¿Y si nos revisamos la transfobia y el privilegio?

Por Pal Gallego (@palgb_)

Acción del 8 de marzo de 2020 del Bloque Bollero. Madrid

Me disponía a escribir un texto teórico, con un montón de argumentos para rebatir todo lo que se ha dicho sobre el temazo de las últimas semanas en redes sociales pero me parece que la solución es mucho más fácil y cercana que esa. Así que ahí va:

LOS DERECHOS TRANS* NO SE CUESTIONAN NI SE DISCUTEN.

Y aquí debería terminar. Pero no.

Aviso de contenido: transfobia, transmisoginia, enebefobia (odio o rechazo a las personas no binarias).

Los derechos de las personas trans* son una cuestión de derechos humanos y deberían recoger a todo el colectivo, también a las personas no binarias. No es ético ver cómo haciendo referencia a lo biológico se borra la identidad de una persona, y más cuando esa persona está en una situación de desventaja en cuanto a su privilegio.

Las personas, independientemente de ser trans* o no, se pueden sentir más cómodas (o no) dentro del binarismo, pero precisamente porque hay algunas que, no solo se sienten cómodas, sino que forma parte de su identidad y se nombran desde ahí, no creo que deba relegarse a otro lugar. Al igual que habrá personas, da igual del colectivo que sean, que se sientan más en sintonía con lo que propone la teoría queer o lo que representa la categoría queer y que no implique ningún borrado para “la mujer”. Por esta razón y porque me hastían las críticas que se hacen, muchas veces sin saber, a ambos términos, quiero arrojar un poco luz que nos sirva a todes para entenderlos mínimamente.

La palabra queer tiene muchos significados pero casi todos confluyen en una misma cuestión, el cuerpo y lo que nos atraviesa y cómo lo hace. Queer, en su origen etimológico significa rare, desviade, que primero se utilizó como cajón desastre para agrupar sujetes fuera de la normatividad (razializadas, putas, tullidas, bis, bolleras, travestis, maricas, precarias, etc); y más tarde se empieza a utilizar como insulto hacia las personas LGTB (y digo LGTB tal cual, sin más siglas) cuando empezaban a visibilizarse las luchas por los derechos de este colectivo, alrededor de los años 70. Es un concepto anglosajón del que nos hemos reapropiado, y ya voy a referirme al Estado español por ser el territorio del que tengo más conocimiento y del que puedo hablar en primera persona, para resignificarlo y dejar atrás el insulto, para que pueda ser una palabra desde la que nombrarnos como disidencias, desde los márgenes.

Hoy en día se habla mucho de activismo queer, concretamente diciendo que es misógino. No quiero ser purista pero a veces vendría muy bien echar la vista atrás para ver a lo que nos referimos actualmente cuando hablamos de activismo queer. Porque este activismo, que tuvo su origen allá por los 90, era una reivindicación (y es lo que sigue siendo ahora) de un activismo que incluyera las cuestiones de la sexualidad dentro de unos feminismos que quizá no lo tenían tan presente en su agenda; un activismo, feminista por supuesto, que pusiera sobre la mesa los cuidados que merecían tener las personas trans* en los espacios de lucha y la reivindicación de sus derechos; un activismo que quiso ir más allá de conseguir el matrimonio igualitario, porque como disidencias lo que no queremos es un asimilacionismo por parte del sistema, creando una falsa ilusión de que una vez conseguido este derecho entonces todo estaría solucionado.

Porque, amigas, por mucho que ahora me pueda casar (spoiler: no va a pasar), por la calle me siguen pegando e insultando por ser leída como mujer lesbiana (con todo el monosexismo, transfobia y otra cantidad de cosas que eso conlleva), cosa que a las personas cisheterosexuales no les pasa. Por lo tanto, gracias a ese activismo queer, empezamos a luchar contra un sistema que no nos representaba, a pesar de que quisiera asimilarnos dentro de él como nuevo objeto de márketing y de consumo (y si no mirad qué bien quedan las banderas del arco iris estos días en las cadenas comerciales de turno).

