Archivo de enero, 2024

Trieja

Viñeta de Teresa Castro (@tcastrocomics)

 

Me declaro Bicho Pelota

Por Nieves Gascón, (@nigasniluznina), la cuentista de nuestro refugio

 

Llevo un año pensando en mantener el ritmo de actividad ¿habitual? Realmente, creo que me meto en todo tipo de fregaos, y me digo a mi misma que para resolver, se trata de organizarse a corto plazo por objetivos concretos. Uno de estos objetivos esta siendo escribir sobre uno de los álbumes ilustrados que más me han gustado del año 2023. El problema es que se juntan muchas apetencias, con sus correspondientes objetivos, subestimando a priori el esfuerzo y dedicación que requiere cada cuestión.

Así vivimos, como si se tratara de un concurso televisivo, o de una competición. Es cansado, poco fructífero y me pregunto ¿Dónde queremos llegar? No quiero pensar en el futuro.

Todo el mundo mira al futuro inmediato, tanto que olvidamos el presente. En la primera Cumbre de la Tierra de 1992 en Brasil alguien dijo “el futuro se construye en el presente”. Son sabias palabras, porque si no tenemos un presente mínimamente estructurado, mal se nos planteará el futuro, y no el inmediato, sino a largo plazo. Esto es más serio. Temo un futuro panorama de tremendo caos climático, porque el presente es de cambio climático; un futuro de intolerancia, porque el presente es de tensión social. El futuro puede ser más violento en el ámbito político, derivado de un presente de tensión en escalada, y de todos los vicios adquiridos y acrecentados, tanto del pasado como en el presente.

En definitiva, o nos movilizamos y tomamos medidas efectivas, o tendremos un futuro poco alentador. Para allá vamos, con patines y sin frenos, y si nos planteamos únicamente objetivos a muy corto plazo, en términos de la sobrentendida rentabilidad social y económica, y para integrarnos socialmente a capón, o no se cuantas otras cosas vacías y colmadas de esfuerzo e insatisfacción, muy probablemente no seremos nunca ni consecuentes, ni felices, ni libres.

Así que contracorriente, muy en contra de todo lo que está pasando, reafirmando convicciones y apoyada en mi derecho a la protesta: me declaro un bicho raro. Incluso puedo ser un bicho raro pelota. Porque a las personas que nos diferenciamos de las estrictas identidades estereotipadas de talla, género, sexual, al margen de los valores imperantes, o por el motivo que sea, se nos percibe como bichos ¿A estas alturas? Pues me temo que sí ¡Viva el mundo animal! ¡ Y viva la entomología!

Todavía tiene costes ser conscientes de la diferencia personal, y conlleva dificultades relacionales como comentarios, miradas indiscretas, curiosidad o estupidez de algunas personas. Incluso podemos sufrir las típicas e intolerantes, por no decir violentas, llamadas al orden por parte de algún o alguna valiente (en nombre del supremo conocimiento de usos y costumbres de la sociedad española, o de mundo mundial).

Para estas situaciones recomiendo reafirmarnos en el derecho a la diferencia, en la superación de la imposición de los límites del aburrimiento y alejarnos de sentir amenazadas nuestras convicciones, y menos nuestros derechos ¡Faltaría más! Apoyemos al bendito derecho a tener una identidad, a ser libres y diferentes, a la necesidad y derecho a reivindicarlo y reivindicarse en todos los espacios.
De esta manera no tengo más remedio que recomendar el precioso y último álbum ilustrado Bicho Pelota, de Olga de Dios, publicado en 2023 por Ediciones Apila, y del que la autora me habló el pasado ocho de marzo, cuando nos encontramos en la manifestación por las hermosas y moradas calles de Madrid. Uno de los mejores álbumes ilustrados del año. Irene Montero lo ha recomendado en Twitter (¡Qué antigua estoy!), actualmente X. Lo leen sus hijos, apreciemos su buen gusto.

Este relato nos habla de Bicho Pelota, un personaje que crece y evoluciona en la diferencia y al margen de las expectativas del resto de los insectos que viven a su alrededor y que con muy buenas intenciones, le asesoran sobre su probable identidad como insecto. Pero ninguna de las predicciones se cumplen porque Bicho Pelota come, crece y le salen unas manitas cortas, además de pelo por todo el cuerpo. Rueda y bota como una pelota, pero no es una pelota. Descubrimos que ser diferente, supone alejarse de las experiencias sociales. De esta manera Bicho Pelota comienza a conocerse y a disfrutar junto al resto de los estupendos personajes de ficción de Olga de Dios: Rana de Tres Ojos, Monstruo Azul, Pájaro Amarillo y Monstruo Rosa.

