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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Arrancan encinas centenarias para abrir una mina de uranio en Salamanca

La gigantesca mina de uranio que la multinacional australiana Berkeley Energía pretende explotar en Retortillo (Salamanca), diseñada como la más grande de Europa, muere matando antes incluso de haber nacido.

A pesar de carecer de todos los permisos necesarios para continuar un proyecto con tan poco futuro como es el de la energía nuclear, ha comenzado a destruir la zona en la que tiene previsto ubicar la mina a cielo abierto. Un encinar adehesado de extraordinario valor ambiental donde se están arrancando de cuajo decenas de encinas centenarias localizadas en un espacio protegido declarado por Europa Red Natura 2000, las “Riberas de los Ríos Huebras, Yeltes, Uces y afluentes”.

La plataforma Stop Uranio, ONG como el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) y partidos como IU o Equo han calificado este arranque de atentado medioambiental. Son las primeras encinas que caen. WWF calcula que serán taladas más de 30.000 árboles, cifra que la empresa rebaja a 8.996, prometiendo la futura plantación de 30.000 encinas jóvenes como parte de su plan de restauración ambiental.

La Fiscalía de Salamanca ha admitido a trámite la denuncia presentada por la plataforma Stop Uranio ante el comienzo de las obras de la mina sin tener todos los permisos necesarios. Lee el resto de la entrada »

¿Qué prefieres, árboles o mina de uranio?

Río Yeltes

Río Yeltes a su paso por el balneario de Retortillo (Foto: Plataforma contra la mina de uranio de Salamanca)

Es lo que tiene ser un país empobrecido. Que los mercados nos tratan como a colonias tercermundistas.

Imagínate un espacio natural único, idílico, cubierto de bosques y habitado por toda clase de especies en peligro de extinción, protegido por la Red Natura 2000. La joya de Europa. Pero eso no da dinero. Lo que importa es lo que hay debajo, su petróleo, diamantes, oro o uranio.

Esto último es lo que busca Berkeley Minera España S.A., filial de la compañía australiana Berkeley Resources Ltd., en la provincia de Salamanca. Combustible para las centrales nucleares, una energía del siglo pasado sin más futuro que ventajosos réditos para las compañías eléctricas. A cambio, destrozarán una vasta extensión de más de 4.500 hectáreas de dehesa protegida para su extracción y procesado en los términos municipales de Retortillo, Villavieja de Yeltes y Alameda de Gardón, en las que serían las únicas minas de uranio permitidas en Europa a través de los proyectos “Retortillo-Santidad” y “Alameda”.

Como en las selvas africanas o sudamericanas. Una vez vendida todo nuestro litoral marino al ladrillo, ahora vendemos los recursos naturales.

Este proyecto minero es uno de los muchos que han proliferado en la España de la crisis económica y sería la única mina de uranio de Europa. Para llevarlo a cabo habría que arrancar 25.000 árboles de especies autóctonas como robles, alcornoques y encinas.

La minería de uranio conlleva grandes impactos ambientales y de salud pública. Además, también hay un riesgo adicional: el enterramiento en la propia dehesa de los residuos, que están catalogados como radioactivos de primera categoría.

A cambio, Berkeley Minera España S.A. promete 200 empleos y se anuncia como la gran solución a los problemas económicos de la comarca. Nada dice de cuántos miles de puestos de trabajo pueden ponerse en peligro en otros sectores productivos.

No podemos permitirlo, y por eso la Plataforma Ciudadana contra la Mina de Uranio en Salamanca ha iniciado una recogida de firmas en Change.org que en ocho meses ha recogido ya más de 100.000 firmas. Porque bien como dicen sus promotores,

«tenemos que parar este proyecto minero y enviar un mensaje claro a nuestros gobernantes: no queremos un modelo económico basado en industrias altamente contaminantes y perjudiciales para nuestro entorno».

Yo ya he firmado. ¿Firmas también tú contra esta barbaridad?

