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La comunicación no verbal de un ganador: Rafa Nadal

Los momentos de alta intensidad emocional son los que realmente pueden despertar a nuestro comportamiento no verbal más instintivo y primitivo.

No hay tiempo para la preparación ni para el control, los gestos explotan con la ebullición del instante. Nuestro cerebro necesita soltar la alta tensión que provocan las emociones tan potentes y así lo hizo Rafa Nadal al ganar su 21 Grand Slam.

Fotografía Europa Press

La secuencia no verbal de su victoria en el Open de Australia es magnética. Imposible no contagiarnos de su euforia; y de eso trata la comunicación no verbal, (principalmente) de transmitir y llegar a los demás, para lo bueno y lo malo.

Vemos como su primera reacción es taparse la boca con las dos manos, este gesto surge en un contexto de ‘superación emocional’, es tan intenso lo que experimenta Rafa Nadal en ese momento, que el cuerpo intenta gestionar esta exaltación con una conducta que trate de regular ese estado interno.

Nos puede venir a la mente el gesto que hace un niño cuando se tapa la boca ante algo inédito, una palabrota, sorprendidos por lo que han visto o escuchado. Escandalizado es la palabra, consternado, en este caso por la conquista, por ganar.

A continuación, Nadal pone sus brazos en jarra, se trata de una postura expansiva, poderosa, dominante, que proyecta seguridad y confianza en uno mismo, es un «aquí estoy yo», «lo he logrado».

Mientras tanto, ejecuta la que creo que puede ser una de las sonrisas más exultantes que he visto. Observamos incluso cómo su cara se transforma, deformándose completamente por la amplitud de las comisuras labiales y las arrugas tan intensas, las cuales dan cuenta de la acción muscular relacionada con esta expresión facial.

 

Tras abrazar al oponente con humildad y reconocimiento, se dirige al público y ahora sí, puños cerrados con fuerza, la rabia del éxito, la filtración de la energía a través de los gestos con las manos, suelta su fiereza a través del cuerpo, se libera.

 

Por último, el gesto de la victoria, vemos cómo el tenista estira los brazos hacia arriba para transmitir su triunfo, según los estudios, una conducta universal y muy arraigada en el ser humano.

 

 

La comunicación no verbal contradice el discurso de Biden y Trump

Biden admite creer estar en el camino de ganar las elecciones, y así es, lo contempla como una posibilidad, todavía no como un hecho. El hombre entrañable de la afable sonrisa todavía no ha salido a relucir. Los gestos en su rostro no proyectan orgullo ni la felicidad de saberse triunfador.

EFE

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Es más, las sonrisas que podemos apreciar son tibias y de acción unilateral, esto quiere decir que no son señal de alegría, sino más bien de desprecio, se enfrenta a su audiencia sintiéndose superior a su oponente, de eso sí está seguro, pero sabrá también que esto no es suficiente para ganar.

Su falta de convicción se filtra a través de sus gestos inseguros, muestra duda en su rostro y utiliza adaptadores como corregir su corbata (cuando no era necesario), un indicador de estrés e indecisión. No consigue fluir con sus palabras, está muy contenido, se entrelaza sus propias manos sobre el atril, una posición contraria a la expresión de euforia, orgullo o triunfo.

Trump se proclama vencedor pero su comunicación no verbal dice todo lo contrario. Sus sonrisas no son sinceras, las fuerza tensionando los músculos de la boca hacia atrás apretando los labios, en un gesto más de bochorno y frustración que de alegría sincera. Su tono de voz presenta una tonalidad mucho más baja de la que nos tiene acostumbrados, sin energía y sin certeza emocional.

Imagen EFE

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Mientras pronuncia que esto es una celebración y que los resultados son geniales su cuerpo se balancea en sutiles giros laterales, una postura incómoda y vacilante muy poco propia de Trump e incoherente por supuesto con el mensaje verbal.

En el instante en el que dice: «Nosotros ya ganamos», agacha la cabeza, una conducta opuesta al gesto del éxito o de la victoria.

Trump no está contento, está muy enfadado, se aprecia la ira en su entrecejo y su actitud general es de circunstancia, se encuentra contrariado y realmente insatisfecho, por mucho que intente disimular el impacto emocional que experimenta es tan intenso que se le hace tarea imposible.

Esperemos resultados y observemos lo que no nos cuentan 🙂

 

Pablo Iglesias celebra llorando la investidura de un contrariado Pedro Sánchez

Sin duda, la imagen más impactante de la investidura de Pedro Sánchez la ha protagonizado Pablo Iglesias, el nuevo Vicepresidente del Gobierno de España. Lo ha celebrado como nadie pero llama la atención que no lo haga con alegría y euforia, sino con un profundo llanto y una intensa tristeza en su rostro (observad la perfecta triangulación de las cejas).

