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Psicología: cómo se explica el efecto Illa

Una de las primeras entradas que escribía para este blog trataba sobre si votamos con la emoción o la razón, los estudios al respecto son claros: los votantes dependen profundamente de las apariencias al elegir el candidato al que votarán.

Salvador Illa / Europa Press

Salvador Illa / Europa Press

Esto significa que, por ejemplo, la mera sobreexposición de una persona puede predecir el éxito político. La familiaridad y la habitualidad nos hacen creer que ‘conocemos mejor’ a un determinado líder. A esto se refiere el tan sonado «efecto Illa«, un ministro que ya no se asocia a la Sanidad sino al coronavirus, una apuesta arriesgada pero que ha funcionado.

Illa no ha sido un candidato más del PSC sino un personaje ampliamente conocido, para bien y para mal, con una artillería de marketing por parte del Gobierno sin precedentes. Pero, muchos se preguntaran: ¿cómo es posible elegir a un candidato que ha cosechado los peores resultados en la gestión para combatir el Covid-19?

Porque las emociones vuelven a tomar protagonismo y surgen dos versiones en el análisis de un mismo hecho, los que ven a Illa como el culpable, responsable del manejo nefasto de la pandemia y los que lo perciben como una víctima, con actitud conciliadora, dialogante y de buena voluntad ante el complicado contexto que le ha tocado afrontar, a través de una lente que dice: ‘no pudo hacer más’.

Las razones del fracaso se saltan a Illa y se centran entonces en los recortes pasados de la sanidad, la falta de recursos y coordinación entre autonomías, sus fallidos asesores, da igual.

En la estética, Illa no destaca por su carisma, tampoco por su sonrisa ni conexión emocional con la ciudadanía, aunque a pesar de su interminable exposición pública en medio de una crisis sanitaria, pocas veces ha perdido los papeles y la neutralidad es capaz de equilibrar la balanza de las pasiones de la audiencia, aprovechando esa imagen tibia en su favor.

Tal y como apunta la tradicional premisa: “la mala publicidad también es buena publicidad”, es preferible tener mala prensa antes que nadie hable de ti. Los datos estadísticos son claros, si se trata de un producto previamente desconocido: con el caldo de cultivo adecuado, una reseña aumenta la notoriedad y la intención de compra, sin importar si la reseña fue positiva o negativa.

 

El polémico cartel electoral de Salvador Illa

El mes pasado la imagen de Salvador Illa en la campaña electoral catalana ya hizo saltar las alarmas por un cartel cuyo eslogan ponía los pelos de punta, en el que decía: «Illa es la vacuna contra el independentismo«. Los partidos opositores pedían por redes sociales que dejaran de banalizar la pandemia y retiraran aquel ignominioso y antidemocrático mensaje. Finalmente el PSC se desmarcó de la creación y difusión de aquel cartel y publicó su propuesta oficial:

Cartel electoral oficial de Salvador Illa

Cartel electoral oficial de Salvador Illa

Pero esta fotografía tampoco escapa a la controversia y muchos destacan el exceso de Photoshop utilizado para rejuvenecer y pulir el rostro del candidato socialista.

No es un recurso nuevo, anteriormente Garzón, Cospedal, Aguirre, Ximo Puig… también fueron objeto de este mismo retoque digital para proyectar una fisonomía más perfeccionada, digamos… de forma excesivamente minuciosa.

Para gusto, los colores, pero en política vender un candidato poco natural, corregido, artificial en definitiva, puede ser un gran error. Los carteles transmiten de forma no verbal lo que un determinado partido político pretende esgrimir con palabras y argumentos, y esto entonces se convierte en una forma más de mentir, de distanciarse de la credibilidad del electorado.

Borrar con Photoshop las arrugas de expresión cinceladas por los años resta la proyección de experiencia y sabiduría de cualquier persona. Además, estas líneas de la cara son las que dibujan a las emociones, no hay alegría sin patas de gallo, o ira sin las arrugas propias del ceño fruncido. Sin marcas en el rostro nos convertimos en seres robóticos, no conectamos con los demás, no transmitimos sensaciones, un pecado mortal en política.

