Por Juan Andrés Teno (@jateno_), periodista y activista LGTBI especializado en Diversidad Familiar

Foto: Shawn Allen
Es este un país en el que poder debatir democráticamente y con respecto sobre un asunto que contenga algún componente ideológico se convierte en una quimera quince años antes de empezar a intentarlo.
Si hay un tema en el que han corrido ríos de tinta y de sangre en los últimos años ha sido, y sigue siendo, la gestación subrogada o la gestación por sustitución, que es como legalmente se le denomina en el ordenamiento jurídico español cuando se hace referencia a ella, concretamente en el artículo 10 de la Ley 14/2006 de Técnicas de Reproducción Humana Asistida. Por tanto, si se habla sobre la gestación subrogada en una norma de técnicas de reproducción asistida, es por que los legisladores la consideran como tal.
A costa de esta polémica cuestión se dan y se quitan carnets de feminismo y de ser progresista o de izquierdas, premiando a quien coincide con unas ideas acordes A una visión única de la vida y la sociedad. Siguiendo esta línea, se tacha de liberal a quienes se postulan a favor, concibiendo el liberalismo o “ser de derechas” como uno de los mayores pecados que pueda cometer una persona. De nuevo esa idea de la ideología que considera como un enemigo de la raza humana a quien disiente o a quien vota en color diferente al tuyo.
Considero que pueden haber razones legales, morales y éticas para situarse a uno u otro lado de la frontera y que la confrontación de pareceres no debe llegar necesariamente a insultos, descalificaciones y actos vejatorios.
Quienes se posicionan en contra se basan es la idea que solo la protagonizan mujeres pobres, que se ven obligadas a recurrir a ella para garantizar su supervivencia. Y sin duda, así ocurre en aquellos países donde los derechos humanos son reemplazados ante el hecho de la subsistencia. Sin embargo, a estas personas se les olvida mencionar cuando esta práctica se desarrolla en zonas del planeta donde la defensa de los derechos es una máxima constitucional, donde son mujeres con un nivel económico medio o alto las que voluntariamente deciden ceder su capacidad de gestar a terceros.
Por suerte, tengo la dicha de saber en este país de mujeres inteligentes, con un nivel económico medio, que ya son madres, feministas y de izquierdas y que se postulan categóricamente como colaboradoras para gestar a favor de otras personas, ya sean familiares, amigos o perfectos desconocidos. ¿Qué hacemos con ellas? ¿Las descalificamos inexorablemente o respetamos sus ideas aunque no coincidan con las nuestras?
Algunas de las personas que argumentan a favor asienten su reivindicación en el derecho de toda ciudadana o ciudadano a ser madre o padre, a formar una familia. Siendo lego en temas jurídicos, creo que los poderes públicos no pueden garantizarnos el tener descendencia. Lo que sí están obligados es a que todas las personas tengan derecho al acceso a las técnicas de reproducción asistida en igualdad de condiciones.
Si la gestación subrogada fuera equiparable a la venta ilegal de órganos, a la prostitución, o a la esclavitud como tal debería estar penado en nuestras leyes. Y, por lo tanto, o nuestros políticos están haciendo dejación de funciones por no impedir lo considerado como un ataque contra los derechos humanos o nos encontramos con un nuevo de ejemplo de “voy a exagerar todo lo que pueda mis argumentos, aun sabiendo que miento, pues los medios siempre justifican los fines”.
No olvidemos que en este país hay menores que siguen inscribiéndose en el registro civil y se filian a sus madres o padres de intención por imperativo legal estatal y comunitario. Muy enfermo estaría el país que legaliza la situación de menores que proceden de prácticas fraudulentas o en contra de los derechos humanos.
También suele argumentarse que no es lícito permitir la llegada de menores a familias si ha habido una transacción económica previa. Si esta regla fuese un condicionamiento obligatorio para ser madres o padres, estaríamos condenando por inmoral a aquellas personas o parejas que recurren a técnicas de reproducción asistida en clínicas privadas o quienes acuden a la adopción internacional.
Recurrente es también poner en la diana de la gestación subrogada a los hombres gais, obviando a la mayoría silenciosa de parejas heterosexuales, en un claro ejercicio de homofobia, nunca disimulado y jamás reconocido.
También aparece en boca de las personas abolicionistas los casos que todos hemos leído en prensa de desalmados que han abandonado a sus hijos tras nacer a causa de enfermedades o síndromes detectados tras el parto. No creo que sean porcentualmente más numerosos que otros casos de abandono infantil.
Quienes somos padres por adopción también demandamos que la realidad de nuestras familias quede al margen de esta disputa encarnizada, la solución ante la realidad de la gestación subrogada no es demandar una agilización de la adopción. Esta no es una ventana para ser madres o padres, sino un recurso social para brindar una familia a quienes se han quedado sin ella demasiado pronto.
Esta situación de conflicto e insultos permanentes que envuelve cualquier conversación o foro donde se quiera debatir este asunto nos debe hacer recapacitar sobre lo que entendemos por vivir en democracia. Olvidamos respetar las ideas contrarias, protegerlas incluso, y velar por aquella parte de la ciudadanía que es más vulnerable: la infancia.
Quizá sea quimérico, pero la sociedad española necesita una diálogo sosegado y alejado de exabruptos sobre esta cuestión, una conversación profunda que analice los pros y los contras. Mientras, dejemos a un lado los juicios de valor y las peleas encarnizadas e ideologizadas, aunque solo sea por respeto a una realidad que nadie puede negar que exista: los miles de niños y niñas nacidos a través de la gestación subrogada, algunos de ellos ya adolescentes, a los que esta marea de insultos ya les está llegando por parte de sus iguales. Hay que recordar que ellas y ellos no son responsables de cómo han llegado a este mundo, ni de los procedimientos utilizados sus padres o madres para concebirlos y solo a ellos es corresponderá realizar o no un juicio moral cuando alcancen la edad necesaria hacia lo que han hecho su madres y padres legales. No les hurtemos una infancia feliz ni la capacidad de opinar sobre su hecho familiar.
¿Qué esperamos para reaccionar? ¿Que se multipliquen los casos de acoso escolar por haber nacido a través de la gestación subrogada? ¿Qué la violencia verbal llegue a violencia física en la piel de estos niñas y niños, de estos adolescentes?
En las diferentes sesiones sobre formación en diversidad familiar que he ofrecido al profesorado en este país se asume con naturalidad que este debate debe alejarse de la infancia y de las aulas, que todas las familias deben valorarse de igual modo, y que este asunto deben resolverlo las personas adultas, porque es necesario como sociedad velar por el desarrollo social y psicológico de los menores.
Mesura, contención, inteligencia, respeto y corazón. O utilizamos estas armas en el debate o nos estaremos pudriendo como sociedad democrática.