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Amor en tiempos de covid: la clave para la salud mental #SanValentin

Love in the Time of Covid (amor en tiempos de covid), así se llama un reciente estudio internacional en el que ha colaborado España mediante un equipo de investigadores de la Universidad de Granada.

Los resultados son reveladores: «Aquellas personas que se han sentido apoyadas por sus parejas han tenido una mejor salud mental y mayor calidad de vida desde que comenzó la pandemia«.

El sentido del tacto es el primero que se desarrolla en el ser humano.

Esto es así porque ese apoyo funciona como un ‘escudo protector’ frente al estrés, los problemas económicos y la soledad que ha provocado el confinamiento y los cambios sociales derivados del coronavirus.

Este proyecto se considera el primero de este tipo que se lleva a cabo en el mundo, cuenta con una muestra de 3.593 personas de entre 18 y 65 años y, lo más interesante: procedentes de 57 países de todos los continentes del mundo.

Como explica María Alonso-Ferres, investigadora postdoctoral de la UGR: “En este proyecto también analizamos las diferentes maneras en las que la COVID-19 ha afectado a las relaciones de pareja.

Así, muchas personas manifiestan que sintieron una menor satisfacción en la relación, una reducción de los sentimientos de compromiso, un mayor conflicto y un menor bienestar cuando comenzó la pandemia en marzo de 2020 y durante los meses siguientes, cuando en España estuvimos confinados en nuestros domicilios”.

Sin embargo, esto dependía de un factor muy importante: la respuesta percibida en la pareja: “En concreto, vimos que las personas que calificaron a sus parejas como muy receptivas a sus necesidades y sentimientos, aunque seguían sintiendo este estrés, parecían estar mejor protegidos de los efectos negativos anteriormente mencionados.

Por tanto, aunque el estrés provocado por la pandemia (un factor externo a la pareja) podía «desbordar» la relación, tener una persona a tu lado que se perciba como receptiva a las necesidades, es decir, alguien que realmente te entienda a ti y a tu forma de pensar y actuar, podía facilitar la comunicación, ayudar a sobrellevar la ansiedad y reforzar los sentimientos de seguridad en la relación”.

Pero no todo el apoyo que se necesita va a ser en los malos momentos. Los problemas cotidianos crean oportunidades para que la pareja responda, pero también lo hacen los acontecimientos positivos.

Y esto me parece muy importante: «Compartir nuestros éxitos diarios con nuestras parejas fomenta la intimidad y la confianza en nuestras relaciones, siempre que nuestras parejas respondan con entusiasmo a esos éxitos”.

Feliz San Valentín, aunque recordemos que el amor se debe trabajar, demostrar y cuidar los 365 días del año, en lo bueno y en lo malo. 🙂

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La guía para sobrevivir a los bulos

La mentira tradicional iba de mejorar nuestra imagen en un primer encuentro, de tapar nuestros defectos, de mentir para no herir al otro mediante el sincericido, de esconder nuestros trapos sucios, de engañar para conseguir un objetivo concreto…

La nueva mentira es digital y gratuita. Los bulos que antes tardaban meses o años en propagarse, ahora se viralizan en pocos minutos a través de redes sociales. De hecho, un estudio de la Universidad de Massachusetts concluye que: «La desinformación viaja mucho más rápido que la verdad, especialmente cuando convergen dos variables: incertidumbre e importancia«.

Ya lo decía Winston Churchill: «La mentira ha dado media vuelta al mundo, mientras que la verdad aún se está poniendo los pantalones».

Los creadores de fake news se convierten en pirómanos de las redes sociales, incendian desde el anonimato, disfrutan haciendo el mal, creando confusión y caos en situaciones convulsas y de alta crispación, por tanto, han sido indudables protagonistas de esta crisis sanitaria que estamos viviendo.

El cerebro odia la inseguridad, por eso en tiempos de preocupación social y alarma es mucho más susceptible para creer cualquier historia aparentemente verosímil. Y es que parece ser que el reenvío masivo guarda más relación con el contexto que con otras variables individuales como la personalidad, las emociones o el nivel cultural/formación académica.