Retoque sí, pero con unos límites, esto es como maquillarse, un buen trabajo de maquillaje apenas se nota, favorece, realza tus facciones y expresiones, un mal maquillaje te disfraza, te transforma, te deja en evidencia, y el supuesto beneficio que se buscaba se acaba desvaneciendo.

 

 

 

Análisis no verbal: de Trump a Biden, las claves para entender el cambio

Para muchos de nosotros Biden era un rostro totalmente desconocido, pero lo cierto es que lleva la friolera de casi 50 años activo en la política estadounidonse, en la que profesionalmente se labró una reputación profesional cimentada en una imagen campechana, conciliadora y habilidosa para llegar a acuerdos.

Fotografía EFE

Fotografía EFE

Cabe preguntarse, ¿estos rasgos han sido suficientes para derrotar al imponente Trump?

Para responder, se podría aplicar la premisa de que «en el país de los ciegos, el tuerto es el rey«. A pocos les importaba lo que aportaba Biden, lo más importante era salir de Trump.

El estilo de comunicación y personalidad en Trump y Biden es totalmente opuesto. La comunicación no verbal de Biden diremos que es complicada de analizar, impertérrito en sus gestos y expresión facial, no filtra sus sentimientos a través del cuerpo y, por tanto, crea un halo de desconfianza y distanciamiento con el espectador.

Trump es pura energía emocional, movilizador de pasiones en masa, directo, políticamente muy poco correcto, entusiasta y vehemente en su mensaje.

Este exaltado discurso y maneras puede ser efectivo en una etapa apacible y sosegada en todos los niveles, pero la pandemia le arrebató el contexto que necesitaba para hacer alarde de su impetuoso y eufórico carácter.

La campaña se convirtió de repente en una «elección covid» y, en este entorno, la debilidad de Trump florece y favoreció que Joe Biden pareciera la alternativa ideal. El presidente gestionó la emergencia sanitaria de forma nefasta, negacionista, escapista, con meteduras de pata impropias y alejadas de la mente de un líder mundial, así que su opositor recogió con buen tino todo el malestar anti-Trump.

La absoluta incapacidad de Biden para apasionar y entusiasmar a una multitud ya no era una desventaja, en el último año, muchos ciudadanos suspiraban una presidencia relajada, juiciosa y reposada, rechazando la confrontación habitual.

Escuché a una analista política de la BBC describir la llegada de Biden «como una relajante música de jazz después de la música heavy metal sin parar y a todo volumen durante el mandato de Trump».

El tono grisáceo de la simple cordialidad y neutralidad de Biden ahora eran la clave, la perfecta antítesis de su contrincante. Su capa de invisibilidad no compitió en carisma, pero a la vista está que le fue útil, y atrás quedaban olvidadas la edad del candidato, la comunicación dispersa que había demostrado en algunos soliloquios inconexos, anécdotas sin sentido político, y la falta de exactitud en su proyecto.

El confinamiento por la pandemia supuso toda una bendición para su candidatura, los agotados ciudadanos solo anhelaban el poder de la empatía, de la compasión y la comprensión ante el dolor, y de esto Biden sí sabía mucho (una vez más, se imponen los afectos a la razón política).

Su imagen política encuentra un buen eco en tiempos de tristeza e incertidumbre por su historia personal, porque conoce el sufrimiento ante la pérdida y la capacidad de reconstruirse. «Reconstruir», una palabra tan crucial en estos tiempos…

Perdió a su esposa e hija de un año de edad en un trágico accidente de tráfico y la otra hija que sobrevivió moriría años más tarde de cáncer. Su experiencia vital le acercó al mismo plano emocional que las miles de familias que han perdido a sus seres queridos durante la pandemia, directa o indirectamente.

Su estrategia fue la de conectar con las personas evocando el alma de los EE. UU, lo convirtió en su eslogan y fue todo un acierto para momentos de gran complejidad social.

