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Análisis no verbal: de Trump a Biden, las claves para entender el cambio

Para muchos de nosotros Biden era un rostro totalmente desconocido, pero lo cierto es que lleva la friolera de casi 50 años activo en la política estadounidonse, en la que profesionalmente se labró una reputación profesional cimentada en una imagen campechana, conciliadora y habilidosa para llegar a acuerdos.

Fotografía EFE

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Cabe preguntarse, ¿estos rasgos han sido suficientes para derrotar al imponente Trump?

Para responder, se podría aplicar la premisa de que «en el país de los ciegos, el tuerto es el rey«. A pocos les importaba lo que aportaba Biden, lo más importante era salir de Trump.

El estilo de comunicación y personalidad en Trump y Biden es totalmente opuesto. La comunicación no verbal de Biden diremos que es complicada de analizar, impertérrito en sus gestos y expresión facial, no filtra sus sentimientos a través del cuerpo y, por tanto, crea un halo de desconfianza y distanciamiento con el espectador.

Trump es pura energía emocional, movilizador de pasiones en masa, directo, políticamente muy poco correcto, entusiasta y vehemente en su mensaje.

Este exaltado discurso y maneras puede ser efectivo en una etapa apacible y sosegada en todos los niveles, pero la pandemia le arrebató el contexto que necesitaba para hacer alarde de su impetuoso y eufórico carácter.

La campaña se convirtió de repente en una «elección covid» y, en este entorno, la debilidad de Trump florece y favoreció que Joe Biden pareciera la alternativa ideal. El presidente gestionó la emergencia sanitaria de forma nefasta, negacionista, escapista, con meteduras de pata impropias y alejadas de la mente de un líder mundial, así que su opositor recogió con buen tino todo el malestar anti-Trump.

La absoluta incapacidad de Biden para apasionar y entusiasmar a una multitud ya no era una desventaja, en el último año, muchos ciudadanos suspiraban una presidencia relajada, juiciosa y reposada, rechazando la confrontación habitual.

Escuché a una analista política de la BBC describir la llegada de Biden «como una relajante música de jazz después de la música heavy metal sin parar y a todo volumen durante el mandato de Trump».

El tono grisáceo de la simple cordialidad y neutralidad de Biden ahora eran la clave, la perfecta antítesis de su contrincante. Su capa de invisibilidad no compitió en carisma, pero a la vista está que le fue útil, y atrás quedaban olvidadas la edad del candidato, la comunicación dispersa que había demostrado en algunos soliloquios inconexos, anécdotas sin sentido político, y la falta de exactitud en su proyecto.

El confinamiento por la pandemia supuso toda una bendición para su candidatura, los agotados ciudadanos solo anhelaban el poder de la empatía, de la compasión y la comprensión ante el dolor, y de esto Biden sí sabía mucho (una vez más, se imponen los afectos a la razón política).

Su imagen política encuentra un buen eco en tiempos de tristeza e incertidumbre por su historia personal, porque conoce el sufrimiento ante la pérdida y la capacidad de reconstruirse. «Reconstruir», una palabra tan crucial en estos tiempos…

Perdió a su esposa e hija de un año de edad en un trágico accidente de tráfico y la otra hija que sobrevivió moriría años más tarde de cáncer. Su experiencia vital le acercó al mismo plano emocional que las miles de familias que han perdido a sus seres queridos durante la pandemia, directa o indirectamente.

Su estrategia fue la de conectar con las personas evocando el alma de los EE. UU, lo convirtió en su eslogan y fue todo un acierto para momentos de gran complejidad social.

En la psicología del electorado, Biden se presentaba como el candidato del cambio, sin embargo, al mismo tiempo, la imagen del nuevo presidente no es nada transgresora o rompedora, todo lo contrario, su estilo retoma las normas de comportamiento por las que siempre se han regido tanto demócratas como republicanos, por tanto, la nueva elección representa también una continuación, más bien, la recuperación de una cadena en la que ahora Trump solo se describe como el eslabón perdido.

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Biden admite creer estar en el camino de ganar las elecciones, y así es, lo contempla como una posibilidad, todavía no como un hecho. El hombre entrañable de la afable sonrisa todavía no ha salido a relucir. Los gestos en su rostro no proyectan orgullo ni la felicidad de saberse triunfador.

EFE

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Es más, las sonrisas que podemos apreciar son tibias y de acción unilateral, esto quiere decir que no son señal de alegría, sino más bien de desprecio, se enfrenta a su audiencia sintiéndose superior a su oponente, de eso sí está seguro, pero sabrá también que esto no es suficiente para ganar.

Su falta de convicción se filtra a través de sus gestos inseguros, muestra duda en su rostro y utiliza adaptadores como corregir su corbata (cuando no era necesario), un indicador de estrés e indecisión. No consigue fluir con sus palabras, está muy contenido, se entrelaza sus propias manos sobre el atril, una posición contraria a la expresión de euforia, orgullo o triunfo.

Trump se proclama vencedor pero su comunicación no verbal dice todo lo contrario. Sus sonrisas no son sinceras, las fuerza tensionando los músculos de la boca hacia atrás apretando los labios, en un gesto más de bochorno y frustración que de alegría sincera. Su tono de voz presenta una tonalidad mucho más baja de la que nos tiene acostumbrados, sin energía y sin certeza emocional.

Imagen EFE

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Mientras pronuncia que esto es una celebración y que los resultados son geniales su cuerpo se balancea en sutiles giros laterales, una postura incómoda y vacilante muy poco propia de Trump e incoherente por supuesto con el mensaje verbal.

En el instante en el que dice: «Nosotros ya ganamos», agacha la cabeza, una conducta opuesta al gesto del éxito o de la victoria.

Trump no está contento, está muy enfadado, se aprecia la ira en su entrecejo y su actitud general es de circunstancia, se encuentra contrariado y realmente insatisfecho, por mucho que intente disimular el impacto emocional que experimenta es tan intenso que se le hace tarea imposible.

Esperemos resultados y observemos lo que no nos cuentan 🙂