¿Quién teme a lo queer?: Hablamos con Roberta Marrero

Por Victor Mora (@Victor_Mora_G ‏).

 

Una vez al mes esta columna se dedica a entrevistar a personas o colectivos, que a través de sus creaciones, desarrollos o proyectos, conforman espacios de vida para la disidencia, y generan de alguna manera el tejido de lo queer.

Artista plástica y escritora, Roberta Marrero ha expuesto su obra en distintas galerías europeas y ha publicado recientemente dos novelas gráficas en Lunwerg Editores. Su libro Dictadores (Hidroavión, 2015), oda pop antifascista de collages vandalizados, ya contenía buena parte de su lenguaje recurrente. Roberta genera paisajes nuevos, otras lecturas posibles para la iconografía popular, que desterritorializa mediante la ilustración y el collage.

La dislocación semiótica que elabora la artista en sus obras surcan las heridas profundas de la cultura que heredamos y el mundo que habitamos, en estado crítico y al borde permanente del abismo de la violencia. El arte de Roberta nos enseña que el símbolo atraviesa nuestra mirada, y que estamos en diálogo permanente con el significado y la interpretación. Una vez escribí sobre ella que tanto en su obra plástica como en sus novelas gráficas habla desde ese lugar tan honesto que es la herida; una herida que invita a reconocernos a través de nuestra propia vulnerabilidad, atravesada por la polisemia. Por todo ello, no podía más que preguntarle:

– ¿Quién teme a lo queer?

Supongo que todos aquellos que ven como una amenaza los análisis de la realidad humana, que es lo que yo creo que es lo queer. Lo humano es complejo, rico, lleno de esquinas y recovecos y hay un sector de la población que quiere creer en la existencia como algo plano y rígido, una cosa que además no le ocurre solo a la gente hetero o cis sino también a muchos y muchas dentro del colectivo LGTBI. La teoría queer nos abre el abanico de la sexualidad y la identidad en todo su esplendor y ese brillo ciega a más de uno y andar a ciegas es lo que tiene, genera miedos entre otras cosas.

– Defiendes que toda obra de arte es un autorretrato, y es algo que se desprende tanto de tu obra plástica como de tus novelas gráficas. ¿Por qué es importante la primera persona?

Para mí la primera persona en el trabajo supone algo muy poderoso porque implica una honestidad enorme y eso genera un vínculo con el espectador o el lector muy fuerte. Yo creo en el arte y los artistas como espejo, como catalizadores de lo que te pasa y lo que piensas, como una superficie en la que mirarte, por eso crear y contar en primera persona como hacían y hacen creadoras que además me gustan mucho como Amy Winehouse, Virginie Despentes o Frida Kahlo para mi tiene un encanto
que es casi mágico. De todos modos como tú bien dices para mí toda obra de arte es un autorretrato, cuando Warhol pintaba sus cuadros de Marilyn estaba hablando de él también.

– Tu trabajo aparece atravesado con frecuencia por referentes culturales como símbolos, ¿por qué crees que es relevante la visibilidad de estos referentes para nuestras biografías?

Porque somos nosotros. Cuando los adolescentes raros ingleses vieron a Bowie en el 72 cantando Starman en el Top of the pops se quedaron alucinados porque se vieron a sí mismos en él. A mí me pasó en el 83 cuando era una niña trans perdida en la España posfranquista y vi a Boy George en la tele, me quedé de piedra porque aquél ídolo del pop de aspecto femenino parecía que me estaba hablando directamente a mí. Yo era él y él era yo.

– “No es lo mismo reconocer que se ha sido víctima de violencia que vivir como una víctima”, es una de las frases que forma parte del cierre de tu libro El bebé verde. ¿Qué piensas del auge que estamos viviendo del victimismo como lugar desde el que enunciarse?

Pues me parece un lugar erróneo en el que estar. Soy partidaria de hablar del bullying que has sufrido o cualquier otro tipo de violencia o injusticia pero desde un punto que no sea dar pena, sino uno de denuncia, que ponga el foco en lo que pasa para hacerlo visible y aprender de ello. Pero quedarnos en el papel de víctimas nos merma, no nos hace bien en absoluto.

– En We can be heroes. Una celebración de la cultura LGBTQ+ hablas sobre “la España que pudo ser queer”, ¿crees que aún podemos serlo?

Ya hay una España queer pero es muy minoritaria. En este país cargamos con una maleta muy pesada que es el Franquismo y el nacional catolicismo. Piensa que nunca hemos tenido un Punk, un Glam Rock, la gente no sabe en general quién fue la Ocaña por ejemplo, la academia aunque está cambiando aún sigue siendo bastante rancia. No sé, somos un país complejo, algunas veces siento que damos un paso para adelante y tres para atrás. Como la foto de Albert Rivera con las banderas del arco iris y trans detrás, que lo peor no es que él estuviera intentando hacer un pinkwashing, que también, sino que eran grupos LGTBI por la unidad de España… ¿estamos locas o qué?

Estas son mis respuestas, estéis de acuerdo o no espero que al menos os interesen.

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