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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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El hacha amenaza a los últimos abuelos del bosque

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Abeto centenario del amenazado bosque singular de Riu de la Cerdanya. © Acció Natura

Hay técnicos, políticos, a los que el bosque no les deja ver los árboles. El conjunto sigue, pero el individuo viejo, centenario, monumental, soberbio desaparece entre la masa amorfa de los jóvenes ejemplares aparentemente más productivos (tan sólo en metros cúbicos de madera) sin que notemos la tragedia.

Los últimos abuelos del bosque no sólo son importantes reductos de biodiversidad, testigos del cambio climático, generadores de paisaje, dinamizadores sostenibles de las economías rurales y herramientas de educación medioambiental. Son ante todo la experiencia genética de los más fuertes, atesorada durante siglos contra vientos e incendios. Sus características ambientales, estéticas y educativas les otorgan un valor económico muy superior al valor de la madera que se pueda obtener de ellos. Pero los estamos talando.

El último y más alarmante caso se ha producido en Cataluña. Allí hay tan pocas masas de árboles viejos que las tienen perfectamente catalogadas. Muchas son de propiedad pública, pero da lo mismo. En los últimos cinco años se ha destruido una cuarta parte de los bosques singulares inventariados por el CREAF (Centre de Recerca Ecològica i Aplicacions Forestals).

Los 292 bosques centenarios incluidos en el inventario del CREAF, que cubrían una superficie de 2.355 hectáreas (equivalentes al 0,3% de la superficie forestal arbórea de Cataluña), eran representativos de la diversidad forestal y estaban formados por pequeños rodales, generalmente inferiores a 10 hectáreas, enclavados dentro de bosques con menor valor, que se habían librado de las talas forestales y los incendios desde hace siglos. En los escasos casos donde se había podido realizar una prospección científica dentro de estos bosques habían aparecido casi siempre especies nuevas para la comarca, Cataluña o el mundo.

Tan solo el 10% de su superficie está protegida de una manera efectiva (reservas naturales, acuerdos de custodia del territorio, compra de derechos de tala, etc.), pero esto tampoco garantiza nada. De hecho, el último caso de tala autorizada afecta a un rodal del bosque centenario de Bagues del Riu, de titularidad pública y situado en el Parque Natural del Cadí-Moixeró, que fue subastado el pasado mes de mayo, pese al informe negativo del propio órgano gestor del parque y del espacio Red Natura 2000.

Catorce entidades conservacionistas y científicas han firmado un manifiesto donde solicitan la paralización de las talas de árboles en estas joyas naturales. ¿Les harán caso? De momento siguen ganando aquellos que no ven los árboles del bosque.

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España pierde una cuarta parte de sus mejores bosques maduros

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Hay noticias terribles que apenas tienen repercusión en la opinión pública. Especialmente las referidas al medio ambiente. Por ejemplo, la terrible desaparición de los últimos bosques maduros españoles, aquellos verdaderamente viejos y complejos, nuestras últimas selvas ibéricas.

No tenemos datos nacionales, pero sí sabemos que en los últimos 5 años se ha perdido una cuarta parte de los poco más de 200 bosques centenarios inventariados en Cataluña. Y la culpa no la tuvieron los incendios forestales. Su desaparición o grave degradación se debe, directamente, a talas autorizadas.

Esos 200 bosques únicos cubrían apenas el 0,3% de la superficie arbórea catalana, pero daban cobijo a una extraordinaria riqueza biológica y paisajística. El 90% de las formaciones centenarias pertenecían a manos privadas y no contaban con protección efectiva, aunque las protegidas y de titularidad pública tampoco se salvaron del exterminio.

Eran auténticos tesoros dentro de bosques con menor valor, islas de biodiversidad que durante siglos se habían librado de las talas y los incendios. Eran. Pasado irrecuperable. Porque han sido eliminados a hachazo limpio y a una velocidad escalofriante.

Es verdad, no se arrasó todo el bosque. Tan sólo una parte. Pero fue la más valiosa, la más insustituible. También la que estaba llamada a convertirse en dinamizadora sostenible de las economías rurales gracias a su explotación turística o pedagógica ¡Cuántos bosques escuela hemos perdido!

La falta de interés de la Administración por conservarlos, unida a la desatención y la crisis económica, han puesto en la picota a las masas arbóreas con mayor valor biológico del país, se lamentan los expertos de DEPANA, Ecologistas en Acción, GEPEC-EdC, Greenpeace e IPCENA. Una vez más los árboles raquíticos, productivos, no nos dejan ver el bosque, el ecosistema, nuestro futuro.

