Diario de dos papás: “mi hija, hijo o hije” (página 2)

Cada domingo Juan Andrés Teno (@jateno_), periodista y activista LGTBI especializado en Diversidad Familiar, escribe este Diario de dos papás. Estamos en la página 2.

Foto: Claudia Heidelberger

Soy un hombre, soy gay, estoy casado, tengo un hijo, próximamente seré padre de nuevo y tengo miedo. No esa clase de miedo que te paraliza y te embota el brillo de los ojos, no el miedo que te hace huir para refugiarte en el cálido confort de tu trinchera. No, no es ese miedo. Tengo miedo del dolor ajeno, del daño causado a quien no puede defenderse, de las lágrimas de pesadumbre que se amasan en los ojos de quien no comprende la maldad ajena. Tengo miedo de algunas personas, tengo miedo de ti.

Escribo desde la más absoluta libertad personal y del mismo modo que lo haría si estas páginas no fueran a ser leídas jamás por nadie, con esa desvergüenza torera que te impulsa a ser sincero más allá de lo políticamente correcto, más allá de lo que es conveniente a mi imagen pública, más allá de lo que debiera.

A principios de otoño de este año mantuve una estupenda conversación con dos mujeres activistas trans sobre la necesidad de abrir canales dentro de las entidades LGTB para que la infancia de nuestro colectivo pudiera ser escuchada y posteriormente tenida en cuenta, dentro de las organizaciones que trabajan para alcanzar la igualdad de derechos legales y reales de gais, lesbianas, bisexuales y personas trans. Convengamos que la infancia y la adolescencia, a quienes iban dirigidas una buena parte de las acciones programadas por las asociaciones, aparecían en esta escena como convidadas de piedra, como ocurre en el resto de la sociedad de este país, que además de otras rémoras actual con un adultocentrismo celoso de que aparezcan más actores a los que hay que tener en cuenta pues son sujetos de derechos políticos.

En aquella conversación, y ante aquellas dos potentes mujeres, tras desvelar mi próxima paternidad, dije que lo único que no quería es que mi futuro hijo fuera una persona trans. Y no lo quería por miedo. Y no lo quería por que era y soy consciente que el eslabón más dañado del colectivo LGTB son las personas trans.

Cuando eres padre un simple estornudo te pone en alerta y un lloro continuo extrema tus sentidos en busca del más leve indicio de enfermedad. Cuando eres padre, tu realidad cambia de giro y el centro de la vida gira en torno a esa personita que en más de una ocasión necesita tu traducción para poder seguir adelante.

Por esta especial sensibilidad que te deja sin piel los cinco sentidos para poder experimentar lo que esa criatura está viviendo, uno siempre anhela que su descendencia no sufra, no llore, no sea objeto de violencias, no sea escrutado como un fenómeno de la naturaleza.

Por ello sentía, y siento, vértigo ante posibilidad de que mi segunda paternidad esté atravesada por una realidad trans, porque soy consciente de la transfobia que acampa libremente en la sociedad española y con especial virulencia en los últimos tiempos contra las infancias trans. Esa ideología perniciosa que excreta oído y que ha conseguido poder de acuerdo a la extrema derecha neofascista con las legiones de feminismo radical terf que anida en Izquiera Unida a través del Partido Feminista de España y en el PSOE en quienes se sienten herederas y heroínas de la igualdad entre hombres y mujeres.

Ese miedo al dolor ajeno, al que pueda experimentar quien más quieres, seguramente ha atacado subconscientemente mi manera de escribir y en donde en otras ocasiones había tenido en cuenta la diversidad de género, ahora solo aparecería el femenino y el masculino: y ha hablado exclusivamente de mi futura hija o hijo. Y no me di cuenta hasta que me lo advirtió en redes sociales mi compañero, vicepresidente de la FELGTB, Mané Fernández “Recuerda hijo, hija, hije. La diversidad es lo que tiene, no nos olvidemos de ninguna realidad. Felicidades”.

Sí, querido Mane, tienes toda la razón. Pero tengo miedo, temo que mi próxima hija, hijo o hije sufra como has sufrido tú, cómo lo habían hecho esas dos compañeras nuestras sobre las que hable de la infancia LGTB. Sí, las cosas han cambiado, han mejorado notablemente, pero parece que esas mentes obtusas que niegan la evidencia de la infancia trans campan sin bozal por nuestra sociedad.

(Continuará…)

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