Como podemos observar, el tema da para mucho y es interesante analizar y analizarnos en esta nueva controvertida era de la comunicación. Todo ello fue lo que impulsó a las periodistas Carla Pina y Cristina Martín a profundizar en las entrañas de uno de los comportamientos más dañinos de la época covid. Así, han publicado recientemente: «Fake News. Guía para sobrevivir a los bulos«.

Y este manual es importante para que todos sepamos lidiar con la desinformación, dominemos y gestionemos mejor lo que procesamos, podamos ser capaces de desenmascarar contenidos impostores y contrastar embustes con las mejores herramientas.

¿Hay esperanza?

Haciendo un poco spoiler del libro, y aunque el análisis que se realiza es complejo desde múltiples perspectivas, hay algunos tips muy básicos para combatir las noticias falsas:

  • En el periodismo: verificar siempre con fuentes fiables y de calidad. En este sentido, 20MINUTOS se compromete con la lucha contra la desinformación, y miembro de The Trust Projectcuenta regularmente con las verificaciones y desmentidos de Maldita.es
  • Respecto a las plataformas: más inversión en la lucha contra la desinformación, pueden hacerlo pero no lo hacen con suficiente interés porque ganan mucho dinero con la publicidad a través del elevado número de clics que atraen las mentiras.
  • En el ámbito político: más transparencia en la rendición de cuentas y menos eufemismos para calificar los hechos.
  • En la ciudadanía: es imprescindible una alfabetización mediática, enseñar en los centros a distinguir lo verdadero de lo falso desde la educación secundaria obligatoria.

 

Descubre la fórmula para que te duela menos la vacuna #EstudioCientífico

Reactivamos el blog tras el verano pisando fuerte. Espero que casi todos los que estéis leyendo esta entrada ya estéis vacunados contra el virus de la covid 19, pero mucho me temo que esta no será la única vez que la necesitemos. Además, este sencillísimo truco también nos valdrá para cualquier vacuna o analítica a la que nos tengamos que enfrentar.

Fotografía de Pixnio con licencia CCO

Fotografía de Pixnio con licencia CCO

Pocos tendrán auténtico pavor a las agujas pero a nadie le encanta que le pinchen, esto es así, la experiencia emocional siempre es desagradable y si podemos reducirla y minimizar el dolor pues mejor que mejor.

Y es que al parecer, un gesto tan simple como sonreír puede reducir el dolor de una inyección en un 40%. Así lo afirma un estudio del año pasado de la Universidad de California: la sonrisa es capaz de mitigar la respuesta fisiológica propia del estrés, por tanto, cuando una aguja atraviesa nuestra piel, podríamos experimentar menos dolor.

“Cuando nos enfrentamos a la angustia o al placer, los humanos hacemos expresiones faciales notablemente similares que implican la activación de los músculos oculares, levantar las mejillas y mostrar los dientes”. “Descubrimos que estos movimientos, a diferencia de una expresión neutra, son beneficiosos para reducir la incomodidad y el estrés”.

Pero no vale cualquier risa, lo ideal es ejecutar el gesto conocido como ‘sonrisa de Duchenne. Esta implica la acción muscular del músculo cigomático mayor y menor de la boca (hace que se eleven las comisuras de los labios), pero además también debe activarse el músculo orbicular cerca del ojo (hace que se eleven las mejillas y produce arrugas alrededor de los ojos, ‘patas de gallo’ más marcadas).

Para el experimento, los investigadores utilizaron una muestra de 231 personas capaces de sentir dolor, emoción y angustia al recibir una inyección. Estos expresaron una sonrisa de Duchenne, o una no Duchenne, una mueca o una expresión neutra durante la inyección. El objetivo de ello era observar el efecto que tenía dicho gesto sobre su percepción del dolor.

