Una de las primeras entradas que escribía para este blog trataba sobre si votamos con la emoción o la razón, los estudios al respecto son claros: los votantes dependen profundamente de las apariencias al elegir el candidato al que votarán.
Esto significa que, por ejemplo, la mera sobreexposición de una persona puede predecir el éxito político. La familiaridad y la habitualidad nos hacen creer que ‘conocemos mejor’ a un determinado líder. A esto se refiere el tan sonado «efecto Illa«, un ministro que ya no se asocia a la Sanidad sino al coronavirus, una apuesta arriesgada pero que ha funcionado.
Illa no ha sido un candidato más del PSC sino un personaje ampliamente conocido, para bien y para mal, con una artillería de marketing por parte del Gobierno sin precedentes. Pero, muchos se preguntaran: ¿cómo es posible elegir a un candidato que ha cosechado los peores resultados en la gestión para combatir el Covid-19?
Porque las emociones vuelven a tomar protagonismo y surgen dos versiones en el análisis de un mismo hecho, los que ven a Illa como el culpable, responsable del manejo nefasto de la pandemia y los que lo perciben como una víctima, con actitud conciliadora, dialogante y de buena voluntad ante el complicado contexto que le ha tocado afrontar, a través de una lente que dice: ‘no pudo hacer más’.
Las razones del fracaso se saltan a Illa y se centran entonces en los recortes pasados de la sanidad, la falta de recursos y coordinación entre autonomías, sus fallidos asesores, da igual.
En la estética, Illa no destaca por su carisma, tampoco por su sonrisa ni conexión emocional con la ciudadanía, aunque a pesar de su interminable exposición pública en medio de una crisis sanitaria, pocas veces ha perdido los papeles y la neutralidad es capaz de equilibrar la balanza de las pasiones de la audiencia, aprovechando esa imagen tibia en su favor.
Tal y como apunta la tradicional premisa: “la mala publicidad también es buena publicidad”, es preferible tener mala prensa antes que nadie hable de ti. Los datos estadísticos son claros, si se trata de un producto previamente desconocido: con el caldo de cultivo adecuado, una reseña aumenta la notoriedad y la intención de compra, sin importar si la reseña fue positiva o negativa.
Buen análisis del «efecto» porque no es más que eso, un «efecto» que aparte de eso no tiene nada detrás..animos catalanes!
15 febrero 2021 | 12:24 pm