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El gran negocio nuclear

La terrible tragedia nuclear de Japón no existe. Es un invento de los ecologistas. Chernóbil también fue un invento, pero de los comunistas. Chernóbil nunca podrá repetirse pues las centrales nucleares de los países occidentales son seguras al cien por cien, están diseñadas a prueba de bombas y terremotos.

Durante décadas, el lobby nuclear no paró de azuzarnos con su matraca de adoctrinamiento comunicativo. Nos llevaron a visitar sus centrales y nos cubrieron de publicidad con la única intención de doblegar nuestras dudas antinucleares. Todos ellos callan ahora, mientras seis reactores en Fukushima, clones de Garoña, se funden completamente descontrolados.

La tecnología que logró domesticar a la bomba atómica se muestra impotente siquiera para saber qué está ocurriendo allí dentro; proponiendo tan sólo medidas desesperadas como llamar a los bomberos para echar agua en ese infierno mientras mantienen el habitual secretismo informativo.

Estados Unidos, el país que arrasó Japón con dos bombas nucleares, inició su reconstrucción con el programa Átomos para la Paz. Sin petróleo, gas o carbón, necesitaban cuantiosos recursos energéticos para poder transformarse en una superpotencia mundial. Optaron así por la energía atómica de diseño norteamericano, a pesar de los riesgos en un país sísmicamente muy activo. La sed de energía y un optimismo tecnológico general superaron todos los miedos, ofreciendo al tiempo jugosos negocios: las eléctricas se llevan las ganancias, mientras el Estado carga con los residuos radiactivos y unas catástrofes que las aseguradoras se niegan a asumir.

Siglo XXI y nuestra sociedad sigue aprendiendo a palos, sacando conclusiones de sus trágicos errores. Una energía que puede convertirse en incontrolable debe, sencillamente, abandonarse.

Foto tomada desde un helicóptero militar del reactor 3 en la central de Fukushima. (Tokyo Electric Power/ Reuters)

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El modelo de Chernóbil llegará a Garoña

Visitar Chernóbil, el lugar del mayor desastre medioambiental de la historia, está de moda. Esa Zona Cero donde el 26 de abril de 1986 se liberó 500 veces más material radiactivo que en la bomba atómica de Hirosima, donde murieron 31 personas y 135.000 debieron ser evacuadas, por cuya influencia han podido morir de cáncer más de 100.000 personas, tiene interés turístico.

Pone los pelos de punta ¿verdad? Pues parece que a muchos no sólo no les espanta, sino que les atrae. De hecho, y a pesar del peligro latente que la radioactividad de la zona todavía representa, son miles los turistas que todos los años se acercan a Chernóbil como quien viaja a París a ver la Torre Eiffel. Tantos que el gobierno ucraniano ha anunciado la próxima apertura turística del entorno de la ruinosa central, harto de que las agencias lo ofrezcan desde hace años de forma ilegal, esto es, sin pasar por caja.

¿Serán todos los visitantes fervientes ecologistas? ¿Ávidos antinucleares necesitados de contemplar con sus propios ojos el horror de nuestra soberbia tecnológica? Ni mucho menos. Tan sólo son turistas del morbo, expertos en campos de concentración, cárceles malditas, catacumbas y otros lugares del horror.

Os juro que no lo entiendo. El turismo nació como respuesta a la inquietud humana por conocer las maravillas del planeta, lugares únicos como Venecia, Toledo, el Gran Cañón o Doñana. Este turismo de lo feo lo aceptaría como ejercicio pedagógico, para que viendo lo malo reforzáramos nuestra pasión por lo bueno, por lo bello. Pero no. Me temo que no es así. Verán el desastre de Chernóbil y seguirán a favor de la energía nuclear, ajenos al terrible coste medioambiental en la gestión de unos residuos radiactivos que, por accidente o actividad industrial, se mantienen peligrosamente activos durante miles de años.