Investigadora haciendo las cuatro muecas del experimento con palillos en su rostro: A) neutral, B) sonrisa no Duchenne, C) sonrisa Duchenne y D) mueca. Crédito: Katherine V. Hammond / University of Oregon.

Para ayudarlos a mantener sus expresiones faciales, les colocaron palillos que las sostendrían mientras les inyectaban una solución salina. Los sujetos que hicieron muecas y sonrisas de Duchenne informaron que la inyección les dolió solo la mitad en comparación con la sensación que informaron los del grupo que mantuvo una expresión neutral durante la inyección.

Sin embargo, los que hicieron la sonrisa de Duchenne, la más sincera y real de todas, también mostraron una frecuencia cardíaca significativamente más baja, de tal modo que también era capaz de minimizar la respuesta fisiológica estresante de nuestro cuerpo a través de la reducción del ritmo cardíaco.

«La idea es que los nervios de tu cara, cuando esos músculos se activan,  envían un mensaje a tu cerebro que te dice que estás feliz«.

Enfermer@s del mundo, hacednos sonreír mientras pincháis! 🙂

 

Referencias:

Smile (or grimace) through the pain? The effects of experimentally manipulated facial expressions on needle-injection responses. https://doi.apa.org/doiLanding?doi=10.1037%2Femo0000913

Smiling sincerely or grimacing can significantly reduce the pain of needle injection. https://news.uci.edu/2020/12/01/smiling-sincerely-or-grimacing-can-significantly-reduce-the-pain-of-needle-injection/

https://www.instagram.com/sin.verba/?hl=es

 

Psicología: cómo se explica el efecto Illa

Una de las primeras entradas que escribía para este blog trataba sobre si votamos con la emoción o la razón, los estudios al respecto son claros: los votantes dependen profundamente de las apariencias al elegir el candidato al que votarán.

Salvador Illa / Europa Press

Salvador Illa / Europa Press

Esto significa que, por ejemplo, la mera sobreexposición de una persona puede predecir el éxito político. La familiaridad y la habitualidad nos hacen creer que ‘conocemos mejor’ a un determinado líder. A esto se refiere el tan sonado «efecto Illa«, un ministro que ya no se asocia a la Sanidad sino al coronavirus, una apuesta arriesgada pero que ha funcionado.

Illa no ha sido un candidato más del PSC sino un personaje ampliamente conocido, para bien y para mal, con una artillería de marketing por parte del Gobierno sin precedentes. Pero, muchos se preguntaran: ¿cómo es posible elegir a un candidato que ha cosechado los peores resultados en la gestión para combatir el Covid-19?

Porque las emociones vuelven a tomar protagonismo y surgen dos versiones en el análisis de un mismo hecho, los que ven a Illa como el culpable, responsable del manejo nefasto de la pandemia y los que lo perciben como una víctima, con actitud conciliadora, dialogante y de buena voluntad ante el complicado contexto que le ha tocado afrontar, a través de una lente que dice: ‘no pudo hacer más’.

Las razones del fracaso se saltan a Illa y se centran entonces en los recortes pasados de la sanidad, la falta de recursos y coordinación entre autonomías, sus fallidos asesores, da igual.

En la estética, Illa no destaca por su carisma, tampoco por su sonrisa ni conexión emocional con la ciudadanía, aunque a pesar de su interminable exposición pública en medio de una crisis sanitaria, pocas veces ha perdido los papeles y la neutralidad es capaz de equilibrar la balanza de las pasiones de la audiencia, aprovechando esa imagen tibia en su favor.

Tal y como apunta la tradicional premisa: “la mala publicidad también es buena publicidad”, es preferible tener mala prensa antes que nadie hable de ti. Los datos estadísticos son claros, si se trata de un producto previamente desconocido: con el caldo de cultivo adecuado, una reseña aumenta la notoriedad y la intención de compra, sin importar si la reseña fue positiva o negativa.

