Disidentes – Del amor y otras políticas afectivas

Por Andrea Cay, (@AndCay_)

Foto de Andrea Cay

Mi querida Vasallo, en una de las partes más rompedoras de su obra “Pensamiento monógamo, terror poliamoroso” narra lo siguiente: Ningún nudo es un invento así salido de la nada, sino casi una sorpresa que hemos ido encontrando por el camino, a partir de intuiciones, de no fliparnos con ideas marcianas sino de aterrizar las cosas, respirar hondo, meterle mucho humor y mucha ironía al asunto, e ir haciendo entre todas. Ir anudando”.

No puedo dejar de llorar con ese pasaje y todas las páginas que le preceden, quizás, hemos tenido una infancia similar que nos ha ayudado a aprender a distinguir y a alarmarnos con el sonido de una llave, pero no podemos olvidar que, si de verdad queremos amar, no podemos distanciarnos de nuestra identidad.

“¿Qué es el amor?” Probablemente, en algún momento de nuestra vida hayamos escuchado esta pregunta. No importa si fue durante la adolescencia, en una clase de filosofía o conversando con tu terapeuta, la verdadera incógnita es que seguro que, de nuestros labios o desde los de otras personas, hemos oído distintas definiciones. Te aseguro que cualquiera de ellas, no solo se encontraba incompleta, sino que era falsa.

La culpa de esto último no es de nadie. Esto es resultado del entramado que se ha llevado a cabo para ocultarnos el verdadero significado de esta palabra. Cuando creas un arma que va a condenar al ser humano, lo mejor que puedes hacer es conseguir meter en la cabeza de los mismos la mentira más grande que se te pueda ocurrir.

Vivimos en una sociedad que ha convertido el amor en un paradigma. Si aceptamos su definición, este se origina gracias al deseo sexual, a la segregación de hormonas. Repito, si aceptamos esta banalización del sentimiento, estamos cayendo en una trampa. Negamos su aplicación en otros ámbitos que van más allá del reproductivo, de la búsqueda de compañía y de la necesidad de crear una familia.

Creemos ser consciente de todo lo que el capitalismo es capaz de arrebatarnos, sin embargo, no somos capaces de verlo venir si lo que nos ofrece es tan grande y placentero como para opacar todo lo que puede esconderse detrás.

Si no queremos el amor para reproducirnos, para encasillarnos y que defina un camino de una sola dirección, la única manera que tenemos es enfocarnos en el punto inicial de la cuestión y no intentar transformar el final. Un problema nunca se va a solucionar si solo observamos y analizamos las consecuencias e ignoramos la raíz.

Ni un planteamiento comunista en el reparto del cariño, ni un anarquismo relacional instaurado. No quiero caer en el tópico de que, si no nos queremos a nosotros mismos, ¿cómo vamos a querer a los demás? Tampoco voy a hacer alusión a lo que Erich Fromm ha intentado enseñarnos sobre el amor.

Siento ser catastrofista, pero no creo en los conceptos mágicos que se producen porque sí. De hecho, confieso que me dan pánico, y es uno de los motivos por los que me retiro a mundos ficcionados siempre que puedo.

Sin embargo, también puedo decir que llevo años, trabajando para no sentirme aletargada, cansada y totalmente expuesta a esa sensación, y esto es gracias a mi red afectiva.

Tengo la suerte de poder rodearme de personas excelentes, que no dicen te quiero, si no que se compran una cerveza contigo y se van al parque más cercano a hablar. De esas que apoyan tus proyectos, aunque no los comprendan. De las que te recuerdan que tienes que tomarte tu medicación cuando se dan cuenta de que se te ha olvidado o de las que te preparan sopa cuando estás mala.

Cuento con muchos individuos que me han mostrado sus peores facetas sin intención de hacerme daño, que se han ido cuando debían, que me han demostrado que, si estamos en las fronteras siendo atacadas y agredidas, día tras día, ¿por qué no crearnos una pequeña parcela en la que resistir juntas?

Quiero a las personas por lo que son, por como fluyen, aunque tenga que ser lejos. Esto no va de estar conmigo, de estar contra mí, va de ser alguien excelente, digna de mención y de la huella que has creado en mí. Supongo que esto es el amor y no estamos programados para aceptarlo fácilmente.

Da igual si estamos con una persona, con tres, si tenemos diez amigos o si los fines de semanas pares follamos con algún desconocido, tenemos que aprender a dejar la puerta de la parcela abierta pero no cerrarla después. No puedo obligar a que te quedes y no debería querer que te quedes por un egoísmo intrínseco que se encuentra en la definición de eso que otros llaman amor.

Estamos ante una cuestión política, por la que hay que luchar día tras día, desde la generosidad y la bondad. Esto no es un compromiso, ni una obligación. Esto son las ganas de construir junto a otra(s) persona(s) un salvavidas para que todo sea menos frío, menos doloroso.

Mira todo lo que se encuentra en los márgenes: la trabajadora sexual de tu barrio por la que no te interesas, el chico adicto a las drogas al que juzgas sin saber mientras fumas tu tabaco, la mujer que se preocupa por el bienestar de su grupo de amigos pero a la que nunca nadie le pregunta como está, el chico gay que tiene miedo a tener relaciones por no decir que tiene el VIH, la bollera monógama a la que le da miedo expresar esta condición en su grupo de activismo posmoderno…

Desaprende todo lo que te han enseñado y lo que te están vendiendo de adulto y descubrirás que el amor es eso que te sostiene y te levanta, y no lo que acaba consiguiendo que estés en la mierda…

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