Todo por el colectivo LGTBI, pero sin el colectivo LGTBI

Por Loren González, Secretario de Organización de FELGTB (@loren_gonza)

En los tiempos del bienquedar en los que vivimos, parece que parte de nuestra clase política se cree que abanderar la igualdad y la diversidad del colectivo LGTBI es llevar una pulsera con los colores arcoíris, vestirse con alguna camiseta reivindicando derechos trans, portar una funda para el móvil con los colores de la bandera bisexual o ¡incluso! tocar la pancarta en las diferentes manifestaciones del Orgullo que se conmemoran en todo el territorio estatal. Otra clase política, a la que yo voy a llamar ilustrada, cree que enarbola los derechos de la minoría mayoritaria LGTBI cuando se decide a crear normas integrales, orientaciones educativas, instrucciones sanitarias o incluso leyes y lo hace al más puro estilo Tout pour le peuple, rien par le peuple, o lo que es lo mismo, sin tan siquiera consultar a las personas que serán las beneficiarias de sus políticas de igualdad y diversidad.

Diputadas responsables de la negociación de la Ley de Igualdad LGTBI, os lo digo directamente, para trabajar la diversidad afectivo-sexual, familiar y de género hay que colocarse unas gafas arcoíris (en primer lugar) al lado de unas moradas que nos permitan ver el patriarcado y al lado (también) de unas transparentes que nos hagan ver las diferencias étnicas y al lado de otras que nos permitan ver los privilegios de los que gozamos las personas no discapacitadas… En definitiva, para trabajar las diversidades hay que ver las diversidades porque sólo viendo nuestras ricas diferencias veremos las discriminaciones de las que somos víctimas y aquellas de las que somos parte opresora.

El pasado día 30 de octubre, dieciocho ruedas de prensa paralelas por toda España denunciaron a la vez que la Ley de Igualdad LGTBI está paralizada en el Congreso. Una ley que proviene de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (FELGTB) y de sus 49 entidades miembro, y que fue presentada en el Congreso a través del cupo del Grupo Parlamentario Confederal de Unidos Podemos-En comú podem-En Marea que se ofreció a presentarla.

Se presentaba pues hace más de un año un texto que ha sido apoyado de manera expresa por organizaciones tan diversas y rigurosas como Amnistía Internacional, CEAPA, CEAR, CERMI, CESIDA, CNSE, COCEMFE, Mensajeros de la Paz, Movimiento contra la Intolerancia, Movimiento por la Paz, Plena Inclusión, Rais, Red Acoge, Save the Children, Mayores UDP o Unijepol; por las fundaciones CEPAIM, ONCE o Secretariado Gitano, además de los sindicatos CCOO,  Confederación Intersindical o UGT, instituciones como el Consejo de la Juventud de España o las plataformas de la infancia, de ONG de Acción Social y del voluntariado de España. Un texto, en definitiva, que con tanto apoyo civil viene a reforzar la idea de la transversalidad de la propuesta legislativa, un texto pues que se lee con muchas gafas puestas.

La norma, actualmente paralizada en la Comisión de Igualdad del Congreso, espacio parlamentario en el cual se está trabajando –o debiera estar trabajándose–, tiene responsables directas en todo lo que tiene que ver con su paralización. Y la razón es clara, no nos engañemos, algunas personas de esa Comisión no se han puesto nunca las gafas LGTBI y por consiguiente no son capaces de ver que no sólo tienen capacidad de gestar las mujeres, cuando la capacidad de gestar la tienen algunas mujeres, sí, y también la tienen algunos hombres. Y como no se han puesto las gafas arcoíris no son capaces de ver que una personita con siete años es capaz de decir quién es, que la tiene, que el personal docente no tiene herramientas efectivas a la hora de detectar el bullying LGTIfóbico, cuando así lo dice el mismo cuerpo docente, que los grupos de ayuda mutua para personas LGTBI VIH positivas son esenciales para -entre otros- muchos hombres que tienen relaciones sexuales con otros hombres, porque es un espacio seguro para ellos, o son realmente incapaces de entender que las personas no binarias existen, cuando conviven en los mismos espacios que el resto de la ciudadanía y están discriminadas e invisibilizadas, entre otros aspectos que tampoco son incapaces de ver.