Aunque han trascurrido meses desde la publicación en papel de Bicho Pelota, en edición colorida y con manejable tapa dura, ahora la autora lo comparte en su web, para que grades, peques o medianes, en cualquier lugar del mundo castellano parlante, tengamos acceso y disfrutemos a tope este relato. Es un gesto amable que hace a la historia de Bicho Pelota, aún más especial y generosa.

Recuerden compartir Bicho Pelota con muy peques desde los dos años, o incluso antes si centran su atención en las formas y colores de sus ilustraciones para disfrutar de montañas, cielos naranjas, vegetación, y un nutrido mundo de bichos conocidos y por conocer, como la libélula, el vicho hoja, la termita, el brillante gusano de luz, el piojo, el larguiducho bicho palo, el rechonchete escarabajo, la preciosa mariposa o el volátil mosquito.

Y por supuesto, os deseo un 2024 de tiempo para leer y disfrutar; olvidémonos de las prisas, que son terribles compañeras.

¡Hasta pronto!

No binarie

Viñeta de Teresa Castro (@tcastrocomics)

 

Tomates verdes fritos

Por Charo Alises (@viborillapicara)

#CineLGTBI

Película estadounidense dirigida en 1991 por Jon Avnet y protagonizada por Kate Bates (Evelyn), Jessica Tandy (Ninny), Mary Stuart Masterson (Iddgie) y Mary-Louise Parker (Ruth). Basada en la novela de 1987 Fried Green Tomatoes at the Whistle Stop Cafe escrita por Fannie Flagg, la narración se enmarca dos momentos históricos distintos: los años 80 y la Gran Depresión que golpeó con dureza a la sociedad norteamericana durante los años 30 del pasado siglo. Evelyn , una ama de casa frustrada de visita en una residencia de mayores, inicia una inesperada conversación con Nanny, anciana de aspecto apacible. Esta cinta, de argumento aparentemente insulso , se convirtió en un éxito de crítica y público en una época en la que el cine de acción dominaba las carteleras de todo el mundo. La novela en la que se basa la película fue candidata al Pulitzer y el guión estuvo nominado al Óscar en su categoría.

Tomates verdes fritos habla de amistad, muerte, violencia de género, relaciones lésbicas, racismo, gerontofobia, feminismo, eutanasia, discapacidad y hasta de canibalismo. Además, dos de sus actrices protagonistas se alejan de los requisitos que se exigen a las mujeres para resultar atractivas en la gran pantalla: juventud y un cuerpo de cine. Flagg, que es guionista de su propia novela, decía que la única manera de que a una mujer le diesen una beca en los 50 era ganar un concurso de belleza.

Thomas Newman compone para acompañar la historia, una magnífica banda sonora que adereza los momentos de ternura y actividad del relato. Sirva de ejemplo la escena del ataque del Ku Klux Klan, o cuando Idgie va a rescatar a Ruth de su marido maltratador.

La cinta se desliza con naturalidad por el melodrama , la comedia negra y el humor gracias a un guión salpicado de frases ingeniosas y situaciones surrealistas, como el entierro del brazo de Buddie organizado por Iddgie, que se empeña en llamar lisiado al hijo de Ruth para que el niño se acostumbre con naturalidad y entereza a las situaciones complicadas de la vida a las que hay que hacer frente al grito de guerra de Towanda!

Gracias a Nini y sus historias Evelyn empieza a tomar conciencia de su valor como mujer. Ese empoderamiento se refleja en diálogos como éste del aparcamiento que mantiene Evelyn con unas mujeres más jóvenes:

—Soy demasiado vieja para ser joven y demasiado joven para ser vieja.
—Admítalo señora, somos más jóvenes y más rápidas.
—Admitidlo, soy más vieja y mi seguro lo cubre todo.

Evelyn empieza a hablar abiertamente sobre sexualidad:

—¿Tiene usted problemas con su sexualidad?-  Le pregunta la monitora de uno de los cursos a los que se apunta para atrapar el tren de la revolución feminista tras proponerle que escrute su vagina con un espejo – .
—No, tengo problemas con mi faja.

