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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Cómo hacer montañismo en un país sin montañas

Escalada

Estos días los paso en Amsterdam, una ciudad que no deja de sorprenderme. En un país donde la mitad del territorio son tierras ganadas al mar, era previsible que un deporte como la escalada fuese algo imposible. Pero no. Para eso están los rocódromos. Y en el centro de la capital holandesa hay uno ciertamente asombroso. De interior, claro está, pues aquí la climatología es habitualmente horrible. Se llama De Klimmuur y ya sólo su edificio resulta arquitectónicamente sorprendente: un cubo semihundido entre canales, rodeado de edificios ultramodernos y otros históricos.

De lejos no sabes si es un museo de arte contemporáneo o un bareto de moda, así que cuando pasas a su interior te llevas una sorpresa morrocotuda.

Ayer por la tarde, nada más atravesar la puerta de entrada, casi se me cayó encima una chica que bajaba del techo colgada de una cuerda, muy cerca de donde sus amigos la esperaban bebiendo refrescos en la cafetería instalada justo en medio de la gran nave, mientras sonaba buena música y la gente charlaba animadamente. Había decenas como ella colgados de las paredes.

Acostumbrado a la escalada en las montañas del norte español, estos espacios cerrados y musicales donde el personal habla entre susurros me alucinan. Con gente escalando de todas las edades y niveles. Incluso te ofertan cursos de iniciación.

Pero como en esta ocasión he optado por practicar el turismo inactivo (fuera de moverme a todas partes en bicicleta), renuncié a acompañarles. Me senté en uno de los confortables sofás del lugar e hice de genuino mirón ibérico. Todo un espectáculo gratuito.

¿Conoces algún lugar parecido en España?

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Cinco razones para no usar el ascensor

Razones

Una visita obligada en Londres es la iglesia de Saint Martin in the Fields. Localizada en la plaza de Trafalgar, junto a la National Gallery y la gran columnata dedicada a Nelson, ofrece maravillosos conciertos de música clásica, muchos de ellos gratuitos. Tras una costosísima restauración, desde 2009 se muestra espléndida. Tanto el templo como la sugerente cripta subterránea, reconvertida en café restaurante.

Un ascensor permite acceder a ella, aunque muy poca gente lo utiliza. El mérito lo tiene un sencillo cartel instalado junto a la puerta de entrada. Se titula «Cinco razones para usar las escaleras» y son las siguientes:

  • Sólo son 22 escalones.
  • Es un buen ejercicio.
  • Es más rápido.
  • Ahorras energía.
  • Aquellos que realmente necesiten usar el ascensor valorarán que lo hagas.

Impecable razonamiento. ¿No te parece?

Me encantaría poder ver este tipo de carteles en tantos y tantos edificios donde el ascensor se utiliza por rutina, muchas veces sin necesidad. Como ves, no se habla de ecología. Es puro sentido común.

Dicen los médicos que hacer el amor consume la misma energía que subir cuatro pisos de escaleras. Ésta podría ser la sexta razón. Desde Romeo y Julieta escaleras y amantes siempre se han llevado medianamente bien. Pero tampoco es como para contarlo en una iglesia.

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El esquí amenaza a las montañas

Pocas actividades pueden parecer más atrayentes para un amante de la alta montaña que practicar el esquí. Y sin embargo, pocas actividades tienen un impacto más terrible en esos mismos lugares a los que nos acercamos masivamente en estas fechas dispuestos a disfrutar de nuestro deporte favorito. Ahora no lo vemos, pero cuando la nieve se retire dentro de unos meses quedarán patentes todas esas grandes infraestructuras levantadas a mayor gloria nuestra, localizadas en lugares hasta hace poco prácticamente inaccesibles.

Y como este “oro blanco” es cada día más escaso frente a un interés creciente por disfrutar de él, todas las estaciones cuentan ahora con costosísimas instalaciones de producción de nieve artificial, despilfarradoras de una energía eléctrica cuya producción es en parte culpable de que ya no nieve, conducida a través de grandes tendidos que destrozan un paisaje único.

Por otro lado, las grandes aglomeraciones humanas concentradas en un espacio especialmente sensible como es el alpino provoca serios quebrantos al ecosistema. Y lo que es aún peor, estas estaciones vienen siempre acompañadas de impactantes proyectos urbanísticos surgidos a su alrededor.

En Pirineos, pero sobre todo en la Cordillera Cantábrica, los proyectos de construcción de nuevas pistas de muy dudosa rentabilidad amenazan los últimos lugares vírgenes de España. Paralelamente se están promoviendo locuras como la gran pista de “esquí seco” de Tordesillas (Valladolid), unas obras declaradas ilegales y donde ya se han enterrado más de 12 millones de euros.

¿Es que ni esquiar vamos a poder hacer sin recibir las críticas ecologistas? En absoluto, pero tampoco podemos querer convertir hasta la última de nuestras montañas más o menos nevadas en un remedo de Chamonix. Además existen otras modalidades mucho menos agresivas y más próximas a la idea del disfrute pleno de la naturaleza, como el esquí de travesía o el esquí nórdico. Claro que de esa manera es mucho más difícil lucir modelito.