 

Coronavirus y psicología: la preferencia por la pequeña comunidad

«Vivimos en sociedades muy individualistas que nos llevan a sentir una rotunda división entre el ‘yo’ y el ‘tú’. Tanto es así que hemos olvidado el ‘nosotros’, a pesar de que ese ‘nosotros’ resulta imprescindible para asegurar nuestra supervivencia y constituye nuestra mayor fuente de bienestar». Thomas d’Ansembourg

 

Las relaciones sociales; una de las consecuencias psicológicas más insoportables durante esta pandemia. Después de un año, qué difícil se nos hace seguir sin vernos, sin abrazarnos, sin salir y conocer gente nueva, sin mezclarnos en multitud. Todo aquello que hacíamos sin pensar ni valorar y que ahora nos parece impensable y echamos tanto de menos.

No es una cuestión de gustos o preferencias, los seres humanos somos animales sociales ‘por naturaleza’, de forma genética e irremediable. Sin embargo, aunque esto tiene un carácter estable, el tipo de sociedad de la que queramos formar parte, sí que puede variar dependiendo de nuestras circunstancias.

De hecho, los estudios nos demuestran que los cambios que se dan en el contexto son capaces de hacernos virar rápidamente en este sentido, pasando de participar en amplios sectores de la sociedad a querer participar casi en exclusiva en micro-sociedades, como por ejemplo la familia y un grupo muy reducido de amistades.

Normalmente, cuando surge el miedo a las pandemias, las personas tienden a querer evitar relaciones sociales poco significativas, funcionando a través de una especie de distanciamiento social instintivo, es decir, nos centramos en la interacción con aquellas personas más relevantes y con las que solemos convivir más (minimizando el riesgo de contagio).

La amenaza de enfermedad nos hace desconfiar más de los extraños. Según algunos experimentos sociales: formamos peores primeras impresiones de otras personas si nos sentimos vulnerables a una enfermedad, tenemos miedo al contagio o no nos sentimos totalmente seguros en contextos peligrosos para la salud.

Si en el contexto social, la emoción que más estamos sintiendo es el miedo, puede que conocer a alguien nuevo, y más, acortar distancias, tocarle, besarle, se convierta en una posible amenaza insuperable por parte de nuestro cerebro más reptiliano.

Malos tiempos si deseas encontrar el amor o renovar tu grupo de amistades…

Paciencia 🙂

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Coronavirus: Por qué los sanitarios no son héroes

Tercera ola y España es ya uno de los países del mundo con más profesionales sanitarios contagiados por coronavirus, pero poco se habla del alto coste en su salud mental. Los resultados preliminares ya ponen de manifiesto que alrededor del 50% de los trabajadores de la salud presentan estrés postraumático, casi el 80% manifiesta sintomatología compatible con trastornos de ansiedad.

Ilustración de Mauricio Muñoz San Román para el libro "Se hizo el silencio".

Ilustración de Mauricio Muñoz San Román para el libro «Se hizo el silencio».

El ser humano tiene la tendencia a no creer en lo que no ve. Ellos sí lo ven, a diario, con la visión más cruel y desagradable posible de este virus, lo conocen con sus cinco sentidos y experimentan el sufrimiento, la soledad, la desesperación, el miedo, la muerte. Y nuestros sanitarios van sumando cicatrices, invisibles pero imborrables.

Debemos tomar conciencia de que la cantidad de personas que sufre una conmoción a nivel emocional después de tales vivencias suele ser bastante mayor y más duradera que las personas con secuelas físicas.

La angustia moral, la preocupación y el miedo excesivos que padecen ocurren por las difíciles decisiones que deben tomar y por sentirse ‘en guardia’ todo el tiempo, sin desconexión y con pensamientos recurrentes que limitan su vida diaria fuera del entorno hospitalario.

En mi libro, «Se hizo el silencio: las 22 claves para entender la pandemia«, doy algunas pautas para el auto-cuidado psicológico destinado a todo el mundo, pero con un capítulo exclusivo dedicado al personal sanitario, y es importante, pero no por ello debe abandonarse la atención de la prevención y el tratamiento psicoterapeútico por parte de las Instituciones y Organismos Oficiales.