La relación lésbica entre Idggie y Ruth en la película solo se puede intuir, sin embargo la novela describe el amor entre las dos mujeres de forma explícita. Los intentos de Mary Louis Parker, Mary Stuart Masterson y Fannie Flagg para convencer al director y a los productores de que ahondaran en la relación sentimental de las protagonistas fueron infructuosos. Todavía eran tiempos muy complicados para la diversidad sexual en el cine y la taquilla mandaba. A pesar de todo, la película ganó un premio Glaad por mostrar una relación lésbica de manera positiva, aunque para la mayoría del público heterosexual, ese aspecto pasó desapercibido.

La secuencia de la lucha de comida con Idgie y Ruth embadurnadas de harina y crema fue la única concesión que el director Jon Avnet hizo a la relación física entre las protagonistas. Una versión light y rural de la sexual El cartero siempre llama dos veces o del erotismo a la luz del frigorífico de Nueve semanas y media.

A pesar de las omisiones intencionadas sobre la naturaleza del vínculo entre Idgie y Ruth, el amor que ambas se profesaban es el verdadero motor de la historia.
 

Reloj de arena

Por Sara Levesque

 

A través del cristal empañado por mi vaho, en el retiro de la noche, podía observar la luna, ese gran globo de porcelana al que cada velada le confesaba mis secretos. No necesitaba de un diario de papel, como la gente corriente. Yo no soy así, no soporto seguir el guion. Por eso me desahogaba con la luna. Ella era la única que quería escucharlos. La única que podía sostenerlos.
Aquella pelota de luz iluminaba el dormitorio, eliminando la profunda oscuridad y haciendo entrar en calor mi ánimo. Una esfera albina con sus virtudes y defectos. Con su verdad y su reverso. Un astro de perla en aquel pedacito de firmamento que era, para mí, mi cielo privado. Es donde sigo guardando con cariño su encanto. Aunque yo me sienta más sola que su cara oculta.

Qué horrible eso de que te duela alguien a quien quieres porque ese alguien nos ha dejado de querer, ¿verdad? O prefiere querer a otra que es más alegre, está más cerca o más viva. Otra que no sufre sus días dando un paso atrás. Otra que no huye hacia adelante.
El rechazo de alguien a quien amas es un tipo de muerte en la que no llegas a morir del todo. Solo agonizas entre estertores hasta que el de la guadaña se apiada de ti.
Y cuando mi musa duele, en cierto modo es bonito. Está bien. Durante mucho tiempo, en un reloj de arena que contabilizaba desiertos a los que dar la vuelta, taché con tinta invisible en un calendario que no acababa nunca los días que faltaban para su regreso sin saber si ese día había nacido. Si existía. Como si estuviese tan solo a unas semanas. A la vuelta de la esquina. En este caso, la esquina era circular. Se me antojaba un bucle sin fin.

Visité de continuo sus fotografías. Esas en las que salimos juntas. En realidad, solo son dos. El motivo era porque experimentaba confort al comprender que, en algún momento, le apetecía sentirme cerca. A mí, ese momento me dura todavía. Así deduzco que mereció la pena el dolor que dejó.
Y a lo mejor se acaba de poner a llover para que tengamos frío y la excusa perfecta para abrazarnos. Eso no tiene sentido… Porque cuando aquí llueve, yo miro al oeste desde mi ventana, preguntándome por qué no nos mojamos juntas. Miro al oeste porque ahí es donde ha elegido vivir. Al oeste de Madrid. Al oeste de Portugal. Al oeste del océano. Y mucho más al oeste del mundo.
Me quedaría abrazada a la boca de la primera mujer que me sonriese, con tal de volver a sentir algo del calor que se llevó. A veces olvido lo imposible que fue.

Muchas veces pensé en hacer las cosas mal, para variar. En dejar de ser políticamente correcta y matar a la niña buena. Permitir que mi lado salvaje la estrangule y poder sacar las garras. En no negarme más placeres para que los demás se sientan bien, aunque eso suponga que yo me quede hecha una mierda. En ser feliz por una vez en mi atormentada vida, por si acaso me muero mañana o dentro de un par de horas. Solo por eso.
A pesar de todas las dudas, miedos, inseguridades y lo que coño vaya a pasar, me cansé de guardar silencio o esperar a que ella diera un paso. Comprobar cómo su relación avanzaba mientras yo permanecía en la retaguardia viéndola marchar.
¿Por qué me encerré en mi habitación ante el ordenador para escribirla, intentando engañarme diciéndome que estaría pensando en mí cuando al despedirse no me veía al mirarme? Podría compartir una copa con ella, un cigarro olvidado de la época en que las dos fumábamos o, simplemente, charlar a través de las pupilas. No. Muchas miradas secretas y mucha tontería, pero no sonó redoble de las trompetas anunciando mi valentía…