En la psicología del electorado, Biden se presentaba como el candidato del cambio, sin embargo, al mismo tiempo, la imagen del nuevo presidente no es nada transgresora o rompedora, todo lo contrario, su estilo retoma las normas de comportamiento por las que siempre se han regido tanto demócratas como republicanos, por tanto, la nueva elección representa también una continuación, más bien, la recuperación de una cadena en la que ahora Trump solo se describe como el eslabón perdido.

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Pablo Iglesias celebra llorando la investidura de un contrariado Pedro Sánchez

Sin duda, la imagen más impactante de la investidura de Pedro Sánchez la ha protagonizado Pablo Iglesias, el nuevo Vicepresidente del Gobierno de España. Lo ha celebrado como nadie pero llama la atención que no lo haga con alegría y euforia, sino con un profundo llanto y una intensa tristeza en su rostro (observad la perfecta triangulación de las cejas).

¿Es una reacción esperable celebrar una victoria con tristeza? Sí, todo depende del contexto. La función principal de esta emoción básica es la reintegración, forma parte del proceso de una ‘rehabilitación emocional’.

Aunque la tristeza se considera tradicionalmente como una emoción negativa, no siempre es así. Según Seligman, la tristeza aparece después de una experiencia en la que se genera miedo debido a que la tristeza es el proceso oponente del pánico y actividad frenética. Nuestro cerebro la genera para buscar la cohesión con otras personas, especialmente con aquéllos que se encuentran en la misma situación, como puede ser el caso que nos ocupa.

Lo vemos también repetidamente en contextos deportivos, eso es porque normalmente se celebra la victoria tras un esfuerzo y pérdida de energía intensos, cuando hemos estado en tensión y luchando hasta el último momento, cuando culminas un largo proceso de estresante perseverancia en un objetivo muy concreto. El llanto y la tristeza suele ser la reacción emocional esperada.

Fijaos en el final del vídeo, Pedro Sánchez le ve en ese estado y aprieta fuertemente la mandíbula en un gesto contrariado, Pablo Iglesias le intenta retener después del abrazo y Sánchez enseguida aparta la mirada ‘huyendo’ de él (al menos, corporalmente hablando) … ¿Qué os ha parecido esta reacción?

 

 

 

Análisis no verbal: ¿El afecto entre Sánchez e Iglesias es sincero?

Solo el tiempo lo dirá… pero en sus encuentros públicos para firmar una coalición entre partidos, la comunicación no verbal de ambos deja entrever algunos detalles que pueden darnos pista del sentir de los dos líderes políticos y de si sus afectos personales son reales o fruto del mero interés.

Ayer se produjo un épico abrazo que sellaba un pacto entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias para formar gobierno, y analizamos por qué sorprendió y trascendió tanto, destacamos algunos detalles no verbales que lo hacían único y sincero, pero ¿para ambos por igual?

Respecto al abrazo, es cierto que a simple vista se ve mucho más entregado a la causa a Iglesias que a Sánchez, pero también de este último nos perdemos la visibilidad de sus manos y rostro, fundamentales para ampliar en detalle la emoción sentida.

Pero para darle contexto, sí podemos darle algo más de significado a esta supuesta íntima relación que ha surgido repentinamente entre ambos, no centrándonos solo en el abrazo, sino en el resto de intervenciones previas y posteriores, ruedas de prensa individuales y apretón de manos.

Parece que en este gesto sí hay más distancia entre ellos de la ‘normal’, de la que se da entre dos personas que se dan la mano para cerrar un acuerdo, si os fijáis casi que cabe una persona física entre ellos dos, la postura de Sánchez es la habitual en él cuando saluda a alguien, es decir, no le trata aquí de un modo exclusivo, lo hace como siempre.

Extendiendo muy poco el brazo hacia su interlocutor, lo deja muy pegado al costado, en esta imagen no aparece entrega ni un interés especial, no hace esfuerzos por acercarse al otro, no hay emoción es su rostro, solo una sonrisa social o posada, estira las comisuras labiales pero no hay alegría en sus ojos, no se activa el músculo orbicular (patas de gallo) reflejo de la alegría sincera, cara de circunstancia. Diría incluso que se expone con cierta expresión de vergüenza, sobre todo, tras finalizar el íntimo abrazo.

