«La gente a menudo decide influenciada por emociones que no tienen nada que ver con las decisiones que están tomando», explicó Stéphane Côté, coautora del estudio. Por eso, quienes tienen mayores niveles de inteligencia emocional son capaces de tomar mejores decisiones. Sin embargo, quienes poseen menos inteligencia emocional pero toman conciencia de lo que están sintiendo y logran separarlo de la elección que deben hacer, también pueden bloquear las emociones ajenas que influyen en sus decisiones.

Côté sugiere que, si la persona siente ansiedad u otra emoción antes de tomar una decisión, haga una pausa en lugar de tomarla de forma inmediata. “Hay que prestar atención solo a los sentimientos que son relevantes para las decisiones que se toman”, subrayaron los investigadores. Además, aclaran que no solo hay que fijar la atención en las emociones negativas que una persona puede experimentar sino también a las positivas, que igualmente pueden condicionarnos de forma érronea.