Parece ser que a algunas de estas diputadas ilustradas de la Comisión de Igualdad del Congreso les da lo mismo lo que digamos los colectivos LGTBI porque ellas saben perfectamente qué nos conviene, qué necesitamos y qué debemos reivindicar: ¿cómo un hombre va a gestar?, dicen. ¿Cómo una personita de siete años va a saber quién es?, cuestionan. ¿Cómo el personal docente no va a contar con herramientas para prevenir el bullying LGTBIfóbico?, argumentan. Y así, hasta cien preguntas, hasta cien enmiendas a una ley que no ha sido redactada por ellas. Y ese es el problema: no ha sido redactada ni presentada por ellas, no tendrán la publicidad que quieren.

Lo que parece muy claro también es que estas personas a las que me refiero quieren normalizarnos y moldearnos igual que al resto de la ciudadanía y lo que muestran sin querer enseñarlo es que están muy limitadas y, con sus limitaciones, visibilizan su poca sapiencia en la materia. No entienden –ni quieren entender– que la diversidad afectivo-sexual, familiar y de género es el respeto a la diferencia, una diferencia que es norma y no es excepción, pues somos una minoría mayoritaria.

No se han puesto las gafas arcoíris y no entienden cuáles son nuestras necesidades ni demandas porque sencillamente no nos conocen. Si nos conocieran un poco no cuestionarían una ley tan consensuada y –si dicen conocernos– hablamos entonces de que tienen actitudes LGTBIfóbicas sin ningún tipo de tapujo. ¿Nos conocen o no nos conocen?

Cuarenta y nueve organizaciones LGTBI en todo el Estado mostraron hace apenas diez días su hastío y su rabia ante una inacción parlamentaria que prolonga el sufrimiento, desprotección y vulnerabilidad que afecta de manera más cruenta a personas LGTBI que además son menores de edad, personas mayores, migrantes o mujeres. Y la respuesta de estas diputadas y los Grupos Parlamentarios a los que representan ha sido cero, ninguna.

Estas personas ilustradas creen que los derechos humanos son metas que conseguir en política cuando es todo lo contrario: los derechos humanos son la base sobre la cual se construyen las sociedades justas, democráticas y decentes. Las personas LGTBI lo sabemos muy bien porque constantemente se vulneran nuestros derechos y se menosprecia nuestra dignidad en multitud de ámbitos de nuestras vidas cotidianas, de ahí que nos organicemos y exijamos respeto y justicia.

Desde el activismo LGTBI no somos ingenuas y somos conscientes de que erradicar la estructura estigmatizadora y discriminadora milenaria que ha señalado y atacado directamente al colectivo LGTBI no se solucionará con la aprobación de la Ley de Igualdad LGTBI, pero su aprobación sí supondrá contar por primera vez en la historia con herramientas suficientes como para frenar, prevenir y castigar la violencia y la discriminación LGTBIfóbica.

Portar una pancarta el día del orgullo, ser lesbiana visible, formar parte del partido que hizo posible el matrimonio igualitario o haber sido una de las voces del feminismo de partido no hace a una persona tener galones en pro de la diversidad afectivo-sexual, familiar y de género. Personalmente, creo que no hace tener esos galones porque se los quita una misma cuando su trabajo se limita a entorpecer esta ley que habla de derechos humanos. Hacer esto desde un escaño sólo refleja la bajeza política de algunas diputadas y los grupos parlamentarios que las sustentan, pues siguen sin darse cuenta de que una ley que ha sido tan consensuada por la sociedad civil se encuentra interrumpida a conciencia.

Algunas diputadas y los grupos parlamentarios que las sustentan sólo entienden los derechos humanos desde la perspectiva de todo para el pueblo, pero sin el pueblo. Ilustradas.

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