Cowboys

Por Charo Alises (@viborillapicara)

#CineLGTBI

 

Neowestern estadounidense de 2020 escrito y dirigido por Anna Kerrigan. Joe, un preadolescente trans, huye a través de las montañas a Canadá con su padre, el problemático pero bienintencionado Troy (Steve Zahn), ante la actitud de la madre, Sally, que se niega a aceptar que Joe es un chico.

Kerrigan afirmó en una entrevista concedida a PopMatters, que nunca hubo dudas sobre elegir a un actor transgénero o no binario para interpretar el papel de Joe, y que después de encontrar al recién llegado Sasha Knight, era obvio que él era nuestro Joe. El joven interprete trans construye un personaje sólido y su química con Zahn dota de veracidad a la historia.

La cinta está narrada en dos momentos temporales: el camino de la huida y el tiempo que precedió a ésta. La fotografía muestra la belleza del gran cielo del Glacier Park y el Bosque Nacional Flathead , los paisajes que atraviesan padre e hijo. La película comienza con Joe y Troy juntos en la naturaleza en medio de impresionantes montañas y acompañados por las guitarras vibrantes, los silbidos y la partitura de Gene Back que recrean la atmósfera del western moderno.

Steve Zahn, en un poco habitual papel dramático, dota a Troy de una frágil humanidad, el interprete dibuja un personaje en el que confluyen dosis de alocada irresponsabilidad, amor incondicional hacia su hijo y la carga dramática que conlleva su trastorno bipolar.

La película nos muestra la incomodidad de Joe con las convenciones sociales que le obligan a adoptar una expresión de género con la que no se identifica. Lo vemos con un engorroso top rosa con volantes y el pelo largo, escrutando con atención el lenguaje corporal y la camaradería masculina de los amigos de su padre en la bolera. En la escena siguiente, Joe se cuela en un armario de objetos perdidos y se prueba el clásico equipo de vaquero de mezclilla, acariciando las presillas de su cinturón con satisfacción.

Joe siente la necesidad de contarle a su padre que es un chico y quiere ser tratado como tal:

Joe.- Mañana dile a mamá que ya no me pondré más vestidos. ¿A ti te gusta ponértelos?
Troy.- No.
Joe .- Exacto, porque eres un chico, los chicos no llevan vestido. Por eso no quiero llevar más vestidos.
Troy – Eres una marimacho y no quieres ponerte vestidos.
Joe.- No soy una marimacho. Una marimacho es un tipo de chica, pero yo no lo soy. A veces creo que los alienígenas me pusieron en este cuerpo de chica.
Troy.- Los alienígenas te secuestraron y no me lo habías contado.
Joe.- Papá, estoy en el cuerpo equivocado, soy un chico.
Troy.- Ya se lo que te pasa, creo que los cambios hormonales te han hecho efecto antes de tiempo. Es normal que estés confundida.
Joe.- No estoy confundido, lo he sabido siempre. Lo siento, pero no es culpa mía. No me crees.
Troy.- Te creo, te lo prometo.

Sally, la madre de Joe, interpretada por Jillian Bell, no comprende a su hijo , piensa que admira a su padre y quiere imitarlo porque su vida es mejor. Según la madre Joe se viste de chico porque nadie quiere ser chica y le dice al jóven : Solo tienes un cuerpo, solo tienes un camino. El padre intenta que ella comprenda la identidad de Joe:

– Tú no eres Dios y Joe no es un trozo de barro que puedas moldear a tu antojo. O lo aceptamos o le jodemos la vida.

Cowboys es la historia de un padre irresponsable con un trastorno mental que hará cualquier cosa para proteger y aprender de su hijo, una madre responsable que lucha por superar sus prejuicios y un chico trans que reivindica su identidad.

Por tierra

Por Sara Levesque

 

Recuerdo algo muy del principio. Por las tardes, cuando salía a buscarla a nuestra boca de metro preferida, iba bien arreglada, maquillada y oliendo a perfume del bueno, nada empalagoso. Ante un par de cervezas, hablábamos hasta que la noche nos envolvía. Con mi sonrisa procurando mantenerse firme, le escuchaba decir lo feliz que era con esa novia suya que tanto le hacía reír. Después, íbamos hasta la calle del Cariño Maldito nº 13 para despedirnos y yo regresaba a casa sola. Es decir, sin ella a mi lado, con toda la ropa rasgada, embadurnada de barro porque, sin proponérselo, había tirado por tierra mi esperanza. En mi cabeza no se sostenía ningún pensamiento vivo ni cordura alguna, el eco de sus palabras asesinaba una y otra vez cada una de mis ilusiones. Hoy estoy aquí a veces de pie, a veces sentada. Siempre culpándome con orgullo de, por nosotras, no haber hecho nada.

