miss Universo. Creemos un certamen en el que lo importante sea quererse de verdad, con nuestro acné, nuestras pecas, los dientes de abajo algo torcidos porque nunca quisiste ponerte brackets. Creemos un certamen en el que no solo pregunten a las concursantes cómo pueden mejorar el mundo sino qué han hecho para cambiarlo, un certamen que invierta el dinero de maquillaje y peluquería en donaciones a un refugio animal o en alimentos para un comedor social.

Enseñando así que lo importante de una corona no es la corona en sí, sino que se planta en nuestra cabeza, hogar del cerebro y de aquellas ideas que pueden, realmente, construir un futuro mejor.

Y, personalmente, opino que no hay nada mejor para sentirse segura con una misma que unas zapatillas de cordones. De esas que hacen que cada paso sea cómodo, porque esas son las que nos van a hacer llegar lejos.

Fitsters, el relevo de los hipsters

Si habías conseguido dejarte la barba por fin después de que tu novia te insistiera durante meses, si ya habías aprendido a montar en bicicleta vestida con tu falda vintage o controlabas cada rincón del Starbucks para que tu frapuccino saliera fotografiado en el encuadre perfecto, formas parte del pasado.

Nada es para siempre, y el (largo) reinado de los hipsters parece haber llegado a su fin. El relevo lo componen las fitsters. Compuesto de fit (estar en forma) y hipster define la nueva tendencia de estilo de vida que arrasa entre las mujeres jóvenes entre 20 y 35 años.

Ni barbas ni bicis. Las fitsters sustituyen el frapuccino por un zumo de frutas natural. No necesitan la bicicleta para ir a los sitios porque pueden ir corriendo en sus sneakers. La ropa de deporte ya no es solo para el gimnasio, sino que queda igual de bien en un conjunto para salir por la noche.

Las fitsters no hacen ejercicio para adelgazar o para compensar los excesos, la principal diferencia es que hacen ejercicio POR PLACER (sí, esa gente existe).  No quieren estar delgadas, quieren estar fuertes, por lo que las pesas son sus grandes aliadas. No todas, no os vayáis a pensar que tienen el brazo de un campeón de culturismo, pero sí aquellas que permiten moldear el cuerpo convirtiéndolo en una máquina tonificada que lo mismo te transmite la elegancia del cisne en el asana de Saludo al sol que te desfonda un saco de un puñetazo.

Desde musculación hasta yoga, desde boxeo hasta ballet, la fitster lo prueba todo y repite. Y al salir del gimnasio ataca un plato a rebosar de pollo y verduras. Por lo general (aunque también hay excepciones) huyen de los alimentos procesados, los fritos y el azúcar. Llevar una alimentación saludable a partir de productos naturales forma parte de su rutina, además de que se interesa por las propiedades nutricionales de lo que ingiere. Detox, antioxidante o diurético son algunas de las propiedades favoritas que buscan en ellos.

Podrás reconocer una fitster en una tienda porque suele rondar por los percheros de ropa de deporte. En rebajas no quiere la cazadora amarilla de Zara, sino que prefieren algo de Stella McCartney para Adidas o el body de la nueva colección de Beyoncé Ivy Park. La verás con algo de ropa deportiva las 24 horas. Si no es un top de Nike serán las zapatillas. No es que vayan a ir al gimnasio después de clase o de la oficina, es que van ASÍ VESTIDAS.

Además de los hábitos saludables, lo que define a la fitster es que comparte en las redes sociales su estilo de vida: desde los ejercicios más acrobáticos al último bizcocho de harina de avena, bayas de goji, chía y aguacate que se ha preparado para desayunar y que, más que un desayuno, parece una obra de arte contemporánea. Por lo general, siguen a personas con sus mismos gustos, lo que hace que formen una familia digital ultra especializada en ejercicio y en nutrición. De hecho, la mayoría de ellas tienen más interés en conocer el nuevo ejercicio que ha subido Vikika a Instagram que en comentar el conjunto de Sara Carbonero.

No deben confundirse con personas obsesionadas por el gimnasio ni con unas ‘posturetas’ de las redes sociales. Son fitsters y les gusta la vida que llevan, lo sé porque soy una de ellas.

Cuando la faja se convirtió en tendencia

En mi tierna inocencia pensaba que el gimnasio era el único lugar del mundo ajeno a modas y tendencias (algo que sería lo lógico si tenemos en cuenta su función). No podría estar más equivocada.

Solo tengo que echarle un ojo a esas combinaciones de mallas fluorescentes con zapatillas idénticas, y casi manicura y maquillaje a juego, para darme cuenta de mi error. El gimnasio tiene su propio código estilístico y, de un tiempo a esta parte, después de los crop tops para entrenar, han llegado las prendas a la cintura.

Fajas discretas. WHATAWAIST

Fajas discretas. WHATAWAIST

En todo gimnasio hay tres prendas de este estilo: el cinturón de peso, fácilmente reconocible ya que se encuentra en toda figura de macho musculado (los reconocerás porque son los que más gritan para demostrar todo el peso que se están metiendo), que también lo llevan muchas mujeres para no dañarse la zona lumbar, la faja moldeadora de sujeción y los corsés deportivos.

Waist trainers es el nombre que reciben los productos que engloban estos dos últimos casos y que están orientados hacia un público femenino. Básicamente se encargan de modelar nuestro cuerpo para conseguir la preciada cintura de avispa (que a este ritmo se va a convertir en el nuevo escote).