Foto: La Fageda d’en Jordà. Wikimedia Commons

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Un David de Jumilla vence al Goliat de las urbanizaciones

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Pascual Carrión es David, un pastor y agricultor de Jumilla (Murcia). Goliat tiene muchas cabezas, políticas y económicas, con la fuerza descomunal que hasta hace poco exhibían las grandes constructoras españolas.

El gigante eligió las tierras de Pascual y las de otros como él para promover la macrourbanización Santa Ana del Monte Jumilla-Golf. Campos deportivos y piscinas aparte, suponía levantar 20.000 chalés, casi tantos como habitantes tiene el pueblo. Suelo suficiente había. El dinero se suponía que llegaría solo. ¿Y el agua? Como el dinero, también se suponía.

Un estupendo reportaje de Vidal Coy en El Confidencial explica los detalles de la titánica lucha de este hombre contra la burbuja inmobiliaria que amenazaba las tierras de su familia, sus cabras, sus ovejas y sus olivos. Le llegaron a ofrecer 2,6 millones de euros y los rechazó. En su lugar se ha gastado un dineral en juicios. Pero al final el bueno de David derrotó de una pedrada en la frente al fanfarrón de Goliat. El Tribunal Superior de Justicia de Murcia ha anulado tan demencial proyecto. ¿La razón? No hay agua para tanta gente. Y la que hay es de mala calidad.

Nos quedan pocos como Pascual. Luchadores contracorriente. Desconfiados. Valientes. Cuánto mejor nos habría ido si hace unos años les hubiéramos hecho caso. Urbanizaciones, hipotecas, desahucios, crisis. Pero no escarmentamos y seguimos igual.

Ahora ponemos a la venta espacios únicos de propiedad pública como un 10% del parque natural de Los Alcornocales (Cádiz). Una de las joyas forestales de Europa donde se quiere levantar un hotel de cinco estrellas, dos campos de golf y un aeródromo privado.

El mismo humo, la misma irresponsabilidad de liquidar nuestro futuro. Luego vendrá un David, o un niño, y nos lo dirá a la cara: ¡Pero si estáis desnudos!

Puedes firmar en Change.org una petición colectiva para que el Gobierno de España paralice la venta de parte de este tesoro que es el Parque Natural de los Alcornocales. Yo ya lo he hecho.

Imagen: David con la cabeza de Goliat. Caravaggio, 1607. Museo de Historia del Arte de Viena, Austria.

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Escuelas de pastores, una profesión con futuro

Pastor

Hubo un tiempo, lejano, en el que los nobles querían ser pastores. Recitaban románticas églogas y se vestían como tales en un bucólico intento por acercarse a lo más amoroso de la naturaleza, el idilio. Luego llegaron hembras poderosas, como La Serrana de la Vera, y se torció el asunto. Al final los pastores quedaron sumidos en el último eslabón laboral, a pesar de que su trabajo era fundamental para garantizar la subsistencia de todo un pueblo. Quien no valía para otra cosa, o no tenía tierras, terminaba de pastor.

Todo ha cambiado. A peor. La ganadería agoniza y, a pesar de que seguimos necesitando pastores para apacentar nuestros rebaños, prácticamente nadie quiere hacer este trabajo. O no sabe hacerlo. Una necesidad tan acuciante que ha obligado a desarrollar escuelas de pastores.

Ofertando un futuro mejor para los jóvenes en el medio rural, las hay ya en Picos de Europa, Andalucía, Cataluña o Arantzazu (Guipúzcoa). Y no son cursos fáciles, pues para un hombre o mujer de ciudad, acceder a los mínimos conocimientos y saberes ganaderos para mejorar la rentabilidad de una explotación obliga a un elevado esfuerzo.

En realidad nuestros ganaderos en extensivo del siglo XXI son pastores de biodiversidad. Ya lo eran antes, pero no lo sabíamos. Su sabio manejo de pastos y montes favorece el desarrollo de muchas especies animales y vegetales amenazadas. Los dientes del ganado actúan como inmejorables cortafuegos, manteniendo un paisaje agroforestal que gracias a ellos ha permanecido casi invariable a lo largo de miles de años. El estiércol fertiliza el suelo y da vida a insectos y aves. Involuntariamente, sus reses garantizan la supervivencia de lobos, osos, buitres y quebrantahuesos. Y todo ello produciendo una carne, leche y quesos de calidad excepcional.