No imaginas cómo me asustaba darle la vuelta a mi vida, ponerla del revés. Girarla por completo en sentido contrario. Me aterraba todo eso, pero había algo que me horrorizaba mucho más que encontrarme a mí misma: perderla para siempre. Porque ya no sabría vivir una vida real si no estaba ella para llamarme por mi nombre y decirme que lo era; para bajarme de las nubes, donde tantas veces escuchaba su poesía. Rompería con ansia con todo lo que no fuera ella. Me mudaría de casa, de rutina y hasta de vida si eso significaba compartirla junto a sus amaneceres.

Y que si no salía bien la hostia la sabríamos sobrellevar porque, al menos, no callaría, no callaríamos, y sí lo intentaríamos. Siempre es mejor un «no» a tiempo que un silencio a destiempo. Demasiados años tardé en aprender esa titánica lección. Y es que la peor droga es el silencio que se prorroga. ¿No lo vio? ¿No vio que tropecé una y otra vez con sus ojos henchidos de miel? Me caí de boca en su mirada y acabé perdida entre tonos oliva y pardos. La mezcla de colores de esa gama era tan incoherente que pude permitirme el lujo de unirme a la locura, descarriándome para siempre en ellos sin parpadear. Agarrarme a sus pestañas, que fueron el último sustento que me quedó para mantenerme en pie. Nadar cuando llorasen, de risa o de pena, pero siempre dentro de ella. Sus ojos eran especiales, como todas sus demencias.

La noche en que la vi marchar dejé de vivir y empecé a soñar. Por mucho que me intenté engañar me dije «basta, no llores más». Si aún me queda camino por andar quiero recorrerlo sin más pesar. Su recuerdo no hizo más que flotar en mi forma de razonar. Una mujer, otra tal vez y otra más no bastaban para olvidar el dulce brillo de su pestañear, que jamás me dejó de hipnotizar. Preguntas sin respuesta, sin importar, aun así me logró inspirar. Nunca la he dejado de amar. ¿No lo vio en mi mirar?

 

© Sara Levesque

 

Tierra de Dios

Por Charo Alises (@viborillapicara)

#CineLGTBI

Película inglesa de 2017 dirigida por Francis Lee que también firma el guión. Lee nos traslada a paisajes abruptos para sumergirnos en la vida de Johnny Saxby (Josh O´Connor), un joven pastor de ovejas que ha tenido que hacerse cargo de la granja familiar debido a la apoplejía sufrida por su padre. Saxby entierra sus problemas en alcohol y relaciones esporádicas con otros hombres. La llegada de un trabajador inmigrante rumano, Georghe (Alec Scareanu) para ayudar durante la temporada de parto del ganado, trastocará su vida. Los dos hombres pasaran varios días acampando a cielo abierto con los animales. Lo que empieza como una pelea, se transforma en un encuentro sexual abrupto. Georghe duda de que puedan mantener una relación y llevar la granja al mismo tiempo. Johnny reacciona mal y Georghe abandona la granja. Saxby quiere reconciliarse con Georghe y le advierte a su padre que se hará cargo de la granja pero con sus condiciones. Johny va a buscar al joven rumano y ambos regresan a la granja para vivir juntos.

La cinta supone el debut de Lee en la dirección. Decía el realizador en una entrevista concedida a Karma Film que lo que quería contar con Tierra de Dios era la historia de alguien que emprende un viaje hacía el descubrimiento del amor y ser amado. Lo de escribir es algo que siempre me ha llamado pero nunca me había sentido lo suficientemente seguro de mí mismo para hacerlo. Siempre he querido dirigir. He sido un ávido y prolífico fotógrafo de paisajes. Siempre he visto el mundo a través de una lente. Nunca me he considerado un gran partícipe de la vida, sino más bien un observador. Aún así me hice actor. Nunca me sentí del todo cómodo con ello. Tampoco es que fuera muy bueno pero tuve suerte y pude incluso trabajar de ello. Pero siempre tuve el deseo de crear y contar mis historias de modo en que yo las veo. Como ya tengo una cierta edad, decidí que si quería hacerlo, más me valía ponerme a ello. Dejé la interpretación y me busqué un trabajo para pagarme un cortometraje. Lo hice y me sentí muy cómodo. Ví que eso es lo que quería hacer y entonces escribí esta película. No soy cinéfilo. Nunca he ido a una escuela de cine, ni he estudiado dirección o guión. Así que mis influencias son sobre todo los grandes taquillazos de Hollywood los años 80.

