Marika, periodista y sexólogo

Por Ander Prol González, (@AnderProlGlez) marika, periodista y sexólogo

Hace seis años se publicaba No te quedes en la puerta, la primera entrada 1 de cada 10, de 20 minutos; un blog creado para “mostrar realidades diversas, bastante desconocidas y demasiado estereotipadas”. Hace seis años, un servidor tenía 21 años, llevaba cinco de esos años fuera del armario y se disponía a viajar a Perú de erasmus para continuar su formación como periodista.

Es cierto que desde que dije que era gay siempre he encontrado espacios seguros y diversos. Casi como cualquier adolescente cishetero, siento que pude disfrutar y experimentar mi sexualidad con la mayor libertad que el sistema nos ofrece, pero el medio año que pasé de erasmus fue diferente: vuelta al armario, amor romántico, promiscuidad, cuidado, afecto, colonialismo, poligamia, Gridr, heteronorma… En resumidas cuentas, conocí realidades y formas de relación muy diversas, la mayoría para mí desconocidas y muchas de ellas demasiado estereotipadas.

Pero si algo aprendí realmente es la importancia de que uno mismo se permita dudar. No es necesario saberlo todo, es lógico vivir con muchas preguntas y tan pocas certezas: ¿Por qué me gusta esto? ¿Por qué no me gusta lo otro? ¿Quién soy? ¿Qué soy? ¿Qué quiero? Justamente eso es algo que se le exige mucho al colectivo LGTBI+, ser experto en identidad y orientación sexo-genérica, tener las cosas claras. Eso es fácil cuando tu orientación o identidad no se cuestiona desde el día en el que naces, porque, por ejemplo ¿cuándo os disteis cuenta los heterosexuales de que lo erais?

Todas estas cuestiones supusieron un aprendizaje individual que a día de hoy continúa. Pero, sobre todo, me ayudaron a entender que lo personal es político porque, en este caso, hay orientaciones, identidades, cuerpos… “no validos” dentro del sistema y eso hace que cada día seas candidata a ser violentada por el mero hecho de existir. Así, y como otros tantos compañeres, pasé a definirme como marika más que como gay[1], porque redefinir y encontrar fuerza en un insulto que ha taladrado tu infancia también es una forma de empoderamiento.

Pero, para mí, ningún aprendizaje individual podrá superar al colectivo. De vuelta del erasmus finalicé mis estudios y me involucré con el movimiento feminista de mi pueblo (Ermua) a la hora de organizar una Comisión de Fiestas Feministas (Jai Batzorde Feminista). Me sería imposible hablar de activismo o lucha sin acordarme de mis compañeras feministas. De ellas aprendí que lo marika no te quita lo machista, a entender la importancia de crear redes y de cuidarnos entre las compañeras, pero sobre todo la importancia de organizarse.

Conjuntamente, decidí que debía de especializarme en algo relacionado con el periodismo social y comencé mis estudios en sexología. ¿Se trató del cliché ya mencionado sobre la necesidad de las personas LGBTI+ de reforzar sus argumentos sobre existir? Puede ser, pero me vi con la necesidad de reforzar mi activismo con argumentos científicos para una mejor comunicación en ciertos temas.

Esta, también fue la época en la que comencé a militar en el grupo de hombres por la igualdad de Ermua: Zipriztintzen, en el que continúo a día de hoy (como es lógico, entre todas las actividades que organizamos la que más disfruto es la organización del 28J). De la misma manera, comencé a escribir en Gehitu Magazine, publicación cuatrimestral de la Asociación LGTBI del País Vasco, Gehitu y, a partir de ahora, me uno al equipo de 1 de cada 10 para continuar visibilizando y defendiendo los derechos del colectivo desde la trinchera que me ofrecen.

[1] Si de algo creo que puede presumir el colectivo LGTBI+ es de su capacidad para apropiarse de los insultos en pro de las autodefiniciones de la lucha de las disidentes sexuales.

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