Por Juan Andrés Teno (@jateno_), periodista y activista LGTBI especializado en Diversidad Familiar
Está en las calles: el mes de junio es el mes de la Diversidad, del Orgullo; traducción imperfecta del termino anglosajón Pride y que ha generado más de una conversación homófoba que partía de la ridícula premisa de que era inconcebible sentirse orgulloso de ser gay, lesbiana, bisexual o trans. Pero, dejemos esto para otro día.
Tras 25 colaboraciones en este medio (por cierto, primer y único medio de comunicación de carácter nacional con una sección LGTBI permanente) siento la necesidad de escribir en primera persona. Y allá voy, para bien o para mal.
Escribía una líneas más arriba que el mes de junio se ganado a pulso ser el mes de el Orgullo, el tiempo de visibilizar la realidad LGTBI. A pesar de eso, el espíritu de sororidad de los colectivos de personas LGBTI se ha roto hace tiempo y hay quienes se empeñan en ser los dueños del activismo (por cierto, el activismo es la forma mas avanzada socialmente del voluntariado social, una acción personal de lucha por el colectivo que dura 24 horas cada día y que absorbe las energías, el tiempo y el capital hasta niveles de entrega inimaginables en otros sectores sociales).
Leía no hace mucho las declaraciones de algunas de las personas impulsoras del Orgullo Crítico de Madrid, cargando de forma obsesiva contra el orgullo estatal y la manifestación organizada por la FELGTB y COGAM. Concluían que se sentían expulsados de la manifestación que recorre hace años el centro de la capital del reino por ser este un espectáculo de hombres gais, blancos, ricos, que se organizada los fines de semana para posibilitar el negocio de empresarios y emprendedores. Sus razones tendrán, yo no soy quien para arrebatárselas.
Pero sé lo que siento. Yo soy un hombre y soy gay (lo siento, no puedo dejar de ser ni lo uno ni lo otro, lo siento desde chiquitito y además me gusta, me gusta ser y sentirme un hombre que ama a otros hombres; bueno solo a uno, que desde hace más de 20 años, solo soy hombre de un solo hombre: mi marido). Estoy gordo (ésto si podría tener remedio, pero dejémoslo también para otro día). Soy blanco, de raza blanca, pero he conformado una familia multirracial: dos hombres adultos y un niño negro. ¿Soy rico? Indudablemente no, vivo sin estrecheces unos meses, otros, no tanto.
Yo, hombre cis, gay, gordo, de clase media, con una familia mutirracial no me siento expulsado del Orgullo que recorre los paseos de Recoletos y del Prado. Cuando me manifiesto con mis compañeras y compañeros de GALEHi veo una diversidad tan enriquecedora que se te llenan los ojos de lágrimas.
Y sí, el orgullo se celebra en fin de semana, por que es un orgullo estatal, porque es la única manera de que el colectivo LGTBI muestre músculo en el mismo escenario, Yo recorro más de 500 kilómetros para vivir ese momento de lucha y visibilidad.
Una cosa es el Orgullo Crítico de Madrid y otra el Orgullo LGTBI estatal. ¿Cuál es el mejor? Los dos, más los tres que convocarse en la ciudad del oso y el madroño en los próximos años. Somos diversas, diversos, diverses, no podemos excluir a nadie, los orgullos no pueden ni deben dañarse mutuamente, porque el enemigo no está dentro del colectivo LGTBI, la bestia negra está fuera y todos sabemos quién es, está muy identificada y se frota las manos húmedas de la saliva homófoba que chorrea de sus colmillos.
Conozco y comparto con personas LGTBI activistas que acuden a los dos orgullos de Madrid y no les ha ocurrido nada, no se han vuelto del revés, siguen siendo íntegras.
Lo que sí es cierto es que no conozco opiniones de responsables del orgullo “oficial” cargar contra el orgullo crítico. No digo que no se produzcan, digo que no las conozco.
No se puede crear una nueva forma de orgullo intentando destruir lo que tanto tiempo ha costado a tantas personas y en tanto tiempo. No es el medio, no es lugar, no lleva a nada.
Hoy parece quimérico trabajar por la unidad de los orgullos, pero lo que no puede faltar es el respeto, considero, y lo hago siempre en primera persona, que nadie ha sido expulsado. El fenómeno del autoexilio es una decisión personal y respetable, pero no puede cimentarse en el trabajo incansable de tantas gentes y tantos colectivos.
Yo estaré en el orgullo estatal, junto a mi familia homoparental y diversa, del mismo modo que estuve en el orgullo del sur el pasado 23 de junio en Sevilla. Pura interseccionalidad.
Lo que no debemos olvidar quienes de una otra manera tenemos alguna responsabilidad en esto del activismo LGTBI es que, más allá de los egos, de las visiones personales, de las politizaciones, más allá de las entidades, están las personas LGTBI, que siguen siendo insultadas, vejadas, agredidas, que se siguen suicidando ante una sociedad donde la homofobia es más que latente. Ellas, ellos, elles, la ciudadanía de a pie no comprende las agresiones internas, por que lo que está en juego es su dignidad y con esa dignidad no podemos jugar, por que con su pérdida puede irse una vida detrás.
Cuando el próximo 7 de julio me veáis manifestarme junto a mi marido y mi hijo por el centro de Madrid, por favor, no me juzguéis, no me cataloguéis, no me identifiquéis con el capitalismo rosa, porque hasta llegar allí yo y los míos hemos tenido que sacrificar muchas horas de vida familiar, mucha intimidad con el único fin de conseguir una sociedad más plural y más diversa.
Me apetece y quiero recordar aquí las declaraciones de Jesús Generelo (entonces presidente de la FELGTB) tras la muerte de Pedro Zerolo. Generelo afirmaba que Zerolo les había enseñado a “trabajar desde el afecto y desde la unión”… “su máxima era siempre sumar, nunca restar, esa era su política en lo personal y en lo social, buscar siempre solidaridades, visibilizarse…”
Porque, y lo escribo en primera persona, sigo creyendo que enfrentar orgullos es dividir dignidades. Y eso, lo de intentar socavar nuestra integridad, ya lo hace la bestia. ¿Vamos a por ella y nos dejamos ya de gilipolleces?
Creo que el orgullo crítico no cuestiona la manifestación, si no el desfile que lo acompaña donde marcas que no cuentan con planes de diversidad en sus centros de trabajo, que no realizan ningún tipo de acción para el colectivo más allá de colocar su logo y pagar dinero, tengan cabida en nuestra manifestacion. Se cuestiona también que, más allá de la manifestación, en Madrid la gestión del las fiestas del orgullo la realiza una asociación de empresarios. Sí es un evento tan masivo, queremos que se socialicen los beneficios para tantas y tantas asociaciones que hacen activismo lgtbi desde la precariedad y la falta de fondos. No se cuestiona el orgullo ni a la felgtb, si no el modelo que se potencia desde AEGAL
05 julio 2018 | 12:00
Qué raro… Cuando era joven empezó en Chueca la presencia de lo que todo el mundo (gays incluidos) llamaban «locas de Chueca». Un tipo especial de gay, muy colorido y ruidoso.
Y jamás se pelaban entre ellas….
¿Qué habrá pasado?
Ardo en curiosidad.
05 julio 2018 | 14:34