En particular para esta película mis influencias serían Oficial y Caballero, Pretty Woman y Armas de mujer. Películas románticas comerciales, en las que los personajes descubren lo que es el amor y las relaciones. A nivel de estilo soy muy fan de los hermanos Dardenne. También de Jacques Audiard. Creo que hay algo de influencia suya. Pero para la historia en sí, las influencias serían las grandes películas románticas de Hollywood. Sobre el sonido de la película, el director afirma: Me obsesiona bastante el sonido. Tengo un oído muy sensible. Esta película era una oportunidad de usar el sonido de un modo emotivo. La música como tal no ha sido cosa mía, pero si el sonido ambiente. Creo que la historia se puede contar perfectamente a través del sonido. Desde una fase muy temprana del proyecto, quería que los sonidos de la naturaleza constituyeran el paisaje sonoro de la película. Mandamos al director de sonido a Yorkshire. Grabó horas y horas de material.de todas las atmósferas, todas las localizaciones, por lo que cuando llegó el momento de editar, disponía de una gran banda de sonidos. Orquestamos los sonidos para sumar capas extras de significado y de emoción, así que, a pesar de tratarse de sonido natural, está todo montado desde cero. Sonidos de viento para dar énfasis, sonidos de pájaros… Son sonidos muy específicos y el momento en el que suenan también está muy pensado.

Sobre la utilización de extras para las labores de pastoreo que aparecen en el film, Lee decía: Tenía claro que no quería usar especialistas ni dobles para las escenas con el ganado, y que serían los propios actores quienes harían esas escenas. Ninguno de los dos actores principales tenía experiencia ninguna en el trato con ganado. Por ello, antes del rodaje, los mandamos a trabajar a una granja durante semanas en la que harían una jornada completa , de seis de la mañana a seis-siete de la tarde, y en la que tendrían que aprender todo: la parición de las ovejas, como hacer muros de pared secos… Alec, que interpreta a Georghe, tuvo que aprender a hacer queso para una escena de la película. Acabaron convirtiéndose en verdaderos profesionales de todas estas labores. Según contaba el realizador: Hubo un efecto paralelo: el paraje y el trabajo en la granja empezaron a afectarles físicamente. Estaban cansados, helados de frío, empapados, aburridos. Eso repercutía en sus cuerpos. Lo usamos para que pareciera que sus personajes habían vivido en la montaña toda la vida.

Respecto al devenir del rodaje, según el director, el hecho de haber preparado mucho el rodaje, permitió rodar muchas escenas de una forma muy eficiente. La escena más dura de rodar fue en la que se bañan en un estanque Se suponía que tenía que ser un momento de alegría, júbilo y diversión. La primera vez que veíamos a Johnny contento, riéndose y demás , pero hacía muchísimo frío, nevaba incluso, y tenían que desnudarse y meterse en el agua. Sabíamos que solo íbamos a poder rodar una toma y que tenía que hacerse muy rápido. Fue duro. Respecto a la reacción del público, el cineasta afirmó que se produjo una conexión muy fuerte con los personajes independientemente de la edad, la orientación sexual, la raza…

En Tierra de Dios, Lee sincroniza la evolución de los comportamientos y los sentimientos de los protagonistas con su relación con la naturaleza que se convierte en un personaje más de la historia. El tacto con el que los dos hombres ayudan a nacer a los animales se antoja delicada metáfora del amor que está surgiendo entre ellos. . .

 

 

Lesbianismo para principiantas – Saliendo del armario intento 4 Hermanas

Viñeta de Teresa Castro (@tcastrocomics)

 

Trieja

Viñeta de Teresa Castro (@tcastrocomics)

 

Me declaro Bicho Pelota

Por Nieves Gascón, (@nigasniluznina), la cuentista de nuestro refugio

 

Llevo un año pensando en mantener el ritmo de actividad ¿habitual? Realmente, creo que me meto en todo tipo de fregaos, y me digo a mi misma que para resolver, se trata de organizarse a corto plazo por objetivos concretos. Uno de estos objetivos esta siendo escribir sobre uno de los álbumes ilustrados que más me han gustado del año 2023. El problema es que se juntan muchas apetencias, con sus correspondientes objetivos, subestimando a priori el esfuerzo y dedicación que requiere cada cuestión.