Son tiempos difíciles, es verdad. Pero a estos jóvenes que ahora se enfrentan a la aventura de ser pastores es difícil que les falte trabajo. Y su visión moderna de la profesión seguro que les permite dignificar una profesión que nunca deberíamos haber arrinconado. Nos va en ello la supervivencia.

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Así matamos a los gigantes del bosque

Desde niño siempre me fascinaron las secuoyas. Especialmente un fabuloso ejemplar al que abrieron un gran túnel en su tronco para cruzarle una carretera. Me preguntaba ¿no sería más fácil rodearlo que atravesarlo? A través de Twitter, un reportaje publicado en Amusing Planet me ha recordado mis dudas y fascinaciones infantiles con este árbol. Muestra una serie de fotos de leñadores realizada en 1915 en Humboldt County, California, cuando la tala de secuoyas estaba en su apogeo. Las imágenes son parte de las colecciones de la Universidad Estatal de Humboldt y fueron realizadas por el fotógrafo sueco A.W. Ericson.

Cuando se descubrió oro en el noroeste de California en 1850, miles de personas se lanzaron a las remotas regiones donde crecían las secuoyas en busca del preciado metal. Fracasaron y se tuvieron que conformar con explotar otra riqueza, la madera de esos bosques milenarios donde crecen las coníferas más altas del planeta. Algunos de esos gigantes caídos tenían más de 2.000 años. Nacieron varios siglos antes de que lo hiciera Jesucristo, pero les dio igual. Los talaron.

El impacto fue terrible, a pesar de que fotografías como las del sueco Ericson pusieron en marcha los primeros movimientos ciudadanos para lograr su protección. En esa época las secuoyas cubrían más de 8.100 kilómetros cuadrados de la costa de California. Cuando finalmente el Redwood National Park fue creado en el año 1968, casi el 90% de los bosques originales de secuoyas habían desaparecido.

¿Imágenes del pasado? En absoluto. Las grandes secuoyas están finalmente protegidas, incluidos gigantes como Hyperion, una secuoya roja de 115,55 metros, el ser vivo más alto del mundo. Pero en las selvas del Amazonas, Borneo o Congo seguimos derribando gigantes únicos, los más viejos, grandes y hermosos del planeta, para convertirlos en papel higiénico. Sólo que ahora hemos aprendido. Ya no nos hacemos fotos delante de ellos.

Por cierto, que el nombre de secuoya tiene su gracia. Está dedicado a un jefe cheroqui llamado Sequoyah, aunque este pueblo era propio del centro-este de América del Norte donde nunca ha crecido uno de estos árboles. Un fallo del botánico.

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La Administración prohíbe usar las miles de barbacoas camperas que mandó hacer

La llegada del mes de junio ha coincidido con la prohibición prácticamente generalizada en la mayoría de las regiones españolas de encender barbacoas o cualquier otro tipo de fuego en el campo. La razón no hace falta explicarla. Las altas temperaturas y la falta de lluvias hacen prever un verano muy complicado donde una pequeña chispa puede convertir el bosque en un infierno. Sin embargo, la lógica de esta medida choca frontalmente con la realidad.

Durante décadas comunidades autónomas, diputaciones y ayuntamientos han abrazado con pasión la construcción de miles de barbacoas y parrillas en el monte. En los espacios naturales protegidos e incluso en los Parques Nacionales. Áreas recreativas las llaman. Lugares donde para disfrutar de la naturaleza se recomienda llegar pronto y así pillar un buen sitio donde asar chorizos o hacer la paella. Concentrados estos centros de gastronomía popular en lugares más o menos vigilados se suponía controlado el problema de los incendios incontrolados. La realidad demuestra que no ha sido así. El fuego es siempre un peligro.

Los responsables de medio ambiente han clausurado todas las parrillas desde junio hasta octubre, los meses mejores para salir a merendar al campo. ¿Para qué se gastaron entonces tanto dinero en hacerlas? ¿Para incitarnos a usar algo que ahora nos piden que no usemos por el bien común? ¿Para poder multarnos luego?

Había otra opción. Enseñarnos a disfrutar del bosque sin necesidad de montar pantagruélicas reuniones en él. A llevarnos el bocadillo y la ensaladilla rusa. A volver a casa con la bolsa de la basura, siempre menos pesada que la bolsa de la comida. Y a pasear más allá de los 50 metros que separan el aparcamiento de las mesas. Pero prefirieron gastarse el dinero en esas inútiles “inversiones en medio ambiente” en lugar de en educación ambiental. Y ahora las clausuramos cinco meses al año.