¿Es una reacción esperable celebrar una victoria con tristeza? Sí, todo depende del contexto. La función principal de esta emoción básica es la reintegración, forma parte del proceso de una ‘rehabilitación emocional’.

Aunque la tristeza se considera tradicionalmente como una emoción negativa, no siempre es así. Según Seligman, la tristeza aparece después de una experiencia en la que se genera miedo debido a que la tristeza es el proceso oponente del pánico y actividad frenética. Nuestro cerebro la genera para buscar la cohesión con otras personas, especialmente con aquéllos que se encuentran en la misma situación, como puede ser el caso que nos ocupa.

Lo vemos también repetidamente en contextos deportivos, eso es porque normalmente se celebra la victoria tras un esfuerzo y pérdida de energía intensos, cuando hemos estado en tensión y luchando hasta el último momento, cuando culminas un largo proceso de estresante perseverancia en un objetivo muy concreto. El llanto y la tristeza suele ser la reacción emocional esperada.

Fijaos en el final del vídeo, Pedro Sánchez le ve en ese estado y aprieta fuertemente la mandíbula en un gesto contrariado, Pablo Iglesias le intenta retener después del abrazo y Sánchez enseguida aparta la mirada ‘huyendo’ de él (al menos, corporalmente hablando) … ¿Qué os ha parecido esta reacción?

 

 

 

Triunfante Abascal, tristeza en Ciudadanos, el desprecio de Casado y el lapsus no verbal de Sánchez

Las primeras reacciones tras los resultados electorales son una mina no verbal. Las emociones están a flor de piel y cuando se experimenta tanta intensidad interior nuestro cuerpo no habla, grita lo que realmente está sintiendo, en este contexto es muy difícil controlar y reprimir sensaciones.

Un serio y preocupado Pablo Iglesias fue el primero en comparecer. Visiblemente enfadado (vuelve a aparecer el ceño fruncido) centra su discurso en el crecimiento de la ‘extrema derecha’, hace protagonista a Vox repitiendo este mensaje una y otra vez.

Santiago Abascal era pura euforia, apareció como el representante más exultante de todos, gestos de triunfo y las sonrisas más intensas nunca vistas en él, estaba más acelerado de lo que acostumbra, no podía controlar sus pletóricos sentimientos de victoria, su lenguaje corporal gritaba felicidad.

La reacción de Albert Rivera era la más esperada y compareció más triste que enfadado reconociendo los malos resultados, visiblemente nervioso y emocionado. Aunque las ‘caras más largas’ las apreciamos sin duda en Inés Arrimadas y Marta Rivera, ambas llegan incluso al llanto mientras escuchan el discurso del líder de Ciudadanos, sus expresiones faciales son desoladoras, la viva imagen del fracaso, posturas encorvadas, miradas perdidas, cabezas bajas, lágrimas en los ojos… Un panorama muy amargo.

Pablo Casado se deja ver alegre y animado pero comedido y prudente con el resultado. Se observan microexpresiones de desprecio (con la elevación unilateral de la comisura labial) cada vez que nombra a Pedro Sánchez, el dato de sus votantes no es mayor al del PSOE pero él sí se siente en un plano moralmente superior al líder socialista.

Por último, se manifiesta Pedro Sánchez proclamándose ganador, sonriente pero incómodo, malhumorado incluso con los asistentes, a los que abronca por no dejarle hablar, no tendría esa actitud si realmente estuviera exultante. De hecho ha sido el más breve de todos en su aparición pública, tenía prisa por acabar. Muy curiosa la incongruencia no verbal que comete: pronuncia verbalmente que “ahora va a haber Gobierno sí o sí” aunque gestualmente niega tal afirmación con la cabeza, verbaliza un sí pero su cuerpo le niega, le contradice, ¿a qué hacemos caso? ¿a su mensaje verbal o no verbal?.

No sé si finalmente lograra la formación de gobierno pero que tiene dudas hasta él, aunque diga lo contrario, está clarísimo, el lenguaje corporal no miente.

Puigdemont contrariado, la alegría de Arrimadas, tristeza en el PP y alivio en Junts Per Catalunya

Inés Arrimadas celebra su victoria (EFE)

Las elecciones en Cataluña celebradas hoy, 21 de diciembre, han transcurrido en unas circunstancias atípicas bajo la aplicación del artículo 155 que interviene la autonomía, Puigdemont ‘afincado’ en Bruselas e incluso candidatos encarcelados.

Las ‘caras más largas’, sin duda, las del Partido Popular, Andrea Levy aparecía tras García Albiol con una profunda tristeza y decepción.

En Junts Per Catalunya era todo pura euforia pero Elsa Artadi, la jefa de campaña del partido, destaca además de por su entusiasmo, por las expresiones faciales de sorpresa y alivio. Al inicio de su aparición arqueaba constantemente las cejas asombrada y además inspiraba fuertemente, era muy visible, en señal de descanso.