Así vivimos, como si se tratara de un concurso televisivo, o de una competición. Es cansado, poco fructífero y me pregunto ¿Dónde queremos llegar? No quiero pensar en el futuro.

Todo el mundo mira al futuro inmediato, tanto que olvidamos el presente. En la primera Cumbre de la Tierra de 1992 en Brasil alguien dijo “el futuro se construye en el presente”. Son sabias palabras, porque si no tenemos un presente mínimamente estructurado, mal se nos planteará el futuro, y no el inmediato, sino a largo plazo. Esto es más serio. Temo un futuro panorama de tremendo caos climático, porque el presente es de cambio climático; un futuro de intolerancia, porque el presente es de tensión social. El futuro puede ser más violento en el ámbito político, derivado de un presente de tensión en escalada, y de todos los vicios adquiridos y acrecentados, tanto del pasado como en el presente.

En definitiva, o nos movilizamos y tomamos medidas efectivas, o tendremos un futuro poco alentador. Para allá vamos, con patines y sin frenos, y si nos planteamos únicamente objetivos a muy corto plazo, en términos de la sobrentendida rentabilidad social y económica, y para integrarnos socialmente a capón, o no se cuantas otras cosas vacías y colmadas de esfuerzo e insatisfacción, muy probablemente no seremos nunca ni consecuentes, ni felices, ni libres.

Así que contracorriente, muy en contra de todo lo que está pasando, reafirmando convicciones y apoyada en mi derecho a la protesta: me declaro un bicho raro. Incluso puedo ser un bicho raro pelota. Porque a las personas que nos diferenciamos de las estrictas identidades estereotipadas de talla, género, sexual, al margen de los valores imperantes, o por el motivo que sea, se nos percibe como bichos ¿A estas alturas? Pues me temo que sí ¡Viva el mundo animal! ¡ Y viva la entomología!

Todavía tiene costes ser conscientes de la diferencia personal, y conlleva dificultades relacionales como comentarios, miradas indiscretas, curiosidad o estupidez de algunas personas. Incluso podemos sufrir las típicas e intolerantes, por no decir violentas, llamadas al orden por parte de algún o alguna valiente (en nombre del supremo conocimiento de usos y costumbres de la sociedad española, o de mundo mundial).

Para estas situaciones recomiendo reafirmarnos en el derecho a la diferencia, en la superación de la imposición de los límites del aburrimiento y alejarnos de sentir amenazadas nuestras convicciones, y menos nuestros derechos ¡Faltaría más! Apoyemos al bendito derecho a tener una identidad, a ser libres y diferentes, a la necesidad y derecho a reivindicarlo y reivindicarse en todos los espacios.
De esta manera no tengo más remedio que recomendar el precioso y último álbum ilustrado Bicho Pelota, de Olga de Dios, publicado en 2023 por Ediciones Apila, y del que la autora me habló el pasado ocho de marzo, cuando nos encontramos en la manifestación por las hermosas y moradas calles de Madrid. Uno de los mejores álbumes ilustrados del año. Irene Montero lo ha recomendado en Twitter (¡Qué antigua estoy!), actualmente X. Lo leen sus hijos, apreciemos su buen gusto.

Este relato nos habla de Bicho Pelota, un personaje que crece y evoluciona en la diferencia y al margen de las expectativas del resto de los insectos que viven a su alrededor y que con muy buenas intenciones, le asesoran sobre su probable identidad como insecto. Pero ninguna de las predicciones se cumplen porque Bicho Pelota come, crece y le salen unas manitas cortas, además de pelo por todo el cuerpo. Rueda y bota como una pelota, pero no es una pelota. Descubrimos que ser diferente, supone alejarse de las experiencias sociales. De esta manera Bicho Pelota comienza a conocerse y a disfrutar junto al resto de los estupendos personajes de ficción de Olga de Dios: Rana de Tres Ojos, Monstruo Azul, Pájaro Amarillo y Monstruo Rosa.

Aunque han trascurrido meses desde la publicación en papel de Bicho Pelota, en edición colorida y con manejable tapa dura, ahora la autora lo comparte en su web, para que grades, peques o medianes, en cualquier lugar del mundo castellano parlante, tengamos acceso y disfrutemos a tope este relato. Es un gesto amable que hace a la historia de Bicho Pelota, aún más especial y generosa.

