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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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El Supremo prohíbe tener carpas, vender cangrejos, criar wakame o plantar pataca

Pocas veces una sentencia del Tribunal Supremo me ha parecido tan clara y ecologista como la que amplía el catálogo español de especies exóticas invasoras. A la ya larga lista oficial de plantas y animales introducidos tremendamente agresivos con la biodiversidad autóctona, y por ello a erradicar, se une ahora la carpa común (Cyprinus carpio), la trucha arco iris (Oncorhynchus mykiss), el alga comestible wakame (Udaria pinnatifida) y la pataca o tupinambo (Helianthus tuberosus). Tampoco se podrán montar granjas de cría de visión americano (Neovison vison), ni vender u ofrecer en restaurantes cangrejo rojo americano (Procambarus clarkii).

La parte mala es que todas las empresas que hacían negocio con estas especies deberán cerrar o cambiar de actividad. La decisión judicial se basa en informes científicos y prohíbe su posesión, transporte, tráfico y comercio, tanto de ejemplares vivos como muertos. Lee el resto de la entrada »

Cotorras, elecciones y cambio climático

Cotorra

Me gusta mezclar churras con merinas. Lo llaman inteligencia asociativa, pero en mi caso es pura maldad. Leo por ejemplo: a un mes de las elecciones generales los candidatos comienzan su campaña electoral. E instintivamente lo relaciono con esta otra noticia: más de 20.000 cotorras crían en España. Lee el resto de la entrada »

¿Sabes cuál es la rapaz más aficionada a la cultura urbana?

falcons

Le encantan las ciudades Patrimonio de la Humanidad como Granada, Salamanca o Córdoba. Monumentos únicos como el templo de la Sagrada Familia en Barcelona. Museos como el de América en Madrid. También modernas torres acristaladas de oficinas. O catedrales. En todos estos lugares, e incluso en viviendas de protección oficial, el pájaro más salvaje e indómito de nuestra fauna peninsular se ha hecho urbano. Y muy cultureta. Es el halcón peregrino (Falco peregrinus).

Menos perseguido por palomeros, cetreros y traficantes de huevos, sus poblaciones van en aumento en las ciudades. En el campo les va peor, pues los pesticidas, pero sobre todo el cada vez mayor número de búhos reales, que no dudan en cazarlos mientras duermen confiados, les mantiene en situación de peligro.

Como en el famoso cuento del ratón de ciudad y el de campo, el halcón urbanita se ha sabido adaptar de maravilla a la urbe. En ella encuentra comida abundante entre tórtolas, palomas y cotorras. Y nuestras edificaciones son para él inmejorables cantiles. Tiene además un sorprendente aliado: nosotros mismos. Numerosas ciudades españolas están desarrollando con éxito programas de reintroducción de la rapaz.

De esta forma, cada vez resulta más fácil ver pasar sobre las calles o el parque un gran bólido alado. ¿Es un cohete? ¿Es un avión? No. Es el halcón peregrino.

Especialmente original es el proyecto granadino. Os recomiendo dar un paseo por su blog Palabra de halcón. Y echarle una visual al divertido vídeo que os dejo a continuación: ¿Quién está llegando a Granada?

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Plantas invasoras ponen en peligro a las aves

Priolo

Muchos nos llaman exagerados. Cada vez que criticamos con dureza el escaso interés de los Gobiernos por impedir la llegada de especies invasoras nos tachan de alarmistas. ¿Qué hay de malo con tener cotorras en Barcelona, eucaliptos en Asturias, visones americanos en Galicia, mapaches en Madrid, cangrejos americanos en el Duero, galápagos de Florida en el Guadiana? ¿Qué hay de malo en que el plumero de la Pampa «se escape» de los jardines y se extienda por los prados cantábricos, que la uña de gato tapice las dunas de Doñana, que el catus de Arizona conquiste nuestros desiertos ibéricos?

Para cada una de estas preguntas se podrían escribir varios libros, detallando los mil y un desastres que estas liberaciones, intencionadas o accidentales, están provocando en la naturaleza. Porque su aparición no es, como piensan algunos, evolución natural. Es involución.

Que se lo digan al priolo (Pyrrhula murina). Muchos no habrán oído en la vida tan extraño nombre ni lo sabrán relacionar con un bellísimo pajarito.  Pero existe, aunque está en las últimas en el único lugar del mundo donde puede observarse: las Azores (las del famoso anticiclón). En concreto en sólo una de estas islas: San Miguel.