Y en nuestro país, donde mezclamos pensiones con cierre de nucleares, pronto tendremos viajes del Imserso a Garoña, al más puro modelo Chernóbil. De hecho ya existen.

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2010 ha sido un mal año para la biodiversidad

Puestos a hacer balance, este año que ahora acaba ha sido malo para el medio ambiente. Baste recordar que la promesa de reducir la pérdida de biodiversidad en todo el mundo para el año 2010 no se ha cumplido ni de lejos, al tiempo que todo el mundo celebraba pomposamente el Año Internacional de la Biodiversidad.

La degradación planetaria sigue imparable, incluso más rápida y destructiva que nunca. También en nuestro país, donde la defensa de la biodiversidad nos sigue pareciendo algo decorativo y superfluo, cuando en realidad es la salvaguarda de nuestro futuro. Y nuestra manera de gestionarla habla mucho de qué tipo de sociedad hemos creado, cada día más abocada hacia un desarrollismo desestructurado sin futuro.

La nueva ministra Rosa Aguilar ha prometido pintar de verde el Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino (MARM), pero con un presupuesto cercenado no tendrá dinero para comprar la pintura. Tampoco voluntad política para impedir el avance de los cultivos transgénicos, proteger el atún rojo, paralizar el proceso de elección de ubicación del cementerio nuclear, rechazar en los tribunales la rebaja de 300 especies en el nuevo catálogo de especies protegidas de Canarias, evitar la muerte de más linces o el estancamiento de la Red Natura 2000.

Se han hecho pocas cosas, pero muchas de ellas han sido para supuestamente revalorizar los espacios naturales, cuando en realidad sólo se han levantado infraestructuras con escaso contenido y carentes de personal preparado que las puedan gestionar con eficacia. Otra parte se ha ido en marketing y merchandising, nueva versión improductiva de la olvidadfa educación ambiental.

La Asamblea General de las Naciones Unidas ha declarado 2011 Año Internacional de los Bosques. Visto lo visto, todo quedará en una celebración más carente de compromisos, y mientras seguiremos destruyendo nuestras forestas a velocidad endiabladamente irracional. Pobres árboles. No pueden echar a correr para evitar la que les viene encima.

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Turismo radiactivo en Garoña

Ya lo saben. La caduca y caducada central nuclear de Santa María de Garoña seguirá funcionando cuatro años más, hasta el 5 de julio de 2013. La noticia no ha sorprendido a nadie, pero a los que menos a sus propietarios, Endesa e Iberdrola, quienes durante todo el año han seguido ofertando visitas turísticas a sus instalaciones más allá de la supuesta fecha de clausura.

Y es que Garoña tiene un inmenso atractivo turístico. Conocido y explotado. De hecho, con estrictos numerus clausus incluidos, es visitada por más de 259.000 personas desde que iniciara sus peculiares tours radiactivos en 1992, a un ritmo medio de un millar de turistas mensuales. Porque a pesar de que su vida útil de 40 años caducó ayer domingo, inasequible al desaliento, llevaba meses ofertando visitas para todo el verano.

No es de extrañar. Todos en Burgos y Bilbao saben que en Garoña se puede degustar gratis uno de los mejores bacalao al pil-pil del norte de España, regado con inmejorables vinos de La Rioja, a la salud del rentable átomo [Siendo la central más pequeña de España genera unos ingresos de 250 millones de euros al año].

Al margen de su cierre o no, el futuro de la nuclear castellana será sin duda turístico. Seguirá así el ejemplo de Holanda, donde se ha transformado en museo el basurero donde se acumulan todos los desechos radiactivos del país, las instalaciones de la Organización Central para la Basura Radiactiva COVRA.

De acuerdo con un interesante reportaje publicado por BBC Mundo, los responsables de estas instalaciones no sólo facilitan el paseo entre tanques radioactivos blindados con plomo y cilindros de alta tecnología, sino que también han añadido a la visita componentes educativos, artísticos y culturales que incluyen la creación de una galería de arte contemporáneo.