El partido más votado fue el de Ciudadanos e Inés Arrimadas fue fiel reflejo de esa ventaja. La alegría en su rostro era intensa y sincera, sin atisbo de esa sensación agridulce que puede provocar la realidad del panorama de votos (mayoría de partidos independentistas). Sus gestos eran de triunfo y coraje, brazos alzados y puño apretado en señal de victoria, respaldados por Albert Rivera que reforzaba esta gestualidad tras ella en el escenario.

Carles Puigdemont, comparece ante los medios en último lugar, posición que protocolariamente se cede al ganador de las elecciones políticas, por tanto, este detalle ya indica su sensación de vencedor. Sonríe, pero nada tiene que ver con la sonrisa de Arrimadas, no hay una expresión real de alegría, es una sonrisa más posada, social. En su rostro sí puede apreciarse una emoción agridulce, entre luces y sombras, que evidencia sentimientos encontrados.

Y es que desde que aparece en escena y escucha la intervención del portavoz, su mirada está ausente, parece desubicado, con una comunicación algo débil al principio para después crecerse con expresiones de ira, rabia, con el gesto del dedo acusador, expresando furia contra Rajoy y el Gobierno y no felicidad y satisfacción por sus resultados.

 

El insólito gesto de Puigdemont en el momento de la declaración de la DUI

Fin de semana repleto de emociones en Cataluña y en España, pero si tengo que elegir entre los posibles análisis y reacciones sucedidos en estos días, me quedo con las elocuentes respuestas no verbales de Puigdemont y Junqueras tras proclamarse la DUI en el Parlament.

Veamos qué curiosa resulta la secuencia que se produce justo después del conteo de votos a favor de la independencia de Cataluña. En ese momento, todos se levantan y Puigdemont… ¿baja la cabeza, aprieta los labios y mira a Junqueras?

No parece una reacción propia de la conducta de triunfo, alegría u orgullo, emociones esperadas en una situación como ésta. Sin embargo, sí que podemos observarlo en Junqueras, postura altiva, gesto soberbio y sonrisa de profunda satisfacción. Son dos lenguajes muy diferentes el de uno y otro.

Esta extraña reacción se consolida aún más con las declaraciones de Puigdemont al día siguiente. Mientras pronuncia al inicio de su comparecencia estas palabras: «Ayer vivimos un día histórico, un día cargado de sentido democrático y de sentido cívico. El Parlament cumplió con lo que los ciudadanos votaron el día 27 de septiembre, donde la mayoría surgida de las urnas encomendó al Parlamento la proclamación de la independencia…»

Su expresión facial es la siguiente (dos fotogramas de dos momentos distintos en estos escasos minutos iniciales):

Si describimos la acción facial que se produce, podemos destacar cómo sus cejas forman un perfecto triángulo producto de la elevación de la zona del entrecejo. Los fieles seguidores del blog ya habrán adivinado que esta descripción se corresponde irrefutablemente con la emoción básica y universal de la tristeza.

¿Pensáis que realmente son coherentes sus palabras con la expresión emocional que demuestra en este momento? ¡¿Con la tristeza?! No sé lo que pasa por la cabeza del ya expresidente de la Generalitat pero desde luego no podemos inferir que la comunicación no verbal sea congruente con una experiencia de logro, triunfo, euforia o satisfacción… sino más bien todo lo contrario…

 

 

 

 

 

 

 

El motivo real por el que te mienten

psicopata1La mentira es uno de los quebraderos de cabeza que más padece el ser humano y sin embargo todos lo hemos padecido pero también todos mentimos, de hecho, lo hacemos constantemente (vale, unos más que otros) ya sea por omisión, exageración, minimización, con maldad, por protección, para impresionar…

Responder a la pregunta de por qué la gente engaña es compleja, ya que se explica por factores diversos. Si bien es cierto que en la sociedad actual el engaño adquiere una mayor relevancia por el ambiente ‘competitivo’ en el que nos tenemos que desenvolver, de manera extraordinariamente marcada podemos situarnos en el mundo del deporte, donde los casos de tramposos se repiten una y otra vez, pero también en el núcleo familiar, comunidad de vecinos o el trabajo. Socialmente adquirimos de inmediato la inquietud por competir con todos y por cualquier cosa.

«Ganar tiene un efecto extraño sobre la gente”, asegura el investigador Amos Schurr, una vez que estás arriba no quieres bajar, aunque eso conlleve engañar al resto. El autor publicaba en ‘The Washington Post‘ que cuando alguien tiene éxito compitiendo con los demás parece afectar a sus valores éticos. Les hace mucho más susceptibles de engañar y hacer trampas posteriormente. De hecho, el artículo sostiene que una de las razones por las que, por ejemplo, Armstrong terminase dopándose era precisamente esa: “era un ganador”.