Los sanitarios no son héroes, ni ángeles, son como tú y como yo, no les hacemos ningún bien con ese calificativo que, aunque bien intencionado, solo aumenta la presión y la autoexigencia que ya sienten, parece que tienen que asumir la precariedad de sus condiciones y sacrificarse hasta tal punto de morir luchando contra el virus.

Adornar su imagen con un halo sobrenatural puede provocar más culpabilidad e incluso bloquea o anula su capacidad para expresar o reconocer cómo se sienten realmente, que en la mayoría de ocasiones pasa por encontrarse muy alejados de la victoria, el orgullo o el triunfo de un ‘héroe’.

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Coronavirus: el miedo a confiar de nuevo en los demás

La pistantrofobia consiste en una desconfianza extrema y generalizada hacia otras personas. Este miedo irracional se asocia con experiencias pasadas o recientes en las que hemos aprendido, de forma directa o indirecta, que confiar en los demás es peligroso para nosotros.

Sí, tal y como podemos imaginar, la pandemia por coronavirus también ha contribuido a incentivar este tipo de fobias. Cuando nos vemos ‘obligados’ a evitar la intimidad, nos distanciamos de los demás física o emocionalmente, y de esta manera, también nos alejamos de nuestras propias necesidades o emociones, ‘enfriando’ todas las relaciones afectivas posibles, pensando incluso que es muy cansado socializar.

De esta manera entramos en un bucle de pesimismo defensivo y, con la negatividad por delante, no nos plantemos que nuestras relaciones sociales nos sirven de un apoyo fundamental, ahora más que nunca. Es cierto que con este panorama tenemos que relacionarnos de otra manera, todos tenemos la nostalgia de tiempos pasados más sencillos y, a veces, se hace muy cuesta arriba no abandonar nuestro mundo social y meternos en nuestra burbuja, pero en ningún caso es una buena opción.

En general, algunos de los siguientes indicios pueden hacernos sospechar que tendemos hacia la pistantrofobia:

  • Miedo a que se produzcan relaciones estrechas o intensas, previendo que resultará en traición o decepción.
  • Mantener relaciones superficiales para evitar involucrarse emocionalmente.
  • Evitar situaciones en las que el nivel de relación pueda ser alto o llegar al compromiso.
  • Estilos de relación desde la evitación, manteniéndose cerrados o distantes.
  • Poner cuidado en que los otros no conozcan del todo su personalidad, como de protegerse.

La búsqueda de apoyo social y el sentimiento de pertenencia son necesidades básicas en todo ser humano y es por ello que, en ocasiones, estas situaciones de aislamiento y distanciamiento pueden generar serios problemas en la vida diaria (agotamiento mental, ansiedad y rumiaciones persistentes).

Tomar conciencia de la importancia de las relaciones sociales para el bienestar e incluso la supervivencia de todos nosotros será fundamental para superar este miedo irracional, te puede interesar: «Se hizo el silencio. Las 22 claves psicológicas para entender la pandemia«.

 

Referencias bibliográficas:
González, M. (2020). ¿Tienes miedo a confiar en los demás? Podrías sufrir pistantrofobia. Madrid: Revista Bienestar
Flores-López, M.; Serrano-Ibáñez, E.R.; Maestre, C.R.; López-Martínez, A.E.; Ruiz-Párraga, G. T.; Esteve, R. (2019). Pesimismo defensivo, optimismo y adaptación al dolor crónico. Psicología Conductual, 27(2), 325-340.
Ortiz, I. (2017). Pistantrofobia. El temor excesivo a confiar en las personas. PsicólogosOnline

 

 

Blue Monday 2021: y esta vez sí que puede ser el día más triste

Se dice que hoy, 18 de enero, es el día más triste del año según una ecuación matemática basada en el análisis de varias variables que se alinean en esta jornada.

