Blanquear la LGTBfobia

Por Paco Tomás (@Srpacotomas ), periodista, guionista y escritor. Creador del mítico programa radiofónico La Transversal, actualmente dirige y presenta Wisteria Lane

Foto: Peter Detailleur

La gran victoria del neoliberalismo se basa en reducir la propia existencia humana a valores de rentabilidad económica. Seres humanos tratados y concebidos como si fuesen negocios o fondos de inversión. Solo tu bienestar es relevante; solo tu satisfacción personal cuenta. Y si todos nos sentimos reflejados en ese ‘tú’, entonces la ideología pasa a ser, además, rentable. Esa rentabilidad se convierte en el mayor insulto a la dignidad de hombres, mujeres, niños, cuando antepone el balance de cuentas a los Derechos Humanos.

Nuestro presente es consecuencia de un pasado y antesala de un futuro. Y en ese incesante devenir, los medios de comunicación siempre han jugado un papel determinante. Por eso me atrevo a afirmar que dentro de una década, como muy tarde, estudiaremos en las universidades el papel que los medios de comunicación jugaron en la España de 2019, en el blanqueo del machismo, el racismo, la lgtbfobia, el fascismo, dando carta de naturaleza al discurso de odio de la extrema derecha.

En los últimos meses hemos asistido a un espectáculo mediático en el que la rentabilidad venía marcada por la exhibición impúdica de ese discurso de odio a cargo de un partido político que irrumpía en nuestra sociedad al amparo de las banderas en los balcones. Siempre estuvo ahí, nunca se fue, pero estaba difuminado en un Partido Popular que aglutinaba todo el arco del conservadurismo, desde el fascista al europeísta. Ahora se visibilizaba con su propia identidad. Su discurso era tan mezquino, falso, ofensivo y arcaico que los medios de comunicación cayeron rendidos al influjo de la carnaza. Incluso los partidos de derechas se radicalizaron para no perder cuota de mercado. Y lo relevante en este caso es que precisamente han sido los medios de comunicación de supuesta línea editorial “progresista” –eldiario.es y La Sexta– quienes más han contribuido a difundir ese mensaje de odio actuando, a mí entender, con una enorme irresponsabilidad histórica pero con una admirable responsabilidad empresarial. Porque mientras nosotros escuchábamos a ese partido y a sus cachorros abuchear a la bandera lgtb, mientras sentíamos otra vez la humillación de ser cuestionados en nuestra identidad, mientras escuchábamos que las mujeres también maltrataban a los hombres, esos medios de comunicación escuchaban el sonido del dinero, en forma de anuncios, de visitas, de clicks. Por eso se empeñaron en tenerlos como quinto elemento en sus tertulias de mañana, tarde y noche, seguir cada paso y mitin que daban, darle eco a sus barrabasadas, para finalizar proponiéndolos como estrella invitada al debate electoral. Para La Sexta, el discurso de odio de ese partido era como para Mediaset tener a La Pantoja en Supervivientes. Pero para nosotros era comercializar con nuestra lucha, con nuestra dignidad, con nuestras familias y con nuestros muertos.

Podría decir que lo más ofensivo de todo esto es que muchos de esos periodistas que han contribuido a blanquear la lgtbfobia creen que han renovado el periodismo. Que antes de que ellos y ellas pusieran los pies en una redacción, los demás no sabíamos contrastar una noticia. Y lo que esos periodistas parecen ignorar es que ellos y ellas hace meses que dejaron de informar para empezar a entretener, que siempre es mucho más rentable. Y para ellas y ellos, ese partido del discurso de odio es el concursante conflictivo que metes en la casa de Gran Hermano para crispar la convivencia y sacar de su zona de confort al resto de participantes. Tremenda irresponsabilidad histórica tratar a la extrema derecha como si fuese una anécdota. Sobre todo después de ver cómo trabajó Trump su victoria en Estados Unidos o cómo se fraguó la victoria del Brexit. Pero para evitar eso, estos líderes periodísticos no estuvieron tan dispuestos.

Hace tiempo leí un meme que explicaba, de forma muy sencilla, el trabajo periodístico:

Si una persona dice que llueve y otra dice que no, tu trabajo como periodista no es darle voz a ambas. Es abrir la puta ventana y ver si está lloviendo.

Ahí es donde la mayoría de los medios de comunicación dejaron de hacer información para contribuir al entretenimiento. Y cuando le vimos las orejas al lobo, el lobo ya estaba dentro.

Os dirán que es una cuestión de libertad de expresión. No es cierto. Nadie le va a arrebatar a ningún ciudadano su libertad de expresar su opinión, por detestable que esta sea. Podrá ejercerla en la barra del bar, a grito pelao, y nadie vendrá a detenerlo. Otra cosa es que yo, como periodista, crea que un señor que defiende que la tierra es plana tenga un espacio fijo en mi programación. Especialmente si pretendo informar. Si lo que pretendo es entretener, entonces ya manejamos otros criterios.

En el resurgimiento de la extrema derecha en España, que ya es una realidad, hay muchos factores a tener en cuenta y eso daría para otra columna. Pero en el blanqueo de su discurso solo encuentro dos responsables: los medios de comunicación (unos más que otros) y la derecha democrática, que les tendió la mano, legitimó su discurso, contradiciendo la política de cordón sanitario que defiende la derecha europea frente al nazismo. Es muy probable que ese discurso de odio entre en el parlamento español. Vamos a tener que escucharlo un mínimo de cuatro años. Ellos y ellas, los de la derecha democrática y los de los medios de comunicación, no estarán ahí para protegernos. Han metido al monstruo en casa y nos han encerrado con él mientras ellos y ellas se acomodan en sus refugios. Así que, la lucha de la población lgbt no acaba el 28 de abril. Continúa ese día. Independientemente del resultado electoral que, por nuestro bien, espero que no sea dramático.

Los comentarios están cerrados.