Acción orbicular que sí que podemos apreciar, aunque de forma sutil, en Pablo Iglesias, está más contento, se expone más orgulloso ante los medios, se orienta totalmente hacia ellos, su postura es muy abierta y expansiva, su lenguaje corporal está pletórico.

Parece que en este sentido, también reforzamos el contexto del análisis en rueda de prensa individual, ya que las palabras de Sánchez no eran muy congruentes con su comunicación no verbal: por más que repitiera que el proyecto era muy ilusionante no puede dejar de filtrar malestar, represión e ira contenida con el gesto de labios fruncidos con presión al terminar su frase, esta acción muscular no se relaciona en modo alguno con la expresión de la ilusión, la alegría, el orgullo o la esperanza, está tenso.

Os dejo también por aquí el análisis en vídeo de mi compañero José Luis Martín Ovejero, muy acertado y en esta misma línea.

¿Qué os parece? ¿Durará esta unión y este afecto entre ambos? ¿Amor sincero o compromiso? 🙂

 

El íntimo y sentido abrazo entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias que tanto nos ha sorprendido

Parece que esta vez se aceleran las acciones y hoy mismo Pedro Sánchez y Pablo Iglesias ya han acordado un Gobierno de coalición entre ambos.

Su encuentro no ha estado exento de polémica y ha desatado toda una oleada de reacciones y memes en redes sociales, a cuál más ingeniosa por cierto. Y es que cuando no hay palabras el cuerpo sí las tiene, se han comunicado entre ellos, y mucho, a través del lenguaje no verbal, dando protagonismo a dos canales esenciales en las relaciones interpersonales: la háptica y la proxémica; la primera hace referencia al contacto, a interpretar cómo nos tocamos y por qué lo hacemos, la segunda estudia las distancias interpersonales para valorar el grado de intimidad entre dos semejantes.

Fotografía de Paco Campos/EFE

Fotografía de Paco Campos/EFE

Y es que… hay abrazos… y abrazos. Este así como lo veis en la fotografía da para mucho. Fijaos cómo se funden en uno, Sánchez le agarra por la cintura, una zona no neutral que tocamos cuando ya hay un nivel alto de confianza con el otro (las zonas neutrales son solo dos: hombro y codo), cuando tocamos el resto de las partes de la anatomía entramos en terreno peligroso si somos dos desconocidos, ya que puede provocar bastante rechazo.

Ambos rompen cualquier barrera de aire libre, rompen la burbuja que todos tenemos a nuestro alrededor, un espacio vacío pero que consideramos de nuestra propiedad, al igual que ocurre en el reino animal, cuando se traspasa esta barrera, se produce una lucha, un ataque, o todo lo contrario, la afiliación. Aquí vemos cómo juntan por completo sus cuerpos, reduciendo el espacio proxémico al mínimo, incluso vemos como Sánchez apoya la cabeza en el hueco que queda entre el hombro y la cabeza de Iglesias.

Por parte de Iglesias, iguala esta posición de la cabeza de Sánchez y pone sus manos bien abiertas sobre la espalda del otro, y aprieta, se observa perfectamente por la presión que ejercen sus dedos, no tiene la mano ‘muerta’, ni realiza un leve toque, sino que aprieta para enfatizar el contacto háptico. Y el mejor detalle de todos: cierra los ojos mientras le abraza (no podemos ver los del líder socialista), este gesto se realiza cuando uno quiere evadirse de toda la estimulación que le rodea, de todos los presentes, de las cámaras, quiere aislarse y centrarse en lo que hace, disfrutar y sentir el abrazo.

Efectivamente, es normal que llame la atención, puesto que este tipo de abrazos está reducido a familiares, amigos muy cercanos y a nuestra pareja. Entiendo que ambos se marcan el objetivo de transmitir con la mayor de las intensidades su compromiso y confianza en el otro, tienen la voluntad de congeniar, el abrazo se convierte entonces en un sello de intimidad, de entendimiento y se comunican este pacto no solo con sus palabras sino también con el cuerpo.