El final de las Navidades, las condiciones climáticas, los propósitos de año nuevo, son algunos de los elementos que intervienen, pero esta afirmación no está libre de polémica y otros expertos aseguran que carece de validez científica y que no se trata más que de una campaña de marketing y publicidad de ciertas compañías de viajes.

De acuerdo. Pero justo este año quizás podemos ver este ‘blue monday‘ con otra perspectiva más realista. Se confirma que los datos de la pandemia son peores ya que en marzo del año pasado, el temporal de lluvia y nieve que nos ha sumido en el caos, una vacuna contra el covid prometedora que parece que no será un remedio tan rápido como se prometía, nuevas cepas del virus, la vida con mascarillacrisis económica y cansancio social.

¿Quién da más?

Estamos agotados de vivir tanto ‘acontecimiento histórico’, no hemos tenido tiempo para coger aire, y lo que es peor, nuestras expectativas y optimismo estaban completamente depositadas en el cambio con el nuevo año.

Lo que sí que es muy real son los índices tan elevados de ansiedad en la población y las patologías crecientes en el ámbito afectivo.

La herencia del coronavirus y del encierro están siendo nefastas y desde el inicio de 2020 hasta la fecha hemos alcanzado un buen nivel de agotamiento emocional, cayendo en el hartazgo, la frustración y la impotencia ante tanta incertidumbre.

El día de hoy, sea cierta la ecuación del blue monday o no, nos recuerda que la salud mental debe ser una prioridad, quizás no podemos controlar las inclemencias del tiempo, la expansión de la pandemia o la desastrosa gestión de ésta por parte de nuestros políticos, pero sí podemos manejar nuestro propio encuadre, nuestra actitud hacia todo lo que nos ocurra.

No podemos cambiar el mundo, pero sí cuidar nuestro micro-mundo, tomar precauciones y ser responsables, ayudar a los que nos rodean, disfrutar de los buenos momentos en casa, en familia, agradecer cada día que despertemos sanos, luchar por nuestro negocio. Pequeñas cosas que suman a un mundo algo más agradable… sí, a pesar de todo…

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Se hizo el silencio. Las 22 claves psicológicas para entender la pandemia

#BlueMonday Hoy es el día más triste del año ¿soluciones (no verbales)?

 

Análisis no verbal: de Trump a Biden, las claves para entender el cambio

Para muchos de nosotros Biden era un rostro totalmente desconocido, pero lo cierto es que lleva la friolera de casi 50 años activo en la política estadounidonse, en la que profesionalmente se labró una reputación profesional cimentada en una imagen campechana, conciliadora y habilidosa para llegar a acuerdos.

Fotografía EFE

Fotografía EFE

Cabe preguntarse, ¿estos rasgos han sido suficientes para derrotar al imponente Trump?

Para responder, se podría aplicar la premisa de que «en el país de los ciegos, el tuerto es el rey«. A pocos les importaba lo que aportaba Biden, lo más importante era salir de Trump.

El estilo de comunicación y personalidad en Trump y Biden es totalmente opuesto. La comunicación no verbal de Biden diremos que es complicada de analizar, impertérrito en sus gestos y expresión facial, no filtra sus sentimientos a través del cuerpo y, por tanto, crea un halo de desconfianza y distanciamiento con el espectador.

Trump es pura energía emocional, movilizador de pasiones en masa, directo, políticamente muy poco correcto, entusiasta y vehemente en su mensaje.

Este exaltado discurso y maneras puede ser efectivo en una etapa apacible y sosegada en todos los niveles, pero la pandemia le arrebató el contexto que necesitaba para hacer alarde de su impetuoso y eufórico carácter.

La campaña se convirtió de repente en una «elección covid» y, en este entorno, la debilidad de Trump florece y favoreció que Joe Biden pareciera la alternativa ideal. El presidente gestionó la emergencia sanitaria de forma nefasta, negacionista, escapista, con meteduras de pata impropias y alejadas de la mente de un líder mundial, así que su opositor recogió con buen tino todo el malestar anti-Trump.

