Y el día después… mantengamos viva la llama del #Orgullo

Ayer celebramos a Marcha Estatal del Orgullo, un día histórico en la defensa y visibilización de las personas LGBTI en España y en el Mundo. Desde Amnistía Internacional, a través de Aimar Rubio Llona, el día después nos recuerdan que lejos de estar todo logrado, hay mucho todavía por luchar. Que la alegría personal no nos nuble la vista de lo que viven muchas personas iguales a nosotros en el mundo. 

Pancarta de Amnistía Internacional en el Marcha del Orgullo 2015

Pancarta de Amnistía Internacional en el Marcha del Orgullo 2015

Durante la madrugada del 28 de junio de 1969, cientos de mujeres y hombres anónimos se enfrentaron a la policía metropolitana de Nueva York en las calles adyacentes al pub Stonewall en Manhattan. Hastiados de las redadas, acoso, rechazo y discriminación que su deseo sexual, identidades y cuerpos provocaban, unieron sus fuerzas ante una situación intolerable para venir a reclamar el respeto universal hacia la diversidad sexual y de género. Sin embargo, seis décadas después, los derechos de las personas lesbianas, gays, bisexuales y transgénero (LGBTI) continúan avanzando y retrocediendo en un mundo dividido en relación con la orientación sexual e identidad de género como categorías susceptibles de derecho.

Amnistía Internacional también viene siendo testigo desde hace seis décadas del largo e impreciso recorrido que los derechos humanos de las personas LGBTI tienen en todo el mundo. Este movimiento, que comenzó su andadura en 1961 (Londres), fue fundado en un país que como la gran mayoría de Estados, criminalizaba las relaciones antinatura y la sodomía. Desde entonces la paulatina descriminalización de la homosexualidad tiene que ser motivo de celebración para todas aquellas personas que creen firmemente en que amar no supone ningún delito.

Hasta la fecha, una veintena de Estados han cambiado su legislación haciendo posible el matrimonio entre personas adultas del mismo sexo y la adopción para familias homoparentales. No se trata de otorgar nuevos derechos o privilegios, sino de combatir la discriminación por orientación sexual igualando en derechos y libertades a las personas homosexuales y heterosexuales. Esta es la vocación que guía a Amnistía Internacional, sin olvidar nunca a todas aquellas personas transgénero cuyos derechos son violados en un entorno caracterizado por el acoso, violencia y exclusión social.

Ahora bien, seis décadas después de la fundación de Amnistía Internacional y de los disturbios de Stonewall, los derechos de las personas LGBT no se respetan en al menos 80 países. La homofobia y transfobia siguen siendo parte de la agenda política de numerosos gobiernos, al tiempo que las resistencias internacionales en aras de reconocer la diversidad sexual y de género resultan más que evidentes. A modo de ejemplo, gran parte de la actualidad política internacional ha estado marcada durante este último año por Rusia y Ucrania, Estados enfrentamos donde existen diferencias geopolíticas más que reseñables y las cuales les empujan a cometer crímenes de guerra. Sin embargo, también son países que permanecen unidos por una realidad que no podemos obviar.

En el país más grande del mundo, activistas como Elena Klimova, fundadora del proyecto Children 404 destinado apoyar a adolescentes LGBTI, sufren un acoso incomprensible por parte de las autoridades rusas. El delito por el que se acusa a personas como Elena Klimova en RUSIA es hacer «propaganda de relaciones sexuales no tradicionales entre menores», en un país que en la última década ha avanzado decisivamente en la criminalización y persecución de activistas, habitualmente agredidos por defender públicamente los derechos de gays, lesbianas, bisexuales y personas transgénero.

Al mismo tiempo en UCRANIA, la marcha anual del orgullo LGBT ha sido reventada este mismo mes de junio por decenas de atacantes homófobos, produciéndose graves disturbios y resultando heridos manifestantes y policía. Desfilar por las calles de Kiev reivindicando que amar no es ningún delito es una actividad de riesgo ensombrecida por la violencia homófoba, así como por el desinterés de las autoridades en proteger a los manifestantes.

Amnistía Internacional también trasladó su preocupación cuando el parlamento de MACEDONIA aprobó en enero de este mismo año la prohibición del matrimonio entre personas del mismo sexo, consolidando así la discriminación contra las personas LGBT y sus derechos. Igualmente preocupante fue la reforma del código penal en GAMBIA para establecer la cadena perpetua hacia todos aquellos que sean acusados de incurrir en la homosexualidad agravante, en un contexto caracterizado por la intimidación, el acoso y la detención de personas LGBT basados exclusivamente en la orientación sexual e identidad de género. En UGANDA la revocación por parte del Tribunal Constitucional de la ley destinada a recriminalizar la homosexualidad con cadena perpetua no ha impedido que la violencia homófoba siga calando fuertemente entre la población, al tiempo que en NIGERIA las detenciones, el acoso, la tortura y violencia promovida por la ley que prohibió el matrimonio entre personas del mismo sexo han puesto en una situación de vulnerabilidad extrema a todas aquellas personas que creen y defienden la diversidad sexual y de género.

Ejemplos y más ejemplos que ponen de manifiesto la urgente necesidad de avanzar en la defensa de los derechos humanos de todas aquellas personas torturadas, perseguidas y criminalizadas simplemente por sentir un deseo e identidad que algunos creen ilegítimo. También debemos implicarnos contra el fantasma de la transfobia, que se ha cobrado la vida de más de 1,500 personas transgénero en estos últimos años, y solicitar a aquellos Estados inclusivos con los derechos de las personas LGBT como España que reconozcan el derecho al asilo por orientación sexual para todos aquellos que se vean obligados a abandonar sus países de origen y buscar protección en otros.

Celebremos todos aquellos avances que hacen de este mundo un lugar más justo, pero sin olvidar que seis décadas después de Stonewall la homofobia y transfobia continúan extendiendo la intolerancia y la injusticia, desafiando la igualdad de derechos entre personas y levantando muros contra la diversidad sexual. Marchemos con orgullo por las calles, pero teniendo presentes a todas aquellas personas que se han dejado la piel y la vida defendiendo que amar no es ningún delito. En el mes del orgullo señalemos la vergüenza y el odio, siendo cómplices de un cambio en el que los derechos humanos sean universales, también para las personas lesbianas, gays, bisexuales y transgénero del mundo entero. Porque el mundo puede cambiar, pero no va a hacerlo solo.

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