¿Será verdadero? ¿Qué pensáis?

Triunfante Abascal, tristeza en Ciudadanos, el desprecio de Casado y el lapsus no verbal de Sánchez

Las primeras reacciones tras los resultados electorales son una mina no verbal. Las emociones están a flor de piel y cuando se experimenta tanta intensidad interior nuestro cuerpo no habla, grita lo que realmente está sintiendo, en este contexto es muy difícil controlar y reprimir sensaciones.

Un serio y preocupado Pablo Iglesias fue el primero en comparecer. Visiblemente enfadado (vuelve a aparecer el ceño fruncido) centra su discurso en el crecimiento de la ‘extrema derecha’, hace protagonista a Vox repitiendo este mensaje una y otra vez.

Santiago Abascal era pura euforia, apareció como el representante más exultante de todos, gestos de triunfo y las sonrisas más intensas nunca vistas en él, estaba más acelerado de lo que acostumbra, no podía controlar sus pletóricos sentimientos de victoria, su lenguaje corporal gritaba felicidad.

La reacción de Albert Rivera era la más esperada y compareció más triste que enfadado reconociendo los malos resultados, visiblemente nervioso y emocionado. Aunque las ‘caras más largas’ las apreciamos sin duda en Inés Arrimadas y Marta Rivera, ambas llegan incluso al llanto mientras escuchan el discurso del líder de Ciudadanos, sus expresiones faciales son desoladoras, la viva imagen del fracaso, posturas encorvadas, miradas perdidas, cabezas bajas, lágrimas en los ojos… Un panorama muy amargo.

Pablo Casado se deja ver alegre y animado pero comedido y prudente con el resultado. Se observan microexpresiones de desprecio (con la elevación unilateral de la comisura labial) cada vez que nombra a Pedro Sánchez, el dato de sus votantes no es mayor al del PSOE pero él sí se siente en un plano moralmente superior al líder socialista.

Por último, se manifiesta Pedro Sánchez proclamándose ganador, sonriente pero incómodo, malhumorado incluso con los asistentes, a los que abronca por no dejarle hablar, no tendría esa actitud si realmente estuviera exultante. De hecho ha sido el más breve de todos en su aparición pública, tenía prisa por acabar. Muy curiosa la incongruencia no verbal que comete: pronuncia verbalmente que “ahora va a haber Gobierno sí o sí” aunque gestualmente niega tal afirmación con la cabeza, verbaliza un sí pero su cuerpo le niega, le contradice, ¿a qué hacemos caso? ¿a su mensaje verbal o no verbal?.

No sé si finalmente lograra la formación de gobierno pero que tiene dudas hasta él, aunque diga lo contrario, está clarísimo, el lenguaje corporal no miente.

Los dos criterios que más valoramos en un líder político

Nuestro cerebro juzga constantemente a los demás, no puede dejar de hacerlo, sobre todo con desconocidos.

Es un patrón evolutivo que conservamos de nuestros antepasados cavernícolas, ya que entonces, era cuestión de pura supervivencia, era crucial averiguar si tu prójimo se mostraba confiable o no, podía matarte, robarte o ayudarte, querer formar parte del grupo a través de la afiliación emocional y todo ello se tenía que percibir e interpretar a través de la comunicación no verbal.

En nuestros días ya existe un lenguaje desarrollado y complejo para dar y recibir información, pero nuestro cerebro sigue fiándose más de las sensaciones de los primeros minutos de exposición, ya que sabe que el mensaje verbal, nuestras palabras, no es íntegro; es controlable y manipulable a voluntad.

Todos realizamos valoraciones en cuestión de segundos, en política con mayor empeño si cabe para tratar de acertar en nuestra importante ‘apuesta’, pero ¿qué es lo que analizamos exactamente?

La profesora de Harvard, Amy Cuddy, ha realizado estudios longitudinales durante más de 15 años y los primeros resultados son claros, los dos rasgos que queremos ver en los demás, sobre todo si va a gobernar nuestro país, son la ‘calidez’ y la ‘competencia’. Nuestro cerebro trata de indagar continuamente si tiene estos dos rasgos a través de dos preguntas: ¿Puedo confiar en esta persona? y ¿puedo respetar a esta persona?