Recuerden compartir Bicho Pelota con muy peques desde los dos años, o incluso antes si centran su atención en las formas y colores de sus ilustraciones para disfrutar de montañas, cielos naranjas, vegetación, y un nutrido mundo de bichos conocidos y por conocer, como la libélula, el vicho hoja, la termita, el brillante gusano de luz, el piojo, el larguiducho bicho palo, el rechonchete escarabajo, la preciosa mariposa o el volátil mosquito.

Y por supuesto, os deseo un 2024 de tiempo para leer y disfrutar; olvidémonos de las prisas, que son terribles compañeras.

¡Hasta pronto!

No binarie

Viñeta de Teresa Castro (@tcastrocomics)

 

Tomates verdes fritos

Por Charo Alises (@viborillapicara)

#CineLGTBI

Película estadounidense dirigida en 1991 por Jon Avnet y protagonizada por Kate Bates (Evelyn), Jessica Tandy (Ninny), Mary Stuart Masterson (Iddgie) y Mary-Louise Parker (Ruth). Basada en la novela de 1987 Fried Green Tomatoes at the Whistle Stop Cafe escrita por Fannie Flagg, la narración se enmarca dos momentos históricos distintos: los años 80 y la Gran Depresión que golpeó con dureza a la sociedad norteamericana durante los años 30 del pasado siglo. Evelyn , una ama de casa frustrada de visita en una residencia de mayores, inicia una inesperada conversación con Nanny, anciana de aspecto apacible. Esta cinta, de argumento aparentemente insulso , se convirtió en un éxito de crítica y público en una época en la que el cine de acción dominaba las carteleras de todo el mundo. La novela en la que se basa la película fue candidata al Pulitzer y el guión estuvo nominado al Óscar en su categoría.

Tomates verdes fritos habla de amistad, muerte, violencia de género, relaciones lésbicas, racismo, gerontofobia, feminismo, eutanasia, discapacidad y hasta de canibalismo. Además, dos de sus actrices protagonistas se alejan de los requisitos que se exigen a las mujeres para resultar atractivas en la gran pantalla: juventud y un cuerpo de cine. Flagg, que es guionista de su propia novela, decía que la única manera de que a una mujer le diesen una beca en los 50 era ganar un concurso de belleza.

Thomas Newman compone para acompañar la historia, una magnífica banda sonora que adereza los momentos de ternura y actividad del relato. Sirva de ejemplo la escena del ataque del Ku Klux Klan, o cuando Idgie va a rescatar a Ruth de su marido maltratador.

La cinta se desliza con naturalidad por el melodrama , la comedia negra y el humor gracias a un guión salpicado de frases ingeniosas y situaciones surrealistas, como el entierro del brazo de Buddie organizado por Iddgie, que se empeña en llamar lisiado al hijo de Ruth para que el niño se acostumbre con naturalidad y entereza a las situaciones complicadas de la vida a las que hay que hacer frente al grito de guerra de Towanda!

Gracias a Nini y sus historias Evelyn empieza a tomar conciencia de su valor como mujer. Ese empoderamiento se refleja en diálogos como éste del aparcamiento que mantiene Evelyn con unas mujeres más jóvenes:

—Soy demasiado vieja para ser joven y demasiado joven para ser vieja.
—Admítalo señora, somos más jóvenes y más rápidas.
—Admitidlo, soy más vieja y mi seguro lo cubre todo.

Evelyn empieza a hablar abiertamente sobre sexualidad:

—¿Tiene usted problemas con su sexualidad?-  Le pregunta la monitora de uno de los cursos a los que se apunta para atrapar el tren de la revolución feminista tras proponerle que escrute su vagina con un espejo – .
—No, tengo problemas con mi faja.

La relación lésbica entre Idggie y Ruth en la película solo se puede intuir, sin embargo la novela describe el amor entre las dos mujeres de forma explícita. Los intentos de Mary Louis Parker, Mary Stuart Masterson y Fannie Flagg para convencer al director y a los productores de que ahondaran en la relación sentimental de las protagonistas fueron infructuosos. Todavía eran tiempos muy complicados para la diversidad sexual en el cine y la taquilla mandaba. A pesar de todo, la película ganó un premio Glaad por mostrar una relación lésbica de manera positiva, aunque para la mayoría del público heterosexual, ese aspecto pasó desapercibido.