Es un tema interesante. Por eso me gustaría conocer tu opinión. ¿Te parecen bien las barbacoas públicas en el campo? ¿Habría que multar a quienes las usan o a quienes autorizaron, diseñaron, pagaron y promovieron tan contraproducentes instalaciones?

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El creador alado de Castilla se hace contorsionista

Siempre he admirado al azor (Accipiter gentilis) por su poderío y belleza, pero también por el simbolismo de una portentosa rapaz forestal a la que una legendaria historia relaciona con el nacimiento de Castilla. Que me corrijan Arsenio y Nacho Escolar, autores de La nación inventada, pero como cuenta con toda la épica del momento el Poema de Fernán González, el «buen conde» logró la independencia de Castilla al venderle al rey leonés Sancho el Craso tan magnífico pájaro. Le entregó ave y caballo por una cantidad irrisoria, pero advirtiéndole que por cada día que pasara debería doblar la cifra. El rey olvidó la deuda y cuando, siete años después, quiso pagarle, la cifra era exorbitante, así que a cambio aceptó a conceder la independencia al rebelde condado castellano.

Pero eso es historia. La realidad actual es que el azor se ha recuperado de la persecución que durante siglos hicieron de él cetreros, cazadores y pajareros varios en una Castilla terriblemente deforestada donde le era difícil encontrar territorio. Por suerte, en las últimas décadas sus poblaciones han mejorado. Los bosques van a más, los pueblos a menos, y esta prodigiosa ave rapaz ha sabido prosperar a costa de nuestro abandono del campo y, también hay que reconocerlo, gracias a nuestro mayor respeto por la naturaleza.

El último censo nacional de aves rapaces forestales, recientemente realizado por SEO/Bird Life gracias a la colaboración de cientos de ornitólogos voluntarios, estima la existencia de no menos de 11.350 territorios, el mayor número de ellos, 2.490, concentrados en Castilla y León, la tierra de Fernán González.

Para Félix Rodríguez de la Fuente el azor era, de entre todas las criaturas vivientes, «la belleza entera«. Y tenía razón. Bello, eficaz, rápido… y contorsionista. Adaptado como pocos a volar con toda potencia por entre el laberinto de los bosques detrás de las aves que son sus presas principales, es capaz de realizar mil y una cabriolas en el aire con tal de no perder la precisión de su caza. Por pequeño y retorcido que sea el espacio nada le detiene. Puedes verlo en este espectacular vídeo rodado por la BBC (quién si no) para la serie The Animal’s Guide to Britain. Es sin duda el más difícil todavía de ese mayor espectáculo del mundo que llamamos mundo natural.


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Eucalipto, el árbol que amenaza a los bosques

Hace 40 años empezó la expansión del cultivo del eucalipto por toda la Península Ibérica.  Se vendió como la panacea rentable, una especie forestal de rápido crecimiento productora de abundante pasta de papel frente a la lentitud maderable de robledales y encinares. Actualmente hay más de 760.000 hectáreas de este árbol australiano plantadas en España y 646.000 en Portugal. Lejos de ser bosques, en realidad son enemigos del bosque dado su altísimo impacto ambiental y paisajístico.

En el Año Internacional de los Bosques, más de 20 organizaciones de conservación de la naturaleza y colectivos ecologistas de carácter estatal y de Andalucía, Galicia, Asturias, Cantabria y el País Vasco han presentado “Una Visión Común sobre el problema de las plantaciones de eucalipto”. En el manifiesto se hace un breve análisis sobre la conflictividad asociada a estas plantaciones y, sobre todo, se presenta una hoja de ruta a las administraciones públicas y al sector del eucalipto para acabar con medio siglo de conflictos.

Y es que la extensión masiva de este árbol ha provocado una seria pérdida de  biodiversidad, terribles aterrazamientos del terreno, degradando el suelo y reduciendo la disponibilidad de agua. Sólo en Galicia esta primavera se plantarán 30 millones de eucaliptos y apenas unos pocos miles de robles.

Es necesario mejorar la gestión de estas plantaciones y, poco a poco, empezando por los espacios protegidos, ir eliminándolos de nuestros paisajes más singulares y frágiles. No se trata de acabar con los eucaliptos, pero sí de fijar fronteras a su creciente e imparable expansión. Porque por mucho que se empeñen las compañías madereras, un montón de árboles plantados en fila no hacen bosque. En realidad lo deshacen.