Podríamos pensar que la segunda dimensión, ser competente, podría ser la principal sobre todo en política o en un contexto laboral, al fin y al cabo queremos que sea lo suficientemente inteligente y capaz de manejar la presidencia. Pero lo cierto es que la calidez, o la confianza, es el factor más importante en la forma en que la gente evaluamos.

También es evolutivo, nuestros antepasados preferían confiar en alguien que no fuera a matarles que confiar en alguien que hiciera bien el fuego.

La competencia es importante y una cualidad muy valorada pero sólo se apreciará después de que ya se establezca la confianza, por tanto, que nuestros políticos se esfuercen en exceso en mostrar sus fortalezas, poderes y habilidades puede llegar a ser incluso contraproducendente, nos resultarán distantes e inaccesibles.

La psicóloga Amy Cuddy lo sintetiza así: «Si alguien a quien estás tratando de influenciar no confía en ti, no vas a llegar muy lejos; de hecho, es posible que hasta despiertes sospechas porque parezcas un manipulador. Una persona cálida y digna de confianza que también es fuerte suscita admiración, pero sólo después de haber establecido la confianza, su fuerza se convierte en un regalo y no en una amenaza«.

¿Lo lograrán?

La comunicación no verbal también fue protagonista en el debate electoral

En cuanto a lenguaje corporal se refiere, anoche hubo dos debates, hasta la primera mitad los cinco representantes políticos aparecían serios, tensos, inmóviles y presos del papel y la lectura, demasiado encorsetados y preparados, pensé que se avecinaba el debate más aburrido de la historia, pero todo cambió hacia el final.

Para empezar fuerte el post, sin duda, los ganadores del debate fueron Abascal e Iglesias, ambos salieron reforzados, ahora explicaré el porqué. Casado fue el mejor orador y los que quedan al final del ranking son Sánchez y Rivera.

‘Me gustas cuando callas porque estás como ausente’ decía Neruda’. Así se mostró Pedro Sánchez. En mi opinión, el actual presidente del gobierno no puede quedarse en un segundo plano, no debería esconderse en la sombra, tiene que ‘mojarse’, luchar con energía y proyectar fuerza y seguridad. Su lenguaje corporal era el de ‘a mí todo me resbala’, es muy injusta esa posición. Mientras hablaban sobre él, bajaba la mirada, leía sus apuntes, ignoraba por completo a sus adversarios.

Solo se detectaban algunas miradas de reojo y sutiles expresiones de superioridad con la elevación unilateral de la comisura de la boca. Curiosamente cuando más reacciona, negando con la cabeza y sonriendo con desprecio, se produce cada vez que Iglesias pronunciaba el “usted y yo”, le molestaba, rechaza esa unión verbal, le incomoda escuchar esa ‘relación’. Inquietante…

Pablo Iglesias continúa con su varita mágica, sigue aferrándose a su ‘bolidependencia‘ en cada aparición pública, un recurso que le resta seguridad como orador preparado. Pero también continúa con algo más positivo para su imagen, su rol conciliador, esa nueva actitud que ya mostró en la anterior campaña y nos sorprendió a todos. Y es que su discurso fue siempre agresivo, palabras de alto impacto, voz enérgica, ceño fruncido de ira, dedos acusadores y gestos arrolladores.

De repente, parecía que no había ‘roto un plato’ en su vida. Adoptó una postura totalmente contraria, no sé si forzada o espontánea y coherente con un discurso natural más mesurado y prudente. Pero lo mantiene. Su gesto protagonista ahora son los brazos abiertos con las palmas de las manos hacia arriba, la postura de la moderación, cuando todos alzan la voz, él la baja notablemente y así ‘queda bien’, sin duda.

