
En realidad los topillos nunca se fueron. Ni los agricultores se quedaron tranquilos. Nuevamente, el mundo rural castellanoleonés ha encendido las luces de alarma para denunciar que la plaga de los topillos ha vuelto.
A principios del otoño comenzaron a notarse los primeros daños en cultivos de girasol y remolacha de la comarca palentina de la Tierra de Campos, que ahora se han extendido a los de cereal. Según el sindicato ASAJA Palencia, en muchas zonas la superpoblación de topillos alcanza ya los mismos niveles que los registrados entre 2006 y 2008. Se calcula que entonces 500 millones de topillos arrasaron más de 400.000 hectáreas de cereal en unos 200 pueblos de Castilla y León.
El presidente de la organización agraria ha advertido que “si no se pone fin a la plaga, asistiremos a una nueva catástrofe como la de entonces, con las consecuencias económicas y sanitarias que todos recordamos”.
Alarmas aparte, ahora sabemos más sobre estos animales y su control que hace una década.
El veneno no sirve
Investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) han demostrado recientemente que la plaga de topillos desapareció de forma natural y no por los tratamientos con rodenticida llevados a cabo.
Frente a esta evidencia científica, los expertos señalan cómo los venenos afectaron muy negativamente a otras especies animales, especialmente rapaces, y tuvieron un fuerte impacto sobre la biodiversidad. Fueron los efectos colaterales.
La producción agraria aumentó
Los mismos investigadores del CSIC señalan que no hay evidencia de que la plaga afectara dramáticamente a la producción agrícola. De hecho en 2007, el año de la plaga, la producción de cereal, patatas y viñas fue la más alta registrada en los últimos diez años.
Y hay más. El coste de la campaña de control, 24 millones de euros, fue más alto que los pagos compensatorios por daño a cultivos, que ascendieron a 5,5 millones de euros.
El veneno extendió las enfermedades
Un nuevo estudio científico ha demostrado exactamente lo contrario de lo que los políticos decían. El uso abusivo de venenos favoreció la expansión de la tularemia entre los humanos. La mayor presencia de cadáveres en el campo provocó la extensión de la enfermedad entre los animales, por canibalismo o inhalación. Y al pasar las cosechadoras, la bacteria entró en contacto con los agricultores. Más de 500 personas padecieron la enfermedad en la región a lo largo de 2007.
¿Podemos acabar con los topillos?
Ni con los topillos, ni con las ratas, ni con las cucarachas. Debemos aceptar a la Naturaleza tal y como es, acostumbrarnos a vivir con ellos, nos gusten o no. Y aprovechar a sus enemigos naturales, rapaces y carnívoros, para controlar sus explosiones demográficas.
Que la plaga iba a regresar estaba cantado. Debido a su patrón casi cíclico, los investigadores ya anunciaron que el próximo repunte se produciría en torno a 2010 ó 2011. Y así será.
¿Qué podemos hacer?
Sería deseable que para la próxima primavera, cuando arrecien las protestas de los agricultores y las televisiones vuelvan a airear el tema, exista una mejor planificación técnica, buena coordinación y una información más seria. Para ello es necesaria la colaboración de todos, políticos, gestores, agricultores y científicos.
El estudio recuerda que el manejo de plagas debe basarse siempre en la evidencia científica, apoyándose en una gestión sostenible y ecológica que evalúe el balance coste/beneficio. ¿Habremos aprendido la lección o, como los topillos, nuestros errores también son cíclicos?