Foto: Greenpeace. Infografía: Diario Público.

Tienes más datos (con todas las estadisticas por provincias) en el informe de Greenpeace: “La conflictividad de las plantaciones de eucalipto en España (y Portugal)”

También te recomiendo este vídeo de Greenpeace tan demoledor como descorazonador.

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2010 ha sido un mal año para la biodiversidad

Puestos a hacer balance, este año que ahora acaba ha sido malo para el medio ambiente. Baste recordar que la promesa de reducir la pérdida de biodiversidad en todo el mundo para el año 2010 no se ha cumplido ni de lejos, al tiempo que todo el mundo celebraba pomposamente el Año Internacional de la Biodiversidad.

La degradación planetaria sigue imparable, incluso más rápida y destructiva que nunca. También en nuestro país, donde la defensa de la biodiversidad nos sigue pareciendo algo decorativo y superfluo, cuando en realidad es la salvaguarda de nuestro futuro. Y nuestra manera de gestionarla habla mucho de qué tipo de sociedad hemos creado, cada día más abocada hacia un desarrollismo desestructurado sin futuro.

La nueva ministra Rosa Aguilar ha prometido pintar de verde el Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino (MARM), pero con un presupuesto cercenado no tendrá dinero para comprar la pintura. Tampoco voluntad política para impedir el avance de los cultivos transgénicos, proteger el atún rojo, paralizar el proceso de elección de ubicación del cementerio nuclear, rechazar en los tribunales la rebaja de 300 especies en el nuevo catálogo de especies protegidas de Canarias, evitar la muerte de más linces o el estancamiento de la Red Natura 2000.

Se han hecho pocas cosas, pero muchas de ellas han sido para supuestamente revalorizar los espacios naturales, cuando en realidad sólo se han levantado infraestructuras con escaso contenido y carentes de personal preparado que las puedan gestionar con eficacia. Otra parte se ha ido en marketing y merchandising, nueva versión improductiva de la olvidadfa educación ambiental.

La Asamblea General de las Naciones Unidas ha declarado 2011 Año Internacional de los Bosques. Visto lo visto, todo quedará en una celebración más carente de compromisos, y mientras seguiremos destruyendo nuestras forestas a velocidad endiabladamente irracional. Pobres árboles. No pueden echar a correr para evitar la que les viene encima.

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La crisis amenaza al bosque de Robin Hood

La crisis está causando estragos en nuestras economías, pero también en nuestro entorno natural. Los presupuestos para medioambiente han adelgazado hasta hacerse casi invisibles, tijeretazo que va a dejar reducidos a la mínima expresión los ya de por sí exiguos recursos destinados a la protección de la naturaleza. Como el dinero no fluye a las arcas públicas como lo hacía antes, algunos Estados buscan nuevas fuentes de financiación hasta debajo de las piedras.

En el Reino Unido, tan prácticos ellos, el actual Gobierno liberal-conservador ha decidido hacer caja nada menos que con sus árboles, según ha informado el diario The Telegraph en su edición dominical. Para reducir el actual déficit nacional venderá la mitad de las 748.000 hectáreas de bosques públicos, hasta ahora intocables al estar gestionadas por la Comisión Forestal de ese país. 350.000 hectáreas de un arbolado del que se quiere aprovechar todo: su madera para hacer muebles, pero también y especialmente su suelo, perfecto lugar para la construcción de toda clase de campos de golf y parques temáticos.

La decisión obligará a retirar una secular protección que proviene nada menos que de la época del rey Guillermo el Conquistador, en el siglo XI. Viejos bosques relictos trufados de historia como el famoso de Sherwood, refugio de Robin Hood, están ahora amenazados por el mercantilismo gubernamental. Más de uno (ecologista) agarrará el arco y las flechas (de la razón) para defender de estos nuevos Juan sin Tierra a tan valiosos reductos de biodiversidad, aunque lo tiene complicado.

Pero como siempre temo el síndrome del copión. Si esto lo hace el Reino Unido, modelo mundial de protección exquisita de sus escasos recursos ambientales, no quiero ni pensar que cunda el ejemplo y nuestro Gobierno español decida emprender una segunda desamortización, esta vez con los montes de utilidad pública. ¿Se atreverán a hacerlo? Algún ministro ya debe de estar echando cuentas.

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