Pierde fuerza en su discurso aunque gana en concordia, ya no proyecta la agresividad de sus comienzos. Es el que más ha cambiado su estilo de comunicación y ha aprendido a proyectar templanza, armonía, convivencia, rasgos muy valorados y esperados en los tiempos que corren…

Iglesias se pone la corbata (de aquella manera) y Abascal se la quita. ¿Cómo podemos interpretarlo? Realmente es una decisión que se puede utilizar para diferenciarte o no del resto. El líder de Unidas Podemos ya no reniega de una imagen más tradicional en sus apariciones públicas, no le interesa desmarcarse y prefiere volver al ‘redil’. Ahora es el representante de VOX quien quiere poner ese límite diferencial, un ‘yo no soy como ellos’.

Fue el primer debate para Santiago Abascal y estaba feliz. Tiene una personalidad introvertida, de baja exteriorización emocional pero en momentos de alto impacto el cuerpo habla, grita, y pudimos apreciar la dicha que experimentaba de verse allí.

¿Por qué? Encajaba los ataques directos con sonrisas de oreja a oreja, incluso intentaba reprimirlas para que no se le notara, ya que realmente no corresponde, pero no podía evitarlo, le hacía ilusión que le nombraran, experimentaba un verdadero deleite, le agradaba sentirse por fin protagonista, que le hayan dado su sitio, haberlo conseguido, aunque sea el foco de la polémica, le da igual, está ahí, es el que más ha disfrutado y el que sale más reforzado de todos.

Pablo Casado tiene el don de la racionalidad y la buena oratoria, avasalla con datos y agilidad mental sin perder los nervios ni alterarse, es el que más controla el debate de manera natural, con maestría. Se exhibe seguro, solvente, experimentado… Las mejores cualidades que se pueden esperar ver en un líder político. Fue muy generoso en cuanto a comunicación no verbal se refiere, el más dinámico con constantes gestos ilustradores, el más expresivo en el rostro, el más expuesto y sentido, por tanto, el que se proyecta con mayor credibilidad.

Es interesante el momento con mayor intensidad emocional para él: Muestra extrema sorpresa (casi se le salen los ojos de las órbitas) cuando Rivera le discute o le ataca mínimamente, casi no puede ni creerlo, es el instante en el que se le ve más desconcertado.

Si Albert Rivera utilizara más las pausas y los silencios tendría mucho más poder en conectar con el público; se acelera demasiado, no controla el ritmo, no da sentido a las palabras con el paralenguaje (tempo, tonalidad, ritmo del lenguaje) y no interiorizamos lo que expresa.

Además, el líder de Ciudadanos sigue fiel a los recursos visuales para captar la atención del público y marcar sus ideas en la memoria de la audiencia. Por supuesto, los objetos de impacto llegan más que las palabras, es una buena estrategia, pero si abusa, en cantidad de elementos y en tiempos de exposición, le acaba restando seguridad y fuerza al contenido verbal, pareciera que ya ‘necesita’ de ese recurso para defender su discurso. Pierde seriedad, coherencia y convicción.

¡Espero vuestras opiniones! ¿Qué os pareció el debate? ¿Quién pensáis que lo hizo mejor?

Carteles electorales: Cómo tratan de convencernos

Antes del debate político programado para esta misma noche, podemos hacer un adelanto del mensaje que quieren transmitirnos los principales partidos políticos a través de sus carteles electorales.

El PSOE opta por el lema ‘Ahora sí. Ahora Gobierno. Ahora España‘. Tras los fracasos anteriores quiere ‘vender’ que ahora ya sí que sí puede ser capaz de formar Gobierno, que ésta ya es la buena, la definitiva; de esta manera su objetivo principal es intentar contrarrestar el hartazgo de los votantes por la repetición de elecciones.

Creo que no les beneficia para nada que ellos mismos ‘destaquen’ como idea protagonista el bloqueo generado y tendrían que haberle dado un enfoque más inspirador y desvinculado de toda problemática. De hecho, al hacerlo tan evidente, el resultado esperado llegó y despertó una oleada de memes en Twitter tal y como ocurrió con el anterior lema, poco acertado igualmente, ‘Haz que pase’.