La absoluta incapacidad de Biden para apasionar y entusiasmar a una multitud ya no era una desventaja, en el último año, muchos ciudadanos suspiraban una presidencia relajada, juiciosa y reposada, rechazando la confrontación habitual.

Escuché a una analista política de la BBC describir la llegada de Biden «como una relajante música de jazz después de la música heavy metal sin parar y a todo volumen durante el mandato de Trump».

El tono grisáceo de la simple cordialidad y neutralidad de Biden ahora eran la clave, la perfecta antítesis de su contrincante. Su capa de invisibilidad no compitió en carisma, pero a la vista está que le fue útil, y atrás quedaban olvidadas la edad del candidato, la comunicación dispersa que había demostrado en algunos soliloquios inconexos, anécdotas sin sentido político, y la falta de exactitud en su proyecto.

El confinamiento por la pandemia supuso toda una bendición para su candidatura, los agotados ciudadanos solo anhelaban el poder de la empatía, de la compasión y la comprensión ante el dolor, y de esto Biden sí sabía mucho (una vez más, se imponen los afectos a la razón política).

Su imagen política encuentra un buen eco en tiempos de tristeza e incertidumbre por su historia personal, porque conoce el sufrimiento ante la pérdida y la capacidad de reconstruirse. «Reconstruir», una palabra tan crucial en estos tiempos…

Perdió a su esposa e hija de un año de edad en un trágico accidente de tráfico y la otra hija que sobrevivió moriría años más tarde de cáncer. Su experiencia vital le acercó al mismo plano emocional que las miles de familias que han perdido a sus seres queridos durante la pandemia, directa o indirectamente.

Su estrategia fue la de conectar con las personas evocando el alma de los EE. UU, lo convirtió en su eslogan y fue todo un acierto para momentos de gran complejidad social.

En la psicología del electorado, Biden se presentaba como el candidato del cambio, sin embargo, al mismo tiempo, la imagen del nuevo presidente no es nada transgresora o rompedora, todo lo contrario, su estilo retoma las normas de comportamiento por las que siempre se han regido tanto demócratas como republicanos, por tanto, la nueva elección representa también una continuación, más bien, la recuperación de una cadena en la que ahora Trump solo se describe como el eslabón perdido.

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La comunicación no verbal del discurso del Rey (que no hijo)

Como cada año, esperamos el discurso de Nochebuena de Felipe VI, pero en este año 2020 la expectación era mayor tras las presuntas irregularidades del emérito.

El Rey Felipe VI en su discurso de Nochebuena / EFE

El Rey Felipe VI en su discurso de Nochebuena / EFE

Sin embargo, su intervención no se ha orientado como ‘hijo de’, sino como Rey de España, obviando el parentesco y dotando de protagonismo absoluto a la pandemia y a la crisis económica, temas en los que se ha expresado facialmente con una profunda y constante emoción de tristeza, vista por el decaimiento de la mirada y las comisuras labiales y por la triangulación de las cejas.

En esta ocasión no había una decoración festiva colorida, ni fotos familiares, solo la Constitución Española y una fotografía del funeral de Estado en memoria de las víctimas del coronavirus; así, se proyecta la sobriedad y el duelo que merece el contexto actual.

Sin ser explícito, sí que ha habido una breve referencia verbal a la complicada situación de su padre: «Ya en 2014, en mi Proclamación ante las Cortes Generales, me referí a los principios morales y éticos que los ciudadanos reclaman de nuestras conductas. Unos principios que nos obligan a todos sin excepciones; y que están por encima de cualquier consideración, de la naturaleza que sea, incluso de las personales o familiares», afirmaba Felipe VI en su discurso.

Utiliza de forma astuta la estrategia de comunicación basada en que la mejor explicación es la que no se da, sus palabras iban a ser analizadas con lupa y objeto de segura controversia, algo que se puede evitar sin nombrar de forma directa al tema polémico, se le puede achacar no ‘mojarse’ pero el debate no pasará de ahí.

Y a vosotros, ¿qué os ha parecido?