Como explica uno de sus directivos,

«Al abrirlo al público demostramos que es posible manejar de manera segura y responsable los desechos nucleares, después de todo es algo que no podemos negar y que estará entre nosotros hasta encontrar otras alternativas»

Todo está cuidadosamente pensado, hasta el color del edificio donde, a modo de gigantesco búnker, se almacena la peligrosa basura. Es naranja, en referencia al equilibrio entre su interior, el rojo, peligro, y el exterior, el verde, vida.

Y añade el artículo:

Cada 20 años la fachada cambiará a un color más claro hasta llegar al blanco en el 2103, cuando se cumplan los 100 años necesarios para que la basura radiactiva que oculta en su interior deje de suponer un peligro para la salud.

¿Novedad? Ninguna, como no sea la gran mentira de que en un siglo estos desechos son inofensivos. Quizá guantes y batas sí, pero no isótopos presentes en el combustible gastado de los reactores como el plutonio 239 (vida media de 24.400 años) o el plutonio 240 (vida media de 6.600 años), demasiado tiempo para un museo.

En realidad, todas las centrales nucleares españolas tratan obstinadamente de convertirse en inofensivos centros educativos de la Ciencia. A golpe de talonario gastan importantes cantidades en lavar su mala imagen pública organizando toda clase de visitas, desde escolares a ancianos.

Resulta pues lógico que algunos protesten ante el inevitable cierre de Garoña, no quieren perder tan importante atractivo. Y cuando finalmente se clausure pedirán su conversión en un cementerio radiactivo, lo que en realidad ya es. Pero sólo por su interés social, todo sea por revitalizar el turismo de la comarca.

Clarividente viñeta de El Roto, publicada en El País el pasado 11 de junio.

En las dos imágenes superiores, dos detalles de la planta holandesa de COVRA.

Una plaga amenaza Garoña

La central nuclear de Santa María de Garoña (Burgos) está seriamente amenazada, pero no sólo por el cierre tras cumplir sus 40 años de vida útil. Tampoco por los ecologistas radicales. La auténtica amenaza es un diminuto molusco bivalvo, procedente de los mares Negro y Caspio, que está literalmente invadiendo nuestros ríos peninsulares y amenaza con taponar su sofisticado sistema de refrigeración: el mejillón cebra (Dreissena polymorpha).

Detectado por primera vez en el Ebro en 2001, ha alcanzado desde entonces la cuenca del Júcar (2005), la del Segura (2006) y este año la del Guadalquivir. Al embalse de Sobrón, el utilizado por la nuclear burgalesa para enfriar sus circuitos, llegó en 2006, todo un peligro pues forma espesas colonias que ciegan tuberías provocando graves averías en cualquier tipo de instalación. Para colmo de males, encima no es comestible.

Según ha señalado recientemente el Grupo Especialista en Invasiones Biológicas (GEIB), estudios de la Confederación Hidrográfica del Ebro han encontrado en el embalse de Sobrón las mayores densidades de este invasor bivalvo para toda la cuenca del Ebro.

Aquejada Garoña de preocupantes grietas y corrosión en la vasija del reactor, el mejillón cebra, del que nadie parece estar interesado en hablar, viene a añadir aún más incertidumbre a esta vieja instalación cuyos propietarios tratan de mantener con vida para aumentar su ya de por sí altísima rentabilidad económica.

Imposible de erradicar cuando llega a un río, la lógica preocupación debería de estar siendo dirigida a impedir que la plaga siga extendiéndose y salte a la cuenca del Duero. Pero como siempre, lo haremos mal y tarde.

Al menos en Garoña les quitaremos a estos mejillones un lugar donde provocar graves daños económicos. En cuanto cerremos la central nuclear. Muy pronto.

Sobre estas líneas, impresionante imagen de una playa fluvial norteamericana invadida por el mejillón cebra, un grave problema real.