Según Carolina Subira, dependienta de la tienda de fitness Fitness Store (c/Bravo Murillo), el objetivo de estas fajas es el de proteger la zona media que es donde van las sobrecargas. La sujeción es con velcros por lo que se adaptan a cualquier tipo de cuerpo y son las varillas internas las que mantienen la forma: «Son prácticas tanto para hacer deporte como para los que tienen problemas de espalda por lo que la puedes llevar para hacer ejercicio o en tu día a día». La faja moldeadora «no protege para levantar peso, es únicamente para modelar la cintura y mejorar la postura», en otras palabras, es genial para hacer deporte y mantenerte recta si tiendes a encorvarte normalmente (y ya de paso para presumir de cintura de princesa Disney).

Fajas Ann Chery

Fajas Ann Chery

Por último, los corsés son el complemento deportivo que se hicieron famosas a raíz de una publicación en Instagram de…¿adivináis quién? Correcto, Kim Kardashian. Según Ann Chery, una empresa especializada en la venta de estos corsés (o ‘Sport Waist Trainers‘ según ellos), aumentan la actividad termal de la zona de la cintura y maximiza los resultados de las sesiones de gimnasio. Vamos, que no solo vas a sufrir las sesiones de spinning en la más mortal anaerobia sino que vas a acabar con la cintura más mojada que la frente de un guiri comiendo chiles rellenos.

La broma de estos corsés milagrosos (que de 50 dólares no bajan) puede salir caro en salud a sus usuarias. Rebecca Harrington, periodista de New York Magazine quiso hacer el experimento de llevar uno de los corsés deportivos de Whatawaist, cuyos vendedores prometen  una reducción de entre dos o tres tallas solo por llevarla. Tras dejarse 153.23$ en un producto que debía llevar casi las 24 horas, tras cinco días viendo que no le permitía respirar, acabó dejando de usarla.

Como demostró el médico francés Ludovic O’ Followel en 1908, el uso de corsés a largo plazo puede provocar problemas respiratorios, desplazamiento de órganos, deformación muscular o torácica o alteración de funciones digestivas entre otras. Vale que no son los mismos que hace cien años, pero… siendo sincera, ¿merece la pena sufrir tanto por una cintura de Jessica Rabbit?

Ni en el gimnasio podemos estar feas

Siempre me ha gustado del gimnasio que es el lugar en el que se me permitía desconectar de todo: de mis problemas, de lo que me rodeaba y de mi cabeza. Lo único importante era la conexión con mi cuerpo. Era el único sitio en el que nadie me iba a señalar por llevar toda la espalda sudada, el pelo sucio u oler a camionero. El paraíso. O al menos hasta hace unos años.

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«Uff…qué cansancio tengo de estar sentada en la pelota». GTRES

Las mujeres y el gimnasio somos negocio. Lo sabe Nike, lo sabe Reebok, lo sabe Decathlon, lo sabe Lots of Colors y lo sabe hasta tu propio gimnasio. Mientras que la mayoría de las fotografías de publicidad muestran a hombres con más músculos que los Action Man que tenía mi hermano, las fotos protagonizadas por mujeres son totalmente opuestas. Aparecen en pilates, estirando con la pelota o haciendo una postura de yoga. Pero ninguna levantando cuarenta kilos en sentadilla.

Gimnasio, tú antes molabas.

Si eres mujer parece que lo tuyo son las clases en las que no tengas que sudar mucho ni levantar peso (¡no vaya a ser que te pongas fuerte o te estropees la manicura levantando una mancuerna!). Hasta los circuitos se encuentran separados. ¿Por qué las máquinas ‘para mujeres’ son de otros colores y con menos peso? Cuando entro en la sala de musculación no me asusto (el olor que desprende más de uno después de usarla sí, pero eso es otro asunto), no me siento amenazada por las máquinas ni me siento menos mujer por entrenar en ellas. Al igual que he visto hombres entrenar en el circuito femenino y no les ha crecido una falda al tocar la máquina.

embarazadas

A la izquierda, una embarazada haciendo deporte según GTRES. A la derecha @Aliona_hilt, deportista alemana.

Soy una adicta al gimnasio, una #gymrat como se dice en las redes sociales. No voy ni una ni dos sino entre cuatro y cinco veces a la semana. Hago spinning, crossfit y un día de musculación. Con semejante asiduidad, mi ropa de deporte empieza a hacerse un hueco considerable en mi armario. Se me empiezan a ir los ojos (y mi sueldo de becaria) a las prendas deportivas sin que pueda evitarlo ya que ahora las tiendas de moda se han apuntado a las colecciones gymwear. Pero si comparas la ropa de deporte masculina y la femenina, son dos mundos. «La ropa de gimnasio para mujeres es ropa para ir de cañas» me dijeron el otro día. Mientras que los hombres pueden ir con ropa suelta, ancha y cómoda para la actividad deportiva, la nuestra es más ajustada que las mallas de un ciclista.

Yo no sé qué para qué clases está pensada, pero os puedo asegurar que los pantalones (que llamar ‘pantalón’ a ese culotte elástico me parece un derroche de imaginación) no están pensados para aguantar un culo mientras haces crossfit (a no ser que quieras practicarlo con media nalga fuera, en ese caso son perfectos). Las camisetas, lejos de ser holgadas, se te pegan a cada pliegue de la tripa dejándote con más anillas que el muñequito Gusiluz. Casi parece que se recrean en las lorzas.

Parece que ni en el gimnasio podemos dejar de ser femeninas, de estar siempre sexys. Pues mira no, por ahí no paso. Si ellos pueden ir con la camiseta de Caja Rural, exijo el mismo derecho.

Encima circulan «Tips de maquillaje para el gimnasio» que no hacen otra cosa que alimentar esta idea tan dañina de que tenemos que estar guapas haciendo deporte. Parece que si no vas bien vestida con tu super conjunto deportivo eres una mujer de Cromagnon que no merece ser considerada persona. Ir al gimnasio sin ser femenina se ha convertido el nuevo delito del siglo XXI.