Hagamos que el activismo no duela

Por Marta Márquez (@marta_lakme) escritora y presidenta de Galehi, asociación de familias LGTBI

Foto: Larissa Puro

Ser activista es, para mí, mucho más que “una dedicación intensa en alguna línea de acción en la vida pública, en este caso en el campo social” (Wikipedia). No. Es una forma de vida. Es levantarte por las mañana y querer y creer que puedes hacer alguna cosa, por pequeña que sea, para mejorar algo concreto. Es ser consciente de tus propios privilegios y los del resto y luchar por los derechos de otras personas. Es quitarme tiempo de pasarlo con mi familia, con mi entorno cercano y, por qué no decirlo, conmigo misma. Ser activista, para mí, es ser más yo, ser una mejor yo.

Pero, digamos, que el activismo no es fácil. Pareciera sencillo que si todas y todos buscamos el mismo fin pues que estemos siempre de acuerdo y no es así. Algunas personas dentro del mismo colectivo estamos en distintas puntas de algo que para mí debería ser redondo. Pensamos tan distinto como distintas personas somos. Y, a priori, eso debería ser bueno, ¿no? Yo, al menos, así lo creo. Si algo tiene de bonito el activismo es que lo que se ansía es el bien común, pero “el bien” es tan subjetivo. Tanto como que lo bueno para una madre no lo es para una hija, lo que a un vecino le gusta a otro no, lo que está bien para un partido político no lo está para otro. Y así podría poner cientos de ejemplos. ¿Dónde está el límite entonces que nos hace seguir remando hacia la misma dirección? Para mí está muy claro: el respeto.

Llevo siendo activista muchos años. Comencé sin tener ni idea sobre qué había que hacer ni cómo. Llegué buscando referentes y encontré mucho más: amigas, amigos y una causa. Al principio me limitaba a escuchar de quienes creía sabían más que yo; con el tiempo he visto que no siempre era así. A lo largo de todos estos años me he topado con muchos egos y eso, a mi entender, es lo que hace que, en ocasiones, duele.

Sin embargo, en otras ocasiones tengo que alegrarme por las conquistas comunitarias como las de estos días. Nuestras compañeras Boti García Rodrigo y Beatriz Gimeno, lesbianas reconocidas –aunque no siempre estemos de acuerdo– serán la Directora General Diversidad Sexual y LGTB y la Directora del Instituto de la Mujer, respectivamente. Este el momento que estábamos esperando hace tiempo; momento en el que no solo personas LGTB estén en el Gobierno sino que lo hagan desde su propia visibilidad y compromiso con todas, todos y todes. Personas que, además, son activistas y, por tanto, saben lo que es estar al pie del cañón, salir a las calles, reunirse con los políticos, que te digan que sí en la cara y luego ignoren tus peticiones, necesidades y derechos. Hoy, me vuelve un poquito la esperanza en que la Ley Trans y la Ley LGTBI Estatal sean por fin un hecho y que los derechos de las mujeres y de todo el colectivo LGTBI estarán más y mejor representados.

Pero no os mentiría si os dijera que tengo una pequeña herida en el alma. Como ésta es una columna de opinión y mi opinión solo es mía no estoy faltando a la verdad cuando digo que como Marta Márquez no puedo separarme de la Presidencia de la entidad a la que represento: Galehi, asociación de familias LGTBI. Galehi está integrada por familias formadas de muchas maneras, y una de ellas es la gestación subrogada. Galehi está a favor de la regulación de la misma, pero, sobre todo, está a favor del respeto a todas nuestras familias. Todas sin excepción. Y el respeto es hacer que nadie salga herido, que ningún niño o niña crezca pensando que le han comprado y no tener que ver llorar a compañeros y amigos. Se puede estar en contra de algo y no ser ofensivo, no querer hacer daño ni atacar a lo más valioso de nuestras vidas: nuestros hijos e hijas.

Creo que es un momento para afianzar proyectos que tengan que ver con la diversidad sexual, de género, proyectos educativos y, ante todo, una igualdad real para nuestras familias. Sabemos que este Gobierno no va a regular la gestación subrogada, pero al menos esperamos que no lo criminalice. En un momento en el que estamos preocupadas por llegar a los jóvenes gais, lesbianas, bisexuales y trans, para que sepan que estamos aquí, que luchamos por sus derechos, que apoyamos sus decisiones, que les acompañaremos en su camino no debemos seguir atacándonos, no debemos seguir haciéndonos daño. Hagamos que el activismo no duela.

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