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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Las barbacoas no son para el verano ¿O sí?

Barbacoa

Veraniega barbacoa «antichispas» instalada en Burgos.

Cuando vivía en Inglaterra, el único momento en el que tus compañeros de trabajo te invitaban a su casa era para comer carnes a la brasa en la barbacoa del jardín. Como la temporada BBQ no empieza hasta junio y termina en agosto, pero yo había empezado a currar en septiembre, tardé 9 meses en poder traspasar el umbral de las viviendas de mis colegas, algo poco habitual en España.

Aquí, lo de las barbacoas veraniegas es algo relativamente nuevo. Cuando ibas al campo lo normal era llevar bocadillos, tortillas y ensaladilla rusa. Algunos hacían fuego para paellas o chuletillas, pero eso te tener fogones en las áreas de recreo para disfrute gratuito del personal no llegó hasta los años 80 del siglo pasado, y como supuesta mejora ambiental. Incluso se hicieron en los Parques Nacionales. Muchos años, y muchas (demasiadas) tragedias después, se ha comprobado el gravísimo peligro de esta «mejora» en espacios naturales. Desde junio o julio, hasta octubre, el uso de barbacoas, hornillos y asaderos está terminantemente prohibido en todo el Estado español. O lo estaba. Justo al revés que en el norte de Europa.

Pero hay un problema. Las barbacoas están cada vez más de moda. Y la culpa, en mi opinión, la tiene la influencia cultural de nuestros admirados norteamericanos. Películas, series, novelas, redes sociales,… Por todas partes nos bombardean con esas barbacoas humeantes símbolo inequívoco del American LifeStyle. Nada malo, por supuesto. Para nosotros. Pero nefasto para el bosque.

Solo el 7% de los incendios forestales registrados en Galicia son provocados por pirómanos. Más de un 25% ( 1 de cada 4) fueron ocasionados por barbacoas, colillas mal apagadas o pirotecnias. En la reseca España interior y mediterránea los porcentajes son seguramente mucho más altos. Así que promocionar el uso de barbacoas públicas en el campo es una temeridad. Pero se sigue haciendo.

En 2005 hubo consenso nacional para prohibir su uso en verano. 11 fallecidos entre los equipos de extinción eran una razón más que suficiente. 7 años después lo hemos olvidado. Nos hemos modernizado y ahora, en Castilla y León, desde donde escribo, me he encontrado con que el Gobierno regional autoriza el modelo de barbacoas con «matachipas». A saber:

  • Ser una estructura fija de obra en buen estado de conservación.
  • Tener campana, chimenea con rejilla en la salida de humos o similar que actúe como sistema matachispas.
  • Tener tres paredes cerradas de obra que impidan la salida del fuego, pavesas o partículas incandescentes.
  • Tener un perímetro libre de combustible de al menos 3 metros.
  • Las barbacoas podrán ubicarse bajo las copas del arbolado cuando la distancia desde el matachispas a la copa sea como mínimo de 5 metros. En caso contrario, deberán ubicarse fuera de la proyección de las copas.
  • Pero se prohíbe en días de viento, cuando éste mueva las hojas de los árboles de forma apreciable (rachas superiores a 10 Km/h), y/o en días muy calurosos, en los que la temperatura supere los 30º C.

El Ayuntamiento de Burgos ha sido de los primeros en instalar las primeras unidades en sus parques de Fuentecillas y Fuentes Blancas. Genial ¿Verdad? Pues yo no estoy de acuerdo.

Primero: No existe seguridad absoluta de que tales barbacoas no puedan provocar algún incendio.

Segundo: Imposible saber cuándo el viento es superior a 10 kilómetros por hora o hace demasiado calor.

Tercero: ¿Quién y cómo se homologan las buenas barbacoas y se precintan las malas?

Cuarto: ¿Quién supervisa a los usuarios de esas barbacoas?

Quinto: ¿Quién se responsabiliza de sus posibles efectos destructores?

Pero ante todo: ¿Es necesario fomentar entre nuestra sociedad la necesidad de hacer fuego en el campo para disfrutar de la naturaleza?

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La llegada del mes de junio ha coincidido con la prohibición prácticamente generalizada en la mayoría de las regiones españolas de encender barbacoas o cualquier otro tipo de fuego en el campo. La razón no hace falta explicarla. Las altas temperaturas y la falta de lluvias hacen prever un verano muy complicado donde una pequeña chispa puede convertir el bosque en un infierno. Sin embargo, la lógica de esta medida choca frontalmente con la realidad.

Durante décadas comunidades autónomas, diputaciones y ayuntamientos han abrazado con pasión la construcción de miles de barbacoas y parrillas en el monte. En los espacios naturales protegidos e incluso en los Parques Nacionales. Áreas recreativas las llaman. Lugares donde para disfrutar de la naturaleza se recomienda llegar pronto y así pillar un buen sitio donde asar chorizos o hacer la paella. Concentrados estos centros de gastronomía popular en lugares más o menos vigilados se suponía controlado el problema de los incendios incontrolados. La realidad demuestra que no ha sido así. El fuego es siempre un peligro.

Los responsables de medio ambiente han clausurado todas las parrillas desde junio hasta octubre, los meses mejores para salir a merendar al campo. ¿Para qué se gastaron entonces tanto dinero en hacerlas? ¿Para incitarnos a usar algo que ahora nos piden que no usemos por el bien común? ¿Para poder multarnos luego?

Había otra opción. Enseñarnos a disfrutar del bosque sin necesidad de montar pantagruélicas reuniones en él. A llevarnos el bocadillo y la ensaladilla rusa. A volver a casa con la bolsa de la basura, siempre menos pesada que la bolsa de la comida. Y a pasear más allá de los 50 metros que separan el aparcamiento de las mesas. Pero prefirieron gastarse el dinero en esas inútiles “inversiones en medio ambiente” en lugar de en educación ambiental. Y ahora las clausuramos cinco meses al año.

Es un tema interesante. Por eso me gustaría conocer tu opinión. ¿Te parecen bien las barbacoas públicas en el campo? ¿Habría que multar a quienes las usan o a quienes autorizaron, diseñaron, pagaron y promovieron tan contraproducentes instalaciones?

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