Pues eso, ni más ni menos, es el activismo queer. Yo me pregunto, ¿dónde está ahí la negación del sexo?, ¿dónde está ahí el borrado de las mujeres cis?, ¿y si lo que pasa es que de repente hay miedo a que se nos vayan quitando los privilegios

Cuando alguien dice que la diferencia sexual es una de las raíces de la opresión de las mujeres tiene la razón pero la tiene a medias. Porque sí, para las mujeres cis es así, por desgracia el sexo, junto con el género, es el sustento de este sistema capitalista enfocado a la producción. Pero para las mujeres trans no es así, las desigualdades no operan de la misma forma. Pero es que además, ¿hay alguien que mire los genitales de cualquier persona leída como mujer que pase por la calle y en base a eso decida cómo oprimirla o discriminarla? Si esto es así, mirad, yo paso; gestionaros vuestra transfobia y, cuando lo hayáis hecho, hablamos.

Esto no va de “y yo más”, pero si se menciona la diferencia sexual no me parece justo hacerlo como la única opresión que sufren las mujeres en general; y, por supuesto, tampoco me parece justo no mencionar las tasas de paro que albergan las personas trans, por lo tanto las mujeres trans y las tasas de esperanza de vida que atraviesan al colectivo.

Está fenomenal querer abolir el género como concepto. Pero que yo me entere, hay que abolir el género pero luego se habla de performatividad de género y en seguida nos echamos las manos a la cabeza. Si hay personas que sí están subvirtiendo el género y todos sus mandatos son esas personas que juegan con él, que fluyen a través de él, esas personas a las que llamáis patriarcado de la purpurina y la inqueersición. Personas que, por cierto, cuando decís que “hay que abolir el género”, las estáis negando. Porque para abolir el género hay que saltarse los roles y las cajas que nos han impuesto y que yo sepa reproduciendo todos esos estereotipos y desde la tranquilidad que da el privilegio no se hace.

La teoría queer es una propuesta teórica, no es una religión, ni un dogma, ni mujeres con barba (me resulta una barbaridad incluso escribirlo, pero entendedme), ni un caballo de Troya del patriarcado. La teoría queer, como decía, es una propuesta teórica que cuestiona la identidad, los presupuestos esenciales a las personas y entre esos presupuestos están el sexo y el género. Esto no quiere decir que la teoría queer niegue el sexo. Pero no os puede sorprender que a una persona se le tache de tránsfoba cuando pregunte por los genitales de una persona trans*.

Ni tampoco se está negando el sexo cuando se dice que no es binario, porque el sexo está formado por varias cosas hablando a nivel biológico (genitales, gónadas, cromosomas, etc) y no todas coinciden siempre en cajas binarias estancas. Porque si hay algo que hace la teoría queer es cuestionar esa centralidad que la sociedad le da a los genitales y al sexo, y que reproducís haciendo esa pregunta.

Además, hablado de identidad, ¿quiénes somos para negar la identidad de les otres? ¿Resulta que ahora estamos borrando “la identidad mujer” (por favor, ya está muy manido el debate del sujeto político del feminismo; vamos a hacernos cargo de nuestras opresiones y privilegios y a reconocer que las mujeres e identidades feminizadas no son solo eso sino que, además, pueden ser racializadas, diversofuncionales, bisexuales, asexuales, etc) por hablar de personas gestantes o cuerpos menstruantes?, ¿no será que nos pica que nos quiten el privilegio? O lo que es mejor, ¿cómo es eso de que las mujeres no son una identidad?, las categorías de identidad son muchísimas, individuales y colectivas, y resulta que mujer es una de tantas. Y eso no es ni denostar a las mujeres, ni quitarle importancia a la lucha que llevan emprendiendo todos estos años y que, por supuesto, a día de hoy sigue siendo vital para nuestra sociedad.

¿Y todo esta reflexión para qué? Para demostrar, no sé muy bien a quién, que las personas trans* no son una teoría ni nunca lo han sido. Que la autodeterminación de género es un derecho. Que si las personas cis no necesitan ser validadas en ese sentido, las personas trans* tampoco deberían. Que nadie debería pasar por ningún proceso patologizante para reivindicar su identidad.

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