En ese remoto lugar en medio del Atlántico, más cercano a América que a Europa, hay un camachuelo único adaptado a vivir tan sólo en sus escasos bosques de laurisilva. Durante siglos esta vegetación igualmente única desapareció bajo el hacha, el fuego y el diente del ganado. Pero lo poco que ha quedado se enfrenta hoy a un problema aún mayor. Varias de las más de 500 especies vegetales introducidas están modificando gravemente el monte. Y los priolos, incapaces de adaptarse a esos nuevos bosques bastardos, son cada vez menos.

En el siguiente vídeo, la Sociedad Portuguesa para el Estudio de las Aves (SPEA) explica el problema y nos pide ayuda a través de una «campaña de Naturfunding«. Con ella recauda dinero para seguir en la desigual lucha de acabar con las invasoras y recuperar el bosque nativo, fundamental para la supervivencia de estas singulares aves y decenas de otras especies únicas.

Y hablando de plantas invasoras, aprovecho para felicitar desde aquí a mi querido amigo y maestro Wolfredo Wildpret de la Torre, a quien el Ayuntamiento de Cádiz ha concedido el Premio Iberoamericano de Botánica José Celestino Mutis. Botánico y doctor en Farmacia, se premia a este canario universal por su estudio «Plantas exóticas invasoras en Canarias procedentes del continente americano». Considerado por el jurado como mejor trabajo original e inédito sobre la ciencia botánica, lo firma junto a su inseparable mujer y gran científica (además de gran amiga) Victoria Eugenia Martín Osorio.

Patear el campo junto a tan entrañables sabios es uno de esos raros lujos que la vida nos concede.

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Quieren acabar con las cotorras

En Madrid, en Barcelona, en Valencia, en Málaga. Los gritones bandos de pequeños loros de color verde intenso, las cotorras argentina (Myiopsitta monachus) y de Kramer (Psittacula krameri), son cada vez más frecuentes y numerosas en España.

Todas tienen el mismo origen: escapes o sueltas de ejemplares adquiridos como aves de jaula.

Se calcula que las argentinas tienen una población española nidificante superior a las 1.500 parejas, más del doble que 10 años antes, creciendo a un vertiginoso ritmo del 20 por ciento anual. No es de extrañar, pues en su país de origen están consideradas una plaga dado los graves daños que ocasionan en los cultivos de maíz y girasol, donde la instalación de sus grandes colonias de cría en tendidos eléctricos provocan paralelamente tanto averías como numerosos incendios forestales.

A Barcelona llegaron las primeras hacia 1975. Al principio eran menos de 50, pero hoy en día son ya más de 2.000. A las que los agricultores del Baix Llobregat acusan de ocasionar graves daños en los cultivos de árboles frutales y hortalizas.

Recientemente en Madrid, una de estas grandes masas de ramas donde hacen sus nidos coloniales acabó partiendo el abeto sobre el que se sustentaba. Tenía un diámetro superior a la altura de una persona adulta y pesaba ¡cerca de una tonelada!

La invasión de especies exóticas representa la segunda causa de pérdida de biodiversidad, solo por detrás de la pérdida de hábitat, estando por delante de la sobrecaza. Son por ello muchos los expertos que están reclamando a las Administraciones medidas efectivas de control y erradicación de este tipo de especies en los ecosistemas naturales (sólo en aves se han detectado en nuestro país más de 274 especies asilvestradas), antes de acaben convirtiéndose también aquí en una plaga, cuando ya no habrá posibilidad de encontrar alternativas viables. Piden, directamente, cazarlas vivas para que vuelvan a las jaulas de donde se escaparon o, si esto no es posible, matarlas directamente.

Frente a ellos, colectivos animalistas defienden la presencia de estas aves como seres vivos a los que hay que proteger a toda costa, evitándoles todo sufrimiento, al margen del daño que puedan acarrear a otras especies o al propio hombre.

¿Mi opinión? Pienso que la mejor estrategia es siempre la más sencilla, evitar nuevas sueltas intencionadas y combatir a estas especies exóticas con depredadores naturales como las aves de presa.

Pero mientras sigamos comprando este tipo de animales y luego, cuando nos cansemos de ellos, tengamos la mala idea de soltarlos «para que sean libres», no haremos más que empeorar las cosas. Una acción irreflexiva, ajena al grave daño que infligimos a los ecosistemas, además de a los problemas económicos y sanitarios que con nuestra inconsciente acción podemos acabar provocando.