El rostro de Pedro Sánchez lidera la fotografía por completo, ésta es una estrategia muy positiva para personalizar y humanizar al partido y el voto, el problema, al igual que en el cartel anterior, radica en lo gestual. El sutil movimiento hacia arriba del extremo derecho de su boca sugiere una expresión decodificada como desprecio (superioridad moral). Ese gesto no será casi percibido por quienes simpaticen con él pero podría generar distancia y rechazo en un público menos partidista.

En el PP también apuestan por el rostro de su candidato en primera plana, han elaborado distintos carteles con diferentes planos de Pablo Casado, algunos más acertados que otros, en la anterior campaña su imagen era nítida, clara y sonriente, nada preocupada, en esta ocasión apuestan por todo lo contrario, una estética más sombría, más seria, más alarmista. En definitiva más fría, racional y menos emocional que la anterior.

Todo ello se refuerza con su lema ‘Por todo lo que nos une‘. ¿No os recuerda a un brindis con familiares y amigos? Aquí sí hay un mensaje más sentido y claramente en este contexto nos quiere recordar que la unidad de España estará segura con el Partido Popular, en especial ante el desafío secesionista de Cataluña, tema cardinal en estas elecciones tras los graves incidentes provocados por radicales independentistas.

Albert Rivera repite plano americano; un recurso narrativo cinematográfico utilizado por los directores en las escenas donde hay acción. Y es justamente la acción la que caracteriza esta fotografía. El líder de Ciudadanos camina hacia adelante como tal, con energía, fuerza y determinación, pero, en esta ocasión, también ligeramente sonriente (en su anterior cartel electoral se mostraba demasiado serio).

El fondo ahora no es un mar de banderas sino de personas que le siguen, el objetivo es subrayar aún más este liderazgo y su capacidad de movilización. Hay dinamismo, el cartel cuenta una historia y su eslogan refuerza también todo lo anterior, transmite energía y una convocatoria a la acción ‘España en marcha‘. Moviliza emociones. No han arriesgado y han utilizado la estética de su anterior campaña.

Es importante destacar que la energía es uno de los dos rasgos psicológicos que los votantes mejor valoran en los líderes políticos, junto a la afabilidad. Los votantes sienten que necesitan líderes enérgicos, decididos, fuertes y esa es la imagen que comunica este cartel.

Parece ser que Unidas Podemos también se percató y en esta ocasión ha transformado por completo su imagen para ‘reproducirlo’ al estilo del anterior y actual cartel de Ciudadanos. Pablo Iglesias aparece con exactamente el mismo plano americano, pose, gesto, expresión y fondo. Mismo valioso significado pero con la pérdida de impacto que supone no ser la idea original.

Salvan la imagen de campaña por un buen eslogan ‘Un Gobierno contigo‘. Lema inteligente, ya que su significado es nítido y perspicaz, el más emocional de todos: nosotros estaremos junto a ti, es decir, no gobernaremos desde arriba, lo haremos a vuestro lado. Muy bien escogido.

En Vox tiran de auditorio repleto, ya es conocida la capacidad de convocatoria de su líder Santiago Abascal y no han querido dejar pasar la oportunidad para destacarlo, incluso en detrimento del plano en el que aparece su representante, no le favorece nada ese corte por la cintura pero el protagonismo así lo gana el panel de gentío con banderas de España que se vislumbra tras él.

España siempre‘, es su eslogan, no abandonan la costumbre de nombrar el país y el generalizador ‘siempre’, que significa incondicionalidad, es una palabra de alto impacto emocional, pase lo que pase España siempre será la prioridad. Mal elegido el plano de un, además, serio Abascal, pero muy buen lema, directo y conmovedor.

Por último, la nueva formación política de Íñigo Errejón se estrena con cartel electoral de estética totalmente publicitaria. Resulta original y llama la atención por el verde velado que cubre el rostro del representante de ‘Más país’, la fotografía es puro marketing actual, atractiva, aunque no representa emoción alguna, aparece con ‘cara de poker‘, no filtra ningún significado más allá de la identificación de Errejón. El cartel es muy estético pero no me dice nada, le falta garra y comunicación estratégica visual.

Y ahora sí, ¿preparados para el debate de esta noche? 🙂