La secuencia de la lucha de comida con Idgie y Ruth embadurnadas de harina y crema fue la única concesión que el director Jon Avnet hizo a la relación física entre las protagonistas. Una versión light y rural de la sexual El cartero siempre llama dos veces o del erotismo a la luz del frigorífico de Nueve semanas y media.

A pesar de las omisiones intencionadas sobre la naturaleza del vínculo entre Idgie y Ruth, el amor que ambas se profesaban es el verdadero motor de la historia.
 

Reloj de arena

Por Sara Levesque

 

A través del cristal empañado por mi vaho, en el retiro de la noche, podía observar la luna, ese gran globo de porcelana al que cada velada le confesaba mis secretos. No necesitaba de un diario de papel, como la gente corriente. Yo no soy así, no soporto seguir el guion. Por eso me desahogaba con la luna. Ella era la única que quería escucharlos. La única que podía sostenerlos.
Aquella pelota de luz iluminaba el dormitorio, eliminando la profunda oscuridad y haciendo entrar en calor mi ánimo. Una esfera albina con sus virtudes y defectos. Con su verdad y su reverso. Un astro de perla en aquel pedacito de firmamento que era, para mí, mi cielo privado. Es donde sigo guardando con cariño su encanto. Aunque yo me sienta más sola que su cara oculta.

Qué horrible eso de que te duela alguien a quien quieres porque ese alguien nos ha dejado de querer, ¿verdad? O prefiere querer a otra que es más alegre, está más cerca o más viva. Otra que no sufre sus días dando un paso atrás. Otra que no huye hacia adelante.
El rechazo de alguien a quien amas es un tipo de muerte en la que no llegas a morir del todo. Solo agonizas entre estertores hasta que el de la guadaña se apiada de ti.
Y cuando mi musa duele, en cierto modo es bonito. Está bien. Durante mucho tiempo, en un reloj de arena que contabilizaba desiertos a los que dar la vuelta, taché con tinta invisible en un calendario que no acababa nunca los días que faltaban para su regreso sin saber si ese día había nacido. Si existía. Como si estuviese tan solo a unas semanas. A la vuelta de la esquina. En este caso, la esquina era circular. Se me antojaba un bucle sin fin.

Visité de continuo sus fotografías. Esas en las que salimos juntas. En realidad, solo son dos. El motivo era porque experimentaba confort al comprender que, en algún momento, le apetecía sentirme cerca. A mí, ese momento me dura todavía. Así deduzco que mereció la pena el dolor que dejó.
Y a lo mejor se acaba de poner a llover para que tengamos frío y la excusa perfecta para abrazarnos. Eso no tiene sentido… Porque cuando aquí llueve, yo miro al oeste desde mi ventana, preguntándome por qué no nos mojamos juntas. Miro al oeste porque ahí es donde ha elegido vivir. Al oeste de Madrid. Al oeste de Portugal. Al oeste del océano. Y mucho más al oeste del mundo.
Me quedaría abrazada a la boca de la primera mujer que me sonriese, con tal de volver a sentir algo del calor que se llevó. A veces olvido lo imposible que fue.

Muchas veces pensé en hacer las cosas mal, para variar. En dejar de ser políticamente correcta y matar a la niña buena. Permitir que mi lado salvaje la estrangule y poder sacar las garras. En no negarme más placeres para que los demás se sientan bien, aunque eso suponga que yo me quede hecha una mierda. En ser feliz por una vez en mi atormentada vida, por si acaso me muero mañana o dentro de un par de horas. Solo por eso.
A pesar de todas las dudas, miedos, inseguridades y lo que coño vaya a pasar, me cansé de guardar silencio o esperar a que ella diera un paso. Comprobar cómo su relación avanzaba mientras yo permanecía en la retaguardia viéndola marchar.
¿Por qué me encerré en mi habitación ante el ordenador para escribirla, intentando engañarme diciéndome que estaría pensando en mí cuando al despedirse no me veía al mirarme? Podría compartir una copa con ella, un cigarro olvidado de la época en que las dos fumábamos o, simplemente, charlar a través de las pupilas. No. Muchas miradas secretas y mucha tontería, pero no sonó redoble de las trompetas anunciando mi valentía…

 

Lesbianismo para principiantas – Saliendo del armario intento 3 Nochevieja

Viñeta de Teresa Castro (@tcastrocomics)