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La comunidad que no amaba a las mujeres

Por Lucía Rodríguez Sampayo

Orgullo de El Salvador
Orgullo de El Salvador. Foto de Stephanie Mejía

 

Quisiera mostrar que El Salvador es un país mucho más luminoso, interesante y lleno de vida de lo que generalmente se ve. Porque lo es. Pero quien maneja los hilos de la información se empeña en mostrar siempre lo más oscuro, la violencia. Y también en eso hay cosas que quiero decir. Porque el mundo se preocupa, y con razón, de la violencia que les afecta a ellos. Pero el mundo las invisibiliza a ellas, con la misma fuerza con que los mira a ellos.

En El Salvador, como en el resto del mundo, nos quieren mujeres sujetas, subordinadas al orden social y político masculino, dependientes y limitadas por las categorías que los hombres establecen. Y eso es violencia, aunque no siempre conlleve situaciones suficientemente morbosas como para ocupar titulares.

Y en la comunidad LGBTI, como en el resto de la sociedad, se nos quiere someter también al poder de los hombres y sus principios, a su dominación, aunque no siempre sea tan evidente en los discursos, aunque sus proclamas y sus lemas lleven a veces un “toque” de feminismo que intenta hacer creer que aquí sí se respeta la libertad, la autonomía y la diversidad de todas.

No es verdad. El patriarcado se resiente y protesta cuando las mujeres se resisten y reivindican su autonomía, su libertad. Pasa en todas partes, también en España. Pero aquí se puso en evidencia hace unos meses, en el último Orgullo. Un orgullo que llamaron Pride, que contaba con más respaldo social e institucional que nunca; un orgullo que se había vendido un poco (más) al sistema, y que puso en evidencia más que nunca la violencia contra las mujeres.

Porque todo iba bien hasta que ellas decidieron. Hasta que se empoderaron y se apropiaron del 28 de junio; hasta que no quisieron celebrar, sino luchar por su libertad.

Un grupo de lesbianas decidió visibilizar el orgullo de sus vidas, su derecho a ser propietarias de sus cuerpos, a dar y recibir placer, con quien quieren y como ellas lo quieren. Y lo hicieron con alegría, con música, luz y color, pero sin perder ni un ápice del espíritu de lucha que aquel 28 de junio de 1969 en Stonewall dio a luz al Orgullo LGBTI.

Las “Adoradoras de la Santísima Vulva” convocaron a las mujeres a la Marcha de la Diversidad Sexual de 2014, invitándolas a participar en una acción reivindicativa con la cual visibilizar sus cuerpos como “espacios sagrados que han sido históricamente violentados, agredidos, sometidos, humillados y negados”. Y llegaron los problemas: empezaron los insultos, y no tardaron en aparecer las amenazas. El patriarcado se hizo visible, y ya no dejó hueco para el “manto feminista” en el discurso. La violencia de nuevo, ya sin tapujos, fue la herramienta que el propio colectivo LGBTI utilizó para intentar callar las voces disidentes. Porque no era la santificación lo que molestaba, no eran los sentimientos religiosos los ofendidos, no era el pudor lo que generó esa respuesta. Lo que no soportaban era el acto de expropiación: mujeres que nos rebelamos a través de la construcción de una nueva autonomía, que parte de la apropiación de nuestros cuerpos.

Pero las valientes no se sometieron a las amenazas y el miedo, y San Salvador se llenó de lesbianas reivindicando el placer y la autonomía. Y no eran muchas, pero su lucha se hizo grande, y sumó a otras: bisexuales y heterosexuales que saben que esa pelea es de todas; mujeres disidentes, resilientes, comprometidas consigo mismas y con las otras.

23 de Septiembre. Día de la (in)visibilidad de las personas bisexuales

Esta entrada ha sido escrita por RADICA HURA, activista serbia perteneciente a la  organización ‘Los Bisexuales de Serbia’

Radica Hura

Tras el ataque hace unos días, por motivos xenófobos, a un activista alemán que participaba en Belgrado en una conferencia internacional sobre derechos humanos LGTB, las autoridades  serbias siguen expresando dudas sobre la celebración de la marcha del Orgullo el próximo 28 de septiembre.

Se repite el mismo discurso de otros años cuando se prohibieron los desfiles por amenazas de grupos homófobos, organizaciones derechistas y por el ambiente de inseguridad y miedo que estos crearon.

«No es cuestión de si podemos proteger la comitiva, sino de cómo será ésta y de si Belgrado será incendiada», dijo el ministro Stefanovic el otro día.

En caso de una cancelación sería el cuarto año consecutivo que la capital serbia no acoge esa manifestación.

Parada es el término serbio que usamos para decir ‘desfile’. La Parada puede ser vista como una provocación, o por lo menos eso dicen por aquí.

Muchos entienden que las personas LGBT, lesbianas, gais, bisexuales y transexuales, existen en este país pero su desfile se considera ofensivo.

Una de las frases más comunes que se pueden escuchar por muchos lugares de Belgrado es “yo no tengo nada en contra los gays, pero desfilar es demasiado”. Y una parte de la comunidad LGBT comparte una opinión similar. No quieren el Pride porque creen que solo busca provocar. Si lo creen así por un tema de autoestigma – homofobia interiorizada que lo llaman en España – o no, no es a mi a quien corresponde juzgarlo.

Yo pertenezco a la parte que sabe por qué quiere manifestarse.

Soy también parte de una minoría dentro de la minoría LGBT. 

Soy una mujer de orientación bisexual.

Creo que mi orientación sexual es parte de  mi identidad.

Yo no decidí convertirme en una mujer bisexual.

Mi bisexualidad es más que una sexualidad.

En Serbia, y otros países tradicionales, la bisexualidad  es vista como una doble identidad porque todo se entiende en términos de ‘blanco o negro’ o de ‘a favor o en contra’. Sin embargo, la bisexualidad está mejor vista y es más aceptada porque la familia supone que será más probable casarse y terminar siendo simplemente heterosexual. En cambio, me escriben personas que están casadas  y que todavía son bisexuales. Continúan siendo bisexuales pero a escondidas. Quieren ir a la manifestación de la visibilidad bisexual pero solo si no hay periodistas. Estas personas no pueden decir que son gays; no pueden decir que son heterosexuales. Saben que son bisexuales y junto conmigo quieren marcar la fecha de la visibilidad bisexual, que es parte de la semana del orgullo.

Mientras la comunidad LGBT serbia estos días -esperando que el Ministerio  del Interior serbio (des)apruebe el desfile- celebra la semana del Orgullo, hoy también celebra el día de la (in)visibilidad de las personas bisexuales.

Manifestando diversidad

Fotografía de Danilo Urbina