Los resultados de este autor fueron demoledores: Parece existir un tipo muy concreto de éxito: el que implica una comparación social. Uno que implica no que te vaya bien sino que te vaya mejor que a otros. En el primero de los experimentos, en el que era imposible hacer trampas, unos participantes ganaron y otros perdieron. Fueron reorganizados en grupos distintos para un nuevo juego. En este caso era no sólo posible sino muy fácil hacer trampas: si los que tiraban los dados querían ganar más monedas, sólo tenían que mentir. Y mintieron. Pero quienes así lo hicieron fueron, principalmente, aquellos que habían ganado en el juego anterior.

Los resultados de los siguientes experimentos siguieron reforzando la idea de que incluso el simple recuerdo de haber ganado puede llevar a un comportamiento deshonesto.“La gente que se ha salido con la suya se siente con más derecho a seguir ganando», explica Schurr. El que gana piensa de inmediato que es mejor y que merece seguir siéndolo, sea como sea la situación que venga. Una vez convencidos de que son los justos vencedores, pase lo que pase, se abre la puerta al engaño. Puede sonar infantil, pero el pensamiento resultante, según lo define el experto sería algo así como: “Soy el mejor, así que puedo asegurarme de ganar haciendo trampas porque de todas maneras lo merezco”.

Como decíamos al principio, todo esto va más allá de la mera competición deportiva. Este concepto influye en toda civilización occidental. Y no para bien, sino perpetuando la injusticia social y la desigualdad de ingresos. Así, la gente que ‘gana’ desde una perspectiva socioeconómica tendería, igual que los jugadores, a ‘adaptar’ las reglas a su favor. Numerosos estudios han comprobado que la gente rica tiende mucho más a la mentira, la negociación fraudulenta y la falta de ética en el trabajo, mientras que las personas que provienen de sectores menos favorecidos económicamente tienden más habitualmente a trabajar por el bien común.

Schurr nos lanza una pregunta a tenor de sus resultados: “¿No deberíamos premiar a más gente por hacer algo bien en lugar de premiarlos por hacer algo ‘mejor’ que otros?”. ¿Qué os parece?

¿Orgullo o Triunfo? Aprende a diferenciar emociones a través del lenguaje corporal

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La postura de victoria que muchos deportistas ejecutan inmediatamente después de una victoria se codifica como un gesto universal de triunfo, éste es el mismo en todas las culturas. En la imagen: Alberto Contantador/Foto EFE

Resultados novedosos dan a entender que el triunfo es un gesto universal observado en la postura de ‘victoria’ de un atleta. La idea de que el triunfo era una emoción universal tuvo sus comienzos con el Dr. David Matsumoto en un estudio de 2008 sobre los atletas olímpicos, en el que se apuntaba a que las expresiones de orgullo y vergüenza eran universales y están profundamente arraigadas en los seres humanos.

Estos hallazgos sugieren la pose de victoria como una señal y sentimiento de triunfo, desafiando a investigaciones previas que calificaban a esta misma expresión como orgullo. «Encontramos que las expresiones de triunfo incluyen comportamientos diferentes a los de orgullo y se producen más inmediatamente. El triunfo tiene su expresión propia, firme e inmediata», declara el doctor David Matsumoto, profesor de psicología en la Universidad Estatal de San Francisco.

Los resultados de la investigación ahora van más allá, ya que refieren no sólo que el triunfo es una emoción en sí misma, sino que es una emoción universal, se muestra de la misma manera en todas las culturas. El Dr. Matsumoto continúa diciendo que las expresiones de triunfo son una declaración del éxito o rendimiento, mientras que las expresiones de orgullo demuestran sentirse bien hacia uno mismo, lo que requiere de un tiempo para la auto-evaluación, no será tan inmediata.

Ejemplo ilustrativo de la diferencia corporal entre triunfo y orgullo. Fotografía perteneciente a la investigación de Matsumoto

Ejemplo ilustrativo de la diferencia corporal entre triunfo y orgullo. Fotografía perteneciente a la investigación del Dr. Matsumoto.

«Una de las mayores diferencias entre el triunfo y el orgullo se puede ver en la cara«, dijo Matsumoto. «Cuando alguien se siente triunfante después de un concurso o desafío, su rostro puede parecer muy agresivo. Es como la reacción de Michael Phelps después de ganar los Juegos Olímpicos. Se ve muy diferente a la pequeña sonrisa que vemos cuando alguien está mostrando orgullo». Los análisis de las fotografías de los atletas usados en el estudio revelaron que las expresiones de triunfo ocurrieron, en promedio, 4 segundos después de que finalizara un partido. Las expresiones tanto faciales como corporales de orgullo ocurrieron, en promedio, 16 segundos después del final del partido.